-¿Alguien quiere despedirse del traidor? –bramó Voldemort, alzando la varita del cuerpo de Regulus Black- Aprovechad ahora que no chilla como un cerdo...
Su diabólica sonrisa incitó las risas de los hombres allí congregados, estando entre ellos algunos parientes del torturado, como sus primas Bellatrix Lestrange y Narcissa Malfoy; y amigos íntimos, como Severus Snape o Evan Rosier.
De pronto, el inconfundible sonido de alguien que se aparecía, resonó en el lugar, atrayendo todas las miradas. La nueva figura miró a su alrededor, analizando a cada uno de los presentes y el siniestro paraje que les rodeaba, ni más ni menos que un cementerio abandonado y descuidado, donde las malas hierbas crecían a placer.
-Querida... Adelante... –saludó con un falso tono de cordialidad en su voz el mago oscuro-¿no es increíble este hechizo? Lo descubrió tu amado... Deja pasar a quien yo quiera que pase... Por eso ni Dumbledore ni los Potter ni ninguno de tus malogrados amigos ha podido llegar... Ni llegará... Estamos lo suficientemente lejos de lo que llaman "civilización" como para que te oigan gritar.
-Alyra... –dijo en un lastimero susurro Regulus.
Voldemort lo miró y se rió. Sus ojos rojos se posaron directamente en la chica. Era tal y como el pequeño de los Black se la había descrito: pelo castaño ondulado hasta los hombros recogido en una coleta, ojos marrones, labios carnosos, cuerpo bien formado... No destacaría en un grupo de chicas, pero en solitario resplandecía. Vestía ropa muggle, lo que desagradó en exceso a los allí reunidos, pues opinaban que era deshonrar a los magos.
-Alyra... –volvió a susurrar el muchacho que yacía en el suelo.
-Voy a hacer algo nuevo... –anunció- Siempre está bien innovar –murmuró Voldemort al oído de Alyra con un tono excesivamente lascivo. Estaba tan cerca de ella que podía percibir su aroma a canela- Voy a demostrar compasión... No, tranquilos, mis fieles siervos, no voy a perdonar la vida a ese traidor... voy a dejar que se despida, antes de morir, de su preciosa muñequita... –acarició la cara de la chica con una de sus huesudas y blanquecinas manos.
Con un gesto, el señor oscuro obligó a sus súbditos a desaparecerse, mientras que él se separó de la muchacha y se sentó en una especie de trono de color negro, donde miraba la escena con atención, acariciando su varita.
Recelosa, Alyra se acercó hasta el chico y se arrodilló. Regulus la miró fijamente, dejando que ella se viera reflejada en sus ojos grises, cansados de tanto dolor. En su perfecta sonrisa había un hilillo de sangre, como el que brotaba de su frente y empapaba su pelo negro azabache.
-Todo va bien –murmuró el chico, que había conseguido recuperar algo de fuerzas-Sirius cuidará de ti...
-Yo no quiero que me cuide Sirius... Sólo quiero estar a tu lado –Alyra estaba haciendo lo imposible por contener las lágrimas.
-Sssh... ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?
-¿Crees que este es el mejor momento para eso? –rió la chica.
-Era otoño –se contestó a sí mismo- Entonces tenías el pelo más largo que ahora, pero eras igual de guapa... No tenías estas preocupaciones y siempre tenías una sonrisa en los labios–un fuerte arranque de tos puso en alerta a su interlocutora, que apoyó la cabeza del muchacho en su regazo- Ibas colgada del brazo de Sirius y bromeando con Potter. Estabais en tercer curso y yo en segundo. Recuerdo que al pasar por la puerta del Gran Comedor choqué con Sirius y él me dijo...
-Apártate, enano... Lo recuerdo...
-Entonces hiciste algo que jamás se hubieran esperado aquellos dos: te agachaste y me ayudaste a recoger las cosas. Sirius y Potter te dijeron que lo dejaras y yo te insulté, te llamé asquerosa Gryffindor, pero simplemente te recogiste el pelo detrás de las orejas y me recogiste hoja por hoja todos los apuntes sin dejar de sonreír...
