Esta es una adaptación, pero algunas personas… bueno, no exactamente personas… Pero personajes, serán modificados y quizás cambie un poco la historia…

Disclaimer: El anime pertenece a Hidekazu Himaruya… La historia pertenece al libro "Los orígenes: Ángel mecánico" (Cassandra Clare). No falta agregar que nada es mío, y que hago todo esto porque soy una… chica aburrida.

Sin más que decir, les dejo el prólogo de este fanfic.

Nos leemos abajo3


Prólogo.

Londres, Abril. 1878.

El demonio explotó en una lluvia de icor y entrañas.

Alfred F. Jones observó la daga que sostenía un momento atrás, pero para entonces ya era demasiado tarde. El ácido viscoso, que era sangre del demonio, ya había comenzado a carcomer poco a poco su filosa hoja. Tiró su arma, la cual aterrizó unos pocos metros atrás, en un charco sucio, comenzando a arder sin llama, tal como una cerrilla apagada. El demonio, tras lo que Alfred le había hecho, por supuesto había desaparecido, siendo enviado a cualquier lugar que haya sido el mundo infernal del cual provenga, aunque no sin antes dejar un lío detrás.

-¡Kiku!- Comenzó a gritar Alfred, mientras giraba buscando a su compañero.- ¿Dónde estás, dude? ¿Viste eso? ¡De un solo golpe! Claramente eso fue fácil para el hero… No está mal, ¿verdad?

Pero no hubo respuesta alguna para los llamados de Alfred, su compañero había estado detrás de él, en aquella oscura y sucia calle momentos antes, cubriéndole las espaldas. Alfred siempre era positivo cuando estaba con Kiku, pero ahora se encontraba solo en las sombras. Frunció en ceño a nadie, ya que era mucho menos divertido presumir sin Kiku ahí para presumirle.

Comenzó a observar su alrededor. Detrás de él la calle se estrechaba poco a poco en un pasillo que daba al agua negra del Támesis, el cual subía y bajaba en la distancia. A través de allí, Alfred era capaz de ver unas oscuras siluetas de los barcos en el muelle, tal como un río de mástiles como un huerto sin hojas. Pero tampoco estaba Kiku ahí, quizás había regresado a Narrow Street buscando iluminación. Con un pequeño encogimiento de hombros, Alfred comenzó a caminar por donde había venido.

Narrow Street cruzaba Limehouse, pasando entre los muelles detrás del río y los barros bajos que había por el oeste de Whitechapel. La calle era tan angosta como su nombre podría sugerir, rodeada de almacenes y edificios de manera torcida. En aquel momento se encontraba desierta, incluso los borrachos se habían ido tambaleándose desde Grapes hasta la carretera, buscando lugares donde colapsar por la noche. A Alfred le gustaba Limehouse, le gustaba el sentimiento de estar en la orilla del mundo, aquel lugar donde los barcos partían cada día hacía lugares inimaginables.

Que esa área fuera una guarida de marineros y que, gracias a eso, estuviera llena de garitos de juego, fumadores de opio y burdeles, no dañaba tampoco. Era fácil perderte a ti mismo en un lugar como este. Estaba tan acostumbrado que ya no le molestaba el olor a humo, cuerda y alquitrán, especias extranjeras que se confunden con el olor de agua sucia del río Támesis.

Comenzando a mirar de arriba abajo aquella calle desolada, restregó la manga de su rostro a través de su rostro, intentando frotar aquel icor que consumía y quemaba su piel. La tela quedó teñida de un color verde y negro. Había una herida en el dorso de su mano, también, y no precisamente uno lindo. Quizás debería usar una runa de curación. Uno de los de Feliciano, preferentemente. Él era particularmente bueno dibujando iratzes(1).

