Capitulo 1:
Ninguno de los integrantes de la mansión se esperó eso, pues ella llegó como si nada y presencio su muerte. Pero no todo sucedió según lo previsto. Minutos después llegó Sebastian y Ciel, los dos vieron como Bard y Tanaka estaba al lado de la pelirroja, Finnian y Lizzy estaban llorando.
-¿Qué ha pasado?- Preguntó Ciel al ver como su prometida estaba en el suelo. Dio unos pasos y vio a la única mujer que habitaba en la mansión, tendida en el suelo, con un gran charco de sangre a su alrededor. La escena era realmente horrorosa.
Ciel se acercó a Lizzy y le tocó un hombro para llamar su atención. Esta se dio la vuelta. Ciel pudo apreciar la cara de la rubia, tenía los ojos rojos por el llanto y estaba fría por el viento de la noche. Lizzy se lanzo a los brazos de Ciel y se puso a llorar más ahora que él estaba ahí.
Ciel hizo lo único que podía hacer en ese momento, abrazarla.
-Todo estará bien Lizzy.- Le susurró en el oído.
En cambio Sebastian seguía en el mismo lugar, no se lo podía creer, ella, la humana más torpe que había conocido y a la vez la más fuerte y valiente. Estaba ahí, tendida en el suelo, con una mancha de sangre alrededor. Desde el principio sabia que algo malo pasaría. Pero no se esperaba eso.
-No…- Sebastian cayó de rodillas con las manos a los lados y apretando los dientes y ambos puños, por no ser capaz de proteger a alguien que de verdad amaba. Todos vieron como el mayordomo perfecto caía, estaba siendo débil, estaba mostrando sus sentimientos. Pero a Sebastian ya poco le importaba que los demás lo supieran.
Se levantó sin previo aviso, se acercó a la joven muchacha y la recogió en sus brazos. Los demás seguían igual, Elizabeth y Finnian llorando, Bard y Ciel intentando consolarlos y Tanaka ayudando a Sebastian con Maylene.
-Lizzy, hay que entrar.- Dijo Ciel mientras le cogía la mano y la llevaba dentro de la mansión. Finnian y Bard también entraron.
Esa noche, era la más desastrosa para la mansión Phantomhive. Nadie soportaría la pérdida de una de las mejores protectoras que tuvo la enorme casa.
Una hora después apareció Sebastian, con su porte de siempre, trayendo té para todos.
-¿Cómo está Maylene?- Preguntó Lizzy preocupada.
-Un poco mejor, la herida ha terminado de sangrar, pero aun está muy malherida.-Respondió mientras dejaba la bandeja con el té y algún aperitivo y agachaba la cabeza.
-Con su permiso, me retiro.- Ciel solo asintió mientras daba un sorbo a su té y pensaba en todo lo sucedido.
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Esto es mi culpa, tenía que haberle avisado al joven amo de mis sospechas y haber vuelto más temprano
Pensaba mientras me dirigía a la cocina a dejar la bandeja ya vacía.
Desde cuando me preocupa tanto Maylene, ¿por qué me he dejado llevarme por mis sentimientos?
Me dirigía a la habitación de la peli-vino, pero estaba demasiado furioso conmigo mismo. Siempre seguía mis instintos, pero esta vez los ignoré.
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Sebastian no sabía qué hacer, de todas las personas que resultaron heridas a lo largo de su larga y solitaria vida, esa era la que más le había afectado. Pero ella era muy diferente a todas las personas. Ella tenía algo especial, tenía un secreto que él, el mayordomo perfecto no había logrado averiguar.
Estaba en la puerta oyendo la respiración de Maylene, tenía que averiguar algo, si de verdad ella tenía que morir, ellos tendrían que venir a por la joven.
Sebastian salió a toda prisa de la mansión, en busca de aquel hombre de cabellera larga y rojiza como la sangre.
-¡Sebas-chan!- Gritaba ese ser que tanto incordiaba a Sebastian.
-Grell, necesito saber algo Dijo serio, escondiendo toda su preocupación.
-Solo si me das algo, mi querido Sebas-chan.- Se lo imaginaba, el muy bastardo le pediría algo a cambio de la información que necesitaba.
-¿Qué quieres?- Preguntó con asco, pensando en ir a ver a Undertaker.
-Un beso de amor verdadero.- Respondió Grell mientras juntaba las manos, ponía morritos y cerraba los ojos. Pero al abrirlos Sebastian ya no estaba.
Tengo que ver a Undertaker
Pensaba el mayordomo mientras corría a toda prisa por las solitarias calles de Londres. Una vez que llego allí y entró no encontró a nadie. Todo estaba vacío, ni ataúdes ni nada. Como no le quedó otra tuvo que volver con Grell.
Todo paso muy rápido, Grell se dio la vuelta cuando sintió la presencia del demonio y se encontró con unos finos labios que lo estaba besando. Este al no querer desaprovechar la ocasión prolongó un poco más el beso. A uno le pareció maravilloso y romántico y a otro asqueroso.
Cuando por fin soltó al mayordomo, el de negro estaba más que asqueado por aquel acto.
-Dime, ¿alguien morirá en la mansión Phantomhive?- Preguntó Sebastian con prisa, mientras veía como Grell sacaba una hoja y la ojeaba.
-Mmm, pues, no, aún…-
-¿Cómo que aún?- El peli-negro estaba empezando a desesperarse.
-Pues que aun no morirá nadie en la mansión.- Al oír eso sintió como su corazón se le estrujaba poco a poco. Ella no podía morir.
Grell estaba diciendo algo, pero para Sebastian el tiempo corría muy rápido. Llegó a la mansión entró en la habitación de Maylene y se sentó en una silla que había al lado de la cama, vio como era su respiración, relajada y regular.
-Estaría dispuesto a dar mi vida por ella.- Susurró levantando la cabeza y mirando hacía la ventana.
Se le acababan las ideas. La única manera de que ella no muriera era que hiciera un contracto como lo hizo, su ahora, joven amo.
Necesitaba encontrar algo, una cura, un hechizo, un milagro.
No podía estar todo el día en la habitación de Maylene, tenía que ejercer de mayordomo. Salió se la triste habitación, bajó las escaleras y llamo a Bard y Tanaka. Al fin y al cabo la cena no se haría sola.
El fic está en edición.
(Yo no sé, me pongo a editar todos mis fics en época de exámenes, más tonta y no nazco de verdad xD)
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, les pertenecen a Yana Toboso.
Mihaela-Taka
