Atención: es un snarry, con tintes drarry y obviamente, SLASH. Si no te gusta, no leas.
Esta historia es un UA situado después de Hogwarts, sin tomar en cuenta algunos hechos de los libros. Nada de difícil comprensión. Harry ha derrotado a Voldemort, pero en vez de ser el héroe que la sociedad mágica necesita, se alza como nuevo Señor Oscuro.
Disclaimer: los personajes NO me pertenecen.
Capítulo 1:
1
Draco caminó por los ajetreados pasillos del Ministerio, saludando fríamente a sus compañeros. Ya era tarde y Draco se disponía a irse a su cita habitual de los viernes. Se relamió los labios, mientras desaparecía por la red flú.
Salió de la chimenea limpiándose las pocas cenizas que habían manchado su hombro con un gesto altanero, mientras miraba a su alrededor. La habitación, aunque acogedora, seguía siendo fría e impersonal, y Draco sonrió, observando la cama de matrimonio y a su amante tirada en ella.
- Hola, Potter.- saludó, mientras caminaba hasta él.
Harry le miró con frialdad e hizo un gesto aburrido. Si alguna vez el Mundo Mágico había pensado en el gran Harry Potter como su héroe, se equivocaban por completo. Después de derrotar a Voldemort, Potter se había alzado como el nuevo Señor Oscuro.
Algunos visionarios lo habían visto venir, y el Ministerio, débil y tambaleante, había hecho completo caso a las advertencias, intentando encerrar a Potter en Azkaban. El perfecto plan que habían trazado los aurores se volvió en su contra, y Harry Potter quedó libre, dejando sus cadáveres detrás de él.
Las primeras víctimas de muchas otras, pensó Harry, indolente. Se levantó de la cama y atrapó al rubio entre sus brazos, dejándose caer en la cama encima de él.
Se besaron, mientras las prendas iban cayendo de sus cuerpos, y cuando calmaron sus excitaciones, se dejaron caer en las almohadas, debajo de la manta. Respiraban ruidosamente, mientras Harry ponía su brazo debajo de la cabeza.
- Ha estado bien, Malfoy.- comentó Harry, refiriéndose al sexo.- ¿Tienes lo que te pedí?
- Todavía no. Me está costando bastante llegar hasta los archivos de los presos.- respondió Draco, sin temor en la voz.
Harry miró el dosel rojo de la cama, recordando el motivo de su interés por los presos de Azkaban. Necesitaba más gente uniéndose a su causa; más que eso, necesitaba a gente preparada. Profesionales en el arte del asesinato y demás bajezas.
¿Dónde encontrarlos? Había tenido dos opciones, los suburbios de Londres o Azkaban, y finalmente se había decantado por la opción más segura, Azkaban. Suspiró ruidosamente, mirando de reojo a Draco.
Después de terminar con Voldemort, se habían celebrado los juicios contra mortífagos: Malfoy había sido muy afortunado de salir ileso, pero su padre seguía en Azkaban. Según había averiguado él mismo, Lucius Malfoy sería una buena adquisición a sus filas.
Se hablaba bien de Lord Malfoy por los bajos fondos de la ciudad: desde extorsiones, amenazas y hurtos hasta asesinatos y pequeñas venganzas. Tenía una buen currículum, pensó Harry sonriendo.
Draco se levantó, desperezándose ante la mirada de Harry, y comenzó a vestirse, con ojos somnolientos. Con veinticinco años ya cumplidos, el joven delante de él ya tenía su pequeña familia hecha: se había casado con Astoria Greengrass y estaba esperando un bebé al que llamarían Scorpius.
Harry se levantó también, poniéndose los calzoncillos, y tomó su varita, mientras encendía la chimenea. Draco le miró, y Harry se acercó hasta él, para amenazarle:
- Tráeme los documentos antes del miércoles, Draco, o me enfadaré.
Malfoy asintió y se fue. Fue entonces cuando Harry se dejó llevar por los recuerdos: se habían hecho amantes con dieciocho años, cuando Harry buscaba aspirantes por bares de mala muerte.
