¡Hola! Ayer fue el cumpleaños de mi queridísima Gizz Malfoy Granger, pero como FF estaba fallando no pude subir su regalo. De cualquier manera, aquí está, con un día de restraso y sin revisar, el OS más largo que he escrito en mi vida, uno de los que más he disfrutada y dedicado única y exclusivamente a Gizz.

¡Enjoy!


Disclaimer: Todo lo reconocible de Harry Potter es de JotaKá. La trama es mía.


Estoy arrastrándome en tu corazón, nena

Te cambiaré, te destruiré, te haré colapsar por mí

Te robaré y te disfrutaré

Estoy grabado en tu corazón

-Monster - EXO.


-Crazy in love-

Capítulo único.

Ginny se encontraba junto a Luna, Lavender, Narcissa, Molly y la señora Granger en una de las tiendas de moda más famosas del Mundo Mágico. Hermione estaba probándose el séptimo u octavo vestido de ese día, tratando de buscar entre todos los que había en la tienda el que llevaría el día de su boda.

Y todas las mujeres de esa sala estaban emocionadas con la idea de una gran boda. Todas menos ella, claro está. Quizás era por el hecho de que todas tenían pareja y no podían evitar emocionarse con la idea de Hermione casándose con Draco; Luna estaba con Theo Nott, Lavender con Ronald y, claramente, Narcissa, Molly y Jane estaban todavía casadas felizmente con sus parejas. Y luego estaba ella, que iba de flor en flor porque no daba dolor.

Las relaciones no eran lo suyo. Nunca lo habían sido. Lo máximo que había durado con una persona fue dos meses y medio y terminó rompiendo con él porque la rutina no le gustaba. Se ponía nerviosa ante ésta y terminaba agobiándose con mucha rapidez al pensar en estar atascada con la misma persona durante años.

Merlín sabía que la monotonía y la monogamia tampoco era lo suyo.

Suspiró una vez más, observando la revista sobre bodas que tenía en las manos, mirando con escepticismo el vestido que la mayoría de novias histéricas considerarían la cosa más hermosa del mundo.

El vestido perfecto.

Gilipolleces, en su opinión.

En ese momento Hermione salió del probador, Narcissa Malfoy había escogido un hermoso vestido de una conocida diseñadora en el mundo mágico para que se lo probase: era un vestido largo de color blanco y sin mangas, la espalda estaba decorada como si fuera un corsé, bandas blancas y negras uniéndose de forma cruzada dándole un toque oscuro al vestido. La falda caía al estilo princesa, la cintura que marcaba la separación de la falda y el torso estaba decorada por piedras plateadas dando una falsa apariencia de cinturón y el velo casi transparente era la guinda del pastel.

—Te queda hermoso, Mione —dijo Luna, observando fascinada el vestido.

—¿Tú crees? —preguntó emocionada mientras se miraba al espejo.

—Haz caso a tu amiga, Hermione. Te ves increíble —elogió Narcissa con una sonrisa.

Hermione dio una vuelta sobre sí misma, haciendo que la falda se moviese como si fuera Cenicienta bailando con el príncipe (o así lo clasificarían las otras novias histéricas). Cuando paró de dar vueltas sus ojos se fijaron en Ginny, que había estado callada la mayor parte del día para no joderle su día de compras tan especial.

—¿Qué te parece a ti, Ginny? —inquirió con una sonrisa y la pelirroja se vio obligada a sonreír.

«Me parece que vas a cometer el mayor error de tu vida si te casas a esta edad, bueno, si te casas en general. Que vas a poner cadenas a una de las cosas más importantes de este mundo: la libertad. Pero sé que te destrozaría si te digo esto».

—Te ves preciosa, Herms. Es el vestido perfecto —respondió y Hermione sonrió radiante.

—Pues creo que ya he encontrado mi vestido —comentó y dio otra vuelta más.

Todas las demás chillaron emocionadas ante esas palabras, Hermione, la asesora que las atendía y otras novias que se habían quedado mirando al ver a la heroína del mundo mágico salir con ese vestido del probador.

«Malditas locas», pensó Ginny con amargura.

Nunca en su vida se había imaginado cómo sería su puñetera boda porque ella estaba segura de que no se iba a casar. Ni ahora ni nunca.

Comenzaron a planificar algunos arreglos que había que hacer en el vestido para que fuese completamente perfecto: ajustar por aquí, cambiar el color a blanco marfil porque así pega con el color de la camisa de Draco, utilizar rojo y verde para las cintas del corsé en la zona de la espalda…

Y cuando todo fue sentenciado y pedido la asesora comunicó el precio final que Narcisa iba a pagar, un número que dejó a Ginny sin aire y con un único pensamiento en mente.

«¿Cómo alguien puede gastarse tanto dinero en un trozo de tela que sólo utilizará una vez en la vida?»

Otra cosa que detestaba la pelirroja de las bodas era el hecho de que te gastases en un vestido, que no vas a utilizar más que una vez, una cantidad de dinero exagerada cuando podrías utilizar esos mismos galeones en viajar, comprarte una casa, un coche… Quince mil cosas muchísimo más útiles y a las cuáles les sacarías más provecho que un dichoso vestido.

Salieron de la tienda y se dirigieron a la cafetería favorita de Hermione, pidieron café para todas, excepto para Hermione, que pidió un té para mantener esa dieta demasiado sana y verde para gusto de Ginny. Las locas que la acompañaban se pusieron a parlotear sobre la boda, los preparativos, las palomas que van a soltar…

«¿Palomas? ¿En serio?».

Cosas a las que no prestó atención.

Primero porque no le interesaba, segundo porque había fijado su vista en un chico que había sentado en otra de las mesas, un chico moreno que estaba mirándola fijamente y que parecía que estaba comiéndosela con la mirada.

«El pobre, si fuera un poco más guapo no tendría ningún problema en follármelo», pensó con aburrimiento y sonrió con picardía en dirección al chico, que le devolvió el gesto al instante.

—¿Ya habéis terminado de hablar sobre la boda? —preguntó con hastío pocos minutos después, una vez que se había terminado su cappuccino.

—Ginny, sé que no crees en el matrimonio y que esto te parece una pérdida de tiempo —comenzó Hermione—, pero eres mi mejor amiga y esto no sería igual para mí si tú no estás.

Esto último lo dijo mirándola fijamente, poniendo su mejor cara de cachorrito triste en busca de conmover sus sentimientos. O eso parecía.

«¿Está tratando de hacerme sentir mal porque no estoy tan pirada como ella, Luna y la señora Malfoy? Maldita manipuladora, tanto tiempo con Malfoy no le ha sentado bien», no pudo evitar pensarlo y una ligera molestia creció en su interior.

—Sabes que no tengo problemas en acompañarte, Hermione —dijo con sequedad—. Pero si hablaseis por una vez en vuestras vidas de algo que no fuesen las bodas estaría eternamente agradecida.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó Luna.

—De Quidditch por ejemplo, el mundial está a la vuelta de la esquina.

Las demás se quedaron calladas momentáneamente.

—¿Qué tal le va a las Holyhead Harpies? —preguntó Narcissa tras unos minutos.

—Bien, bastante bien. Me reincorporaré al equipo en dos semanas.

—¿Dos semanas? —cuestionó Hermione alertada—. Me caso dentro de cuatro semanas Ginny, los entrenamientos te quitan mucho tiempo.

—El mismo que has reclamado tú estas semanas que he estado de baja—le soltó cabreada.

Las facciones de la castaña se endurecieron y Ginny notó que estaba dolida por sus palabras, las demás le dedicaron una mirada de reproche al instante. A veces olvidaba la falta de filtro para diferenciar las cosas, aunque nunca se arrepentía de decirlas.

—Siento mucho que mi boda te quite la vida, Ginny —terminó diciendo Hermione con voz dura.

—¿Cómo me va a quitar la vida? Tu boda no me deja tenerla, imposible quitar algo que no tengo —replicó a su vez y se reprendió mentalmente una vez más por ser tan directa.

—¡Solo te he pedido que me acompañes en esta experiencia! ¿Cuál es tu jodido problema?

Ginny se mordió el labio, tratando de contenerse y no responderle, pero llevaba semanas soportando veinte mil mierdas que no le importaban por Hermione, y ahora que podía volver a hacer algo que le gustaba, la castaña le recriminaba por ello. Era su momento para desahogarse.

—¿Cuál es el tuyo? Todos los días me echas en cara, bueno, todas me echáis en cara que no muestre entusiasmo por la boda. ¡Pues lo siento mucho! No puedo mostrar entusiasmo por algo que no me gusta, detesto los matrimonios, las bodas, las relaciones y todo lo que tenga que ver con ellas, pero creo que he puesto mucho de mi parte y he tragado mucha mierda de esta simplemente para que fueses feliz —soltó sintiendo como un peso se liberaba de sus hombros.

—¿Debería darte las gracias de qué actúes como una verdadera amiga? —cuestionó la castaña bastante cabreada.

—Deberías agradecerme que no te haya dicho que creo que cometes el mayor error de tu vida, que el matrimonio es una mierda y que la mayor parte de las personas que conoces no dan ni un sickle por tu relación.

Se levantó de la mesa, cogió su bolso y salió de la cafetería. No tenía ganas de seguir soportando sus reproches, ¿no quería una amiga sincera? Ahí tenía su sinceridad. Se desapareció en uno de los callejones y al momento estuvo en el salón de su casa. Tiró el bolso en el sofá y se quitó los tacones antes de caminar hasta su cuarto y tumbarse a dormir en la cama.

Quizá una pequeña siesta la ayudase a despejar su cabeza y que su cabreo no terminase en algún tipo de desgracia.


Unos fuertes golpes en su puerta la despertaron de su sueño reparador y con una cara que espantaría hasta a Voldemort le abrió a quien sea que estaba al otro lado de la puerta.

—¿Qué? —preguntó de mala manera.

—¿Se puede saber qué coño ha pasado?

Ron, Harry y Draco entraron en la casa sin permiso y la miraron cabreados.

«Genial, lo que me faltaba, mi hermano, mi ex y el novio de Hermione vienen a tocarme lo que no tengo».

—¿Qué queréis? —preguntó cerrando la puerta y encarándoles.

—Explícanos porque razón está Hermione llorando en su cuarto —cuestionó Ron.

—¿El estrés de la boda ha podido con ella? —No pudo evitar burlarse.