Una sombra se desprendió de la oscuridad y se movió sigilosamente hasta Alfred. Él comenzó a avanzar, luego se detuvo. Esa persona no era Kiku, más bien era un policía mundano usando un casco con forma de algo-parecido-a-una-campana, un abrigo pesado y un rostro de confusión. Comenzó a mirar a Alfred. Mejor dicho, a través de Alfred. Pero Alfred estaba usando un glamour(2), así que siempre era extraño que observaran a través de él, como si no existiera. Alfred tuvo un impulso de tomar su sombrero y ver como el hombre aleteaba alrededor en busca de este; pero Kiku ya le había regañado bastantes veces por haberlo hecho, y aunque Alfred no vio una razón válida de sus objeciones, no valía la pena el sermón.

Con un pequeño encogimiento de hombros y unos cuantos parpadeos, el policía se desplazó unos cuantos metros más allá de Alfred, moviendo la cabeza negativamente y murmurando que debería dejar la ginebra. Alfred dejó pasar al hombre, dando un paso al lado, para luego gritar fuertemente:

-¡Kiku Honda! ¡Kiku! ¿Dónde estás, dude? ¡Deberías estar aquí ya!- Esta vez alguien le respondió sutilmente.- Por aquí. Sigue esta luz.

Alfred siguió el sonido de la voz de Kiku. Al parecer, venía desde una abertura ente dos almacenes. Un débil y casi invisible destello se observaba entre las sombras, como la luz lanzada de un fuego fatuo.- ¿Me escuchaste antes? Ese demonio Shax(3) pensó que podría coger a este hero con sus grandes pinzas sangrientas, pero logré acorralarlo y…-

-Si. Te oí hace un rato, Alfred-san.- Aquel joven que apareció en la boca del callejón parecía demasiado pálido a la luz de la lámpara, más que de lo de costumbre, lo que era bastante ya. Tenía su cabeza descubierta, lo que atrajo a la marida a su cabello. Este era un extraño color negro brillante, sus ojos eran de un oscuro impresionante, al igual que su pelo, un rostro de huesos finos, la delicada curva de sus ojos era la única pista de su herencia. Había una mancha en el frente de su camisa, sus manos cubiertas de un fuerte carmesí.

Alfred se tensó. –Estás sangrando. ¿Qué pasó?

Kiku hizo un ademán, quitándole la preocupación a Alfred. –No es mi sangre.- Dirigió la mirada al callejón detrás de él. –Es de ella.

Alfred miró más allá de su amigo, hacía una de las sombras del callejón. En la esquina más lejana había una solitaria sombra en la oscuridad, viéndose un cabello rubio y una mano pálida.

-¿Una mujer muerta?- Alfred preguntó. -¿Una mundana?

-Una niña, en realidad. No más de catorce.

Alfred maldijo a gran volumen. Kiku esperó pacientemente a que terminara. –Si solo hubiéramos pasado un poco más temprano. –dijo Alfred finalmente. –Ese sangriento demonio…

-Esa es la particularidad. No creo que esto lo haya hecho un demonio. –Kiku frunció el ceño. –Los demonios Shax son parásitos. Debería haber querido arrastrar a su victima hasta su guarida y poner huevos en su piel mientras ella aún seguía viva. Pero esta chica no pasó solo por eso, ella fue apuñalada, repetidamente. Tampoco creo que haya sido en este preciso lugar. En este callejón no hay la sangre necesaria para indicar eso… Yo creo que ella fue atacada en otro lugar y que se arrastró hasta acá para morir, gracias a sus heridas.

-Pero si el demonio Shax—

-Por eso te estoy diciendo, no creo que fuera ese demonio Shax, creo que le persiguió… cazándola… Para algo, o para alguien más.

-Es verdad que los Shax tienen un agudo sentido del olfato…-admitió Alfred.- He oído de brujos que a veces lo utilizan para seguir las pistas de los desaparecidos. Y este en especial parecía moverse como si buscara algo…- Observó más allá de Kiku hacia a aquella forma arrugada en el callejón.

