¡Hola a todos! Estoy aquí con mi primer fic de las Supernenas y de toda mi vida/cuenta, Errónea Fortuna. No preveo su longitud exacta, pero como podréis comprobar no es un Oneshot (que también voy cavilando) jaja. Ha costado rato hasta que un rayito de iluminación tocase mi cabeza. Quería una historia romántica entre los RRB y las PPG, pero no buscaba nada azucarado ni inverosímil. Me gusta el IC, y aquí presento a los chicos 10 años después de su primer encuentro. Me los imagino machacados, duros, oscuros y con un humor bastante agrio. Así que no esperéis caballeros ni niñatos que se enamoran al primer capítulo XD De todas formas pienso mezclar humor y drama, que como decía Lope, es como realmente es la vida... todo a grises. Recordad que los extremos siempre son malos;) y es aplicable a cualquier factor!

Espero que disfrutéis e iré actualizando en cuanto pueda:) Saludos!

Disclaimer: Las PPG y el resto de personajes de su misma serie no me pertenecen, como ya supondréis;)

Capítulo 1: Error fatal

La más pequeña de las hermanas Utonium alzó la vista hacia el reloj de pared fijado sobre la pizarra. Apenas quedaban unos minutos, y a ella todavía le quedaba una pregunta por contestar.

Desvió la mirada hacia la derecha, donde su hermana unos segundos mayor hacía rato que había terminado. Buttercup parecía haber desistido en su lanzamiento de lapicero, el cual tenía números anotados en cada una de sus caras. De eso hacía más de veinte minutos, aunque Bubbles se preguntó cómo podía darte un número la respuesta en un examen de literatura española. Ahora, su hermana se dedicaba a hacer cabriolas sobre las patas traseras de su silla, mientras miraba también el mismo reloj. Sin embargo su cara denotaba mucha más desesperación, angustia, asfixia. Iba a salir volando por el techo en cualquier momento. Literalmente.

Su hermana Blossom, todavía unos segundos mayor, era la cara opuesta de la moneda. Instalada en el pupitre de delante, Bubbles no la llegaba a ver del todo, pero la pelirroja estaba tan inclinada sobre su pupitre que estaba segura de que la punta de su nariz rozaba el papel. Su mano derecha se movía a toda velocidad. Debía tener cuidado, pues con la fuerza sobrenatural que tenían, habían llegado a rayar la mesa sobre la que escribían varias veces. Sobre todo Blossom cuando se ponía nerviosa.

Seguramente aquella sería su hoja número 4 o 5, no había nada de lo que preocuparse.

Bubbles suspiró y miró por la ventana a su izquierda. Desde allí se veía el patio del instituto de Townsville, y observó a los de primer año en clase de gimnasia. Unos jugaban al balonmano, otros entrenaban haciendo zig-zag entre los árboles en fila… A su patio le faltaban las flores, definitivamente. ¿Por qué no plantaban algunas? ¡A todo el mundo le gustaban las flores! Daba igual si les tenías alergia, si te producían melancolía, malos recuerdos, tristeza… las flores eran bonitas. Incluso a las personas más gruñonas, apáticas, con mal genio,… como Quevedo por ejemplo. Sí, a Quevedo le tenían que gustar las flores, nunca había conocido a nadie que no le…

Bubbles dio un pequeño chillido y botó de la silla. ¡Eso era! ¡Quevedo! El autor de aquel poema, el recuerdo de la naturaleza donde ahora reina el desastre… escribió a toda prisa mientras sonaba la sirena que anunciaba el fin de la clase.

—Id entregando ya, vamos… —Bubbles y Buttercup entregaron sus exámenes junto con el resto de la clase, entre depresiones y euforias según las expectativas.

El profesor se acercó a Blossom con un suspiro de cansancio.

—Vamos señorita Utonium, entregue su examen.

—¡Sólo un momento, ya termino!—Respondió ésta con voz chillona mientras prácticamente prendía fuego al papel—. Tres… dos y medio…dos… ¡uno y tres cuartos…!

El profesor le arrancó prácticamente los papeles de las manos y salió de la clase colocándose bien las gafas en un gesto pedante.

Blossom partió el bolígrafo que todavía encerraba en su mano derecha, llenándose la mano de tinta. Soltó una maldición.

—¡Pero qué le cuesta! Todavía tenía que hablar sobre los antecedentes e influencias de estilo de Góngora y…

—Porfavor— interrumpió Buttercup recogiendo con violencia el material de su hermana mayor—. Vámonos ya. Como no salga de aquí me voy a volver loca de un momento a otro.

Abandonaron el aula y atravesaron el pasillo entre las quejas de Blossom y sus alucinaciones de suspenso. Su hermana tenía las calificaciones más altas de todo el instituto de entre todos los cursos. Ya tenían quince años, pero apenas habían cambiado desde los cinco. Seguían llevando sus uniformes en sus respectivos colores y el mismo estilo de corte de pelo, un poco más largo. Salvo que ahora, claro, tenían una altura y complexión media para su edad. Cuando miraban sus fotos de hacía diez años, no podían comprender como la gente las tomaba ni siquiera por niñas humanas.