—¿Qué coño te pasa, Ginny? Se supone que es tu mejor amiga, ¿no puedes ser un poco considerada por una vez en tu vida?

—¿Considerada? Creo que he sido lo suficientemente considerada y he estado aguantando estoicamente toda la mierda sobre la boda estas últimas semanas.

—¿Y no podías aguantar un poco más?

Arqueó una ceja y les dedicó su mejor mirada de iros a tomar por culo.

—¡Hermione está destrozada! —exclamó Malfoy.

—¿Es mi culpa?

—¡Sí! —respondieron a la vez.

—Creo que he hecho todo lo que he podido de ella, no puedo simplemente aguantar otra semana más fingiendo que lo de la boda me encanta porque sería mentir. ¡Estoy harta de todo esto! Si Hermione quiere a una compañera durante este proceso que se busque a otra, porque yo ya no puedo más —les gritó—. ¡Y ahora largo de aquí!

El rubio fue el primero en salir, seguido de Harry y su hermano que le echó una mirada fulminante antes de cerrar la puerta tras él.

«Malditos gilipollas. Pueden irse a la mierda los tres».

Se cambió de ropa poniéndose su mejor vestido y sus tacones más altos. Necesitaba relajarse y no había nada mejor que unas cuantas copas y un tío buenorro para quitarse el cabreo. Cuando llegó a su discoteca favorita se dirigió a la barra y se pidió su tan amado whiskey de fuego. No le había dado ni dos sorbos cuando ya tenía un tío sentado a su lado.

—Tienes mala cara, pecosa.

«¿Pecosa? Esto tiene que ser una jodida broma».

Fulminó al imbécil que había hablado antes de darle un largo sorbo a su vaso, terminándose el líquido ámbar que había dentro.

—Piérdete, Zabini —dijo tras colocar el copa en la barra.

—¿Por qué tan malhumorada, preciosa? —se burló mientras tomaba un sorbo de la bebida en su mano.

Un vaso de ron, creyó reconocer.

—¿Acaso te importa?

—Te he preguntado, ¿no?

—Mira Zabini, no estoy de humor así que porque no te buscas a otra que molestar y a mí me dejas en paz.

—Pero te he elegido a ti, Weasley.

Le iba a responder, pero su sonrisa socarrona le cabreó demasiado como para dedicarle algún tipo de insulto.

—¿No estabas en Nueva York? ¿Qué haces aquí? —preguntó.

Él le dio otro sorbo a su bebida antes de pedirse una ¿tercera? ¿Cuarta ronda? Ya no lo recordaba.

—Cierto, pero me han ofrecido un puesto bastante millonario aquí y no he podido rechazarlo.

—¿Puesto millonario?

—Así es, soy el nuevo cazador de los Chudley Cannons.

Casi se atragantó con su segundo sorbo de whiskey cuando le oyó decir aquello.

«Éste tiene que estar bromeando».

—¿Nunca te han dicho que es de mala educación mentir? —dijo la chica.

Él le sonrió y le quitó la copa para darle un sorbo, acabándose su bebida.

—No. —Se levantó y tiró de ella para que hiciera lo mismo—. Bailemos, Weasley.

—Yo contigo no bailo ni aunque me paguen.

—Eso ya lo veremos.

La arrastró hasta el tumulto de gente y la pegó a él antes de comenzar a bailar de una manera un tanto… Provocadora, o al menos eso le pareció a Ginny.

Borró ese pensamiento con rapidez de su mente, regañándose a sí misma al juntar a Zabini y a la palabra «provocadora» en una misma oración. Le siguió el ritmo unos segundos antes de que decidiese que era suficiente, pero sin darse cuenta enredó sus brazos en el cuello del chico y se pegó a él. Él pareció complacido por su gesto y, confiado, dejó un pequeño beso en una zona bastante sensible de su cuello.

Siempre había oído que Zabini era muy buen amante, quizá esa noche lo descubriría.

Bailaron durante un rato más antes de que él decidiese que era demasiado formal tener las manos en su cintura y las pasase a su culo. Se lo apretó sin recato alguno y una sonrisa lobuna se formó en su rostro cuando ella jadeó.

«Maldito cerdo».

Ginny también empezó a bajar sus manos (antes en sus hombros) hasta su cintura y de ahí hasta su pantalón, colándolas debajo de éste para tocarle el culo a placer. Y tremendo culo que tenía el cabrón. No era normal que tuviese un mejor culo que ella, era ofensivo para los mortales.

Antes de que cualquier reloj de Londres pudiese marcar las tres de la mañana la pelirroja se encontraba con sus piernas alrededor de la cintura de Zabini mientras se besaban de forma obscena en uno de los baños del pub.

Se separaron con un hilo de saliva conectando sus labios, respiraban de forma agitada y sus manos no se estaban quietas, tocando allí donde podían. Se miraron a los ojos antes de conectar sus labios una vez más durante unos largos segundos.

—Te preguntaría si en tu casa o en la mía, pero me estoy quedando en casa de Pansy y no creo que le haga mucha gracia que me acueste contigo en su habitación de invitados.

Ginny se lo pensó unos segundos mientras Blaise la soltaba, dejando que pusiera sus pies devuelta en el suelo.

—Iremos a mi apartamento —dijo finalmente y cogió la mano del chico para sacarlo de allí a tirones.

Se desaparecieron en un callejón cercano al bar y rápidamente se encontraron en el salón de la casa de la pelirroja. Cuando el ligero mareo de la aparición se esfumó volvieron a besarse, reanudando el ritmo frenético que tenían minutos atrás en el baño del pub.

Ginny tiró de la cazadora de Blaise hasta quitársela, siguiendo con la camiseta del chico y hasta que sus manos pudieron recorrer el pecho algo marcado del hombre sin tela de por medio. Blaise no se quedó atrás, colocó sus manos en la espalda de la chica y bajó la cremallera del vestido hasta el límite, luego cogió las mangas y las comenzó a descender para que el vestido se deslizara por el cuerpo de Ginny hasta dejarla en ropa interior.

Se volvieron a separar para que Blaise pudiera quitarse los pantalones y los zapatos y Ginny se desabrochara los tacones. Se miraron con la respiración agitada durante unos segundos antes de que Blaise enredase sus brazos alrededor de la cintura de Ginny y tirase de ella hacia su pecho, bajando ligeramente la cabeza para atrapar entre sus dientes el labio inferior de la mujer.

Ginny enredó sus brazos en el cuello de Blaise y se impulsó para rodear con sus piernas las caderas del hombre. Zabini la sujetó por el culo y avanzó con ella en brazos hasta el sofá. Se sentó allí con Ginny encima y unieron su boca una vez más, sus lenguas batallando por tener el control del beso.

Con manos agiles Blaise se deshizo del sujetador de la pelirroja quitándoselo mientras recorría con sus dedos la piel expuesta de la chica. Ginny jadeó cuando la boca del moreno pasó a mordisquear su cuello hasta llegar a sus pechos, donde se entretuvo con sus pezones durante un largo rato, disfrutando de los gemidos que soltaba la mujer.

Ginny se las ingenió para tirar de la cinturilla del bóxer negro de Zabini hasta que se lo pudo quitar completamente. Dirigió una de sus manos hasta la erección del hombre, rodeándola con sus dedos y comenzando un vaivén tortuosamente lento. Blaise bajó sus manos por la cintura de la chica hasta sus bragas, comenzando a deslizarlas por sus muslos hasta que Ginny se incorporó lo suficiente como para quitárselas.

Volvieron a unir sus bocas, la lengua de Blaise acariciando el paladar de la pelirroja mientras ésta aumentaba la velocidad con la que masturbaba al hombre. Con sus manos Zabini separó más los muslos de la pelirroja y dirigió una mano hacia la zona recientemente expuesta, hundiendo un dedo en el interior de la mujer, haciéndola gemir con fuerza.

El movimiento del dedo siguió el mismo ritmo que Ginny llevaba sobre la erección, aumentando su rapidez cada vez que la pelirroja subía y bajaba su mano con mayor velocidad. Blaise añadió dos dedos más al interior de la pequeña Weasley, provocando que ella tirase de su labio inferior con fuerza y que apretase sus dedos alrededor de su miembro.

Separaron sus bocas con un chasquido y Blaise retiró sus dedos del interior de Ginny, ganándose un gemido de protesta. Sonrió con satisfacción y alejó la mano de la chica de su polla, moviéndola poco después para que la entrada de la pelirroja quedase peligrosamente cerca de su erección.

—Basta de juegos —murmuró él sobre sus labios y Ginny asintió con rapidez, enganchando sus manos en el pelo del chico.

—Pues ya sabes que hacer —comentó y él soltó una pequeña risa.

Con un chasquido de sus dedos el condón que estaba en uno de los bolsillos de su pantalón apareció en su mano, rompió el envoltorio con los dientes y se lo colocó con rapidez antes de dirigir su erección al interior de Ginny, penetrándola con lentitud.

Ginny gimió contra su hombro antes de comenzar a moverse sobre él, subiendo ligeramente sobre su pene antes de dejarse caer. Empezaron con ritmo lento, dejando que Ginny se acostumbrase a la sensación antes de que comenzase a tomar más rapidez, gimiendo con fuerza cada vez que Blaise se impulsaba desde abajo para embestirla en cada bajada que hacía.

Rápidamente encontraron un ritmo frenético que los complacía a ambos, Ginny clavaba sus uñas en los hombros de Blaise mientras éste apretaba sus dedos en la cintura de la pelirroja, sujetándola con fuerza para ayudarla en a subir y a bajar.

El clímax se acercaba cada vez más, el ritmo aumentando hasta su límite y los gemidos escapando sin control de sus bocas. Ginny fue la primera en llegar, mordiendo en el hombro de Blaise mientras sentía el clímax golpeándola, haciéndola temblar. Blaise llegó pocos minutos después, corriéndose en el condón y saliendo de ella tras unos segundos.

Se tomaron unos minutos para descansar tras el orgasmo, dejando que sus respiraciones se acompasasen y que sus extremidades dejasen de temblar. Cuando se sintieron más recuperados la pelirroja se alzó y tiró de Blaise hasta que él también se levantase.

—¿Segunda ronda? —preguntó ella y Blaise sonrió en grande.

—Segunda ronda.

