(A/N)
Kuei-jin: vampiro en japonés (Creo…)
LeSuperEditédelDoom!Pensé, más de una vez, en borrar esta historia, pero decidí lo contrario. No es bueno no terminar las cosas. SO, lo que hice fue… editar los primeros capítulos un poco, y recrear el plot. Hay un significante numero de cambios, creo que estoy haciéndolo mejor ;)
Si, terminología extraña, supongo. Si quieren, vayan a informarse un poco más en el capítulo 4 de mi fic "Vampire Love" en donde explico un poco de esta-cosa.
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Disclaimer: Naruto no es mío.
Setting: UA. Vampiros
Parejas: SasoDei.
Rating: T
Conteo de Palabras: 1832
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Prólogo
Cuando entró, quedó cegado momentáneamente. Luces bicolores, brillantes y coloridas, parpadeaban en un ritmo musical confuso, que lo obligaron a parpadear un par de veces para acostumbrar sus ojos ante el nuevo ambiente. La música podía escucharse aún antes de entrar al edificio, y desde afuera ya empezaba a molestarle.
Las líricas de las canciones eran estúpidas, no tenía significado conciso—y ni hablar de la música, la cual era ruidosa y sin armonía, al parecer altamente alterable. Toda la belleza que antes albergaba la música en un pasado, había sido destruida vilmente por… canciones, como las que retumbaban por entre los altavoces de esa discoteca.
Con un poco de dificultad, alcanzó a llegar a la barra, pasando por multitud de gente quien, sin pudor ni vergüenza, bailaban de manera afrodisiaca entre sí; las mujeres se les restregaban a los hombres como rameras, y los hombres se aprovechaban y las tocaban en lugares poco propios. Escotes que dejaban poco a la imaginación, pantalones demasiado ajustados, y faldas que podrían confundirse con cintos se veían entre la gente, y de repente, al voltear a ver sus propios pantalones y camisa negros, se sintió fuera de lugar.
Empezó a escanear entre la gran multitud de rostros, en busca de algo…
De alguien...
-¿Te puedo invitar algo de beber?
Deidara volteó hacia la persona que había dicho (gritado mas que nada; con ese sonido era difícil escuchar) eso. Un hombre de veintitantos años, castaño con unos ojos negros profundos, lo veía expectante, con esperanza a que le contestara en afirmación. El rubio le dio un vistazo rápido y luego volteó de nuevo hacia la multitud.
-No.
Ouch. Un balde de agua helada para sus hormonas. El hombre pareció no tomarle importancia después de eso, y se fue a molestar a un par de señoritas, que estaban riendo estúpidamente y sonrojadas ante su invitación. Deidara se recargó en la barra, y ordenó al mesero una bebida fuerte, y un poco después ya la tenía en su mano.
Lo sentía cerca. Lo sentía, pero era su instinto el que estaba hablando, y el olor característico que los acompañaba ayudaba un poco a la situación.
Cobre.
Debajo de esa esencia metálica, estaba otro aroma, el cuál nunca podía poner su dedo sobre. Era algo raspando con dulce, pero en realidad no. Porque los vampiros no son dulces.
¿Y, cómo podía reconocer el aroma de un vampiro, entre tantas personas? Bueno, verán… Deidara era un poco diferente. Y esa diferencia era algo que lo hacía odiarse a sí mismo. Porque, algo peor que tener que lidiar con vampiros, era ser mitad uno.
Un dhampir, era.
Un maldito, medio vampiro.
¿Pero qué de divertido tenía? Nunca había bebido sangre (y nunca le ha interesado, realmente); No puede sanar automáticamente, no es inmortal. No viviría eternamente. Pero, oh, el sol si que le afectaba. No mucho, no notoriamente—pero tenía que recordar ponerse protector solar al salir de su casa, y unos lentes oscuros nunca estaban de más, también.
El odio también viene gratis.
A ningún vampiro le interesa estar con un mitad-humano, y a ningún humano que sepa sobre la existencia de vampiros querría estar con él. Por eso, su condición era un secreto.