—Te fastidias, tú nunca haces nada— le reprendió Blossom a su hermana morena cuando le preguntó por el examen y ésta únicamente le respondió con un chasquido de lengua—. La próxima vez te esfuerzas no ya "un poco más", si no "algo"… ¿Y a ti Bubbles, cómo te ha ido?

—Bien—sonrió—. Gracias a las flores.

Sus hermanas la miraron alzando las cejas y con escepticismo. Buttercup parecía echarse a reír. Desde luego todo era como hacía diez años.

—¿Flores? Vamos boba, las flores no dan respuestas.

—Entonces los lapiceros tampoco. ¿O sí?

Buttercup se sonrojó frunciendo el ceño, sin esperar que su inocente hermana pequeña hiciera un comentario así. Ésta la miraba como un ternerito, sin comprender. Fue el turno de Blossom de echarse a reír, una vez que había descubierto que sus reprimendas no servían de nada.

—¡Cállate!

—¿Por qué?—Preguntó Bubbles con ingeniudad.

—¡PORQUE YO OS LO MANDO, SOY LA DIRECTORA!

Las tres botaron del sitio y se detuvieron en seco. El bramido de la puerta a su izquierda hizo que a Bubbles se le cayera la mochila al suelo con estrépito.

Oh, mierda.

Buttercup comenzó a sudar y a morderse las uñas con ansiedad. ¿Habían escuchado a su hermana? Y ya al inicio del vestíbulo, podía ver la puerta de salida desde allí sin problemas. Si la directora Rage se enteraba de que había copiado en un examen, ya podía darse por muerta. Bueno, muerta no, a ellas era muy difícil matarlas, pero la echarían de la escuela seguro. Pensándolo bien, el enclenque del Profesor sería entonces capaz de hacerlo. Ya podía oírlo: "Buttercup, ¡me matas a disgustos!".

Vaya, entonces morirían los dos.

—¿Directora Rage?—Preguntó Blossom tras llamar dos veces a la puerta del despacho—. ¿Se encuentra usted bien?

"¡No, no!" quiso susurrarle Buttercup, pero una voz cansada desde el interior les dio permiso y las chicas entraron al despacho de la directora de su colegio. Una mujer de unos cincuenta años, con el pelo cano recogido en un moño prieto y gafas fucsias con montura de mariposa se encontraba de pie abanicándose con un papel. Había abierto la ventana para que corriera el aire por la habitación. El viento habría tirado todos los documentos de su escritorio por el suelo, o eso parecía.

—¡ESTO YA ES EL COLMO! ¡IMPOSIBLE DE TODO PUNTO!— Gritaba sin atender a razones—. ¡Y EN MI ESCUELA, DESDE LUEGO NUNCA CREÍ QUE…!

—¡Por favor, no lo haga!—La interrumpió Buttercup con el rostro crispado de miedo—. ¡No volverá a suceder, se lo prometo! Un error lo comete cualquiera, y…

—¡Esa clase de error no la comete cualquiera, señorita Utonium!—Le respondió—. Además, ¡tampoco sé como tiene constancia de ello! Sabe que no puede usar sus superpoderes para ninguna clase de actividad ilícita dentro de ésta escuela.

Blossom frunció el ceño. Ahí había algo desde luego que no cuadraba. Iba a intervenir, pero su hermana se le adelantó.

—¡No fueron superpoderes, sino un simple lápiz!—Continuaba Buttercup—. Por favor, déjeme compensarla de alguna manera para enmendar el error. Yo… eh… ¡arreglaré las cosas! Mejor dicho, arreglaremos las cosas.

Blossom abrió la boca con incredulidad.

—¿Cómo dices?

—¡Perfecto!

Las tres hermanas observaron el rostro de la profesora, ahora relajado y luminoso. Sonreía, y eso no solía ser algo muy corriente. Ante un caso de copia en un examen nadie sonreiría así, y menos alguien como la directora Roge. Parecía incluso haber rejuvenecido.

Blossom reprimió un escalofrío.

—¿Disculpe directora?

—Oh, señoritas Utonium, os estoy profundamente agradecida a las tres. Nadie salvo vosotras pudiera haber hecho frente ante algo como esto. Después de todo, sois las Supernenas—rio nerviosamente. Hablaba tan rápido que era difícil entenderla—. Aunque eso ya lo sabe todo Townsville, ¿verdad? Jo, jo, desde hace diez años, sí… ¡En fin! Mañana mismo vendrán. Os haréis cargo de ellos, de su integración al colegio, aunque por lo visto no les gusta mucho que les digan lo que tienen que hacer. Ésos mal… —suspiró, volvió a sonreír y las fue empujando contra la salida—. ¡Haced lo que podáis! Señorita Utonium, Buttercup, me ha sorprendido mucho que haya sido usted la que haya propuesto la iniciativa. ¡Bien hecho! ¡Ay, soy TAN FELIZ!