-No encontraste el arma, ¿verdad?

-Toma.- Kiku sacó algo de su chaqueta, un cuchillo cubierto en una tela blanca.- Es una especie de ballock(4),o una daga de caza. Es demasiado delgada la hoja…

Alfred tomó el arma. Kiku tenía razón. La hoja era bastante delgada, terminada en una empuñadura a base de hueso pulido. La hoja y la empuñadura tenían algunas salpicaduras de sangre seca. Frunció el ceño, limpió aquel cuchillo con su manga, raspando limpio, hasta que un símbolo, quemado en la hoja, se hizo visible. Eran dos serpientes, mordiéndose la cola la una a la otra, formando completamente un círculo.

-Ouroboros(5)- dijo Kiku, comenzando a mirar más detalladamente el cuchillo.- Es uno doble. Ahora… ¿qué crees que significa?

-¡El fin del mundo!- exclamó el autoproclamado héroe, todavía mirando la daga mientras sonreía y lo acercaba a su boca, jugando con ella.-…y el principio.

-Entiendo la simbología, Alfred. A lo que me refería, ¿qué crees que hace grabada en esta daga?

Alfred sintió como el viento revolvía su cabello. Intentó quitarlo de sus ojos, impaciente, para volver a observar el cuchillo.- Es un símbolo...alquímico, si no me equivoco. No es ni uno brujo o de algún submundo. Es decir, que es uno humano; el del tipo de mundanos imbéciles que creen que tratar con la magia es un boleto para tener fama y riqueza.

-Hmm… El tipo que usualmente termina en una pila de sangrientos harapos dentro de algún pentagrama…- Kiku dijo con una mirada vacía, y tal vez un poco sombría.

-Exacto, dude. Del tipo que le gusta estar pendientes de los Submundos de nuestra bella ciudad.- Luego de envolver el pañuelo en la hoja con cuidado (bueno, lo más cuidadoso que puede llegar a ser Alfred), lo deslizó dentro del bolsillo de su chaqueta.- ¿Crees que Feliciano y Ludwig me dejarán mantener la investigación?

-¿Crees que deberías confiar en los Submundos? Los garitos de juego, los antros de vicios mágicos, las mujeres de moral relajada…

Alfred sonrió.- Mañana será demasiado pronto para empezar con la investigación de este detective, ¿no?

-Déjeme decirle que—

-Kiku, ¿qué dijimos de tratarme de "usted"?- El japonés suspiró pesadamente.

-Está bien, Alfred. Lo que quería decir era que hicieras lo que quieras. Al final uste— tú, –corrigió- siempre lo terminas haciendo de todas maneras.


/-/


Southampton, Mayo.

Arthur no podía recordar el momento exacto en que no hubiera amado al ángel mecánico. Este le había pertenecido a su madre una vez, y su madre lo llevó cuando murió. Después de eso, había permanecido en el joyero de su madre, hasta que su hermano, Peter, lo tomó un día para comprobar que aún funcionaba.

El ángel no era mucho más grande que el meñique de Arthur, una pequeña estatua construida de latón, con las alas plegadas de bronce no más grandes que las de un grillo. Los detalles eran magníficos. Su metálico rostro era delicado, con unos párpados de medialuna, cerrados, y sus manos cruzadas sobre una espada en el frente. Una fina cadena serpenteaba debajo de sus alas permitía que fuera utilizado alrededor del cuello, tal como un medallón.

Arthur sabía que aquel ángel fue creado con el fin de ser parte de un reloj, ya que si lo acercaba a su oído, se podía escuchar un leve sonido, sonido como el de un reloj. Peter había gritado con sorpresa y felicidad que no se imaginaba como aún podía seguir funcionando luego de tantos años, buscó en vano alguna perilla, tornillo, o lo que sea con lo que se supone que le pudiera llegar a dar cuerda. Pero no contaba que no había nada allí que encontrar. Se encogió de hombros y le entregó el preciado ángel a Arthur. Desde entonces el inglés nunca se lo quitó; incluso en la noche, el ángel seguía alrededor de su cuello con su constante tic-tac, se sentía como si tuviera un segundo corazón.

