Hello once again *waves* Here I am with a new translation for your enjoyment and for that I want to thank you to FoxxyJ for allow me to share it with you. Thank you so much Jen :)
Hola de nuevo *saluda con la mano* Aquí estoy con una nueva traducción para que la disfruten y por ello, quiero darle las gracias a FoxxyJ por permitirme compartirla con ustedes. Muchas gracias Jen :)
La declaración obligada :P Los personajes pertenecen a Sthepanie Meyer y la historia es de FoxxyJ, yo solo soy la traductora.
Muchas gracias a mi amiga y gran Beta Erica Castelo por seguir conmigo.
Mi nombre es Edward Cullen. Soy un arquitecto profesional, operando mi propio negocio desde casa. Como resultado, apenas tengo tiempo para cocinar y limpiar. Estoy interesado en un programa de intercambio. A cambio de renta gratis, busco a un estudiante culinario de último año que esté preparado para cocinar cinco noches a la semana y hacer un mínimo trabajo doméstico. Contará con su propia recámara y baño. Por favor, envíeme su currículum por correo electrónico. Podemos acordar una cita para que traiga una muestra de sus habilidades culinarias y pueda ver la casa.
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Cullen, ¿cuándo vas a aprender?
¡Debiste haber sido más específico!
"¿Le gustaría otro petisú, señor Cullen?" Pregunta la empalagosamente dulce nimiedad de chica en mi cocina.
"¿Qué tal le salen los platos salados, um, Tina?"
"Es Tanya. Bueno, soy una estudiante de último año de pastelería francesa—"
"¿Los franceses no comen comida salada en absoluto? ¿Nunca?" Sé que mi tono es áspero, pero puedo sentir cómo mis niveles de azúcar entran en la zona de riesgo. Este no es el primer petisú que he consumido hoy.
Se ríe, se sonroja, y tartamudea para darme una respuesta que no podría interesarme menos. Examino la lista de candidatos que están previstos para esta tarde y le pido a la señorita chef de pastelería francesa que guarde sus cosas.
¿Qué tal difícil es encontrar a un estudiante que pueda preparar una comida decente?
Emmett y sus grandes y jodidas ideas.
Cuando al fin logro sacar a una suplicante Tanya por la puerta, hay una chica esperando en el porche. No solo llegó treinta minutos antes, sino que al parecer piensa que se está mudando. Tres mochilas, una maleta, dos enormes cajas con artículos de cocina y dos bolsas de papel marrón de alimentos integrales deslucen mi porche, alguna vez despejado.
"Oh, Bella," gime Tanya. "Genial." La chica continúa bajando las escaleras murmurando para sí misma sobre oportunidades y el infierno.
"¿Bella? No recuerdo a una Bella…" Reviso la lista alarmantemente larga de potenciales amigos del azúcar.
"En realidad, mi nombre es Isabella Swan, señor Cullen." Me ofrece su mano. Para alguien tan pequeño y femenino, su fuerza me sorprende. "No estoy en su lista porque mi vida en las últimas cuarenta y ocho horas ha sido un pesadilla, por decir lo menos. Vi su anuncio, y antes de que pudiera responder, como estoy segura la mitad del colegio lo ha hecho, mi compañero de cuarto, bueno, solo digamos que tiene una adicción al juego y ayer vendió la mitad de mi mierda. Por lo que estoy en desesperada necesidad de—"
"Mire, señorita Swan—"
"¿Cuántos petisú ha comido esta mañana?" Descansa una mano en su cadera y levanta una ceja en un movimiento que describiría como desafiante. Me tomo un momento para mirarla en realidad. El cabello castaño más largo que había visto en un tiempo cae en cascada sobre uno de sus hombros y casi llega a su cintura. Está demasiado delgada, pero es lo que las chicas de estos días creen que es atractivo. Pero son sus ojos los que llaman mi atención. Me recuerdan a una ninfa que no trama nada bueno. Hay una inteligencia atrevida que me mira en respuesta, y me transporta en el tiempo a mis días en la universidad cuando el mundo esperaba por ser descubierto y explorado.
"¿Bueno?" Me dice, levantando esa ceja de nuevo, pero esta vez sus labios se curvean hacia arriba de un lado. "Déjeme adivinar, ayer los francesitos aprendieron cómo hacer choux a la crème o lo que llamarían un petisú. Estoy segura de que jamás querrá ver otro de esos de nuevo." Sus ojos recorren dos veces mi cuerpo de arriba abajo en abierta apreciación, haciendo que meta la panza y me pare derecho. "Diría que usted es el tipo de hombre que mataría por un omelet de tocino y espárragos relleno con el más decadente queso de cabra con especias, sazonado con solo una pizca de ajo fresco, y la perfecta cantidad de pimienta molida y una pizca de sal del Himalaya." Esa sonrisa atrevida de nuevo. "¿Estoy en lo cierto, señor Cullen?"
¡Joder!
Sorprendentemente mi boca comienza a hacerse agua con solo escucharla.
"Deme veinte minutos y la total atención de sus papilas gustativas. Es todo lo que pido. Sé que me estoy brincando la fila, pero si ese idiota vende más de mis cosas, voy a usar un overol naranja por un largo tiempo."
Sin decir una palabra, me alejo de la entrada y le hago un gesto para que entre.
Agarra una mochila y las bolsas de alimentos. "Estoy segura que el resto de mis cosas están a salvo en un porche en esta parte de la ciudad." Sonríe antes de entrar.
Bella no espera, sino que toma la delantera y marcha por mi pasillo. Mi cocina aguarda al final del pasillo y con vista a la terraza trasera. Pasando frente a mi oficina, se detiene e inspeccionar el lugar. Por alguna razón, estoy avergonzado por el loco desorden de heliografías que estoy seguro no puede ignorar desplegadas por todos lados en todas las superficies posibles.
"Muy bonito, señor Cullen. Tal parece que tiene que abrirse paso todos los días con las uñas para salir de allí. No me sorprende que no cocine." Me mira por encima de su hombro antes de continuar hacia la cocina. Trato de no mirar el vaivén de sus pequeñas caderas en jeans que seguramente son tres tallas más pequeños para ella.
Bella me acomoda en una silla frente a mi mesa, se abre camino por mi cocina como si viviera aquí más tiempo que yo, y me da una breve historia de su vida sin que yo pronuncie una sola palabra.
