Disclaimer: Harry Potter y su universo pertenecen a J. K. Rowling y a la Warner (Bros), nada es mío salvo la trama, pero si se te ocurre robármela te juro que me convierto en fiera y te muerdo las orejas hasta dejártelas hechas trizas heee
TERRENO INESTABLE
Sonríe. Cuando sus manos se rozan, queriendo y sin querer, cuando chocan sus miradas.
Sonríe, con la boca entera, las mejillas y la mitad de los dientes (la otra mitad se esconde detrás de los labios).
Hablan de todo y de nada, él sentado en uno de los sofás de la sala común, ella siempre escondida detrás de las orejeras de un sillón rojo y desgastado por el uso.
Se llevan bien. Son amigos. Una mezcla explosiva entre la camaradería amable de Frank y ese carácter ambivalente que Alice siempre lleva a cuestas (descaro y timidez, orgullo y humildad).
-Oye Frank, creo que ayer me olvidé de hacer el trabajo de herbología –le suelta ella con tono casual.
-Crees, dices. No estás segura del todo, ¿pues? -con una sonrisa en los labios.
Juegan, siempre a lo mismo. A los creo descarados de Alice, y a las respuestas medio en broma medio en serio de Frank. Se pasean por terreno inestable, entre sonrisas cómplices y bostezos sin disimular cuando el otro habla demasiado rato.
-Casi segura, el creo es... ya sabes, formalismos.
-Ya veo, ¿pretendes hacer algo en particular, para remediarlo?
-¿Pretendes hacerlo tú, Frank? -sonríe de nuevo, esta vez con un toque de sorna, hoyuelos en las mejillas y los ojos brillantes, escondida en su sillón.
-Dame media hora y estarás trabajando, doy fe de ello -bosteza-. Hasta entonces, deja descansar al maestro.
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Treinta minutos, doce segundos y diez milésimas después, Frank abre los ojos sobresaltado; alguien ha dejado caer sus piernas con violencia sobre sus rodillas.
-El trabajo nos espera, Longbottom... -Alice, alargando las vocales como una cría. Alice, más pecas que nunca pegándole ligeeeras patadas en las piernas. Alice, esperando a que la mente maestra (un engranaje complejo) se ponga en funcionamiento.
Y acaban trabajando codo con codo, el pelo de ella en una coleta laaarga y lisa, las mangas del uniforme de él arremangadas, los libros desparramados por encima de la mesa. Parece que se les vaya a desencajar el cuello, de lo rápido que pasan las páginas para consultar datos diversos, Frank se ríe suavemente, un ronroneo grave, cuando ella le suelta un libro justo delante de sus narices, orgullosa de haberlo encontrado primero.
En el fondo, Frank sabe que no le necesitaba, se basta ella sola para hacerlo todo y más, pero es otra de esas viejas costumbres, el gorronearle a Frank unas horas de su precioso tiempo libre para estudiar herbología, lo que la hacen tan encantadora.
Y ahora, después de acabar el trabajo (oh, a Merlín gracias), miran el ardiente fuego (largas lenguas rojas y doradas entre la madera, jugueteando con los colores de su casa) en silencio. No necesitan nada más, la cabeza de Alice en el hombro de Frank, la mano de éste en el respaldo del sofá.
-¿Sabes, Frank? -rompe el silencio en un susurro cómplice-. Creo que me gustas.
