Personajes: Stephenie Meyer
Historia: Ahrial
Para Marina. Te quiero amiga. Eres lo más, y la única que sabes sacarme una sonrisa en esos momentos.
Rompiendo las reglas.
Las reglas solo están para ser rotas.
Si no, no tienen sentido
No sabía que me había impulsado a eso, pero allí estábamos. Recordaba como Rachel me había echado de casa por una pelea tonta. ¡Era un imbécil! Había peleado con el amor de mi vida, con mi luz, con mi ángel… Por una tontería. Luego todo había sido dolor, e inconscientemente mis pasos me habían llevado a la casa de Emily. Emily, como una hermana para mí.
Mi perdición fue encontrarme a Claire, la dulce Claire que ahora era una adolescente de casi 18 años. Estaba de visita y se había quedado en casa de Emily unos días. Me la encontré sentada en el sofá, rota de dolor. Había dejado a Quil porque, ahora que sabía lo de la imprimación, pensaba que no podía elegir, que el suyo era un amor impuesto. Y ella no quería algo así. En el fondo la comprendía; debía ser terrible pensar que no tienes otra opción, aún cuando esa opción sea el amor de tu vida. Yo podía pensar que era una tonta por renunciar algo así, pero nunca se lo echaría en culpa. Porque ahora solo estaba ella.
Al ir a la casa de Emily, Claire me había abierto la puerta y me había dejado pasar como si nada. Entonces recordé a Rachel, lo diferentes que eran. Claire me había acogido en su casa a pesar de estar pasándolo muy mal, y Rachel me había echado. Era difícil no compararlas en momentos así.
No se lo que me impulsó a hacer lo que hice, pero en un momento, mis labios estaban en los de Claire. Ella me atrajo y enredó sus finas manos en mi pelo. La besé con infinita ternura, y en ese momento no existía Rachel. Ni Quil. Éramos ella y yo, solos. Podríamos haber estado toda la eternidad así, juntos.
No podía dejar de comparar su forma de besar con la de Rachel, Ésta era infinitamente mejor.
Sabía que estábamos rompiendo las reglas, y que las leyendas quileutes decían que una vez que has encontrado a tu imprimación, no puedes ver la cara de ninguna otra mujer. Pero ella y yo sabíamos que se equivocaban. Porque nuestros labios encajaban a la perfección, y yo no podía dejar de mirar los bonitos ojos de Claire.
No me importó Rachel en ese momento, ni la luz que desprendía y que me mantenía vivo. Yo estaba con Claire ahora.
Y mientras eso siguiera siendo un secreto y yo continuara con ella, nada podía ir mal.