Su actual, o debería decir, excompañero de cuarto tiene una adicción al póker en línea, que tocó fondo cuando publiqué mi anuncio hace dos días. Vendió su juego de cuchillos de cocina japoneses – los que robaron 347 horas de su juventud cuando trabajó arduamente en Taco Bell para comprarlos—su queridísima batidora Kleenmaid—la que consideraba un miembro de la familia—y el televisor, para entrar a un campeonato de póker en línea. No hace falta decir, que no logró pasar la primera ronda. Bella decidió que era suficiente y agarró las cosas que podría vender esta mañana y se presentó en mi puerta. Le quedaban seis meses para su título de Asociado en Artes Culinarias, y después de que gane experiencia en alguna cocina fabulosa de Seattle, planea abrir su propio restaurante como una verdadera "adulta". La alusión a ser un adulto me recuerda dejar de mirar la forma en que se mueven sus caderas, casi como en una delicada danza, mientras maniobra en mi cocina. Tal vez Emmett tenga razón sobre que no es saludable encerrarte con nada más que contacto por correo con clientes durante años. Antes de que me dé cuenta, camina tranquilamente hacia mí portando una sonrisa que debería ser ilegal y con ella mi omelet y jugo de naranja recién exprimido.
"¡Ta-Da!" El plato se desliza frente a mí, y solo el aroma por sí solo me hace gemir. "Espere a que lo pruebe." Se queda de pie a mi lado – esa mano en su cadera otra vez – viendo como corto esa delicada sabrosura amarilla. Cocinada a la perfección. No demasiado aguada, no demasiado dura. Los huevos perfectos. Los sabores explotan uno por uno al masticar el primer bocado.
"¡Dos meo!" Gimo.
Se ríe, y es música para mis oídos al mismo tiempo que mis papilas gustativas entran al cielo. Bella toma asiento, apoya sus codos sobre la mesa y descansa la cabeza en sus manos, observándome. Esa sonrisa está creciendo con cada bocado, y sus ojos están llenos de picardía cuando sigue el tenedor del plato a mi boca. Sé que sabe que voy a darle la habitación. Su entusiasmo es casi tangible, y es contagioso. No me he sentido tan vivo, o me atrevería a decir, joven en años.
"Lo tengo, ¿verdad?" Casi ronronea.
Me echo a reír, limpiando mi boca con el dorso de mi mano. Acabo de inhalar ese omelet y felizmente aniquilaría otro si tuviera el mínimo de oportunidad. "¿Quieres ver la habitación? ¿El resto de la casa?"
"Nop. A estas alturas, viviría encadenada en su sótano si lo quisiera."
Rocío jugo de naranja de mis labios ante la mención de encadenarla.
¡Cristo!
"Ah, cadenas no, lo prometo," digo entre tosidos. Ella solo me guiña un ojo y se dispone a lavar los platos. "Solo deja eso." Toso de nuevo.
Encantador, Cullen. Realmente encantador.
Se da la vuelta. "Señor Cullen, está atrapado conmigo ahora. Renta y servicios públicos a cambio de cocinar y limpiar. Es un trato."
"Um, ah." Se detiene y me observa con una intensidad a la que no estoy acostumbrado después de vivir solo todo este tiempo.
"¿Sí?"
"¿Algún, ah, sobrante?" No sé qué demonios se me metió, pero puedo sentir el calor en mis mejillas.
Maldita sea, eres un hombre adulto.
Joder, actúa como uno.
Sus ojos ciertamente brillan de alegría, y mis mejillas se calientan aún más al saber que he hecho feliz a esta pequeña cosita en sus pequeños jodidos jeans después de los momentos tan difíciles que acababa de describir.
"Un hombre con apetito es malditamente sexy. ¿Lo sabía?" Al decir eso, se agacha para abrir el horno y me presenta un segundo omelet. Trato de pensar en cualquier otra cosa además de esta joven belleza en mi cocina llamándome sexy. Trato de ocultarme al empujar mis lentes sobre mi nariz, mientras me entrega el segundo plato diciendo, "Un buen chef siempre tiene un respaldo. Bon appétit, compañero."
El timbre suena, y me dan un puñetazo de vuelta a la realidad. El hechizo bajo el que me ha puesto esta diosa de la cocina borró por completo el hecho de que tengo una lista de aspirantes que tengo que ver.
"Mierda. Esa es mi cita de las once."
Bella sigue a mi lado y roba la lista de aspirantes antes de que pueda detenerla. "Oh, buen Dios, me debes una grande. Victoria"—señala el siguiente nombre en la lista—"puede quemar una tostada. En serio. Ella es la única estudiante que ha incendiado la cocina. Me encargaré de esto." Con eso, se fue hacia la puerta con mi lista en mano.
Me doy la vuelta, sin querer dejar que se enfríe mi omelet, y sigo sus ondulantes caderas por el pasillo mientras abre la puerta.
"¿Bella? ¡No! ¿Qué estás haciendo aquí?" Una voz chillona lloriquea.
"Mudándome, Vic. Te veo en clase."
~R.E.~
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Más tarde esa noche, Bella y yo estamos en el la terraza trasera bebiendo vino tinto bajo las estrellas. Es una noche hermosa, y el aire frío es lo que necesito para tratar de aliviar mi dolor. Mi barriga ha sido abusada por la cantidad de comida que acabo de consumir. Años de cenas congeladas me hacen comer como un cerdo cuando saca una suculenta carne al horno. Se ha ganado sin duda alguna el título de diosa de la cocina. Y si no tengo cuidado, voy a tener que ordenar en línea pantalones más grandes a final de mes.
"¿Tienes novia?"
El vino tinto entra en mis pulmones mientras me ahogo, toso, y balbuceo por segunda vez en el día.
¡Contrólate!
"No. Ah, en realidad no salgo mucho. Trabajo en casa. Ah… sí. No."
¡Joder! Suenas como un 'freak' inarticulado.
Bella me sonríe por encima del borde de su copa. Esos ojos sugestivos están danzando con regocijo. Engullo más vino, preguntándome qué está pensando.
"Mmm… esa es una sorpresa."
Levanto una ceja interrogante, demasiado nervioso para abrir mi boca.
