Capitulo 1
- ¡Emma, pero si no sabes ni a donde ir! - Gritó Mary Margaret mientras corría detrás de Emma.
- ¿Y qué? ¡Los encontraré, los buscaré en el infierno si es preciso!
Acababan de salir de la mina y se dirigían hacia los muelles en busca de Henry. Emma no sabía donde se encontraba su hijo, pero su intuición le decía que lo encontraría allí.
Cuando llegaron a los muelles encontraron a Henry en manos de sus secuestradores, Greg y Tamara. Al verlos, tanto la familia Charming como Regina, aceleraron el paso para conseguir alcanzarlos antes de que pudieran escapar. Conforme se iban acercando a ellos, Greg sacó un diminuto objeto de sus bolsillos y lo lanzó al agua.
- La última judía. ¡Han abierto un portal! - dijo Regina mientras notaba como sus pies, por una milésima de segundo, vacilaban y amenazaban con detenerse en un evidente estado de shock.
- ¡HENRY!
En el instante en que la judía mágica tocó el mar, un remolino verde se formó en el agua permitiendo a los dos secuestradores y al niño adentrarse a través del portal hacia un nuevo mundo.
- ¡NO, NO, NOOO! - Gritó Emma cuando vio como su hijo desaparecía por el portal.
El portal se estaba cerrando, no le quedaba mucho tiempo y no podía abandonar a su hijo, aunque eso significase adentrarse a un mundo completamente desconocido para ella.
- No pueden quitarnos a Henry. - dijo Emma antes de saltar hacia el portal y precipitarse al vacío.
Emma se despertó sobresaltada en medio de la noche. Miró a su alrededor tratando de adaptarse a la oscuridad. La luz de la Luna se filtraba por una pequeña ventana revelando lo que parecía ser un pequeño camarote de un barco. El Jolly Rogers.
El peso de los acontecimientos del día anterior recayó sobre la rubia como un jarro de agua fría. No había sido un sueño. Esos desgraciados de Greg y Tamara se habían llevado a su hijo a Nunca Jamás.
Miró a su alrededor, centrándose en la cama vacía que estaba situada a pocos metros de la suya. Al parecer, su compañero de cuarto tampoco podía dormir. Y no era de extrañar, ya que se trataba de la otra madre de su hijo. Su inicialmente enemigo y actual aliado, su "abuelastra", la mujer que tantas veces había tratado de matar tanto a su madre como a ella, la mujer por la que se había criado sola en familias de acogida y orfanatos, la Reina Malvada.
No. Ella ya no era la Reina Malvada. No después de haber salvado a todo Storybrooke, no después de haber arriesgado su vida y estar dispuesta a perderla para ser la mujer que su hijo quería que fuera. No. Ella ahora era Regina. Regina, la otra madre de su hijo, su compañera de cuarto.
"Si no conseguimos matarnos en todo el viaje, será todo un logro" pensó Emma, recordando la razón por la que habían llegado a esa situación.
Tras la inmersión a través del portal, y después de haber organizado sus puestos en el barco, habían procedido a la distribución de camarotes.
El Jolly Rogers contaba con una gran cantidad de camarotes, pero la falta de tripulación durante tantos años había reducido el número a cuatro, entre los que se encontraba el camarote del capitán. El resto había sucumbido a la suciedad, la humedad y el olor mohoso que se filtraba por la nariz como veneno.
David y Mary Margaret se instalaron en el segundo camarote, ya que el primero había sido ocupado por un Sr. Gold que había cerrado a toda prisa su puerta mostrando su obvio desagrado por compartir camarote con alguien. Era por eso que las posibilidades de Emma se redujeron a dos: compartir el camarote con Hook o con Regina.
Dado que a ninguna de las mujeres le agradaba la idea de compartir algo con Hook, especialmente su camarote, decidieron establecerse juntas en el único camarote que quedaba, el que se encontraba entre el de David y Mary Margaret y el de Hook.
"Va a ser un viaje muy largo…" pensó Emma mientras soltaba un largo suspiro.
Emma bajó de la cama y cogió su abrigo antes de salir a cubierta. Era más que probable que Regina se encontraría allí, pero necesitaba aire para despejar su mente de la niebla que se había apoderado de su cabeza tras los últimos acontecimientos.
Subió los últimos escalones que llevaban a cubierta, y en el segundo en que sus pies tocaron cubierta, una ligera brisa marina rozó su cara, removiendo sus rizos rubios.