-En realidad lo hice por putear a Sirius...
-Lo sé... y ya lo sabía cuando lo hiciste aquel día... Pero yo... me limité a hacerme el loco... No era la primera vez que me fijaba en ti... Incluso pensé que sería capaz de volar sin escoba cuando me besaste en la mejilla al entregarme los libros...
-Sí, Sirius se pasó una semana sin hablarme por ello...
Se quedaron en silencio, mirándose. Alyra ya no sabía como sacar tiempo. Había ido sola, sin apoyo, sin plan B y sabiendo como acabaría toda la historia. Aún así, había mandado un mensaje a Dumbledore, esperando que acudiera en su ayuda, pero aunque lo hiciera, con aquel hechizo no hubiera servido de nada. La angustia se hacía cada vez más fuerte en el pecho de la joven y la cara de Voldemort era de deleite absoluto. Disfrutaba viéndolos sufrir de esa manera, ante la impotencia del final que les esperaba...
-Regulus... –murmuró la joven-, siento mucho como me he portado contigo...
-No tengo nada que perdonar... lo que te pedí fue un imposible... Algo que, pese a sentirlo, no quería...
-No, no lo fue... Fue algo hermoso, dulce... Y que jamás seré capaz de olvidar.
-Alyra... –dijo con energías nuevas, sacadas de un lugar que no creía que tuviera- El dolor puede durarte unos días, quizá un par de meses, pero pronto lo superarás... Y aparecerá alguien... quizá mi hermano, quizá alguien muy parecido a él, que te dará lo que yo no pude... Y serás feliz...
-No... –no pudo contenerse más. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, impidiéndola articular palabra.
Voldemort se levantó de su trono y les miró. ¿Era lástima lo que brillaba en sus ojos? No, era imposible... Debía ser otro sentimiento... Quizá incomprensión ante lo que ocurría frente a él... Alzó la varita, apuntando directamente al corazón de Regulus.
-Te amo, Alyra...
La respuesta de Alyra se ahogó con el grito de la maldición. Un silencio ocupó todo el lugar. Un lastimero grito de angustia y dolor fue todo cuanto pudo articular la muchacha ante el cuerpo sin vida del joven. Lo abrazó y besó sus labios en busca de algún tipo de aliento que le dijera que estaba vivo. Pero no había nada. Sólo frío.
-¿Qué fue lo que te pidió Regulus? –la chica se giró sorprendida- Por lo que le pedías perdón...
-Que le dejara olvidarme y me casara con su hermano...
"Te amo demasiado, tanto que me da miedo a mí mismo. Miedo de que pueda ocurrirte algo o de qué pasará si me ocurre algo a mí... Cásate con Sirius, deja que pueda olvidarte para siempre o recordarte cada vez que cierre los ojos... Él te ama y serás más feliz a su lado... Quizá algún día volvamos a estar juntos, pero por nuestras venas no correrá sangre, sino agua; no respiraremos aire, sino besos; no hablaremos del futuro, porque tras la muerte, el futuro es algo irrelevante. He hecho algo terrible, algo por lo que Voldemort no me dejará huir así como así... Pero cuando me vaya, te juro que mis últimas palabras serán: 'Te amo, Alyra'"
Voldemort la miró sorprendido. No podía entenderlo. Era amor, sin duda... Sacudió su blanca y calva cabeza... El amor no te salva de una maldición imperdonable, pensó. Apuntó con la varita a la joven, que le miraba desafiante, aún de rodillas con el cadáver de Regulus sobre ella. Los ojos inundados en lágrimas se habían enrojecido. Era tal el odio que manaban que un escalofrío recorrió la espalda del mago más tenebroso que había en ese momento sobre la faz de la tierra.
No pudo hacer nada. Su mente se bloqueó por un instante, mientras que la varita temblaba al compás de su brazo. Finalmente la bajó y desapareció. Quizá en un futuro se arrepentiría de esa decisión, pero al mirar a Alyra a los ojos, sintió algo que hacía tiempo que no sentía... Pasó una de sus manos por la mejilla para retirar una lágrima ensangrentada de ella y desapareció.