Ahora lo sostenía entre sus dedos, mientras el Main husmeaba en su camino entre otros masivos busques de vapor para encontrar un lugar en el muelle de Southampton. Peter había insistido en que ella llegara a Southampton en vez de Liverpool, donde llegaban más trasatlánticos a vapor. Él decía que era mucho más placentero para arribar, por lo que Arthur no pudo dejar de estar un poco decepcionado por esto, ya que era su primera visita a su ciudad natal, luego de muchísimos años. Estaba tristemente grisáceo. La lluvia resonaba en la torre de una iglesia que apenas se podía observar, mientras que el humo oscuro salía de las chimeneas delos barcos, tiñendo el cielo de un color aún más oscuro. La mayoría de la gente ocupaba ropa negra, sosteniendo un paraguas, aguardando en los muelles. Arthur se esforzaba por intentar divisar a su hermano entre ellos, pero la niebla y los barcos no eran de mucha ayuda, ya que por su espesura no dejaba distinguir a las personas con mucho detalle.

Arthur tembló. El viento del mar era frío. Todas las cartas de Peter afirmaban que Londres era un lugar de ensueño, siempre con días soleados. Bien, al menos allí el clima era mejor de lo que era aquí. No tenía ropa abrigada con él, lo máximo que tenía era un abrigo y unos delgados guantes, que habían pertenecido años antes a su hermano mayor, Scott. Había tenido que vender la mayoría de su ropa para pagar el funeral de su tía, con la certeza de que su hermano menor le compraría más cuando llegara a vivir con él.

Un gritó se elevó. El Main, con su casco negro brillante, había anclado y remolcadores estaban arando su camino en el agua gris que subía y bajaba, listos para cargar equipaje y pasajeros a la orilla. Los pasajeros descendieron del barco, claramente desesperados por sentir la tierra bajo sus pies. Tan diferente de su salida de Nueva York. El cielo era azul, y una banda había estado tocando. Aunque no había nadie que le despidiera, así que esa no era una ocasión alegre.

Arthur se unió a la multitud que desembarcaba. Sentía como las gotas de lluvia caían sobre su cabeza y su cuello, como pinchazos de hielo, y sus manos, cubiertas por guantes, estaban frias y húmedas por la lluvia. Al llegar al muelle, miro en todas direcciones, buscando a Peter. Hacia casi dos semanas que no hablaba con el, ni si quiera en carta, manteniéndose durante todo ese tiempo en el Main. Sería maravilloso poder hablar con su hermanito de nuevo.

Pero él no se encontraba allí. Todos los muelles estaban repletos con montones de equipajes, y todo tipo de cargas. Un vapor partía de Le Havre nearby, y marineros de aspecto extraño hablaban cerca de Arthur, gritando en francés. Intentó alejarse un poco, solo para ser casi pisoteado por una multitud de pasajeros que desembarcaban rápidamente.

Pero no podía ver a Peter por ningún lado.

-¿Ust'd es 'l S'ñor Kirkl'nd?- La voz era extraña, con un pesado acento. Un hombre extraño se había movido hasta quedar frente a frente con Arthur. Era alto, llevaba un majestuoso abrigo negro y un sombrero alto. Sus ojos eran particularmente extraños, como si tuvieran un sabor amargo. Arthur luchó internamente para no salir corriendo en ese preciso instante. Pero él sabía su nombre. ¿Quién podría saber su nombre en este lugar tan lejos de casa, salvo que conociera a Peter?

-¿S-si?- Joder, tartamudeó.

-…Su herm'no m' env'ó. V'nga conm'go.

-Pero—

-Deb'ría… s'lo seguirme.