"Bueno, eres un buen partido, Edward. Esta casa"—hace un gesto con su mano señalando nuestro entorno con vista al agua—"manejas un negocio exitoso que te deja demasiado ocupado siquiera para comer a menos que la pidas a domicilio. Haces ejercicio y estás en gran forma por lo que puedo ver, y eres el hombre con gafas de montura gruesa más sexy que jamás he visto. ¿Cómo es que no te conquistaron en tus tiempos?"
¡Mierda!
¿En mis tiempos?
¿Qué tan viejo cree que soy?
Me encojo de hombros y engullo el resto de mi vino. Nunca he sido un hombre de muchas palabras, pero Bella parece haber robado las pocas que poseo. "¿Tú?"
"No, no tengo novia." Esos ojos pecaminosos danzan con regocijo, y estoy cien por ciento seguro que sabe lo que esa idea acaba de hacerme. "Hablando en serio, no. ¿Cuántos años tienes?" Sonríe y alcanza mi copa para llenarla de vino. "He renunciado a los chicos. Tuve que hacerlo. Al parecer soy un magneto para los pendejos y tipos malos que roban mi mierda y rompen mi corazón. Ahora voy a esperar por un hombre de verdad. No más chicos inmaduros que buscan, bueno, una sola cosa."
¡Abajo, muchacho!
Cristo, Cullen.
¿Qué se te ha metido?
Tiene la mitad de tu puta edad.
Y busca a un hombre, no un vejestorio, lo que probablemente cree que eres.
Engullo más vino, y cuando la mitad de mi copa ha desaparecido, me planteo si engullir la presencia de esta chica es una movida realmente estúpida. Siendo que conozco a Bella hace tan solo ocho horas, y no puedo por más que lo intento explicar por qué ella y sus ojos juguetones llenos de picardía de pronto tienen tanta influencia en mí. Siento una extraña y turbulenta tensión dentro de mi pecho. Es como mitad padre protector y mitad Neandertal territorial que quiere mantener a esta chica a salvo, hacerla sonreír, y darle el mundo en bandeja de plata. Tal vez Emmett tiene razón, y he estado aislado y solo por demasiado tiempo. Tal vez debí haberme unido a ese sitio web para citas del que siempre habla. Dedicar tiempo a salir y conocer gente en lugar de aceptar un cliente más. Tal vez esta cosita joven y dulce va a causarme la muerte.
~R.E.~
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Cuando despierto la mañana siguiente, la casa huele como a canela y Navidad. Bella había cocinado. Cuando le pedí que cocinara como parte de nuestro trato, de ninguna manera me refería a que tenía que prepararme el desayuno, pero por el dulce aroma que subía por las escaleras, no hay maldita manera de que me vaya a negar a lo que sea que me ofrezca.
Poniéndome mi ropa de gimnasio, sigo a mi nariz.
¡Cristo!
Bella está agachada, deslizando una bandeja dentro del horno cuando entro a la cocina. Sus, malditos, ¿pantalones cortos? ¿Esos son de verdad pantalones cortos? Bueno, apenas cubren las partes esenciales para lo que fueron diseñados para cubrir.
¡No me jodas!
¡Date la vuelta!
Vete, tú, maldito pervertido.
Doy unos pasos hacia atrás; me giro y me estrello en la pared. Sé que me escuchó porque sus risitas llenan el aire mientras me despegó del marco que estoy abrazando.
"Buenos días, E. Los panqueques están casi listos. ¿No amas el olor de los panqueques por la mañana?"
¡Piensa!
"Mmm-hmpph."
Excelente.
"Toma asiento y te serviré un plato. ¿Hambriento?"
Discretamente deslizo las gafas por mi nariz para quitármelas al mismo tiempo que asiento. Si no podía ver sus apenas visibles pantalones cortos, entonces tampoco podía ver lo que no estaban exactamente ocultando lo suficiente. Puede que la ceguera parcial fuera la única forma como sobreviviría este arreglo de vivienda si eso es lo que iba a usar cuando estuviera en casa. Bella se difumina en suaves prismas de colores tenues—su cabello largo color caoba es mayormente el punto más destacado ahora. Alivio. Estoy empezando a pensar que será mejor que haga tiempo para un chequeo médico. Asegurarme de que mi corazón soporte detenerse tan temprano en el día, sin mencionar mis niveles de colesterol, si ayer es algo que sirva de comparación.
"Um, no tienes que preparar el desayuno, ¿sabes?" Estoy mirando por la ventana, sin animarme a mirar en su dirección de otra manera no podría estar de pie frente a ella.
"Lo sé, pero no quiero que cambies de opinión. No puedo volver a vivir en mi antigua casa. Simplemente no puedo." La tristeza en su voz me hace mirarla. Me vuelvo a poner mis gafas y me centro en su rostro. Esta triste. ¿O frustrada tal vez? No, esa expresión es de derrota. Vivir allí y que le robaran las herramientas de su profesión que le costaron tanto. Hacía que mi sangre hirviera.
"Deberías llamar a la policía. ¿Cuánto te costaron esos cuchillos, de todas formas?"
"No me preguntes. Trabajé tan duro para ahorrar dinero. Era la única en la universidad con un juego profesional, y ahora ya no los tengo. La policía no puede hacer una mierda." Frota sus dedos juntos haciendo un puño, y tengo la impresión que echa de menos la sensación de los cuchillos en su mano.
"Entonces, ¿cuáles son tus planes para hoy?" Me pregunta, soplándole a su café y tomando una respiración profunda.
Es como si una nube se hubiera levantando encima de mí. Mi negocio de arquitectura prosperó desde que tomé la oportunidad y me abrí camino yo solo. Había vivido y respirado dibujo y diseño cada minuto de cada hora del día en esa oficina desde entonces, y dejé que los últimos doce años pasaran sin realmente vivirlos. El que alguien me pregunte sobre mi día me toma desprevenido pero en el buen sentido de la palabra. Froto mi pecho.
"Oh, ah, diseñar. Ya sabes."
Rueda sus lindos ojos. "No joda, señor Arquitecto Sofisticado, ¿pero qué exactamente vas a diseñar hoy?"
Estoy consciente de que mis mejillas se están calentando de nuevo. Ha pasado demasiado tiempo desde que alguien que no sea un cliente rentable se preocupara en cómo pasaba mi tiempo.