En fin… volviendo al tema. Después de escanear con la mirada a la multitud, Deidara lo encontró. Ahí estaba el chupasangre que había estado buscando con tanto ahínco. Era uno de esos Puros caprichosos que gustaban de salir y beber sangre humana fresca. Muy, muy fresca, a eso. El rubio observó como entablaba conversación con una chica, mientras ella asentía sonriéndole amablemente, pero con un brillo en sus ojos que la delataba por completo.
Que mejor y más fácil fuente de alimento que una prostituta. Después de un rato de más hablar, ambos se levantaron, y se dirigieron a la salida, juntos. Deidara vio esto como una señal, y de un trago terminó el resto de su bebida. Recogiendo su chaqueta, y dejando el dinero suficiente para cubrir la bebida, el rubio partió detrás de ellos.
Cuando salió de la discoteca, sintió como un golpe frío el cambio de ambiente. Se sentía más despejado, y menos engentado, y qué decir más tranquilo, sin el ruido de la música a todo su poder. El viento nocturno acarició su rostro, y el rubio se encontró estremeciéndose ligeramente, y pasó su vista al cielo, de forma rápida. Una noche despejada, estrellas parpadeando en el manto oscuro de la noche, y la luna casi demasiado irreal.
Miró a un lado, y luego al otro, en donde encontró la espalda del vampiro con la de la chica, alejándose casualmente, sin preocupaciones. Con una mirada decidida, el rubio empezó a seguirlos, la adrenalina empezando a acumularse en sus venas. Siempre era así de excitante justo antes de que se pusiera aún mejor.
Con pasos firmes, el rubio palpó el exterior de sus pantalones, buscando sus armas. Encontró el bulto de su revolver, en un lado de su cuerpo, en el bolsillo izquierdo de su pantalón. La otra la tenía asegurada en un bolsillo oculto en su chaqueta, y tenía una cuchilla por algún lado, también. Luego recordó con fastidio que no había recargado las municiones de su Modelo 500 alterada, la cuál era su revolver principal.
Bueno, pensó con decepción, cuatro balas tendrán que bastar para matarlo.
En su distracción, el rubio nos e dio cuenta en donde pisaba, y termino por quebrar una rama que estaba muy mal puesta en la banqueta, dejando a conocer su presencia. Pudo haber maldecido, o pudo haber golpeado su propia frente en frustración, pero hizo ninguna, cuando el vampiro volteó a verlo, con sorpresa disfrazada de aburrimiento rutinario.
Luego una sonrisa se formó en su rostro, y Deidara supo que algo estaba muy mal.
Con rapidez inhumana, sacó su Modelo 500, y le apuntó con ella. Su mano no temblaba, y el tiro era preciso hacia el vampiro. Sin embargo, el vampiro agarró a la asustada chica, y la sostuvo brutalmente frente a él, como un escudo humano. Deidara no se permitió parpadear.
Un minuto tenso pasó entre ellos, nadie emitiendo sonido, excepto la chica, con sus forcejeos y gritos ahogados. Deidara sintió una gota de sudor pasar por su frente, y afiló sus ojos, dando lenta, cuidadosamente un paso. El vampiro, en cambio, retrocedió un paso. Lo estaba viendo con cuidado, analizándole, se dio cuenta Deidara. Midiendo qué tan peligroso era para él. Qué tanta amenaza representaba.
Deidara podía sentir su corazón empezar a acelerarse, solo un poco más, y rápidamente se controló. No quería que el vampiro escuchara sus latidos. Lamió sus labios secos, y quitó el seguro de su revolver. El sonido duró mucho en el aire, y el vampiro se encogió un poco.
Un auto entró en escena. Los ojos de Deidara se movieron con curiosidad y sorpresa hacia la esquina, en donde un automóvil daba vuelta en cero, un chillido infernal escuchándose, y el olor de llantas quemadas llegando a su nariz. El vampiro, aprovechando la distracción del rubio, mordió a la chica en el cuello.
Sorpresa, miedo, y enojo pasan por Deidara en segundos, antes de que reaccione y comience a dispararle al vampiro. La realización de la acción del Puro llegó a Deidara como una lámpara en un cuarto que nunca había conocido la luz. La iba a romper. Iba a romper a la chica, y si Deidara no tenía tantos motivos para matarlo, ahora todo había cambiado.
