EL REGRESO DE TOMOE
POR HITOMI—DONO
¿¡De dónde salió!? ¡Kenshin…. esa mujer te busca y dice conocerte! ¿Tomoe en la era Meiji, viva? Ahora cómo podrán casarse en paz cuando el primer amor de la vida de Kenshin está, ha regresado. ¿Tomoe o Kaoru?
Prólogo: La extraña mujer que llegó a Tokio
El tiempo ha pasado. Desde que Sanosuke se marchó el dojo Kamiya ha estado lleno de recuerdos. Han pasado dos años, y la última vez que tuvimos noticias de nuestro amigo fue hace 9 meses, pero está bien para mí. Cada quien tomó caminos diferentes y yo debo tomar el mío también. Les podría decir que todo es como siempre pero les estaría mintiendo. Hace poco Kenshin me pidió la mano como su esposa; yo lo amo desde hace tanto que mi respuesta fue obvia. Él y yo estamos comprometidos. Ahora Kenshin, Yahiko y yo vivimos en el Dojo Kamiya Kashin Ryu, todo es tranquilo y armonioso, como lo fue al principio, con la llegada de Kenshin.
Era un domingo por la mañana, la mañana era soleada y los mercaderes empezaban a poner sus puestos en el centro de la ciudad. Kenshin se encuentra tendiendo la ropa limpia en el patio y Yahiko está sentado en el pasillo cómodamente. Kaoru movía las pestañas dejando ver sus ojos color esmeralda, acababa de despertar y se sentía llena de energía. Se levantó y se dispuso a salir.
—Buenos días —Saludó Kaoru a ambos hombres.
—Buenos días, señorita Kaoru… es una bonita mañana. — Respondió Kenshin sonriendo mientras seguía con sus labores y Yahiko la ignoró completamente.
—Kenshin, por favor pon a calentar agua para que me bañe. —Pidió Kaoru al pelirrojo.
Él asintió con la cabeza, y la Kendoka se dispuso a introducirse a la cocina, pero antes de que ella pudiera caminar hacia ella, Yahiko le había dado un golpe en la cabeza con su espada. — ¿¡Pero qué te pasa!? —Se quejó la chica y el niño la miró con furia.
— ¡Si te piensas casar con Kenshin deberías empezar a actuar como una mujer, si sigues con esa actitud Kenshin se va a fijar en otra linda chica! —Kaoru fulminó a Yahiko con la mirada.
— ¿Oro? —Se sorprendió Kenshin. Kaoru se sonrojo levemente.
—Yahiko, tienes razón. Perdóname, Kenshin. —La pelinegra salió de ahí y se dirigió a la parte trasera del patio para calentar su agua por sí misma.
—Yahiko, deja en paz a Kaoru. No la presiones… yo lo hubiera hecho sin ningún problema. — Sonrió Kenshin y Yahiko respondió a su mirada con el ceño fruncido.
— ¡Vamos Kenshin, deja de hacer eso! Tú eres un hombre y los hombres pelean; ¡no hacen los quehaceres de la casa! —El pelirrojo miró seriamente a Yahiko.
—Eso es mentira. La señorita Kaoru me ofreció amablemente estancia en su casa, lo mínimo que puedo hacer es ayudarla. —Terminó de tender la ropa y se dirigió a la parte trasera.
Al rato, Kaoru se encontraba prendiendo fuego. —Disculpe, Kaoru—dono. —Ella volteó y observó al pelirrojo con una sonrisa amable.
—Kenshin, ¿qué sucede? —Preguntó Kaoru.
—Déjeme ayudarla, lamento mi descortesía. —El hombre se hincó y empezó a prender fuego de una manera muy rápida.
— ¿Kenshin? —El pelirrojo volteó y sintió repentinamente el puño de Kaoru en su cara.
— ¿¡Oro!? —Kenshin tenía ojos de espiral. Kaoru siempre lo sorprendía.
—No quiero ser una inútil, perdóname Kenshin pero yo lo haré; no vuelvas a hacer nada, yo me encargaré de todo.
Kenshin miró a Kaoru con sorpresa, ya que jamás creyó que ella haría o diría eso. —Kaoru, ¿Por qué lo haces? —Ella se levantó y su rostro se pintó de un tono rosado en las mejillas.
— ¿Recuerdas lo que me dijiste hace un mes en el día de Tanabata? —Kenshin se sobó la barbilla intentando recordar.
— ¡Ah! ¿Se refiere a que creí haber visto pornografía en el cuarto de Yahiko? —Preguntó, inocentemente el pelirrojo. Kaoru cayó al estilo anime y Kenshin rió divertido.