Terminaron rendidos sobre la alfombra después de su cuarta ronda, pero sin pasar en ningún momento a la habitación de la pelirroja para hacerlo en la cama. Ginny se despertó la mañana siguiente todavía tumbada sobre la alfombra del salón, al lado de ella había una nota y una rosa azul. Tras incorporarse y cubrirse con una manta que había sobre uno de los sillones decidió abrir la nota, nada sorprendida al ver que estaba escrita por Zabini.

Una increíble noche, pecosa.

La repetimos cuando quieras.

Blaise Z.

Arrugó el papel y lo tiró al suelo sin fijarse en donde caía, se dirigió al cuarto y tras una ducha rápida se vistió, salió de vuelta al salón y enrojeció al ver el desastre en el que se había convertido su casa. El sofá y los dos sillones habían acabado en una posición muy extraña, la mesa de café estaba al revés, su cuarto ya no parecía una habitación y en la cocina había rastros de las cosas indecentes que habían hecho.

Tras limpiar su casa a fondo y cambiarse de ropa para ponerse algo más elaborado, se dirigió al piso donde vivía Hermione con Malfoy. La chica estaba sola por lo que le sería más fácil hablar con ella sin tener a un idiota rubio revoloteando alrededor.

—Siento lo que pasó ayer —comenzó la pelirroja—. No tendría que haber dicho nada, pero necesitaba desahogarme, siento que esta boda está consumiendo nuestra amistad y convirtiéndola en algo que no me gusta.

—Yo también lo siento, Ginny, he estado muy histérica últimamente y no tendría por qué haberte echado en cara todo, no cuando sé que estás haciendo un gran esfuerzo para ir conmigo a preparar todo.

Las dos chicas se abrazaron sellando así su reconciliación. Justo en ese momento entró Draco seguido de sus dos mejores amigos.

—Hermione ya llegué. Estos dos idiotas se habían pasado de calle.

—¡Idiota tú que no sabes dar indicaciones! —exclamó una voz demasiado conocida para Ginny.

La pelirroja alzó la mirada justo en el mismo momento en el que los tres chicos la posaron en ella. Los ojos oscuros del moreno brillaron al reconocerla y una sonrisa pervertida se dibujó en su rostro.

—¡Ginevra Weasley! Que placer verte después de tanto tiempo —exclamó el chico con burla—. Te recuerdo como si te hubiese visto hace unas horas.

Comenzó a reírse ante la malhumorada cara de la pelirroja.

—¿Qué te has estado fumando, Blaise? —preguntó Theodore—. Hola, Weasley.

—Nott, Zabini. —El apellido del último lo pronunció con sequedad, arrastrando cada una de las letras con cierto desprecio.

—Bueno, basta de saludos, ¿dónde os vais a quedar? —preguntó Draco.

—Yo con Luna, claro está —respondió Theo.

Para todos era conocida su extraña pero sólida relación amorosa con Lovegood, después de todo llevaban juntos cinco años y no los habían visto pelearse ni una sola vez.

—Supongo que me quedaré en un hotel, Pansy me echó ayer de su casa porque dice que no es capaz de soportarme tres días seguidos —comenzó Blaise—. El hotel es la mejor opción hasta que encuentre un piso para mí. Aunque quizá encuentre un sitio más interesante donde pasar las duras y frías noches —dijo y sonrió como el bastardo que era en dirección a Ginny.

El hombre le guiñó un ojo a la pelirroja en el momento en el que ésta lo miró. Ella lo fulminó con la mirada, girando el rostro y encarando a Hermione que la miraba de una manera un tanto extraña.

—Eres idiota, Blaise —dijeron Draco y Theo a la vez.

—No me sorprende que Pansy te echara, mucho estaba aguantándote. No sé cómo accedió en primer lugar a que te quedases en su casa. Nunca habéis durado más de dos días en el mismo sitio sin tratar de mataros —continuó Malfoy y Nott asintió a sus palabras—. La última vez que tratasteis de vivir juntos terminaste en San Mungo con quemaduras de tercer grado.

El chico soltó una carcajada, ignorando las palabras de sus amigos, antes de acercarse a Hermione y rodearle los hombros con su brazo. La castaña rodó los ojos, pero no lo apartó, bastante acostumbrada a la forma de ser que tenía Blaise.

—Hermione, estás espléndida —comentó con voz melosa y ella se rió.

—Gracias, Zabini.

—Ya te he dicho que no me llames Zabini, llámame Blaise, castañita bella. Seremos como cuñados dentro de nada —replicó y Hermione volvió a reír—. ¿Te lo puedes creer? ¡Cuñados! Todavía no me creo que le dijeses que sí a ese de ahí. Hay que tener mal gusto.

—Blaise deja de molestar y reserva ya una maldita habitación en algún hotel —comentó Draco al pasar a su lado, dándole un golpe en la frente mientras hablaba.

—Qué pesado eres —se quejó el moreno—. Hermione, si alguna vez te aburres de él, que sepas que estoy a tu entera disposición.

—¡Aléjate de ella, pervertido! —Draco se posicionó al lado de su prometida, empujando al otro—. Si estás necesitado vete de fiesta y liga con alguien, pero no te acerques a mi prometida, Blaise.

—Qué chico más posesivo —se burló y los ojos grises del rubio se entrecerraron, una señal de peligro imaginaria dibujándose alrededor de él—. Era broma, Draco. Si sabes que yo soy un chico respetable, ¿o acaso crees que sería capaz de acostarme con una chica con la que prácticamente no tengo confianza simplemente por el hecho de que es guapa y tiene un cuerpazo?

Ginny enrojeció completamente y se atragantó con el agua que acababa de beberse. Hermione le dio unas cuantas palmaditas en la espalda mientras Blaise la miraba complacido. Ginny consiguió recuperarse rápidamente y entrecerró los ojos mirando a Zabini. Sin duda se estaba ganando todos los boletos que se rifaban para ganarse un puñetazo en la cara.

«Qué hijo de puta», pensó la pelirroja. «Es un cabrón de mierda. En mal momento me acosté con él».

—De hecho sí, Blaise, lo pienso —respondió Draco a la pregunta del moreno—. Porque es exactamente lo que haces.

—¡Qué mala imagen tienes de mí, Draco! Me rompes el corazón.

Theo, que se había mantenido al margen, se echó a reír ante esas últimas palabras contagiando con rapidez a Draco y a las chicas. Blaise frunció el ceño, pero decidió ignorar las risas que se estaban echando a su costa para pellizcar el muslo de Ginny.

La pelirroja saltó ante el toque y le dedicó una de sus peores miradas. La señal de peligro imaginaria que minutos atrás había rondado a Draco ahora estaba en la pequeña Weasley. Tras relajarse un poco, Draco obligó a Blaise a reservar una habitación en un hotel cercano e invitó a Ginny a comer con ellos, aunque la pelirroja fue rápida en declinar la oferta.

Prefería alimentarse a cucarachas por el resto de su vida antes que comer con Blaise tras lo sucedido la noche anterior.

—Bueno, yo me voy ya —se despidió Ginny—. Disfrutar de la comida.

Hermione y los chicos se despidieron de ella, y la pelirroja salió del apartamento de su amiga, emprendiendo el camino para volver a su casa. En su vuelta al piso, pasó por una tienda de ropa para llevarse una camiseta que había visto días antes y que le había gustado, cuando buscaba en el bolso su monedero para pagar se encontró con una pequeña tarjeta blanca y verde dentro de su cartera.

Le entregó el dinero a la dependienta mientras leía lo que estaba escrito en la tarjeta, extrañándose al darse cuenta que era de la clínica deontológica de los padres de Hermione. Giró la tarjeta para mirarla en el otro lado, aguantando un grito cabreado al ver escrito algo allí. Unas palabras que reforzaban la idea de que Zabini era imbécil.

Hotel Witchsource, habitación 402.

Te espero, pecosa.

B.Z.

P.D: Tienes unas piernas espectaculares, pelirroja, deberías utilizar faldas con más frecuencia.

«Maldito imbécil», pensó nada más leerla, pero de cualquier manera se guardó la tarjeta de vuelta en la cartera. Por si cambiaba de opinión.


La tarjeta que Zabini le había dado días atrás estaba tirada encima de la encimera de la cocina. La había mirado cada vez que entraba o salía del lugar, frunciendo el ceño y diciéndose a sí misma que tenía que tirarla, pero sin llegar a hacerlo.

Había algo que le impedía arrojarla al cubo de la basura. Algo llamado «lujuria» y que le prometía una gran noche si decidía hacerle una visita nocturna a Zabini. Y aunque la parte racional de Ginny le recordaba una y otra vez las razones por las que no debía ir a ese hotel, la parte más carnal le decía todo lo contrario. Y Ginny siempre se había llevado mejor con la segunda que con la primera.

A las once y media de la noche se encontró a sí misma debatiéndose entre sí tocar la puerta de la habitación 402 o salir corriendo de allí y no mirar hacia atrás. Terminó golpeando sus nudillos un par de veces contra la madera y esperando impacientemente a que el idiota le abriese antes de que terminase con un ataque de nervios.

Para su buena suerte, Blaise fue rápido en abrir y sin cruzar palabras se hizo a un lado y la dejó entrar. No tardaron mucho en abalanzarse sobre el otro y comenzar a devorar los labios ajenos. Blaise le quitó la camiseta con manos rápidas, le bajó la cremallera de la falda con la misma rapidez y en cuestión de segundos la pelirroja estaba solamente en ropa interior. Ginny tampoco se quedó atrás y se deshizo de las dos únicas prendas que cubrían al chico; su pantalón y su bóxer.

Blaise la cogió en brazos, obligándola a enredar sus finas piernas alrededor de sus caderas. La estampó contra una de las paredes de la habitación y bajó sus labios hasta el cuello de la chica, mordiendo con fuerza ganándose un tirón en el pelo como consecuencia. Siguieron de esa forma un rato, mientras las manos de Blaise recorrían los muslos de Ginny antes de subir una hasta la espalda ajena y desabrocharle el sujetador para tirarlo por algún lado.

Juntaron sus labios una vez más y rieron al separarse, respirando agitadamente y dándose cuenta de lo desesperados que parecían ambos para haberse acostado la noche anterior. Les recorría el ansía por repetir lo que habían hecho y ninguno de los dos iba a negarse a un poco de diversión nocturna.