"El nuevo Conservatorio de Música de hecho. Conseguí el contrato, y quieren que se hagan algunas modificaciones estructurales al diseño que les presenté." No tengo idea por qué se me está haciendo difícil mirarla a los ojos. No soy una persona tímida, pero con Bella es…
"Wow, estás diseñando todo el proyecto. Eso es formidable. ¿Me lo puedes mostrar después?"
"Sí, um, claro." Bella quiere ver mi trabajo. Hoy es un buen día, y solo es el comienzo. "¿Tú?" Se movió detrás de la isla de la cocina por lo que su delicioso trasero apenas cubierto está fuera de la vista. El nudo en mi estómago se relaja.
"Clases hasta las seis. Es el día del infierno, pero gracias a ti, pude dormir un poco más ya que ahora estoy a poca distancia de camino. También voy a ahorrarme en transporte público viviendo aquí." Sonríe.
Quiero preguntarle por su situación financiera pero es demasiado personal y demasiado pronto para hacerlo. Bella es un poco mayor—con veinticinco años—que todos los otros candidatos, y me hace preguntarme por qué comenzó tarde la universidad. Tengo la impresión de que ha estado viviendo en el límite de su presupuesto, y saber que estoy aliviando su estrés me hace sonreír. La miro entre bocados mientras saboreo cada trozo de mis panqueques, tocino y huevos. Arroja su teléfono en su mochila sobre la isla y ata su cabello hacia atrás.
"Mejor me voy. Tengo que ver algunas cosas antes de clases."
¿Qué…
…Demonios?
El panqueque de arándano se une al vino tinto en mis pulmones al mismo tiempo que agarro mi café para terminar el tercer ataque de asfixia en su presencia. No ayuda, solo me quema.
"¿Estás bien?" Se detiene junto a mí y no sabe si golpearme o llamar al 911.
Ondeo mi mano en el aire, sin saber siquiera que estoy tratando de expresar. Puede ser espera o ayúdame o dame agua. Tosiendo de nuevo, finalmente despejo mi tráquea e inhalo profundamente con mis maltratados pulmones.
"Vas a salir, um…" De pronto me doy cuenta que voy a sonar tan anciano como ella debe pensar que me veo.
¡Joder!
"¿Decías?" Me espera.
Permito que mis ojos vaguen hacia el sur y disfruten de la gloriosa blancura cremosa de sus muslos desnudos, esbeltas pantorrillas y lindos dedos pintados descubiertos. "¿Vas a usar eso en la escuela?" Mi voz se quiebra. Me siento como un adolescente de nuevo. Emmett estaría rodándose en el suelo si presenciara esto.
Sus labios se crispan de la forma más linda posible, y sé que está pensando que soy un viejo, del tipo abuelo senil.
"Bueno, de hecho, E, mi ropa—"
"¿E?" La miro y tengo la esperanza—un sentimiento que también había olvidado. Creo que ya me ha puesto un apodo.
"Edward es demasiado formal ya que estamos viviendo juntos." Hace una cara de escandalizada y eso me hace reír. "Definitivamente no eres un Eddie." Saca su linda lengua rosada ante la idea. "Así que, tendrá que ser E."
"Bueno, señorita B," le digo, observando con más interés del que debería su reacción. Su sonrisa ilumina la habitación y hace que me duela el pecho con recuerdos distantes de amor y afecto. Froto el centro de mi pecho y espero que ella no sepa por qué. De eso ni hablar, pero me siento como si estuviera despertando después de dormir una eternidad, y se siente bien—muy bien.
"Ayer solo agarré lo que podía ser vendido antes de venir aquí. No tenía lugar para cargar toda mi ropa también. Dudo que el pendejo tenga tanta suerte en vender mi ropa de mierda, pero la idea de ir de nuevo allá." Rueda sus ojos. "Se va a dar cuenta de que me mudé y la mierda se va a poner fea por lo que se debe en servicios públicos, blablablá, pero como lo veo, él me debe. De modo que tendré que conformarme con mi camiseta y pantalones cortos por unos días."
"Pantalones cortos, difícilmente. No cubren, ah, lo suficiente," murmuro antes de que pueda detenerme. "Puede que te… quemes o…" Lleno mi boca con panqueques para que ya no pueda decir nada más embarazoso. Sonríe, mordisquea su labio, suspira y sacude su cabeza lentamente. Trato de descifrar qué significa eso mientras la veo pavonearse por el pasillo y salir por la puerta.
~R.E.~
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Mi mañana ha sido totalmente improductiva. Todo en lo que puedo pensar es en la joven mujer con la que ahora estoy compartiendo mi casa. Ha invadido cada poro de mi cuerpo de una forma que no esperaba en lo más mínimo.
Finalmente admito mi derrota a media mañana, dejando mi computadora para dirigirme al cuarto de pesas. Vivir solo me permite utilizar el espacio como lo necesito en lugar de para lo que fue diseñado. Nunca necesité un comedor formal, pero los ventanales dejan pasar mucha luz y me dan una vista mientras hago ejercicio. Estoy recostado en la banca de press, levantando tantos kilos como puedo para distraerme de Bella. Necesito concentrar toda mi energía en levantar la barra de pesas frente a mi rostro.
Inhala. Concéntrate. Exhala, levanta. Inhala. Mantenlo. Exhala, baja el peso.
Repite.
Repite.
Para cuando termino, mis brazos están gritando en agonía, y sudor gotea por mi torso. Pongo las pesas de nuevo en el descanso y me siento, agarrando mi toalla.
"¡Mierda!"
Bella está apoyando su cadera contra el marco de la puerta observándome. Agarro mi camiseta y la sostengo frente a mi pecho desnudo.
"¿Qué demo—"
"Lo siento." Me dice. "En realidad, no." Me da esa sonrisa traviesa que iguala la picardía detrás de sus ojos y se va antes de que pueda decir nada más.
Bajo la vista, suplicando que no haya notado el ligero toque de cabello gris que desafortunadamente ha aparecido en mi pecho. Mi padre encaneció a los cuarenta, y me temo que estoy siguiendo sus pasos, aunque no había importado—hasta ahora.
Poniéndome mi camiseta, me dirijo a la cocina. Puedo escuchar ollas y sartenes repiqueteando.
"¿Qué estás haciendo aquí?"
"Vengo a casa para almorzar. Puedo hacerlo ahora que estoy cerca. Es otra forma de ahorrar para mí, y tú también almuerzas."
