– ¡Slytherin! – gritó el sombrero con júbilo. El gran comedor quedó en silencio, sorprendidos todos ahí. ¿Lily? ¿Lily Luna Potter había sido enviada a la casa de las serpientes? Todos quedaron boquiabiertos con la sorpresiva decisión del sombrero seleccionador, todos menos él que desde que vio a esa niña en la casa de su mejor amigo, sabía que su nombre sería sinónimo de grandeza. Terca, inteligente y con carácter, tal como a Scorpius que le gustaban y tal como en Slytherin encajaban.

Mientras James maldecía por lo bajo al sombrero y Albus miraba con algo de rencor al objeto mágico igualmente, ya que aunque su mejor amigo era un Slytherin no le agradaba la idea de que su hermanita lo fuera, Lily sonreía con autosuficiencia. Era una de las pocas personas que habían estado de acuerdo con ir a Slytherin, la casa de los astutos. Mejor dicho, ella lo había pedido. Mientras que su padre y sus hermanos habían rogado en su momento "No Slytherin, no Slytherin" ella había hecho lo contrario; "Gryffindor no, Gryffindor no". Porque ella era distinta y eso Scorpius podía verlo en sus ojos, verdes como los de El niño que vivió, padre de la pelirroja que ahora bajaba del banquillo, dejando boquiabierto también a su padrino Neville Longbottom, jefe de la casa Gryffindor, quien esperaba una rabieta por parte de la niña, porque ella siempre hacía una rabieta cuando no obtenía lo que quería. Pero ella si había obtenido lo que quería. Ella no quería ser como el resto de la familia, no quería ser predecible como lo fueron sus hermanos y mucho menos quería ser menos preciada por ser igual o inferior al resto, como siempre había sido. Porque estaba harta de ser siempre "Lily Potter, la hija del niño que vivió", "Lily Potter, la hermana de James, el galán de Hogwarts", "Lily Potter, la hermana de Albus, el inteligente y guapo de Gryffindor" o simplemente "Esa pequeña pelirroja de allí". Porque ella ahora sería conocida por quien es, Lily Potter, la mejor bruja que podría existir. Soñaba alto, pero sabía que lo lograría. Sin dirigir siquiera una mirada a sus estupefactos hermanos o a sus decepcionados primos, caminó hacia la mesa de la casa de las serpientes, donde de inmediato fue mirada de mala manera. Era una Potter, la mayoría de los padres y abuelos de los sentados en esa mesa estaban en Azkaban por culpa de su padre. Pero a ella no le importaba, porque todos terminarían apreciándola y admirándola una vez que supieran lo que era capaz de hacer. Porque ella, ella era la Potter diferente al resto.