Apenas recordaba vagamente que Draco tenía problemas con su matrimonio o algo por el estilo, nada que realmente le importara a Harry, y habían acabado teniendo sexo en un callejón sucio.
Recordaba también haberle propuesto unirse a su causa, y, maldita sea, recordaba la única condición que había puesto Malfoy: no mancharse las manos directamente. Harry se había puesto enfermo por esa condición, pero había terminado aceptando a regañadientes.
Sus pequeños encuentros sexuales se habían fijado los viernes, y Harry se sorprendió al darse cuenta de que ya eran siete años los que habían pasado desde que le había penetrado por primera vez.
Harry frunció el ceño, volviendo a la realidad, y se vistió nuevamente, saliendo de la habitación. En su casona, encantada para que no entraran intrusos ni fuera detectable, apenas había gente. Sólo elfos domésticos, Draco cuando venía a reportar alguna novedad, y sus dos asesinos a sueldo.
Llegó hasta el salón y tomó el periódico El Profeta, mirando las noticias. En primera plana, la fotografía en movimiento de Fudge haciendo aspavientos. Pasó las páginas, esperando encontrar algo interesante que leer, aparte de la basura diaria.
2
El martes siguiente, Draco se presentó con los papeles bajo el brazo y una sonrisa arrogante en los labios, y Harry supo que era hora de ponerse en marcha y trazar algún plan para conseguir a algunos fieles.
Después de despachar a Malfoy con molestia, Harry abrió la carpeta excitado y comenzó a mirar los historiales. Hojeó diferentes archivos, separando los posibles candidatos con una sonrisa.
Luego, Harry se tumbó en la cama, con los papeles en la mano, y comenzó a leer el primero: Bellatrix Lestrange. Pasó los ojos rápidamente por el documento; se sabía casi todo de memoria. Asesinato, tortura… Sonrió, y lo dejó a un lado.
Los expedientes de Rodolphus y Rabastan estaban detrás del de la mortífaga, y Harry los dejó a un lado, encima del de Bella. Pasó por varios mortífagos más, y llegó hasta uno que le interesó: Lucius Malfoy.
Amplió su sonrisa, mientras leía ávidamente su expediente, y luego lo dejó en el montón, felicitándose a sí mismo por haber elegido investigar en Azkaban. Cogió el siguiente y su cara de felicidad cambió a confusión al ver el nombre: Snape.
¿Por qué Malfoy había metido su expediente entre los candidatos? Fue a apartarlo cuando la curiosidad le picó: ¿qué hacía el noble espía de Dumbledore en Azkaban?
Miró el encabezado y dejó que su vista se deleitará con los crímenes del slytherin: asesinato, tortura y unos pocos delitos más. Pasó la hoja y sus ojos verdes cayeron en picado hasta el final de ésta, donde en letras rojas y grandes ponía: condición- vampiro.
Harry meditó durante un par de minutos: tener un vampiro en sus filas no estaría nada mal, aunque fuera Snape. Si lo exhibía en los momentos adecuados podría sembrar el terror entre la población y hacer que la popularidad del Ministerio y Dumbledore cayera bajo mínimos.
Lo único preocupante era su lealtad: había estado del lado de Dumbledore, y no podía permitir que le traicionara como había traicionado a Voldemort. Frunció el ceño y dejó el archivo encima del de Lucius y siguió mirando varios más.
Después de terminar con el trabajo, Harry le mandó una lechuza a Draco, citándole lo antes posible, mientras bajaba a las habitaciones de sus dos asesinos, en la planta baja. Entró sin llamar en el salón que compartían ambos hombres y sonrió al encontrarles jugando al ajedrez.
- Nott, Zabini.- les llamó. En seguida, ambos se pusieron en pie e hicieron una leve reverencia, diciendo:
- Señor Potter.
- Tengo un trabajo para vosotros.- los tres hombres se sentaron en la mesa circular y Harry comenzó a contar.- Quiero un ataque a Azkaban, soltar a todos los presos y que traigáis a ciertos individuos ante mí. ¿Cuánto costaría?- demandó saber, mirando con frialdad a los dos hombres.
- El sábado estaría todo preparado, señor.- contestó Zabini, después de intercambiar una mirada con su compañero.- Pero necesitaríamos contratar a un equipo.