"No, eso no es necesario." Siento como si hubiese conseguido una sirvienta en lugar de un compañero que cocina un poco.
"¿No te gusta cómo cocino?" La Señorita Ojos Malvados pregunta. Le devuelvo su mirada furiosa, estrechando mis ojos.
"De verdad, no vengas a casa solo por mí. No he comido así de bien en años y puedo sobrevivir hasta la cena."
"Me gusta cocinar para ti, E," me dice antes de desaparecer dentro de mi gigantesco refrigerador. "Y el espectáculo a la hora del almuerzo es impresionante. No me perdería ese entrenamiento por nada."
Diablilla descarada.
Todo lo que escucho mientras me retiro a tomar una ducha es su risa, y una vez más, no puedo borrar la sonrisa de mi rostro.
~R.E.~
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Semanas se convierten en meses y una rutina empieza a emerger. Me levanto más temprano que nunca en mi vida y me ducho antes del desayuno. Se ha convertido en una necesidad para aliviar la tensión en cierta parte de mi anatomía antes de entrar a la cocina. Aun cuando Bella reclamó el resto de su vestuario hace semanas, sigue poniéndose todas las mañanas esos pantalones cortos imaginarios que torturan el alma de un hombre hasta la muerte. El desayuno es una batalla, a menos que haya resuelto el asunto con mis propias manos. Desde que esta ninfa ha cocinado su camino a mi corazón y mi alma, me he convertido de nuevo en un adolescente hormonal.
En el desayuno, hablamos de nuestro día, un ritual que amo totalmente. Ella se marcha a la escuela, y yo a la oficina. La mayoría de los días, me veo absorbido por el vórtice de mi trabajo, y antes de que me dé cuenta, Bella me está tocando el hombro y sacándome a rastras para almorzar. Ella, o regresa a la universidad para una clase por la tarde, o convierte la cocina en un restaurante en funcionamiento, practicando sus talentos culinarios. Chef de sushi un día, uno clásico francés el siguiente, luego un bar de tapas el día después de ese. Y yo me convierto en el entusiasta degustador que ahora tiene que correr todas las tardes además de mi entrenamiento de pesas para asegurarme de que pueda abrochar el cinturón de mis pantalones.
Luego trabajo hasta que Bella no pueda esperar más y me saca a rastras a la terraza para una cena tranquila, seguida de varias copas de vino tinto. Algunas noches, nos contamos historias el uno al otro. Otras noches, solo nos sentamos en silencio y vemos la luna salir. Es nuestro pedacito de cielo—bueno, mío al menos. No puedo imaginar que Bella no esté aquí. Entre más llego a conocer su encantadora alma, necesito más mi ritual de ducha mañanera. Y más es mi deseo de golpearme por pensar lo que he pensado de ella mientras estoy allí.
~R.E.~
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"¿Siempre usas esas gafas?" Pregunta sobre el borde de su copa de vino.
Es la hora después de la cena en la terraza bajo las estrellas, y Bella está en su tercera copa. El hecho de que Bella parece disfrutar de nuestras conversaciones después de cenar tanto como yo calienta mi interior más que el vino. Ni una sola vez ha dejado la mesa y se ha ido a ver la televisión.
"No me malinterpretes, me encantan. Me encantan demasiado. Te quedan bien, sobre todo con tu cabello así como, así como un despliegue salvaje de locura. Solo me preguntaba—"
"¿Siempre dices lo que estás pensando?"
Sonríe. "Sip, me mete en muchos problemas. Y me había prometido a mí misma mantenerme alejada de los problemas, pero, bueno, ya ves. Oh, y el "despliegue salvaje de locura" fue un cumplido, por cierto."
No puedo detener la sonrisa que se forma cuando la dulce y joven Bella me hace un cumplido. El tiempo que nos sentamos juntos aquí afuera y conversamos es mi parte favorita del día. Cada noche, me siento como el Gato de Cheshire (1) cuando intercambiamos trozos inútiles de información sobre nosotros mismos. Quiero que esta chica me conozca, pero sé que es el deseo más egoísta que jamás he tenido. Es joven, un espíritu libre a punto de embarcarse en la aventura que es su vida, y sería un error de mi parte atravesarme en su camino.
"Sí," respondo, tratando de no permitir que mis pensamientos amarguen mi noche. "Estoy prácticamente ciego sin ellos."
"Son sexys. La montura negra"—hace un ademán en su rostro—"realmente se te ve bien."
Me quedo sin palabras, de nuevo. No sé dónde continuar con esto. Sé dónde quiero continuarlo, pero entonces recuerdo su edad. Mi edad.
"Gracias, señorita B." Sonrío y me pongo de pie. "Creo que me iré a dormir ahora. Buenas noches."
~R.E.~
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"Emmett, no entiendes," gimo al teléfono. Bella estaba usando un bikini y un pareo cuando entré a la cocina esta mañana y ni un montón de "duchas" podría haberme preparado para esa vista.
"Amigo, ella parece asombrosa. ¿Por qué en cielo te estás quejando?"
"No me estoy quejando. Dios, es solo que me siento como un viejo verde en mi propia casa. Ella es la cosa más dulce, y no puedo sacarla de mi maldita cabeza."
"De nuevo, ¿cuál es el problema, Edward? Por lo que me dices, tú le gustas."
"Tiene veinticinco años, Em," medio grito. "Estoy por llegar a mi cumpleaños número cuarenta en cuestión de semanas en caso de que lo hayas olvidado. Me siento como un maldito asalta cunas."
Emmett escucha, discute, y finalmente me cuelga, diciendo que necesito dejar de pensar tanto y me deje llevar. Una chica no le dice a un hombre que cree que es sexy porque sí.
El timbre suena, y corro para firmar el paquete que he estado esperando por los últimos diez días. Por fin, están aquí. Cerrando la puerta, me dirijo a la cocina, me deshago del contenedor de envío, y abro cada caja de madera individual. El metal brilla con mortífera precisión, las hojas afiladas. Los coloco en orden de tamaño y cubro todo el juego con una toalla, dejando una nota encima.
Para mi Diosa de la Cocina.