-¿Y dónde está él?- Exigió Arthur, para luego darse cuenta que ya se estaba alejando. Caminaba desigual, como si cojeara gracias a una vieja herida. Después de un momento, Arthur corrió para alcanzarlo.

Él atravesó a la multitud, avanzó con una determinada velocidad. La gente se apartaba, murmurando sobre la mala educación al empujarlos. El panorama cambió cuando se dio cuenta de que se encontraba frente a un coche negro brillante. Sabía que habían letras doradas en su costado, pero la lluvia y la niebla le hacía imposible a Arthur leerlas.

La puerta del carruaje se abrió y un hombre se asomó. Usaba un enorme sombrero que lograba ocultar su rostro.- ¿El señor Arthur Kirkland?

El inglés asintió. El hombre extrañamente callado se apresuró a ayudar a salir al hombre del carruaje, luego otro hombre lo siguió. Ambos abrieron sus respectivos paraguas, refugiándose de la lluvia. Aquellos dos hombres fijaron sus ojos en Arthur.

Eran extraños. Ambos eran rubios, pero de distintos tonos. Uno ocupaba ropas más oscuras, mejor dicho un abrigo azul marino, mientras que el otro ocupaba un color más vivo. El que había hablado con Arthur, tenía los ojos de color entre azul y morado. Mientras que el otro, tenía los ojos violeta. Ambos ocupaban guantes de color negro.

-Arthur Kirkland.- dijo cálidamente el más bajo de los dos.- ¡Por fin puedo conocerlo! Me llamo Tino Väinämöinen, pero puedes decirme Sr. Fin, este es mi primo-hermano, Lukas Bondevik, pero dile Sr. Nor. Su hermano nos envió para acompañarlo hasta Londres.

Arthur estaba mojado, congelado, y ahora desconcertado.- No lo entiendo. ¿Dónde está Peter? ¿Por qué no vino él mismo?

-Fue inevitable, Sr. Kirkland. Los negocios en Londres no se lo permitieron. Iván no podía prescindir de él. Pero le envió una nota, claro está.- El Sr. Fin extendió un poco el papel que tenía enrollado, ya humedecido por la lluvia.

Arthur lo tomó y se dio la vuelva para leerlo. Era una pequeña nota de su hermano donde se disculpaba por no poder ir para encontrarla, dejándole saber que confiaba en el Sr. Fin y el Sr. Nor, para llevarla hasta Londres. "Las llamo las Hermanas Oscuras, Artie." Arthur leyó ese fragmento y le dio un poco de risa. ¿De dónde sacaba eso Peter? ¿Hermanas? Pero si son hombres. ¿Y oscuras? Ninguno de los dos ocupaba ropa negra, y el Sr. Fin no parecía muy… ¿oscuro? Era agradable, o al menos lo es así hasta ahora. Según lo que decía la carta, ellos eran sus patrones y también sus amigos de confianza.

Eso le hizo dejar de dudar. La carta era sin duda de Peter. Era su letra y no muchos le llamaban Artie, bueno, el solamente. Tragó fuerte, deslizó la nota en su manga y se giró para hacer frente a las hermanas.- Muy bien,-dijo, decepcionado, pero a la vez ansioso por ver a su hermano.- ¿Vamos a llamar a un mozo para que traiga mi baúl?

-No es necesario, no es necesario, querida.- ¿Querida? El Sr. Fin dijo alegremente.- Ya hemos arreglado que la envíen por adelantado.- Miró al hombre callado y le hizo una seña para que tome el asiento de conductor frente al carruaje. Se acercó a Arthur y le tomó del hombro- Vamos, querido, tenemos que sacarte de la lluvia.

Aunque el Sr. Fin era alegre, sintió un gran escalofrío. Tenía un muy mal presentimiento. El agarre del Sr. Fin hizo que se acercara al carruaje, revelando lo que decía en letra doradas en el costado de la puerta.

