Los personajes no son míos, la mayoría pertenecen a la increíble Stephanie Meyer, puede que quizás alguno haya salido de mi imaginación. No escribo con ánimo de plagio, sino como un simple juego de escritura para los amantes de la lectura.
Título: Regalo de navidad.
Edward y Bella acaban de comprarse una casa juntos después de haber terminado la universidad. Sin quererlo, Bella se ha quedado embarazada por accidente. Edward no se lo ha tomado para nada bien, no quiere ser padre aún. "Bella, creo que lo mejor es que abortes, por favor, hazlo por mí". ¿Cómo se lo tomará Bella?
Prólogo
Todos parecían estar felices con la noticia, menos él y yo. Edward porque no quería ser padre, yo porque él me había arruinado el momento que debería haber sido el más bonito de mi vida. Las cosas habían empezado a ir de mal en peor. Edward pasaba mucho tiempo fuera de casa, sino estaba en el hospital, estaba entrenando, sino tomando unas copas en el bar con Jasper y Emmett, hacia cosas que no eran normales en él tan solo para evitarme.
Desde que era una niña, había deseado tener hijos en un futuro y siempre pensé, que era lo mejor que podría pasarme. Después de haber conocido a Edward, había deseado con toda mi alma que el fuera el padre de mis hijos y, en numerosas ocasiones habíamos hablado de ello, él siempre se mostraba cariñoso y entusiasta. Decía que le encantaría que tuviésemos un equipo de fútbol, que sería perfecto acostarse cada noche leyéndoles un libro y levantarse cada mañana armando una guerra en la cocina. Había inventado muchas historias en mi cabeza, en ellas me imaginaba que al volver a casa después del trabajo con aquella bonita y redondeada barriguita, él me abriría la puerta y me comería a besos. Me imaginaba que tendría la cena echa para que yo no hiciese más esfuerzo que el de trabajar y que, tras la cena me daría un rico masaje en los pies después de haber soportarlo el doble de peso que mis pies estaban acostumbrados a soportar por el peso cogido en el embarazo. Pero la realidad era muy diferente. Nadie me esperaba al llegar a casa del trabajo. Cenaba sola todas las noches y después de cenar, nadie me hacía ningún masaje, sólo quería ir a la cama porque lo estaba pasando mal con los vómitos y mareos.
Algunas noches, en realidad, la mayoría de las noches, me levantaba sudando y sintiendo un mal estar por todo mi cuerpo. Sé que muchas madrugadas tenía pesadillas porque Edward me había levantado más de una noche y, en su cara, cruzaba una grave línea de preocupación, pero nunca me dirigía la palabra.
Así que, así estaban las cosas después de haber sido felices durante muchos años de nuestra vida. Le había entregado todo a Edward Cullen. Mi virginidad con tan solo dieciséis años, mis ilusiones, mi cariño, mi apoyo, mi vida entera. Y ahora éramos como dos desconocidos que vivían bajo el mismo techo y que actuaban como perfectos actores en sus cenas de empresa o en las cenas de familia. A la gente podíamos engañar, pero no a la familia. Los Cullen sabían que algo nos pasaba, porque ese comportamiento distante y hosco no era normal en Edward. Estaba enfadada, frustrada, triste y embarazada.
Si Edward no cambiaba, no me quedaría más remedio que irme de casa porque a veces, debes olvidar lo que quieres para recibir lo que mereces.