- Bien. Buscad a vuestros hombres y volved cuando esté todo preparado.
Harry se levantó rápidamente, volviendo a su habitación con la esperanza de que Draco ya se encontrara allí. Efectivamente, el príncipe de las serpientes miraba desinteresadamente la pila de expedientes.
- Malfoy.- saludó con sequedad. El joven le miró, cabeceando con la cabeza y Harry le lanzó el expediente de Snape.- ¿Qué es lo que sabes de él?
- Dumbledore le traicionó. Le hicieron un juicio privado, y por lo que he oído, el director no salió en su defensa a pesar de que era inocente.
- Entiendo. ¿Por qué lo pusiste en el montón?- preguntó, traspasándole con la mirada.
- No pensaba hacerlo, pero cuando vi su pequeño secreto pensé que podría ser útil de alguna manera para tus propósitos.
- Puedes marcharte.- Harry le dio la espalda y caminó hasta la ventana, mirando al exterior. Necesitaba pensar sobre lo que les diría a sus nuevos invitados el sábado.
3
Harry apareció en la orilla, al otro lado de la isla en la que se alzaba Azkaban. Sonrió, escuchando las explosiones del equipo que habían reunido Nott y Zabini detrás de él.
Sacó la varita y apuntó a la base de la estructura, mientras hacía un complicado movimiento de varita. Instantáneamente, la piedra estalló y Harry sonrió un poco más, mientras aparecía dentro de la cárcel.
Aturdió con facilidad a los dos aurores que había en la sala de guardia y esperó a que el equipo se moviera dentro de la fortaleza, mientras repelía a los dementores. Harry comenzó a caminar con soltura, esquivando los pedazos de pared que había en el suelo.
Abrió todas las celdas con las que se topó, liberando a los presos, que escaparon lo más rápido que pudieron, mientras se dirigía al último nivel de la prisión, donde se encontraban los mortífagos.
Harry se quedó parado, con un pie en la escalera, con los ojos entrecerrados. La magia fuerte y poderosa de Dumbledore le indicó que el director ya había llegado, y con una sonrisa malvada, dio media vuelta, dirigiéndose hacia su antiguo profesor.
La gran Orden del Fénix se encontraba allí al completo, y Harry derribó dos paredes, en un intento de separar a Dumbledore de su grupo.
Subió al siguiente nivel, sabiendo que el director le seguiría. Su estúpido sentido del deber y el honor hacían que se enfrentaran cada vez que se veían, y Harry no podía estar más agradecido.
Desde que había derrotado a Voldemort y había empezado a pensar en el siguiente paso a dar, Harry se había topado en todo momento con el director aguando sus planes. No le había llegado a molestar verdaderamente hasta que investigó quien había propuesto su encarcelamiento: Dumbledore.
Con odio en la mirada, Harry abrió a golpe de varita las celdas de los presos del segundo nivel, y se echó a un lado cuando comenzaron a salir en manada, empujándose los unos a los otros por llegar a la salida.
Siguió caminando, empujando a aquellos que le estorbaban en su camino y dobló la esquina con rapidez, antes de escuchar la explosión cerca suyo. Harry conjuró la maldición imperdonable, apuntando directamente a Dumbledore, antes de derrumbar una pared próxima al director.
Subió rápidamente al nivel tres, destruyendo las escaleras detrás de él, y Nott salió a su paso, mientras liberaba a los presos de ese pasillo. Se apoyó contra la pared, dejando pasar a los criminales, y esperó a que Nott legara a él:
- Está hecho, señor Potter.
Asintió ausentemente con la cabeza, y dejó que Nott, encapuchado, se marchara con una pequeña detonación, mientras Dumbledore aparecía por el pasillo, manchado y rasguñado, pero bien.
Con una sonrisa torcida, Harry hizo una reverencia burlona y desapareció levantando un poco de polvo. Cómo amaba dejar a Dumbledore a las puertas de un duelo mágico.
¿Qué tal ha estado? ¿Bien, mal, o tomatazos? Éste es el primer capítulo de cuatro que hay, y que ya están escritos, así que no se preocupen si no subo rápido.