Emma se dirigió hacia uno de los laterales del barco, se recostó en la fría madera y cerró los ojos ante esta sensación, permitiendo que su cuerpo se relajara por unos segundos con el olor del mar, el sonido de las olas rompiendo contra el casco del barco y el vaivén de este.
Pasaron varios minutos antes de que un carraspeo detrás de ella y un ligero olor a manzanas la sacaran de sus pensamientos.
- Deberías estar descansando. - Dijo Regina mientras se apoyaba al lado de Emma con la vista fija al mar.
- Si, bueno, creo que no soy la única que no está haciendo lo que debería hacer… - Respondió Emma con una sonrisa cansada.
La presencia de Regina no es que no fuera bienvenida, pero su sola presencia era un cruel recordatorio de lo que le había pasado a Henry. Aunque suponía que a la morena le ocurría lo mismo.
- Yo no necesito descansar, señorita Swan, tengo más experiencia que usted con el uso de la magia.
- Hace dos días fuiste secuestrada, torturada con descargas eléctricas y empleaste una gran cantidad de magia para salvarnos a todos. Creo que no soy precisamente yo la que más necesita descansar.
- Eso no es de su incumbencia, Sheriff - contestó Regina, claramente irritada.
Había estado a punto de morir dos veces en menos de dos días, y aun se sentía débil, pero no podía dejar que nadie lo supiera, no podía mostrar su debilidad… No cuando tenían que ir a rescatar a su hijo, y el hecho de que la rubia siempre fuera capaz de ver tras su máscara no hacía más que aumentar su irritación e impotencia.
- Claro… - respondió la rubia secamente.
Emma había retrocedido, y estaba a punto de irse, cuando una mano en su antebrazo la detuvo. Poco a poco, se dio la vuelta hasta encontrarse cara a cara con Regina.
- Lo siento… Yo… - Regina no sabía que decir. Se había prometido a si misma que no mostraría signos de debilidad, pero ahí estaba otra vez delante de Emma, dejando que su máscara cayera como lo hizo aquel día que Henry se quedó atrapado en la mina, como aquel día en que la rubia la había empujado contra las taquillas del hospital, como aquel día cuando Emma salió detrás de ella tras abandonar el bar de la abuelita, como hace un día en la mina cuando la suplicó que la dejara morir.
- Está bien - respondió Emma en un suspiro.
Pasaron varios minutos en un silencio no demasiado incomodo antes de que Emma lo rompiera.
-¿Crees… Crees que lo encontraremos? - preguntó tímidamente.
- ¿En serio, Sheriff? Es nieto de Blancanieves y el Príncipe Encantador - dijo Regina con una pequeña sonrisa dibujada en la cara. - "Le encontraremos. Siempre le encontraremos" - se burló.
- Oh dios… - gimió mientras apoyaba la cabeza en la madera. - No me extraña que lanzases la maldición si estaban todo el tiempo con esa tontería de "te encontraré, siempre te encontraré". - la risa de Emma inundó la noche. Una suave risa sonó a su lado, procedente de la morena.
Emma la miró consternada. Era la primera vez que oía a Regina reírse de ese modo, suave, relajado. Era extraño a sus oídos, pero tranquilizante.
- Deberías reír más a menudo, Regina. Te sienta bien.
- Bueno, querida, es difícil reír cuando tienes a todo el pueblo detrás de ti intentando matarte. - contestó burlonamente.
- Claro, porque es muy normal que la gente se quede de brazos cruzados cuando han sido maldecidos durante casi treinta años. - respondió la rubia irónicamente. - deberías haberles invitado a pastel de manzana para formalizar la tregua.
Otro par de carcajadas resonaron en el aire. La verdad es que no sabían porque estaban riéndose, quizá la tensión de toda la situación provocó esto, pero lo que si sabían es que se sentía bien; y ambas se permitieron estos minutos de "diversión" para poder seguir haciendo frente a lo que les vendría.
Pocos minutos después, las risas cesaron y el silencio volvió a reinar en el aire.
- Siento lo de Neal - la voz de Regina rompió el silencio con un suave susurro apenas perceptible.
- Pensé que no te gustaba.
- Bueno, tampoco me gusta usted, Sheriff, pero eso no significa que la quiera ver muerta. - Emma arqueó una ceja ante esto. - Al menos no ahora. - Emma puso los ojos en blanco.- Señorita Swan, usted es importante para Henry y si eso significa que tengo que ser más cordial, lo seré.