Blaise la separó de la pared y con pasos torpes cayeron sobre la cama, el chico fue rápido en quitarle la última prenda que quedaba. En un abrir y cerrar de ojos el hombre ya se encontraba en su interior, moviéndose con fuerza mientras apretaba sus muslos y gemía su nombre sobre la piel de su cuello. Las uñas de Ginny se clavaban en la espalda ajena mientras sus piernas rodeaban el cuerpo sobre ella. Sus gemidos y jadeos perdiéndose contra el hombro de Blaise.

La desesperación y la velocidad aumentaron en su segunda ronda. La posición había cambiado y Zabini disfrutaba de ver a Ginny sobre él, botando sobre su cuerpo mientras el movía sus caderas hacía arriba para encontrarse con cada subida y bajada que daba la chica sobre su miembro. Sus gemidos se perdían en la habitación, sin llegar a traspasar las paredes de la habitación.

Cuando sus cuerpos colapsaron, presos del agotamiento, el reloj marcaba las cuatro de la mañana. Ninguno de los dos había tenido una noche así en toda su vida. La forma en la que conectaban sexualmente era explosiva y ambos eran conscientes de que no iban a renunciar a eso simplemente por ser quienes eran.

Eran las doce y media del mediodía cuando Blaise se despertó. Parpadeó varias veces y se movió por la cama dando varias vueltas, sintiendo sus músculos agarrotados y el pecho y la espalda ardiendo por las marcas que le había hecho la pelirroja con sus uñas. Se sentó sobre el colchón y se estiró, observando la nota colocada en una de las mesitas de noche. La cogió entre sus manos y se rió al leerla, tirándose de vuelta a la cama y disfrutando de unas horitas más de sueño.

Maldita pelirroja pecaminosa.

Una increíble noche, idiota.

La repetimos cuando quieras.

Ginny W.

PD: Ponte algo para los arañazos o no te vas a poder poner una camisa en mucho tiempo ;)


Pronto se encontraron envueltos en un círculo vicioso. Quedaban todas las noches para dar rienda suelta a su pasión hasta que el sol comenzaba a salir y ellos caían agotados sobre las sábanas. No había zona en la habitación del hotel que no hubiese sido profanada, y el apartamento de Ginny no se quedaba atrás. Ni los baños del club donde se enrollaron por primera vez. Ni los vestuarios de sus respectivos equipos de Quidditch. Ni el pobre sofá de la casa de Hermione y Draco.

No tenían problema alguno en dar rienda suelta a su pasión en cualquier sitio. Todas las posturas existentes las habían probado y todos los productos sexuales que quisieron probar fueron probados. Eran como una bomba cuando se juntaban y no tenían problemas en explotar cada vez que se unían.

Pero la boda de Draco y Hermione estaba cada vez más cerca y aquel día había sido elegido como el punto y final de esa extraña relación que tenían. Porque para su sorpresa habían dado un extraño paso cuando una noche Blaise no se fue del apartamento de Ginny y amanecieron juntos. Comenzaron a desayunar juntos, a almorzar juntos y a cenar juntos. Se contaban las y en más de una ocasión se vieron a sí mismos hablando después de una ronda de sexo, contándose qué cosas habían hecho ese día y discutiendo sobre trivialidades.

Sin embargo, a pesar de esa extraña confianza que se había creado entre ellos, los dos mantenían su intención de terminar con todo el día de la boda. Y no estaban dispuestos a cambiar de opinión.


Se encontraban desayunando en una cafetería cerca del hotel de Blaise. Después de una noche bastante movidita ambos habían necesitado un café muy fuerte para mantenerse despiertos. Ginny partía un trozo de su tarta con el tenedor mientras miraba a Blaise devorar las pastas de té que se había pedido.

—¿No sabes comer como las personas normales? —inquirió cuando vio las migas cayendo por la camiseta del hombre—. Hasta mi hermano Ron come de forma más humana que tú.

—¡No me compares con tu hermano! —rumió el hombre—. Soy una persona con hambre, no tienes derecho a juzgarme. Además estas galletas se despedazan con facilidad, es imposible que no se caigan trocitos en mi ropa.

—Ya, ya. —Le pelirroja sonrió burlona—. Deja de inventarte excusas para ocultar tus instintos animales más primitivos.

—Esos instintos no los muestro precisamente comiendo, si sabes a que me refiero. —Acompañó sus palabras de un movimiento de cejas y una sonrisa radiante, por lo que Ginny pilló al momento el mensaje tras esas palabras.

—Tendrás que explicármelo, entonces, porque no sé de qué me hablas.

—Oh, vamos, pecosa. Anoche fuiste testigo de esos instintos.

—¿Sí? Pues no fueron muy impactantes si ya no los recuerdo —se burló y él sonrió.

—¿Quieres que te enseñe qué tan animal puedo ser? —susurró Blaise con voz ronca y Ginny ignoró como su piel se erizaba—. ¿Mis más bajos instintos?

—Guárdatelos para alguien a quién le interese, Zabini. Yo tengo cosas más interesantes que hacer.

La pelirroja se levantó tras terminar el último trozo de tarta y se inclinó sobre Blaise, dejando que sus labios rozasen su oreja mientras hablaba.

—Tienes una gran imaginación —murmuró—, estoy segura que a lo largo del día se te ocurrirá algo para demostrarme esos bajos instintos de los que hablas. Tienes hasta hoy a las once.

Blaise se echó a reír mientras Ginny se alejaba. Esa mujer lo iba a volver loco.


Blaise y Ginny se encontraban tumbados sobre el sofá de la casa de la pelirroja. Las piernas de ella estaban subidas al regazo del moreno mientras comían las palomitas dentro del cuenco de plástico que reposaba sobre la barriga de la mujer.

Ella estaba vestida únicamente con la camisa del hombre y su ropa interior y él solo mantenía puesto su bóxer. Estaban viendo una película que Hermione le había recomendado, y Ginny no paraba de reírse ante las reacciones del otro al ver cada escena.

—¿De verdad nunca habías visto una película?

—Claro que sí, Pansy descubrió el cine en Estados Unidos y me obligaba a ir cada dos por tres —explicó y con su mano comenzó a acariciar una de las piernas de la chica de arriba abajo—. Y sé que esto es una televisión, pero no sabía que se podían ver películas en él.

—¿Tienes tecnología muggle en tu casa de Estados Unidos?

—Demasiada para mi gusto, Pansy descubrió una tienda de electrodomésticos cerca de donde vivimos y se pasa el día comprando cosas de ahí —suspiró—. Está obsesionada con los objetos muggles, dice que para ser seres no mágicos tienen unos inventos muy impresionantes.

—Oh, por Merlín. —La pelirroja se echó a reír—. Se parece a mi padre.

—¿También está obsesionado con las cosas muggles?

—Desde que tengo memoria, dice que es fascinante que sin necesidad de magia hagan funcionar tantos aparatos. —Volvió a reír—. A Hermione y a Harry los tenía atormentados preguntándole el funcionamiento de un montón de cosas.

Blaise se echó a reír y se reacomodó en el sofá. Ginny también movió sus piernas, acomodándolas mejor sobre el regazo del hombre y sonriendo al sentir como las caricias iban subiendo por sus muslos, pasando por debajo de la camisa y volviendo a bajar.

—¿Algún invento en especial que te haya llamado la atención?

—Los teléfonos móviles, y el internet. —Los ojos del hombre brillaron de tal forma que Ginny quiso echarse a reír—. ¿Sabes la cantidad de cosas que se pueden encontrar en internet? Ayer encontré una página con un montón de recetas de comida asiática.

—No sabía que te gustaba cocinar.

—No me gustaba al principio —confesó—, pero cuando Pansy comenzó a comprar utensilios electrónicos para la cocina le cogí el gustillo. Además que cuando vio que me ponía a experimentar con las cosas que compraba me regaló un libro de recetas.

—¿Y se te da bien?

—Todavía no he matado a nadie —bromeó—. Aunque quizá tú seas la primera.

—¿Me vas a cocinar? —inquirió en tono coqueto y él sonrió.

—Primero te voy a comer.

Blaise se abalanzó hacia ella, escuchando el cuenco caer y las risas de Ginny inundar el lugar mientras el mordía su cuello. Ninguno de los dos tenían problemas con que esa noche se repitiese.


El día esperado llegó en un abrir y cerrar de ojos. Hermione se encontraba delante del espejo, admirando el vestido, el maquillaje y el recogido que le habían hecho. Sus ojos marrones bajaban una y otra vez por su reflejo en el espejo, incrédulos ante lo que veían.

—Si sigues mirándote así te vas a desgastar, Mione —se burló Ginny y la chica soltó una risa nerviosa.

—¿Es normal estar histérica? —preguntó y volvió a reír—. Voy a llegar delante de Draco y me voy a empezar a reír como una loca.

—Bueno, lo raro sería que no sucediese algo así en vuestra boda —comentó con simpleza—. Los dos sois raros y vuestra relación es rara, es decir, ¿quién se declara en un maldito ascensor? Ustedes. ¿Quién le pide matrimonio a otra persona delante de un mercadillo de productos agrícolas? Malfoy. ¿Quién decide que la tarta tiene que tener la forma del libro «Historia de Hogwarts»? Ustedes, que sois raros a más no poder.

—Muchas gracias, Ginny, me alegra saber que tienes una imagen adorable de mi relación con Draco —ironizó la castaña y la otra mujer se echó a reír.

—De nada, cuando quieras te lo repito.

Hermione le lanzó una mirada de advertencia a través del espejo antes de que se girase y comenzase a caminar por la habitación. Histérica, nerviosa, desesperada. Narcissa y luna entraron poco después y se encargaron de tranquilizarla todo lo posible, alegando que no tenía que estar así. «Es tu día especial, cielo», había dicho Narcissa. «No tienes que estar nerviosa, Herms, es Draco. Solo Draco», comentó Luna. Y esas palabras parecieron surgir el efecto deseado, como si le hubiera chutado una dosis de morfina.

—Es verdad, es solo Draco y las doscientas personas que Cissy consideró necesario invitar —dijo la pelirroja y Hermione volvió a su recorrido nervioso.

—¿Por qué no te vas a ver cómo están los chicos, Ginny? —espetó Narcissa—. Aquí no eres de gran ayuda.

La pelirroja levantó las manos en el aire y se largó con una risa. Encima que se había tenido que resignar a soportar todo el rollo de la boda no podía reírse de su amiga. Otra razón más para no casarse en la vida y no volver a aceptar ser la dama de honor de nadie.

—¿Qué tal todo por aquí? —inquirió cuando entró en la habitación donde Draco, Theo, Ron, Harry y Blaise se preparaban.

