Personajes: Stephenie Meyer
Historia: Ahrial.
Para Heich-Ess y Dramaa, que con sus historias me hacen volar muy alto y reír.
Mientras no cambie...
Todos vamos en la misma dirección,
solo que por un camino distinto
Miré a mi pequeño duendecillo. A mi hadita. A mi sol. A mi luz. A mi vida. Porque ella lo era todo para mí. Y yo sabía que si algún día esa pequeña personita desaparecía de mi vida, no sería capaz de resistirlo. Se lo debía todo. Ella me había salvado, esa noche en Philadelphia. Me había llevado consigo y me había hecho sentir querido. Más tarde habíamos conocido a los Cullen, mi familia. Y nunca se lo podría agradecer lo suficiente. Allí habíamos conocido a Esme, la buena de Esme. Como una madre para mí.
A Carlisle, el sabio Carlisle, que me había ayudado siempre y había estado allí para escucharme, justo como un padre.
Al deprimido de Edward, que aunque siempre había estado allí para apoyarme, hasta que no había llegado Bella nunca había terminado de encajar.
A Emmett, mi hermano, mi amigo.
Y a Rosalie, que era como una hermana para mí.
Y no sabía cómo, pero nos habían recibido con lo brazos abiertos. Mi Alice había estado segura de eso y, claro, ¿cómo dudar de la persona que me ha devuelto la vida? Si es que a mi existencia se le podía llamar vida. Antes yo decía eso. Que no teníamos alma. Nosotros somos monstruos infames que no podemos amar, hechos para matar. Y entonces había llegado ese pequeño duende y me había demostrado con su cariño, su alegría y su sonrisa que era imposible que no tuviésemos alma. Porque un ser así, traído del mismo cielo, nunca podría acabar en el infierno, como yo pensaba que acabábamos todos.
En ese momento se paseaba de un lado a otro de la habitación, a veces consciente, a veces en otro mundo, escaneando el futuro.
Estaba preocupada, lo podía sentir.
Me acerqué a ella por la espalada pero no la tomé desprevenida, por supuesto. Se dio la vuelta en el mismo instante en el que iba abrazarla mientras me rodeaba con sus brazos, y apoyó su cabecita en mi pecho. Se estaba tan bien así...
Me hubiera gustado parar el tiempo, y estar toda la eternidad junto a ella.
-Te quiero- le susurré dulcemente al oído.
No hacía falta decirlo, pero de todas formas me gustaba repetirlo.
-Yo también te quiero.
Si... y yo sería la persona más feliz del mundo mientras eso no cambiara.