Regresar a mi oficina es difícil. Quiero estar a la espera para ver la expresión en su rostro cuando se dé cuenta de lo que he hecho, pero siempre me viene a ver a mi escritorio cuando viene por el pasillo. Si no estoy aquí, completamente absorto en mi trabajo, sabrá que algo pasa.
La llave gira. Agarro la heliografía más cercana y me pongo de pie, inclinándome sobre mi escritorio, orando porque la haya extendido de la forma correcta.
"Estoy en casa. ¿Está bien queso asado para hoy? Me he asoleado demasiado." Su voz hace eco por el pasillo hacia mí. Bella ha estado en la playa, tomándose un muy necesario descanso de su apretada agenda. Me rogó que la acompañara, pero sabía que no sobreviviría las horas interminables de tortura de bikini, y mi entrega llegaba por fin hoy.
"Mmmm, claro," murmuro, fingiendo desinterés. Después de que pasa por mi puerta, me voy de puntillas por el pasillo detrás de ella, interpretando el papel de adolescente en el que me he transformado por completo.
Oigo su mochila golpear la encimera. Le sigue el silencio. No puedo arriesgarme a asomarme por la puerta aun cuando estoy desesperado por ver su rostro.
Luego empiezan los chillidos. Se convierten en gritos de "Oh Dios mío". Seguidos por el coro de "¡Edward! ¡Edward! ¡Oh Dios mío, Edward!"
Doy vuelta a la esquina justo cuando Bella arranca hacia mí. Salta, y la agarro al mismo tiempo que sus piernas se envuelven alrededor de mi cintura y sus brazos rodean mi cuello.
"¡Oh Dios mío, no debías, pero lo hiciste!" Metió su cabeza en un costado de mi cuello, y nunca me había sentido tan completo que como me siento en este momento con esta hermosa chica envuelta en mí. Es felicidad. Es euforia. Su felicidad es mi perdición. Froto su espalda, y levanta la cabeza. Sus ojos y sonrisa son lo más hermoso que he presenciado en años. Me doy cuenta que no puede creer lo que acabo de darle, pero al mismo tiempo, sé que nunca los regresará.
"Edward, es demasiado, pero, oh Dios mío, me encantan." Sip, justo como pensé. Mi corazón late con fuerza. Definitivamente puedo compensar mis libidinosos pensamientos matutinos al colmarla con utensilios de cocina y consentirla con el pretexto de abastecer mi cocina para facilitarle la vida. Si solo hubiera pensando en esto antes.
Los ojos de Bella viajan a mi boca. Se mordisquea su labio inferior antes de verme a los ojos. Y de pronto necesito tiempo para una ducha de nuevo. El único problema si no la bajo pronto, es que se va a dar cuenta del verdadero cerdo que soy.
"Edward," susurra, mirando fijamente mis labios otra vez
¡Joder!
¡Aborten! ¡Aborten!
¡Hay un puto límite, y no lo vas a cruzar, Cullen!
La dejo caer al suelo y me dirijo a la isla de la cocina. Necesito algo para cubrirme, y los cuchillos ofrecen la distracción perfecta. Aclarando mi garganta, pregunto, "Entonces, ¿conseguí los correctos?"
Bella aparece a mi lado. No me arriesgo a mirarla, pero siento que su cabello me hace cosquillas en mi brazo. Descansa su mano encima de la mía sobre la encimera y entrelaza nuestros dedos. Envía una chispa por mi cuerpo, y hago todo lo que está en mi poder para no gemir con el contacto.
"Sí, son perfectos. Como tú." Dice con un suspiro.
Se eleva el ritmo de mi corazón, y al parecer no puedo respirar. Aprieto su mano, me inclino hacia ella, y dejo un rápido beso en el tope de su cabeza, luego escapo a la protección de mi oficina como el cobarde que Emmett me llamó antes.
~R.E.~
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Es Navidad en Julio. Literalmente. Cada semana, cajas de utensilios de cocina llegan tal cual se ordenaron. Bella está rebosando de deleite, y yo soy más feliz de lo que jamás he sido desde que tenía su edad. Me siento joven y sin preocupaciones, y estoy tan bien alimentado que debería ser un crimen.
Su nueva Kleenmaid color rojo manzana de caramelo está zumbando en la encimera. Bella está preparando un completo espectáculo gastronómico francés de seis cursos para celebrar su llegada y su último examen para el semestre. El Conservatorio de Música de Seattle está ahora bajo construcción y es mi proyecto más sofisticado hasta el momento. Estoy realmente orgulloso—tan orgulloso que me pondría de pie en la montaña más alta y gritaría. Es una sensación que no experimento a menudo, y me pregunto qué tanto ha contribuido la chica en mi cocina a ello, pero en cualquier caso, esta vez me estoy tomando el tiempo para saborearlo realmente.
Ya que es una cena de celebración, salgo de la oficina y observo a Bella crear sus obras maestras una por una. Robo bocados de lo que sea que no esté cuidando, y sé que eso la está volviendo loca. La pequeña chef perfeccionista no quiere que pruebe nada hasta que sepa que es tan sublime que hace agua la boca—sus palabras, no mías.
Desaparezco en la bodega y selecciono dos botellas de vino que había estado guardando por demasiado tiempo. La cena es como nada de lo que he experimentado antes. De hecho, desde que Bella se mudó a mi vida, es como si todo mi mundo acabara de empezar. Ella va a hacer feliz a un suertudo hijo de perra algún día, y eso provoca que la deliciosa comida que acabo de devorar se revuelva dentro de mí.
Estamos sentados uno frente al otro afuera en la terraza, bebiendo lo que queda del vino del 92. No quiero que mis pensamientos arruinen este momento, pero al parecer todo lo que hago cuando la veo estos días es preguntarme qué pasará.
Bella pone su copa sobre la mesa, y sus ojos se clavan en mí. Conozco esa mirada. Problemas.
"Entonces, no tienes una novia, y nunca te he visto salir a clubes. Así queeee, ¿qué hay de tus, bueno, necesidades?"
La segunda botella fue una mala idea.
He perdido la cuenta de las ocasiones que he inhalado vino en mis pulmones desde que se mudó aquí. Vino tinto es bueno para el corazón, pero dudo que lo sea para los pulmones.
"Uh, um, Bella," digo entre tragos de vino. ¿Cómo en el cielo llegamos a esto? "No voy a hablar de—como tan delicadamente lo dijiste—mis necesidades. No puedo. No sería correcto."