—Draco está histérico, Blaise no se sabe atar la corbata y Ron está discutiendo con Harry por el último partido de Gales contra Rumania en Quidditch —explicó Theo antes de salir de la habitación—. SI consigues arreglar este desastre te regaló un día en un spa.

—Trato hecho. —La pelirroja sonrió y se adentró en la habitación.

Se acercó primero a Draco y le dio un toque en el brazo para llamar su atención, Draco se giró y la miró con el ceño fruncido. La mujer aumentó su sonrisa antes de enredar su mano en la corbata del hombre y tirar de él hacia abajo hasta tenerlo a pocos centímetros de su cara.

—O te relajas ahora mismo y me voy a encargar de que no llegues al altar —murmuró—. Y si llegas a la luna de miel será sin ese amigo que tienes entre las piernas, ¿entendido?

Draco asintió y Ginny lo soltó, le arregló la corbata y sonrió de nuevo. La mujer señaló el sofá que había en la habitación y sin necesidad de palabras Draco se sentó allí y dio un sorbo a la copa de whiskey que la pelirroja le sirvió a los pocos segundos.

—Ustedes —señaló la pelirroja y Ron y Harry la miraron—, si vais a discutir de gilipolleces al menos salir de aquí y preguntar en qué podéis ayudar, ¿o preferís que vaya a buscar a Pansy y le explique qué está pasando aquí?

Los dos negaron rápidamente con la cabeza y se fueron de la habitación. Si algo agradecía Ginny de que Hermione y Luna mantuviesen una relación con dos antiguos Slytherin es que Pansy había entrado en sus vidas. Esa mujer había conseguido causarle pánico a todos, incluso el señor Weasley y los gemelos le tenían miedo. A Ginny tampoco le sorprendía ese hecho, después de todo Pansy tenía un carácter y un mal humor que asustaría a cualquiera.

Por último se acercó a Blaise, éste luchaba delante del espejo para hacerse el nudo de la corbata de forma correcta y tenía cara de que iba a incendiar la corbata si no conseguía hacerlo.

—Aparta, imbécil —murmuró la mujer y empujó a Blaise hasta colocarlo delante de ella.

Con manos ágiles deshizo el nudo extraño que había hecho el chico y lo rehízo hasta colocar la corbata perfectamente. Le dio dos palmaditas en el pecho y le recolocó la chaqueta sobre los hombro, limpiando las pocas pelusas que se habían adherido a la tela.

—¿Qué haría yo sin ti, mi querida pecosa? —cuestionó el hombre teatralmente y Ginny trató de ignorar el escalofrío que recorrió su cuerpo ante esas palabras.

—Posiblemente utilizar la corbata para ahorcarte, y no queremos un muerto en la boda de tu amigo, ¿verdad?

—Verdad —sonrió Blaise y se inclinó hacia ella—. Ahorcarme no creo que lo haga, pero a un polvo rápido en el baño no te digo que no —comentó sobre su oído y la pelirroja lo golpeó.

—Ahórrate tus perversiones, Zabini —rumió la mujer—. Prefiero besar a un troll antes que acostarme contigo en la boda de mi mejor amiga.

—Me rompes el corazón.

—Tú no tienes de eso —se burló y el chico alzó una ceja—, los imbéciles como tú piensan y sienten con lo que tienen entre las piernas.

—Es mi amuleto de la buena suerte —comentó y Ginny se echó a reír.

—Claro que sí.

La mujer se giró y vio como Draco salía de la habitación junto a Theo. Frunció el ceño al darse cuenta de que no se había percatado de la entrada del otro hombre. Volvió su vista al frente y se alejó dos pasos de Blaise al ver una conocida sonrisa en su rostro. Algo le decía que estaba preparado para soltar una de sus gilipolleces.

—¿Sabías qué todas las personas que tocan mi amuleto tiene buena suerte? —inquirió el hombre y Ginny quiso darle un puñetazo—. Mucha suerte —recalcó.

—¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?

—Ya deberías saberlo.

La mujer iba a replicar una vez más pero en ese momento entró Narcissa a la habitación y les dijo que tenía que bajar ya, que la ceremonia estaba a punto de empezar. Ginny se giró y comenzó a caminar hasta la puerta, pero las palabras de Blaise la dejaron congelada en el sitio y se lamentó de no tener su varita cerca para maldecir al chico.

—Ya sabes, pecosa, que tienes una suerte de muchos centímetros.

Ginny salió de la habitación con los puños apretados, el rostro rojo y aguantando las ganas de reírse. Maldito Zabini pervertido y su pene gigante.


La ceremonia, para suerte de Ginny, fue bastante rápida. Draco y Hermione se relajaron en el momento en el que estuvieron frente al otro y se cogieron de la mano para encarar al juez. Se dieron un beso que no era apto para todos los públicos y en cuestión de minutos se encontraban en el salón donde se celebraba la comida.

La imagen de Blaise levantándose y golpeando su copa de champan llamó su atención y quiso golpearse la cara con un mano cuando dijo que quería decir unas palabras para los novios. Draco lo miraba como si fuese a matarlo en ese mismo instante y Hermione solo se reía por la situación.

—Queridos invitados e invitadas a esta espléndida boda, quería decir unas palabras para esta bella pareja que se acaba de casar —recitó y les dedicó su mejor sonrisa—. A pesar de que Draco no me ha elegido como su padrino, algo que es realmente ofensivo teniendo en cuenta que he sido su pañuelo de lágrimas toda la vida. —Draco hizo el amago de levantarse para pegarle pero Hermione lo mantuvo en su sitio—. Quiero decir unas palabras para nuestra pareja. Hermione, quiero agradecerte que aceptases casarte con Draco, todos aquí somos conscientes de que con esa forma de ser nadie lo iba a querer jamás y que lo más probable es que terminase envejeciendo rodeado de miles de gatos en su mansión. Calvo, gordo y arrugado. Al menos ahora te tendrá a ti a su lado, a pesar de lo mal que va a envejecer.

Draco volvió a hacer el amago de golpearlo, sus ojos grises parecían una tormenta a punto de desatarse y sus puños temblaban de lo mucho que los apretaba. Si Blaise Zabini iba a morir ese día, sería a manos del rubio.

—De verdad —prosiguió el moreno ignorando al rubio—, que gracias por casarte con él. En pocos días Theo se encargará de ingresar en tu cuenta de Gringotts la cantidad acordada y dentro de diez años serás libre de rehacer tu vida. —La mujer se echó a reír junto a todos los invitados mientras Theo rodaba los ojos y Draco se frotaba el puente de la nariz—. Es decir, ¿de verdad creías que esta chica se casaba con él por amor? Mirarla a ella y mirarlo a él, una diosa como la bella castañita no puede juntarse con un simple mortal desteñido como Draco. Es ilógico. —Hermione comenzó a reírse con fuerza mientras Draco la miraba incrédulo—. Y ahora Draco, mi queridísimo amigo de la infancia, a pesar de nuestras diferencias, sé que me adoras con todo tu ser, es decir, ¿cómo no adorarme? Soy lo mejor que te ha ocurrido en la vida. Y sé también que te vistes obligado a pedirle a Theo que fuera tu padrino, solo basta mirarle para darse cuenta de que es la única oportunidad que tendrá en su vida de ser padrino en la boda de alguien. —Fue el turno de Nott de tratar de pegarle, pero la mano de Luna alrededor de su mano lo impidió—. Y a pesar de ser un matrimonio arreglado para que no te mueras del asco el resto de tu vida, me alegra saber que disfrutarás de unos años felices antes de pudrirte en tu mansión rodeado de gatos y observando como tu pelo se va cayendo día tras día.

Draco se levantó y trató de agarrar a Blaise por el cuello para ahorcarle, pero el hombre fue más rápido y se alejó, sonriendo radiante y dedicándole una mirada rápida a Ginny antes de girarse hacia Hermione y lanzarle un beso.

—Y por último, recuerda mi querida castañita, que cuando te aburras de Draco puedes venir a buscarme a mí. Blaise Zabini, cazador de los Chudley Cannons, amante espectacular, cómico en mis tiempos libres y poseedor de un amuleto de la suerte entre las piernas. —Ante eso las tres mujeres que tenía más cerca reaccionaron de forma diferente, Narcissa se cubrió el rostro con las manos, Molly se echó a reír y Pansy cogió un tenedor entre sus manos—. También conocido como Blaisesilisco, si sabéis a lo que me refiero —El hombre movió sus cejas de arriba debajo de forma sugerente y todos comenzaron a reír—. Pues eso, buenas tardes, disfrutar de lo que queda de ceremonia y a las interesadas mi habitación es la 402 en el hotel Witchsource.

Pansy, Draco y Narcissa se levantaron al momento que el hombre dejó de hablar y Blaise salió corriendo de la sala mientras los dos Malfoy y la chica comenzaban a perseguirlo. Hermione se levantó y disculpó la rápida salida de su amiga, su marido y su suegra, comentando que tenían que deshacerse de una plaga repentina.

Todos comenzaron a reír y la comida prosiguió tras la vuelta de Draco, Narcissa y Pansy. Se sucedieron un par de discursos más y la velada se mantuvo amena y entretenida. Cuando la mayoría estaba disfrutando del postre, Ginny se fue de la sala y buscó a Blaise por el recinto.

—Un gran discurso —comentó la pelirroja al encontrarlo en el jardín—. Conmovedor. Se nota que salió de tu corazón.

—Siempre he tenido alma de poeta —replicó el hombre con una sonrisa.

—¿Por qué no has vuelto a la fiesta? Ya vamos por el postre y pronto la gente comenzará a bailar.

—No soy muy fan de las bodas, además, tengo la sensación de que si vuelvo Pansy me va a clavar un tenedor en el muslo. Draco la colocó a mi lado para mantenerme controlado —suspiró dramáticamente—. A las buenas personas siempre les toca relacionarse con los locos.

—Es verdad, pobre Pansy.

Blaise se echó a reír y palmeó en el asiento a su lado, invitándola a sentarse junto a él. Ginny se acercó con pasos rápidos, se colocó a su lado y dejó caer la cabeza sobre el hombro ajeno. La mano de Blaise no tardó en enredarse en las hebras pelirrojas, enredándolas en sus dedos antes de soltarlas.

—¿Por qué no estás tú en la fiesta? —inquirió entonces y Ginny suspiró.

