De vuelta en este fandom!
Les traigo un pequeño pasapalo, espero que les guste!
Eran días ajetreados en la panadería, el otoño acababa y el invierno comenzaba a dar señales de su llegada; cada día, Tom tenía que levantarse a las cuatro de la mañana para satisfacer la demanda de productos que consumían los parisinos en esta época del año.
Se acercaban las fiestas navideñas y desde ya estaban sacando productos de temporada. A los clientes les encantaba, y en parte, eso era lo que aumentaba la producción.
No es que se quejara. Más trabajo eran más ingresos, y atender a las personas era una de las cosas favoritas de su trabajo.
Sabine, como siempre, estaba al frente del lugar, en la caja registradora. Marinette la ayudaba todas las mañanas, cuando los productos estaban más frescos y había más afluente de personas. Seguían atendiendo bien y más rápido.
Debían ser eficientes.
A pesar de estar siempre atrás, pendiente de los hornos, Ton no dejo de notar una cosa: cada mañana, entre las ocho y las diez, uno de los compañeros de clase de Marinette visitaba el lugar. Llevándose algo diferente cada día.
¿Cómo se llamaba? Él estaba seguro de saberlo.
¡Ah, sí! Adrien Agreste.
Una mañana, se acercó a su esposa, cuando recién el rubio llegaba, directo hacia la pelinegra para hacer su orden del día.
-Sabine, creo que ese chico, Adrien, gusta mucho de mi pan- comento Tom, con cierto orgullo.
-Si, ahora el pan tiene ojos azules y duerme hasta tarde- sonrió su mujer.
-¿A qué te refieres, cariño?- el la miro confundido.
-Nada, nada- Sabine le restó importancia con un gesto de la mano- ¿no tienes algo que sacar del horno?
-¡Las galletas!
Sabine rio viéndolo correr hacia la parte trasera del local. Su esposo era observador, pero él no era quien pasaba la mayor parte de su dia tras el mostrador.
No había captado aun lo que de verdad sucedía.
Adrien y Marinette vieron al señor Dupain-Cheng correr con prisa hacia los hornos. Ese hombre si se preocupaba por su pan.
-Bien ¿Qué puedo ofrecerte hoy?- pregunto Marinette, bastante tímida.
-Pues…
Era tiempo de ponerse en acción.
-Mi padre hará una reunión este fin de semana, así que…- el rubio tomo aire- quiero un par de bagets, una caja de galletas, una docena de croissants, otra docena de empanadas de chocolate, un pan de frutas grande y ¿saldrías conmigo este viernes en la noche?
Marinette soltó los productos que rápidamente había reunido entre sus brazos. no podía creer lo que oía; por otro lado, Sabine pensaba que ya se había tardado. Pero quizás no tanto como lo que le tomaría a Tom darse cuenta de esto, solo.