"Edward, no soy una niña, ¿sabes?" Se sienta hacia adelante en la orilla de la silla.
"Lo sé, pero prácticamente tienes la mitad de mi edad, y no creo que sea apropiado. No tienes que preocuparte. Déjalo en mis manos, ¿está bien?"
¡Cristo!
"¿Me estás diciendo que eres bueno con tus manos?" Sus ojos bailan sobre la orilla de su copa de vino mientras toma otro sorbo.
"Bella," le advierto, tratando de no retorcerme en mi silla.
"No tienes que admitirlo si estás avergonzado. Pero puedes simplemente asentir." Me observa con la intensidad de un halcón hambriento. Siento como si mi siguiente respiro fuera a confirmar mi ritual mañanero desde que se mudó. Cediendo, asiento. Maldición, no puedo evitarlo.
Sonríe. "También soy buena con mis manos."
¡Joder!
"Bella, por favor," le ruego. Voy a rogar y hacer lo que tenga que hacer a fin de terminar con esta conversación que está provocando que mis pantalones me aprieten. Ni siquiera puedo permitir que la esperanza de que me desee de la forma que la deseo entre en mi cabeza. No es una opción.
"Edward, ¿qué pasa? Los dos somos adultos solteros—"
"No."
"E, en toda mi vida, nadie jamás me había tratado de la forma en que tú lo haces. Te dije que estaba buscando a un hombre, y yo, bueno, creo que lo he encontrado." Se ve vulnerable por primera vez. Esta valiente, inteligente, y luchadora criatura me está mostrando una debilidad y esa debilidad soy yo.
¡Mierda, no!
"Bella, nena, solo porque alguien sea amable contigo no significa que tienes que pagarle al hacer, bueno, al hacer eso." No puedo creer que de verdad estoy rechazando a mi diosa.
"¿Amable? ¿Llamas al colmarme de interminables regalos costosos amable? Edward, tú me consientes demasiado, y me tratas con tanto respeto que casi duele. Me haces reír, y algunas noches aquí afuera, quiero acurrucarme en tu regazo en lugar de sentarme al otro lado de la mesa frente a ti. Haces tanto por mí que siento que este acuerdo es bastante injusto."
"Bella, por favor, por favor. Detente. Tú haces más por mí de lo que acordamos. No tienes que cocinar para mí tres veces al día. Ese no era el trato." Y desde que te conozco, me siento vivo de nuevo. Pienso, pero tristemente no lo admito en voz alta.
"¿Estás bromeando? Verte comer lo que preparo hace cosas asombrosas a mi ego, y a mi libido. Y no olvidemos dónde vivimos. Si hubieses visto el agujero de mierda infestado de cucarachas en el que solía vivir, te volverías loco. Y eso me costaba una pequeña fortuna."
"Mira, no sé cómo fue que terminamos en esto, pero si por un momento piensas que voy a dejar que me pagues con favores sexuales por vivir aquí. Quiero decir…" Arrastré mis dedos por mi cabello en frustración. "Cristo, ¿qué clase de pendejo piensas que soy?"
"¡Oh Dios, no! No, Edward. Me entendiste mal. Yo, mierda, yo solo…" Muerde su labio y las líneas de preocupación que están arruinando su delicada frente me llenan de ira. Odio verla molesta. Cuando habla de nuevo es sonido más tímido que jamás le he escuchado, y estruja mi corazón. "Solo estoy tratando de decir que eres un hombre muy atractivo y, bueno…" Se encoge de hombros.
"Eso es, joder, eso es muy halagador, B. Pero no es posible. ¿No puedes solo aceptar que hacerte feliz, me hace feliz, así que por eso lo hago?"
"Si crees que decir cosas así va a mantenerme alejada, entonces no tienes idea de cómo operan las mujeres."
Dejo escapar un profundo suspiro. Es inútil. Esto no puede pasar. "La universidad tendría mi cabeza en un pico si descubren que hay algo entre nosotros. Sería inapropiado considerando nuestro acuerdo. Voy a parecer un viejo ricachón pagándose la novia." Gimo cuando las palabras dejan mis labios. Sería así, y no hay forma de negarlo.
"No voy a decirles." Parece horrorizada de que sugiriera algo así. "¿Y qué hay de malo en que dos adultos disfruten el uno del otro?"
"Mira," le digo, preparándome para lo que está a punto de venir. "No te deseo así. Lo siento."
"¡Pendejadas!"
"Bella." Suspiro. "Soy lo suficientemente viejo para ser tu padre."
"¡Deja de decir eso! También es una pendejada. No eres mi padre, y es en la última persona en la que pienso cuando te veo, Edward. O sea, ¿hace cuánto que no te miras al espejo? ¿Es tan difícil de creer que una mujer pudiera sentirse atraída por ti?"
"No alguien como, joder," gimo. "No una criatura tan magnífica como lo eres tú."
"Gracias." Sus pestañas parecen tocar la delicada piel de sus pálidas mejillas cuando baja la vista por un segundo procesando mis palabras. Cuando me vuelve a mirar, la Bella determinada que conozco está de vuelta. "No luces de tu edad. Eres hermoso. Y nos llevamos mejor que con cualquiera de los chicos de mi edad con los que he salido. Me refiero a que, la edad es solo un número, por amor de Dios."
"No puedo." Me pongo de pie y agarro mi copa de vino. "Y no lo haré." Alejándome de la mesa es lo más difícil que he hecho en toda mi vida, pero no voy a permitir que esto pase. No es correcto, y me preocupo por la chica sentada frente a mí más de lo que alguna vez creí posible.
~R.E.~
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La mañana siguiente mi casa no huele como a cielo, o Navidad, o incluso a tostada quemada. Esta silenciosa—muy silenciosa, y me abstengo de mi rutina de ducha matutina para ver por qué se siente tan fuera de lugar.
La cocina está vacía y todavía brilla de limpia.
No hay panqueques.
No hay tocino.
No hay Bella.
Su habitación está vacía y su cama no fue usada. El pánico aumenta en mi pecho mientras busco en cada habitación de la casa. No la veo por ningún lado. Vuelvo a subir a su habitación y diviso su computadora en el escritorio. Luego corro a la cocina y reviso la alacena en busca de sus cuchillos. Nunca dejarías esos. Están en una fila ordenada, todos alineados en la repisa superior.