—No soy muy amante de las bodas, si me mantengo aquí y no he huido es porque se lo prometí a Hermione. —Enredó su mano con la que Blaise tenía libre y jugó con sus dedos—. Es lo malo de ser la dama de honor, supongo. No puedes huir porque debes encargarte de que sea el día perfecto de la novia.

—Debería haber elegido a Pansy, entonces, con el miedo que genera a la gente la boda hubiera terminado hace horas y la gente ya estaría en su casa descansando. —Ambos se echaron a reír—. Aunque siempre podemos sacar algo bueno de esta experiencia, ¿no? Al menos yo me llevo un buen recuerdo.

Ginny captó enseguida a qué se refería y sonrió ligeramente.

—La habitación 402 nunca volverá a ser la misma —se carcajeó y Blaise soltó una risita.

—Tu apartamento tampoco, y el baño de ese club menos aún.

—Daños colaterales sin importancia.

Se mantuvieron en silencio un rato, sin ser conscientes de la pareja de recién casados que los observaban desde la distancia.

—¿Qué te parece si nos vemos esta noche en tu apartamento? —inquirió Blaise—. Nada mejor para cerrar un ciclo que donde empezó.

—Entonces te veo a las doce en el pub, a ver si tienes suerte y consigues convencerme para irme contigo a mi apartamento. —La mujer se levantó y se recolocó la ropa, sonriendo radiante.

—Me gustan los retos, pecosa.

Ginny le guiñó un ojo antes de dirigirse de vuelta al salón donde seguía la fiesta. Blaise suspiró, se levantó y pocos segundos después se siguió el mismo camino que la mujer.

—¿Has visto eso? —inquirió Hermione en voz baja, sintiendo el brazo de Draco rodearle la cintura con fuerza.

—Sí —murmuró él contra su cuello—. Theo me debe cien galeones, le dije que esos dos iban a terminar enrollándose.

Hermione rodó los ojos y le dio un codazo al hombre.

—No eso imbécil, me refiero a que para mantener una relación solamente sexual tienen una confianza extraña, esos gestos no son típicos de unos amigos con derechos. —Draco asintió distraídamente y Hermione le pellizcó—. ¿No te das cuenta?

—¿De qué?

—¡Qué se gustan, Draco! Sienten algo por el otro.

—¿Blaise siente algo por Ginny? —Hermione asintió—. ¿Ginny siente algo por Blaise? —La castaña volvió a asentir—. ¿Estamos en un mundo paralelo? Es la única explicación que le veo, es decir, ambos son anti-pareja, anti-bodas, anti-relación, su lema en la vida es «voy de flor en flor, porque no da dolor».

Hermione puso los ojos en blanco y pellizcó otra vez a su marido. Draco se quejó y le tiró de un mechó de pelo, ganándose un fuerte golpe en el brazo.

—Por muy raro que te parezca ellos pueden tener sentimientos por otra persona, Draco. —El chico asintió como si le hubiesen revelado una verdad universal—. Y te digo yo que se gustan entre ellos. Bastante si tienen esa confianza.

—Vale —dijo Draco y luego miró a Hermione—. ¿Y por qué eso debería importarnos?

—¡Porque son nuestros amigos, y por lo que he escuchado esta va a ser su última noche juntos!

—Es su vida, Hermione, si quieren cortar pues que lo hagan —replicó el hombre y se ganó otro pellizcó.

—¿Por qué me he casado contigo? —inquirió la castaña mientras se soltaba de su agarre y comenzaba a caminar de vuelta al salón de baile.

—Porque soy irresistible e iluminó tus días.

—Estoy segura que por eso no ha sido —replicó y luego sonrió—. Debe ser por la cantidad de galeones que voy a tener en mi cuenta esta semana. Theo es un gran amigo.

´—¿Por qué me he casado contigo?

Hermione se echó a reír y dejó que Draco la rodease con su brazo.

—Tenemos que buscar una forma de que no rompan, tendrían que darse una oportunidad —explicó la mujer.

—Nos vamos de luna de miel a las islas Fiji, amor, no podemos juntar a esos dos a cientos de kilómetros de distancia.

—Hay que darles tiempo para que se den cuenta de que echan de menos estar con el otro —replicó—. Y cuando eso ocurra ahí estaremos nosotros para juntarlos.

—En el contrato matrimonial no salía que tuviésemos que jugar a crear relaciones.

Se ganó otro pellizco en el brazo por su comentario y miró mal a Hermione, mientras esta entraba a la sala.

—Es una pena que no sepas leer la letra pequeña de las cosas, cielo.

—¿Por qué me he casado contigo? —repitió el rubio y Hermione sonrió radiante.

—Porque estás enamorado de mí, me adoras y nunca has podido evitar quererme.

Draco se echó a reír.

—Sí, debe ser eso. —Le dio un suave beso—. Pero esas son las mismas razones por las que tú te has casado conmigo.

—Desgraciadamente debo darte la razón.

Se rieron, se dieron un beso casto y entraron de nuevo al salón. No llevaban ni veinticuatro horas casados y ya estaban planeando otra boda.


Blaise se tumbó en la cama de su habitación. Reincorporarse a la rutina después de varias semanas fuera de Estados Unidos había sido más duro de lo que esperaba. Se encontraba exhausto tanto física como mentalmente. Hundió la cara en su almohada antes de abrazarse a ella para echarse a dormir, pero había algo rondando su mente que no le permitía caer a los brazos de Morfeo.

Dio varias vueltas por la cama mientras pensaba. No se había despedido de la pecosa. Había cogido con Pansy el primer vuelo que salía a Nueva York y tampoco había ido al bar como habían dicho. Aunque sabía que ella tampoco había ido, Pansy le había dicho que Ginny había salido a cenar con Luna y Theo aquella noche y que luego se había ido a su casa directamente, casi dos horas después de la hora acordada para verse.

No estaba seguro de sí le gustaba la forma en la que las cosas habían terminado. Se había formado una extraña complicidad entre ellos desde la primera vez que se acostaron y con el paso de los días se había extendido más allá de una simple relación carnal y casual.

Tú no desayuna, almuerzas y cenas con alguien con la que solo te acuestas. Tú no mantienes conversaciones sobre tu vida con tu amante del momento. Tú no vas de compras y a dar vueltas con alguien que se supone que has acordado tener una relación meramente sexual.

«Soy imbécil», se repitió mentalmente una y otra vez.

Dio más de veinte vueltas pensando en ella, en su sonrisa, en su risa, en su forma de responder a sus comentarios. Ginny era diferente en tantos sentidos que se le había metido en la cabeza de forma permanente y él no podía permitirse eso. No podía aceptar que la echaba de menos, que esa extraña relación había significado más de lo que planeaba.

Que sentía algo por ella a pesar de no haber planeado nada de lo ocurrido.

—Joder —murmuró contra la almohada, apretó los ojos y se quedó dormido.


Pasó casi un mes después de la boda de Draco y Hermione. A pesar de lo que había hablado con Blaise, no fue al club y poco después se enteró de que él tampoco se fue. El chico renunció a su puesto en los Chudley Cannons poco días después se volvió a Estados Unidos con Pansy, alegando que era un cambio demasiado grande y que no estaba dispuesto a hacerlo.

Nadie le reclamó nada, teniendo en cuenta cómo era Blaise no fue una sorpresa que cambiase bruscamente de parecer. Aunque Ginny se había querido reclamarle. Si quiso ir a aquella habitación de hotel y gritarle por hacer. Quiso ir y pegarle porque se fue sin despedirse de ella. Como si aquellas semanas no hubieran significado nada. Pero no lo hizo. Porque se suponía que, efectivamente, esas semanas no significaron nada. Habían sido solo dos personas acostándose porque se atraían.

Nada más allá de eso.

Pero no pudo evitar esa punzada de decepción que sintió en el pecho. Tampoco pudo ignorar esa especie de decaimiento que tuvo desde la marcha de Blaise. Era extraña la forma en la que su rutina diaria incluía en tantas facetas a Zabini, sus comentarios pervertidos y sus comentarios malintencionados y graciosos.

Sin embargo no iba a dejar que eso le afectase, era consciente de que Blaise había terminado formando parte de su día a día el tiempo que estuvieron acostándose, pero ambos habían decidió poner punto y final a lo que habían tenido. Y el solo pensar que no podía olvidar esas semanas y que lo echaba de menos era algo que la cabreaba.

Además se sumaba el hecho de que Hermione le había confesado después de volver de su luna de miel que era conocedora de lo que sucedió entre ella y Zabini, así que había tenido que soportar todas sus preguntas y recriminaciones.

—Deberías llamarle, lo echas de menos pero te niegas a aceptarlo. —Recriminaciones como la que estaba haciendo en ese momento—. Te gusta, te gustó pasar esas semanas con él, pero eres tan tonta que te niegas a reconocerlo. Y me pones de mal humor por negarte a tener una relación con él.

—Herms, te quiero mucho, de verdad que lo hago —suspiró la mujer—. Pero te juro que como vuelvas a sacar el tema te voy a ahogar en la bañera y después te voy a descuartizar.

La castaña parpadeó y miró a su amiga unos segundos antes de fruncir el ceño. Parecía tan descontenta con ella como siempre que el nombre de Blaise Zabini salía a relucir en sus conversaciones.

—Vale, haz lo que quieras —refunfuñó y se giró hacia otro lado.

Ginny hundió su cara entre sus manos y miró a Hermione tras unos cuantos segundos. Se mordió el labio inferior y suspiró con fuerza antes de soltar las palabras que tanto se había negado a pronunciar en voz alta.

—Sí, lo echo de menos.

Hermione se giró en su dirección y la miró incrédula. Ginny sintió como su cara se coloreaba ligeramente y carraspeó, tratando de recomponerse a sí misma tras confesar eso y le sonrió a su amiga.

—¿Qué? ¿No es lo que querías escuchar?

—¿Entonces vas a mandarle un mensaje? ¿Vas a contactar con él? —preguntó Hermione esperanzada.

—No —contestó la pequeña Weasley al instante.

Hermione solo puso los ojos en blanco y se volvió a girar. Si la pelirroja supiera lo que ella y Draco tenían preparado no estaría respirando en ese momento.


Blaise cruzó la puerta de aquel restaurante y se acercó hasta uno de los camareros, preguntándole por la reserva a nombre de Draco Malfoy. El hombre lo dirigió a la mesa y se sentó a esperar a la pareja. Jugó con el mantel entre sus dedos y levantó la mirada en el momento en el que alguien se sentó frente a él. No tardó en fruncir el ceño cuando enfocó a la pelirroja delante de él.