El arma del rubio siguió al vampiro, quien aventó a la chica, y corrió (saltó, realmente) hacia al automóvil que se había detenido no tan lejos de ellos. Extrañamente, ninguna de las balas llegó a su objetivo, y el rubio gruñó en frustración, mientras el auto quemaba llanta saliendo rápidamente del alcance. Deidara intentó disparar a las llantas, pero realizó que no iba a servir de nada, ahora.
Cuando un grito agudo se escuchó, la atención de Deidara fue desviada a la chica. Estaba en el suelo, llorando, gritando, retorciéndose, en una forma que podría solo describirse como demoníaca. El ojiazul comenzó a respirar agitadamente, analizando con rapidez si todavía tenía tiempo para salvarla, porque tenía que hacerlo—Pero, muy en el fondo de su ser, sabía que no podía hacer ya nada.
Se acercaba a ella, pero en medio camino se detuvo tan abruptamente que casi tropezaba consigo mismo.
La chica estaba cambiado, y de un momento a otro, terminó convirtiéndose en una masa de carne deforme. Deidara dejó salir un aliento rasposo, y levantó su pistola. Sus manos imperceptiblemente temblaban. Iba a terminar con su miseria cuanto antes. Jaló del gatillo.
Y la pistola sonó vacía. Volvió a jalar, y el mismo sonido se oyó. ¡Oh, y ahora qué!, pensó, No puedo tener tan mala suerte, un. Es imposible…
La criatura dio un chillido ensordecedor, y Deidara se sobresaltó. Buscó su otra pistola, su Smith & Wesson, la cual no tardó tanto en hallar, por mientras que el recién formado Roto medio caminó-arrastró-saltó su patético ser hacia Deidara.
La criatura se abalanzó sobre él.
Y todo sucedió en cámara lenta. Deidara levanta su cabeza. El roto va sobre él, su boca abierta de una manera ilógica. Y Deidara le sonríe, mientras le entierra una bala de plata limpiamente por el cráneo. Luego el tiempo se normaliza para Deidara, y ahora el monstruo pone los ojos en blanco, y escupe un poco de sangre negra, antes de tirarse al suelo, un charco de líquido negro rodeándolo prontamente.
Los rotos no tenía suficientes habilidades regenerativas como para sobrevivir por más de un minuto ante una bala de plata, y mucho menos a una dirigida a su cabeza. Incluso, aunque tuviera habilidades parecidas a las de un vampiro normal, las filosas balas de plata que Dediara usaba eran demasiado poderosas como para que su sistema lo soportara por más de una hora. Simplemente hacía demasiado daño.
Nota mental: recordar agradecer a Hinata por las excelentes balas. Pedir más municiones. Molestar a Neji de paso
La café-rojiza piel del roto se coloreó de un triste gris, mientras se agrietaba. Poco a poco, el roto, literalmente, se rompió.
Y el viento se encargó de llevarse los restos del vampiro, y de la esperanza de Deidara.
Con un suspiro, el rubio guardó su pistola, una vez más mirando al cielo, y pensando. Tal vez su destino no era estar cazando vampiros, porque ciertamente era como si alguna divinidad lo hubiera amarrado en una silla y luego se hubiera reído de él, por su incompetencia.
Y con tristeza, Deidara pensó: Lo siento, Gaara…todo está resultando más difícil de lo que pensé…
Y lo era. Cada vez más, y más difícil. Cada vez que avanzaba un paso, retrocedía dos, y parecía que nunca llegaría a su destino. Deidara levantó la capucha de su chaqueta, y la puso sobre su cabeza, dirigiéndose a casa, para que la noche terminara de una buena vez, inocente de los vivaces ojos rojizos que lo veían desde las sombras, analizando.
Admirando.
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(A/N)
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Dhampir: Hijo de padres vampiros. Por lo regular nacen como vampiros completos, pero hay ocasiones en donde nacen 'Medios,' como lo es Deidara.
Bleh, bleh.
Agradecería un review, onegai! :)