— ¡No! —gritó Kaoru furiosa. — Me refiero a…
—Se refiere a cuando le pedí que se casara conmigo ¿cierto? —Intervino Kenshin. Kaoru miró tiernamente a su ahora prometido.
—Sí.
Kenshin sonrió a la chica. — ¿Acaso se arrepiente Kaoru?
— ¡No! No… quiero ser una buena esposa y si haces todo no aprenderé, así que ahora déjamelo a mí… yo lavaré y haré de comer y pondré el baño para los dos. —Kenshin sonrió gentilmente y Kaoru supo que jamás podría olvidar esa sonrisa.
— ¿Entonces ahora se quiere bañar conmigo? —La interrogó Kenshin. Kaoru tomo algunas piedras y las aventó hacia Kenshin, quien salió corriendo.
— ¿¡Oro!? —gritaba, mientras huía de las piedras de la chica.
— ¡Idiota, cuando dije agua para los dos no me refería a eso! —Siguió lanzando piedras mientras la rodeaba un aura de batalla.
Ya era medio día y los tres estaban sentados en los cojines. Yahiko y Kenshin miraban a Kaoru como zombies, — ¿Qué les pasa? —Pregunto con horror la chica.
— ¡Fea, se te olvido que somos seres humanos! —Kaoru lo fulminó con su mirada.
— ¿¡Por qué me dices fea si no he hecho nada malo!?
— ¡Esa es la razón por la que estamos enojados! ¡No has hecho nada y tenemos hambre! —Kaoru recordó que ellos no habían comido desde la mañana y rió apenada.
—Perdón… ¡vengo en seguida! Como fui al Akabeko sin ustedes, yo si comí, y los olvidé a ustedes. —Se dirigió a la cocina, burlándose de Yahiko. — ¡No hay nada!
Sus gritos se escucharon desde afuera y los dos hombres cayeron al suelo. —Perdón, iría al mercado, pero como ya es tarde los invitaré a comer en el Akabeko. ¿Les parece?
Ambos asintieron y salieron detrás de Kaoru, que como siempre, había olvidado alguno de sus quehaceres.
Al llegar al centro, se sorprendieron con la gran cantidad de personas que había. — ¡Miren hay mucha gente! —grito Yahiko. Los tres caminaron frente a la plaza y observaron a toda la gente que venía de distintos lugares; les llamaron la atención los puestos de brujería de la antigua China, que visitaban Japón muy seguido.
—Esos hombres… —Kenshin observó a los mercaderes con desconfianza.
El Akabeko estaba lleno, algunos mercaderes comían y la mayoría eran hombres que tomaban sake y celebraban. —Kenshin, ¿por qué mirabas así a esos hombres? —Preguntó Yahiko confundido.
— ¿Cuáles? —Kenshin estaba distraído viendo a los hombres que estaban realmente ebrios.
—Kenshin, ¿tenían algo especial esos brujos de China? —Se interesó Kaoru, captando la atención del pelirrojo.
—Verán, en la era Tokugawa habían alianzas secretas con China, normalmente exportaban armas con los Shùshi zhànshi, unos brujos que solían escabullirse por las islas pequeñas. Ahí dejaban sus cargas y regresaban a su país sin problemas, poco después fueron descubiertos fueron aniquilados. Al enterase el gobierno de China de de la masacre, mandaron a unos guerreros de elite a cobrar venganza. Terminaron con los que pudieron. Sólo uno sobrevivió, yo me enfrenté a él, pero no fue más allá que un pequeño enfrentamiento. Probablemente, él pudo escapar, ya que en esos tiempos Battousai el destajador aún andaba por las calles. Si hubiera podido lo habría matado…
Kaoru y Yahiko escucharon atentamente. — ¿Y ellos tenían algo que ver? —Kenshin recordó a los hombres.
—Su vestuario se me hizo conocido, y me recordó todo eso. Es todo… —Calló, los tres siguieron disfrutando de su comida sin conversar demasiado. Kenshin parecía ensimismado.
Al terminar, Kaoru les pidió que se adelantaran. Kenshin y Yahiko se dirigieron al dojo, mientras Kaoru aprovechó el mercado para comprar víveres para su despensa. No podían comer diario en el Akabeko, pues apenas y tenían dinero. Compró cuanto pudo, vendían frutas jugosas y dulces; y verduras verdes y frescas. — ¡Kenshin se pondrá feliz con esto tan delicioso! —Se regocijó Kaoru, para luego seguir con su camino, ya había comprado todo y tenía prisa ya que empezaba a oscurecerse.