—¿Pecosa?

—Es una encerrona —dijo con sequedad—. Me lo olía desde que Hermione insistió tanto en que fuese puntual y que no podía faltar. La sutileza no es una palabra dentro de su diccionario.

—¿Qué?

—¿Tengo que hacerte un dibujo para que lo entiendas, Zabini? —inquirió burlona—. Una encerrona —pronunció cada sílaba con lentitud—. Vamos, que ella y Draco han planeado esto para que nos veamos a solas.

—¿Por qué?

—¿Es el día de las preguntas estúpidas? —La pelirroja rodó los ojos y Blaise comenzó a irritarse—. Hermione y Draco se enteraron de que estuvimos enrollados las semanas antes de su boda y este es su intento barato de hacer de celestinos.

—¿No sería más fácil que nos lo dijesen directamente o algo así? Parecen dos niños haciendo este tipo de cosas —se quejó el hombre y Ginny se encogió de hombros.

—¿Hubieras venido si te hubieran dicho que era un almuerzo conmigo? —preguntó ella y Blaise parpadeó sorprendido.

Se quedó en silencio. Incapaz de responder. La pregunta le había pillado por sorpresa, y a pesar de que también pasó por su cabeza la misma cuestión no se imaginó que Ginny lo diría en voz alta y de forma tan directa. La mirada de la pelirroja se mantuvo en él durante unos cuantos segundos antes de que la agachase.

—¿Ves? Por eso no nos dijeron nada. —La mujer se levantó y dejó la servilleta que había retorcido entre sus manos en el plato—. Disfruta de la comida, Blaise.

El chico se maldijo cuando vio cómo la pelirroja se alejaba con pasos rápidos. Se maldijo cuando se dio cuenta de su falta de reacción cuando se levantó. Y se volvió a maldecir cuando se dio cuenta de que su silencio había sido malinterpretado.

—Sí, hubiera venido —susurró y cerró los ojos, suspirando.

Pero era demasiado tarde.


Pocos días después del incidente del almuerzo, Blaise se encontraba comiendo con Theo, Hermione y Luna. La castaña le dedicaba miradas rápidas cada dos por tres que él se dedicaba a ignorar. Aquella tarde después del encuentro con Ginny se había levantado, se había ido y había plantado en el apartamento de la pareja recriminándoles por la encerrona.

Ellos se habían hecho los locos, pero no había colado y el chico no les había vuelto a dirigir la palabra hasta que Theo y Luna le habían invitado a comer con ellos y Hermione se había unido en el último momento.

—Me vas a desgastar de tanto mirarme, Granger —comentó y miró a Hermione con una ceja alzada—. ¿Qué quieres?

—¿Qué pasó con Ginny? Se ha negado a decirme una palabra sobre vuestro encuentro.

—Te dije que la encerrona era mala idea. —Blaise miró a Theo completamente ofendido por sus palabras.

¿Qué clase de amigos tenía que se dedicaban a hacer ese tipo de cosas? Él y la pelirroja habían puesto punto y final a su relación carnal hacía más de dos meses. ¿Qué necesidad había de sacarlo a flote? No lo entendía.

—Dime qué pasó —exigió la mujer, apuntándolo con el tenedor—. Y no me mientas.

—Nada, llegó, me dijo que era un encuentro planeado por ti y tu marido y luego se fue. Punto y final. No dijo nada más.

—¿Y tú qué le dijiste? ¿Te quedaste callado?

—A ver, ella vino hablando toda acelerada y para las dos únicas preguntas que me dio tiempo a formular me respondió como la mierda, así que tampoco era como si tuviese muchas ganas de soportar a tu amiga —replicó con el ceño fruncido—. Ese intento de juntarnos fue un fracaso y espero que no guardéis esperanza de que suceda algo entre nosotras. El pasado es pasado.

Hermione apretó los labios y frunció el ceño. Los tres observaron a Blaise levantarse de la mesa y dejar un par de billetes sobre el mantel antes de girarse y alejarse del lugar.

—Ginny solo habla rápido y responde de forma cortante cuando está nerviosa —dijo Luna de repente y Blaise ralentizó sus pasos—. Y ver a Ginny nerviosa es como ver a Draco moreno.

El hombre tomó una gran bocanada de aire y negó con la cabeza antes de reanudar su caminata a paso rápido, alejándose de aquel sitio y de las palabras que acababa de escuchar.


Ginny frunció el ceño cuando escuchó unos golpes en su puerta. Estaba a nada de acostarse en su cama, preparada para hundirse en los brazos de Morfeo, ¿por qué tenía que ir alguien a molestar? Y más a la una y media de la madrugada.

Se levantó y arrastró los pies hasta la puerta de entrada, su varita en mano por si era una visita indeseada. Abrió y se sorprendió al ver a Blaise parado frente a ella, respiraba agitadamente y tenía los ojos brillantes. El olor a alcohol la golpeó pocos segundos después y suspiró.

—¿Qué quieres, Blaise?

—Sí hubiera ido —murmuró arrastrando las palabras—. Si Draco y Hermione me hubieran dicho que era una comida contigo hubiera ido. Siempre iría. —La pelirroja lo miró incrédula y ladeó la cabeza, confundida.

—¿Qué? ¿A qué viene eso ahora?

—Me tomaste por sorpresa en el restaurante, no esperaba que me preguntases eso y por ello no respondí. Pero te doy la respuesta ahora —suspiró y la miró—. Hubiera ido, claro que hubiera ido. Llevó pensando en ti desde que me largué hace dos meses y me odio por ello. No sé supone que tendría que ocurrir esto, se supone que se terminaría el día de la boda y mírame aquí parado. —Se señaló con la mano y soltó una risa seca y sin humor—. ¿No es patético? Pensé que serías una amante impresionante y no me decepcionaste, el problema es que no contaba con que terminases tan…

—¿Tan qué? ¿Qué terminase cómo? —inquirió la pelirroja y el otro negó con la cabeza.

—Eres horrorosa, Weasley. —La mujer frunció el ceño y apretó los labios—. Eres como un tatuaje hecho en una noche de borrachera. Te has clavado debajo de mi piel, adhiriéndote a mí y recordándome día tras días que estás ahí a pesar de que se me pasó la borrachera —Ginny parpadeó y soltó una risa incrédula—. Odio cómo me haces sentir.

—Tú no eres mucho mejor, Zabini. ¿Acaso crees que yo esperaba que lo nuestro se transformase de la forma en que lo hizo? No quería sentirme tan cómoda contigo, no quería extrañar nuestras comidas, ni nuestras charlas, ni nada de lo que hicimos juntos. No quería. —Tomó una profunda respiración antes de continuar—. Se supone que terminaríamos el día de la boda, y que esto quedaría como un recuerdo de una aventura más. Pero no, todo contigo debe ser de forma diferente. ¿Sabes lo horrible qué es echarte de menos? ¿Sabes lo horrible qué es pensar que extraño pasar tiempo con una persona que se suponía que solo era sexo? Las cosas no salieron como yo había planeado y eso me cabrea.

—¡Tú fuiste la que me invitó a desayunar por primera vez! —reclamó él.

—¡Tú fuiste el que se quedó a dormir en mi casa cuando siempre nos íbamos cuando el otro se quedaba dormido!

—¡Tú no me echaste aquella noche!

—¡Tú tampoco me echaste a mi cuando me quedé dormida!

A cada reclamo que se hacían se iban acercando más y más, sus ceños fruncidos, sus puños apretados y sus rostros rojos por el enfado.

—¡Tú comenzaste las conversaciones después del sexo! —replicó la mujer.

—¡Tú no hiciste nada para cambiarlo!

Los reclamos siguieron, uno tras otro. Sus rostros estaban a pocos centímetros y cada bocanada de aire caía sobre los labios del otro. Cada reproche iba bajando de tono hasta convertirse casi en susurros que desvelaban más de lo que pretendían.

—Tú no hiciste nada para que lo nuestro siguiese después de la boda —suspiró Ginny y se alejó unos pasos—. Tampoco respondiste a mi pregunta en el restaurante y la única razón por la que estás aquí ahora mismo es porque te has tomado un par de copas.

—Tampoco es como si tú hubieras intentado seguir con lo nuestro, ¿no? —inquirió el hombre con una sonrisa irónica—. ¿Acaso era mi responsabilidad? Que yo sepa las parejas son de dos personas, Ginevra, no de una.

—Hubo un punto en nuestra relación en la que dejé de saber qué éramos, Blaise. ¿Cómo se supone que voy a luchar por algo que no sé qué es? —Agachó la mirada y retorció el cinturón de su bata—. No soy de las personas que toman decisiones precipitadas, no estaba dispuesta a apostar por algo que ni siquiera tenía nombre.

Se quedaron en silencio unos largos minutos hasta que Blaise lo rompió con el sonido de sus pasos retrocediendo. La pelirroja levantó la mirada y apretó los labios al ver como Blaise se daba la vuelta, dándole la espalda.

—Buenas noches, Weasley. Siento mucho haberte molestado. —Y se fue.

Ginny se quedó mirando la pared en frente de ella unos minutos antes de cerrar la puerta, girarse y largarse a su cama. Se tumbó y soltó un grito frustrado contra la almohada. Nunca en su vida había tenido tantas ganas de besar y pegar a alguien a la vez.


Pasó casi un mes después de aquella visita nocturna. Blaise volvió a Estados Unidos pocos días después y Ginny decidió concentrarse de lleno en los entrenamientos con su equipo. Se sentía un poco decepcionada (una vez más) por la forma de actuar del hombre, más aún después de que ella casi confesase que sentía algo por él. Todavía no sabía que nombre ponerle a lo que sentía y por eso no se había atrevido a decirlo en voz alta, clara y directa cuando habló con Blaise, pero lo dejó entrever. Y él se fue.

Así que ahí tenía su respuesta.

Llegó al estadio unos minutos antes para comprobar las condiciones de todo el material antes del partido contra los Chudley Cannons. Se suponía que ese día el equipo contrario presentaba a su nuevo jugador, que habían mantenido oculto por más de dos semanas y Ginny estaba desenado saber con quién tendría que enfrentarse su equipo.