Y entonces la veo. Puedo respirar de nuevo. Bella está afuera en la terraza, acurrucada dormida en el sofá cama. Está hecha un ovillo por el aire frío de la noche, y cuando me siento junto a su pequeña figura. Veo marcas en su rostro por las lágrimas. Estaba llorando y se quedó dormida aquí afuera después de que me fui. Después de que dejé a una hermosa chica diciéndome que se sentía atraída a mí. Diciendo que me deseaba, y que mi edad era irrelevante para ella.
Soy un maldito idiota, y aún más cabrón que cualquiera con los que ha salido.
Me acerco y la tomo en mis brazos. Está helada y se remueve cuando la acerco a mi pecho. Lastimé a la única persona en el mundo que nunca quise lastimar, tratando de protegerla.
"¿Edward?" Se queja. "Qué—"
"Te quedaste dormida aquí afuera. Voy a meterte a la cama." La cargué dentro y por las escaleras. Se acurruca contra mi cuello y suspira, casi rompiendo en dos mi corazón.
"Hace frío."
"Voy a calentarte." La pongo con cuidado en su cama. Entrando a mi habitación, quito la manta de mi cama y se la traigo a ella. Subió sus piernas cerca de su pecho. Me recuesto detrás de ella y nos cubro a ambos con la manta. Envolviendo mis brazos alrededor de su pequeño cuerpo, beso la parte de atrás de su fría cabeza. "Lo siento, pequeña. Siento mucho lo de anoche. ¿Me perdonas? Soy un viejo tonto."
Asiente antes de quedarse dormida en mis brazos.
~R.E.~
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Bella despierta una hora más tarde. Todavía está acurrucada en mi pecho y está calientita otra vez. No he hecho nada más que pensar en nuestro predicamento, repasando nuestra conversación una y otra vez en mi cabeza. Esta hermosa chica me desea. Yo la deseo más de lo que pensé posible, pero me preocupa lo que la gente dirá—cómo la juzgaría. No me importa una mierda lo que piensen de mí, pero me preocupo por ella.
Bella se da la vuelta y se acurruca en la curva de mi hombro. Suspira. Beso su frente tan gentilmente como puedo. Es mi disculpa por ser un loco y viejo chocho.
Me ruedo de espaldas para que mi desatendida erección mañanera no se frote contra ella. Se remueve volviendo lentamente a la vida, y sé que el tiempo de tenerla en mis brazos está por terminar.
"Ves de lo que te estás perdiendo," me dice, frotando su mejilla contra mi pecho, acurrucándose aún más.
"Bella," le advierto. Suspira y se incorpora, estirando sus brazos por encima de su cabeza. Tomo eso como mi oportunidad de poner algo de espacio entre nosotros. Al menos no está enojada conmigo por lo de anoche. Alivio.
"Escucha, lo siento. ¿Está bien? Realmente lo siento. Pero juro que tengo en mente tu bienestar." Me paso a la silla de su escritorio y cruzo mi tobillo sobre mi rodilla.
"También lo siento. Sabía que no debía decir eso anoche. Rosalie dijo que nunca harías nada, pero solo quería saber si tal vez—"
"¿Rosalie? ¿Quién es Rosalie y por favor, por el amor de Dios dime que no has hablado con ella sobre tú y yo de esa forma?"
Me pone sus ojos en blanco. "Relájate, ella es mi amiga—"
"Y exactamente así es cómo la universidad se enterará. Amigo A le susurra al Amigo B, etc, etc." Otros ojos en blanco.
"Mira, estoy tratando de disculparme también, ¿está bien? Esto es difícil. Prácticamente te hice una proposición—la cual no deseaba en lo absoluto que sonara como si solo quisiera hacerlo por lo que has hecho por mí. Quería hacerlo porque me gustas, Edward." Desvía su mirada de mí y la señorita Vulnerabilidad está de vuelta. Odio ver que desnude su alma. Hace que me preocupe y quiera protegerla del mundo, pero de quien realmente necesito protegerla es de mí. Me destroza. Finalmente me mira otra vez con la mirada de cachorrito más triste que alguna vez haya visto. "Solo me preguntaba si, bueno, ¿si solo yo me siento así?" Susurra.
¡Maldita sea!
Tenía que sacarla de su miseria. No puedo dejar que piense que no creo que es la mujer más atractiva en el universo.
"Bella, no solo eres tú. Yo, joder, ni siquiera puedo empezar a describir lo mucho que deseo—"
"¡LO SABÍA!" Se levanta de un salto y de hecho, levanta un puño en el aire. "Sabía que sentías algo por mí en secreto." Sus ojos están colmados de la picardía más retorcida imaginable. Pasó de vulnerable a triunfante en menos de dos segundos. Sonríe. "Ahora es solo es cuestión de atraparte en un momento de debilidad."
La pequeña bruja me engañó.
¡Oh mierda!
Soy un hombre muerto.
~R.E.~
(1) El Gato de Cheshire es un personaje ficticio creado por Lewis Carroll en su conocida obra Alicia en el país de las maravillas. Una de sus características más singulares es que el Gato de Cheshire puede desaparecer gradualmente hasta que no queda nada más que su amplia sonrisa, haciendo notar a Alicia que muchas veces habrá podido ver a un gato sin sonrisa pero nunca a una sonrisa sin gato. Ésta ha sido la característica más recordada del gato: la mayoría de los lectores le recuerdan interpretando su acto de desaparición.
Pues espero que les haya gustado el primer capítulo. Esta es una historia corta, de tan solo cuatro capítulos y como ya se han de haber dado cuenta, está en el perfil de la autora a petición suya. Sin embargo, quieres pedirles un gran favor, a todas ustedes que me han acompañado en mis traducciones y me han dado sus palabras de ánimo para continuar y me han dicho lo que piensan de las historias, ¡no dejen de comentar! Recuerden lo que les dije en una traducción anterior, la respuesta de ustedes puede ser un incentivo para que las autoras permitan que más de sus historias sean traducidas. Así que, usen el cuadrito por favor. Háganme saber lo que les pareció, porque no les quepa duda que voy a leer cada uno de los reviews y responder sus preguntas. Igual les agradezco alertas y favoritos, es la respuesta que todo autor/traductor anhela. Les mando saludos y nos leemos luego con el siguiente capi.