Las palabras "Club Pandomónium" se enroscabas intrincadamente en torno a dos serpientes mordiéndose la cola la una a la otra, formando completamente un círculo. Arthur frunció el ceño.- ¿Qué significa eso?

-No es nada de lo que tengas que preocuparte.- Dijo cortantemente por primera vez el Sr. Nor, quien ya había subido al interior. Si Arthur hubiera podido observar de frente a el de azulino, hubiera observado como una pequeña sonrisa se le formaba en el rostro, para desaparecer poco después. El mismo hombre le ayudó a subir al inglés, para luego dejar que se acomode. El Sr. Fin se estiró para poder cerrar la puerta de Arthur, para luego sonreírle. Este notó algo raro en los ojos del otro. Su mal presentimiento no se iba.

-Ponte cómodo, querida. Tenemos un gran viaje por delante.- dijo dulcemente.

Arthur puso una mano en el ángel mecánico que se apoyaba en su garganta, intentando callar sus pensamientos, calmándose con el constante tic-tac, mientras el carruaje avanzaba entre la lluvia.

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Fin del prólogo.


Notas de la autora:

Aquí los significados de las cosas raras que hablan Alfred y Kiku.

(1)Iratze: Runa curativa. Bueno, esto es algo que aparece en los libros siguientes, también. Un iratze es algo que pueden hacer con una daga especial (Estela). Esto se ocupa para curar rápidamente casi cualquier herida. Ahí dice que Feliciano las hace perfectas, eso lo dije porque Feli es bueno dibujando, aparte creo que sería bueno curando, ¿no?... ¿No?

(2) Glamour: Es lo que permite que los mundanos no vean nada del mundo de las sombras. Osea, que el policía no podía percibir para nada que Alfred se encontraba ahí. Por eso él quería quitarle su gorro. No lo vería. Seguramente pensaría que son fantasmas. Hubiera sido entretenido. Ah, el mundo de las sombras, se refiere a que no podían ver nada que no sea humano, osea nada no sea hecho por humanos, ¿entienden? Lo sé, ni yo me comprendo.

(3) Demonio Shax: Hmp. Este es difícil de explicar. Obviamente es un demonio, una "sombra". Es otro de los muchos tipos de demonios que hay, tomen la explicación de Kiku, un parásito traicionero que pone huevos de demonio entre la piel muerta de su víctima. (Uy, si, ¡que delicia!) Es mentiroso y traicionero, pero puede ser mandado por una fuerza mayor.

(4) Ballock: También llamada misericordia. Es un arma que fue muy usada en Agincourt (para los que no saben, es la batalla de la Guerra de los Cien años). Este apodo se debía a que solía utilizársela para rematar heridos incurables en el campo de batalla. Se la usaba como último recurso: un soldado que había perdido sus otras armas podía aproximarse al caballero en armadura (a una distancia tan cercana que éste no pudiese utilizar la alabarda la espada ni el mandoble), pegarse a él y pasar la misericordia por la mirilla del casco. Este último golpe "de misericordia", si se vivía lo suficiente como para asestarlo, era mortal de necesidad. Es decir, era una arma mundana que se ocupó hace muchos años, en esa guerra, específicamente.

(5) Ouroboros: O también llamado Uróboros, es la emblemática serpiente del Antiguo Egipto y la Antigua Grecia (Hon hon hon….), representado con su cola en la boca, devorándose continuamente a sí mismo. Bueno, esto expresa la unidad de todas las cosas, las materiales y las espirituales, que nunca desaparecen sino que cambian de forma en un ciclo eterno de destrucción y nueva creación, al igual que representa la infinitud. Es decir, es un emblema que al parecer, un mundano colocó ahí. "Un mundano que juega con fuego…"

Si alguien tiene una consulta sobre alguno de los términos, hágame saber para explicárselo mejor.

Diciendo esto, creo que este es el adiós. Hasta la próxima actualización. (¡El siguiente es el prólogo no más!)