Se dirigió a los vestuarios y se puso el uniforme antes de coger la escoba y comenzar a recorrer el lugar. Tras un par de vueltas, descendió hasta las gradas destinadas para los fans del equipo visitante y caminó por los bancos de madera lentamente, perdiéndose en sus pensamientos mientras avanzaba con lentitud.

Sintió unas manos rodearla de repente y un cuerpo pegándose al suyo por lo que se tensó y se preparó para golpear hacia atrás a quién fuera que la estaba tocando de esa manera, pero una risa burlona y las palabras que la precedieron evitó que lo hiciese.

—¿Te he asustado, pecosa? —inquirió Blaise con tono burlón y luego se echó a reír.

La chica se giró en su agarre y colocó sus manos sobre el pecho del hombre, ladeando su cabeza y alzando una de sus cejas. El moreno sonrió radiante y apretó su agarre alrededor de su cintura.

—¿Qué haces aquí?

—Soy el nuevo cazador de los Chudley Cannons —comentó con una sonrisa.

Ginny se libró de su abrazo y dio varios pasos hacia atrás, cruzando sus brazos sobre su pecho mientras miraba al hombre inquisitivamente.

—¿Qué te lleva a creer que puedes venir aquí y ser tan confianzudo?

—Bueno, no hay nada de ti que no haya visto. —La mujer apretó los labios y entrecerró los ojos—. Y que me pareció más adecuado para hacer la pregunta.

—¿Qué pregunta? —inquirió desconfiada y Zabini sonrió en grande.

—¿Vendrías a cenar conmigo? Hay un restaurante italiano nuevo en la ciudad que me han dicho que está buenísimo.

—¿Por qué debería ir a comer contigo?

—¿Por qué no deberías? Estoy tratando de hacer las cosas bien esta vez.

Ginny tragó saliva y descruzó los brazos. Eso sí que no se lo había esperado. Blaise parecía decir todo aquello en serio, sin fingir nada, sin bromear al respecto. Dio un paso hacia adelante y parpadeó varias veces antes de sonreír.

—Pues pásame a buscar a las nueve y media, salir a cenar a la una y media de la madrugada no es lo mío.

Blaise se echó a reír y se inclinó ante ella antes de girarse y dirigirse con el resto de sus compañeros. Ginny se mordió el labio inferior para no sonreír y se montó en la escoba para descender al campo junto a su equipo.

Ambos tenían algo en el pecho que les gritaba que, esa vez, todo saldría bien.


La cena fue divertida, amena y muy diferente a todas las que habían tenido aquellas semanas anteriores a la boda de Draco y Hermione. Pero la forma de acabarla fue igual que todas las que habían tenido meses atrás.

Sus labios se volvieron a conectar una vez más cuando se encontraron dentro del nuevo apartamento del hombre. Las manos de Blaise fueron rápidas en bajar la cremallera del vestido de Ginny, y de deslizar éste por su cuerpo hasta dejarla solamente en bragas. Ella tampoco tardó en deshacerse de la ropa del chico, arrancándole la camisa a tirones y desbrochando sus pantalones con rapidez para bajárselos junto el bóxer.

Tratando de no tropezarse mientras caminaban a ciegas llegaron a la cama. Cayeron sobre las sábanas azules y Blaise comenzó un recorrido con su lengua desde el cuello pálido de Ginny, descendiendo por su pecho y ombligo hasta llegar allí abajo.

La mujer gimió y enredó sus dedos en el pelo de Blaise cuando se deshizo de sus bragas y hundió su lengua en su entrada. Curvó su espalda, dobló las piernas y jadeó con fuerza cuando el hombre comenzó a penetrarla con su lengua.

Blaise la penetró con uno de sus dedos pocos segundos después, frotando a su vez el pulgar contra el clítoris de la mujer. La pelirroja gimió con fuerza y tiró de él hacía arriba, juntando sus bocas en un beso húmedo y que la hizo gemir al sentir su sabor en los labios ajenos. Otro dedo se unió y pronto ambos fueron retirados para ser reemplazados por el miembro del hombre.

Ginny clavó sus uñas en la espalda de Blaise y se retorció cuando el chico comenzó a embestir lentamente. Sus finas manos bajaron hasta el culo del hombre y apretó, instándole a ir más rápido, más fuerte, más todo. Él le dio lo que deseaba y comenzó a embestir con fuerza y rapidez. La cama crujía a cada choque y ellos trataban de callar sus gemidos contra los labios del otro, fallando estrepitosamente.

—J-joder —gimió la pelirroja cuando la boca de Blaise bajó y rodeó uno de sus pezones con la lengua, tirando de él antes de chupar con fuerza.

De repente el ritmo se redujo inesperadamente y ella jadeó descontenta. Blaise se acomodó mejor sobre la cama y recorrió con sus manos los brazos de la chica hasta entrelazar sus dedos con los ajenos. Comenzó a embestir lentamente pero de forma certera, llevando a la chica delirar por el placer otra vez.

—¿Te das cuenta que el sexo es una gran parte de nuestra relación? —inquirió él entre gemidos.

Ginny soltó una extraña risa y asintió varias veces antes de responder—. Si cada vez que tengamos sexo va a ser así de increíble no me voy a quejar.

Fue el turno de Blaise de reír y el ritmo se ralentizó incluso más.

—¿Eso quiere decir que habrá una segunda vez, una tercera, una cuarta y una quinta?

Ginny puso los ojos en blanco y subió sus piernas de las caderas del chico hasta su cintura, apresándolo entre sus muslos. Jadeó cuando el golpeó dentro de ella otra vez y apretó el agarre de sus manos mientras respondía al suave beso que Blaise dejó en sus labios de repente.

—Todas las que quieras, Zabini —suspiró y luego, tras morderse el labio inferior y pensárselo detenidamente soltó el resto de la oración—. Sin embargo, a partir de ahora solo voy a tener sexo con mi pareja.

Si Blaise estaba sorprendido no lo demostró en el rostro, aunque la pérdida de constancia en sus embestidas le dejó saber a Ginny que lo había descolocado con sus palabras. Él se inclinó hacia ella y volvió a juntar sus labios antes de volver a aumentar el ritmo.

—Me alegra saber que me serás fiel, Weasley —jadeó—. No me gustaría enterarme que mi novia se acuesta con otros.

El gemido de Ginny se mezcló con su risa nerviosa y volvieron a unir sus labios. Separaron sus manos, las de él colocándose a cada lado del cuerpo de ella y las de Ginny enredándose en el cuello ajeno.

—Lo mismo va para ti —jadeó ella tras unos segundos—. No soy del tipo de personas que tienen pareja, así que no la cagues.

Blaise notó la seriedad tras esas palabras y asintió antes de volver a unir sus labios. Ambos estaban dando ese paso tan peligroso, y pondrían todo su empeño en que las cosas saliesen bien.

….

A esa noche le sucedieron muchos días prácticamente iguales, con la única diferencia de que ahora había un nombre para lo que tenían. Había una etiqueta que los definía como una pareja y ambos estaban dando lo mejor de sí mismos para que funcionase. Llevaban mucho tiempo sin estar con nadie, pero habían encontrado una forma de complementarse el uno al otro y todas las dudas que habían surgido en ellos cuando se imaginaron juntos meses atrás quedaron disipadas.

Pronto los días se vieron convertidos en semanas, éstas en meses y los meses en años. Tres, concretamente. Tres años donde fueron consolidando su relación, conociéndose el uno al otro de todas las formas posibles, disfrutando de la compañía, aceptando sus sentimientos, diciéndolos en voz alta y, claro está, disfrutando del buen sexo.

Tres años en los que habían dado muchos pasos que no se habían imaginado capaces de dar. Y ahora ahí estaba ella, en otra boda más. Pero en esa ocasión no era Hermione la que se casaba sino Luna.

Ginny estaba sentada en la primera fila, su mano entrelazada con la de su pareja mientras observaban al ministro dictándole a Theo las palabras que debía decir. Sintió a Blaise removiéndose unos segundos antes de que se inclinase en su dirección, susurrando algo en su oído que la hizo reír.

—Tenemos que firmar un trato con Draco o con alguien —murmuró—, para que el día que nos dé por casarnos nos peguen un tiro. No entiendo que le ve a la gente a las bodas. Son un coñazo. Además que el traje me pica.

—No te preocupes, creo que después de todas las pegas que hemos puesto para preparar la boda de Theo y Luna los que nos matarán si decidimos casarnos serán ellos. —Blaise soltó una ligera risa—. ¿Te imaginas una boda para nosotros? Sería tan raro. No me lo quiero ni imaginar.

—La tarta en forma de pene —murmuró y Ginny rodó los ojos—. Y todos los platos afrodisiacos. Y la temática que sea de juguetes sexuales. Si me voy a casa al menos que me divierta con los gritos escandalizados de la gente.

—No necesitamos casarnos para escandalizar a la gente.

Chocaron los puños y sonrieron traviesos al pensar en la tarta gigante con una stripper dentro que había contratado para sorprender a los novios. Porque podían pasar muchos años que Ginny seguiría pensando que las bodas eran una gilipollez, que encontrar el vestido perfecto era de personas histéricas y que el dinero que pedían por esos trozos de tela feos era exagerado. Pero al menos tenía a un idiota a su lado que pensaba exactamente igual que ella.

—Oye, pecosa —la llamó Blaise.

Los dos se encontraban paseando por los jardines del lugar tras ser expulsados por los novios cuando recibieron su regalo de bodas.

—¿Qué? —cuestionó.

—Mi habitación es la 402 en el hotel Witchsource —le dijo y sonrió—. Tengo un amuleto entre las piernas que le da suerte a quién lo toque.

Ginny solo pudo echarse a reír.


¡Y ya está! Espero que os haya gustado, me pasé todo el día de ayer escribiéndolo y estaba súper emocionada por subirlo, luego me di cuenta que FF estaba caído y me dieron ganas de reventar el portátil xD

Mi querida Gizz, espero que te gustase tu regalo. Tiene Blinny, y mención al Dramione y al Thuna, así que espero que hayas disfrutado al menos un poco de este desvarío mío xD (Si esperabas que fuera Redención sorry, pero quiero dejar un margen más grande de actualización entre los capítulos para organizarme xD). Lof u *inserte corazón*


Por si hay curiosidad: escribí todo el OS escuchando las canciones de EXO, pero el título viene por la canción de Crazy in love de Seventeen xD


¿Me merezco un review?

Besos y abrazos,

AliciaBlackM.