Dicho esto cerró la puerta con fuerza, y las chicas se volvieron a quedar en el pasillo como habían entrado. Mudas y completamente desconcertadas. Continuaron caminando.

—Qué… ¿Qué acaba de pasar?—Preguntó Bubbles tras un largo silencio.

Buttercup se echó a reír, brincando por el vestíbulo vacío.

—¡Y a quién le importa! ¡No se ha enterado de nada, ja ja! Y encima estaba orgullosa de mí. "Bien hecho, señorita Utonium". Eso ha dicho. ¡Ahora aprobaré todo, ja ja ja!

Blossom sin embargo no estaba tan eufórica. Mantenía ceño fruncido y se daba toquecitos en la barbilla, señal de que estaba cavilando algo. Desde luego aquello no había sido nada normal.

—No sé, Buttercup… A mí me ha dado la sensación de que no estabais hablando de lo mismo. ¿Por qué ese cambio de actitud repentino? Ningún profesor se habría alegrado por que un alumno que hubiera copiado hubiese pedido perdón. ¿Y de quién pretende que nos hagamos cargo?

—He oído que venía un grupo de intercambio de Alemania—Bubbles se encogió de hombros—. Quizás quiere que ayudemos.

—¿Y dar paseos por el instituto y ruta turística por la ciudad? No, la directora Rage sabe de nuestra condición de superheroínas. Apenas tenemos tiempo libre… Aquí me huele a gato encerrado—concluyó.

—Vamos hermanita, ¡deja de preocuparte!—Terció Buttercup mientras atravesaban las puertas. De repente adquirió un semblante serio y olfateó el aire—. Aunque eso último es verdad. Aquí huele a gato encerrado… creo deberías darte un buen baño, Bloss.

Ya se encontraban al aire libre, hecho del que Blossom por supuesto se había percatado. Ella nunca volaría por el instituto. Al fin y al cabo, era una estudiante ejemplar.

—¡Idiota!

Acto seguido, una estela verde cruzó el cielo riendo, perseguida por una enfurecida estela rosa.

Bubbles las observó desaparecer, a sabiendas de que en pocos segundos llegarían a casa. Cruzó los terrenos del instituto, y cuando iba a llegar a la calle, se encontró una bonita margarita, la cual había crecido en la junta de dos baldosas. Parecía increíble que pudiera crecer vida en un lugar así. "Las flores nos enseñan que siempre queda esperanza", pensó con una sonrisa, "todo el mundo debería ser capaz de disfrutar de las flores". Se agachó y la tocó con delicadeza, teniendo cuidado de no arrancarla.

Definitivamente le gustaban mucho.


Frunció el ceño. "Podría haberla arrancado, y hubiese tenido el mismo destino". Eso es lo que pensó Bubbles al día siguiente, cuando al llegar temprano a la escuela se la encontró marchita y aplastada. Y sin duda no había muerto sola, porque sí. Tal vez la hubieran pisado sin querer.

O al menos eso quería pensar.

—Bubbles, llegaremos tarde—le avisó Blossom algo más adelantada, rodeada de admiradores tanto masculinos como femeninos. Ya no con tanta frecuencia como antes, pero solía pasarles eso a las tres. Por las mañanas y en los descansos siempre iban a verlas, saludarlas o a pedirles autógrafos. Eso también formaba parte del trabajo de superheroína.

Se sentaron en sus respectivos pupitres cuando sonó la sirena. Sorprendentemente, la profesora Higgins todavía no estaba allí, la mujer más puntual de la faz de la Tierra. Diez minutos después entro con el rostro pálido, y tardó otros tantos en poner orden con voz débil y vibrante. En un acto de chulería, Buttercup mantenía los pies sobre la mesa mientras charlaba con Mitch. La profesora ni se percató.

—Bien, eh… — comenzó casi temblando—. Hoy se transferirán tres alumnos nuevos, espero que puedan llevarse bien entre ustedes y…

—¡Los alemanes!— Chilló una chica de forma soñadora. Otras tantas la apoyaron interesadas.

—No, ellos no…

La puerta se abrió de una potente patada, que hizo clavarse el pomo contra la pared y hacer un terrible agujero. Todo el mundo se calló de inmediato. Algunos tragaron saliva, otros empezaron a transpirar. Tres sombras entraron en vaqueros caídos y sudaderas de rojo, verde oscuro y cobalto, con las capuchas echadas, sin respetar las normas del uniforme.

Había algo en ellos que oscureció el ambiente. Algo allí no era normal.

A Blossom se le cruzó una idea que se había planteado anteriormente, pero la había desechado por absurda. Miró a su hermana Bubbles, que tenía el rostro descompuesto por el horror. Dios, aquello no podía ser real.

Y sin embargo, era.

—No…

Cuando se retiraron las capuchas, Buttercup se desestabilizó de la silla y los pies sobre la mesa le hicieron perder el equilibrio, cayendo al suelo. Nadie pareció darse cuenta. El de la sudadera de rojo sonrió con suficiencia.

—Guten Tag…

Después, los otros dos se echaron a reír como demonios.

Continuará...