— ¡Detente! —Escuchó una voz tras de sí. Sintió un escalofrío. Era un hombre
— ¿Qué se le ofrece? — Preguntó Kaoru con desconfianza. La Kendoka observó detalladamente al hombre, y al verlo bien notó que era uno de los mercaderes a los cuales Kenshin observaba.
— ¿Qué eres de Battousai? —Exigió saber el mercader.
—Eso no te in…
— ¡Ya veo, su mujer…! Más bien una prometida ¿o me equivoco? —Se burló el sujeto.
Kaoru quedó sorprendida. — ¿Cómo lo sabes? —preguntó la pelinegra.
—Los Shùshi zhànshi somos muy hábiles. Battousai me arruino la vida y yo arruinaré la suya… y la tuya. —Amenazó.
El hombre desapareció y Kaoru se quedó estupefacta y a pesar de la amenaza prefirió no contárselo a nadie. Después de eso, pasaron días y nada cambió, incluso Kenshin se comportaba mucho más atento y cariños, llegando a pensar que se trataba de una simple broma.
Kaoru estaba sentada en el patio sola, ya que Kenshin y Yahiko habían salido a platicar cosas de hombres. No podía parar de mirar el bello anillo que portaba en su dedo de la mano derecha, recordar se le hacía mágico.
—Kenshin, es una bella noche de Tanabata, ¿No lo crees? —Kaoru observaba a Kenshin. Era noche y la luna era hermosa, estaban en el dojo solos. — ¿Kenshin? —El pelirrojo no hablaba, sólo miraba la noche, más silenciosa y embriagante que nunca.
Al no obtener respuesta bajó la cabeza decepcionada. Por más que se esforzaba nunca podía llegar al corazón de Kenshin.
—Kaoru—dono. —susurró de forma suave. Ella volteó lentamente, temiendo lo peor.
—Kenshin… —No podía creerlo, él tenía en su mano un bello anillo de oro con un diamante incrustado.
—Kaoru—dono, es muy especial este momento para mí, yo le prometo amarla por siempre. —Kaoru miró con felicidad a Kenshin. Él tomó su mano y con delicadeza colocó el anillo. — ¿Se casaría conmigo, Kaoru—dono?
Kaoru lo miró con gran felicidad. En su corta vida, no recordaba haber sido más plena. — ¡Sí! —Ambos se abrazaron y miraron el cielo cubierto de estrellas. Fue el día más romántico que Kaoru había vivido.
— ¡Qué bello! —Suspiró. — Él y yo nunca nos hemos besado; aún no ha pasado nada entre nosotros...
Alguien tocó el portón del dojo, llamando la atención de la chica. — ¡Voy!— La Kendoka fue, y abrió, sin preocuparse por quién estaba detrás de la puerta.
—Buenas Noches. —dijo una mujer al otro lado del umbral.
— ¡Buenas Noches! ¿Qué es lo que la trae por aquí? —Kaoru miró a la mujer, era muy guapa, tenía el pelo negro y lacio, amarrado en una coleta baja, flequillo y mechones de cabellos frente las orejas. Usaba un Kimono Blanco que brillaba con la luz de luna, resaltando su rostro.
—Vine en busca de Himura Kenshin. —Kaoru se sorprendió.
—Él no se encuentra ahora… —Musitó dudosa. — pero puede pasar y hablar con él cuando llegue. —La mujer asintió y entró al dojo. Una vez dentro, Kaoru quedó horrorizada: la mujer tenía el Kimono lleno de sangre.
— ¿Está bien? —preguntó Kaoru preocupada.
—Sí. —Kaoru no podía quedarse tranquila con aquella mujer en ese estado.
—No puede quedarse así, tome un baño por favor. —Insistió Kaoru. La mujer aceptó y la acompañó al cuarto para que pudiese bañarse.
— ¡Regresamos! —gritó Yahiko, mientras Kenshin entraba tras él con una sonrisa.
— ¡Kenshin, alguien te busca! —Anunció Kaoru desde el pasillo, llevando en su mano unas toallas limpias.
— ¿Quién? —Preguntó Kenshin curioso. No era común que él tuviera visitas. Generalmente nunca eran buenas noticias.
—Olvide preguntar su nombre, pero era una mujer. —Comentó Kaoru. ¿Una mujer? ¿Quién? Kenshin la buscó pero sólo vio a Kaoru.
—Espera Kenshin, regresa en un momento, se está bañando. —Lo tranquilizó Kaoru. Kenshin y Yahiko estaban intrigados. ¿Quién podría ser la mujer que buscaba a Kenshin?
—Buenas Noches, Kenshin. —Saludó una voz demasiado conocida y peculiar. La mujer entró a la habitación donde estaban todos y dejó a Kenshin congelado.
CONTINUARÁ…
