REINKARNÁCIÓ

Brasov Rumania 1912

La luna llena se alzaba en lo alto del cielo de la ciudad de Brasov, todo podía verse con claridad, nada era oculto por la oscuridad, la nieve cubría como un fino manto cada tejado de las casas con acabados rústicos, cada banca, cada árbol, los jardines que eran verdes en primavera ahora eran blancos, y también cada una de las lapidas que yacían en ese cementerio; la helada brisa que envolvía toda la ciudad y los pequeños copos de nieve que caían del cielo, solo brindaban un espectáculo más hermoso a esa bella ciudad.

Hacia algunos años que se le había dado muerte a aquel que conocieron algunas vez como Vlab Tepes III, o como los cuídanos lo apodaban Conde Drácula, y por supuesto no podemos olvidar a la temible Condesa Bathory, quien mataba jóvenes vírgenes de forma cruel; con la muerte de estos dos demonios la casa de vampiros era una profesión y la tarea era sencilla, terminar de una buena vez por todas con esos seres.

Cabe mencionar que esa raza ya había casi sido extinta, aún quedaba un solo demonio sobre la tierra, su apariencia, nada fuera de lo común, como todo vampiro, su piel pálida cubierta por un traje negro y una capa que por dentro era roja y negro al exterior, ojos cafés oscuro sumamente hermosos pero sin vida, y sus cabellos totalmente blancos, hacían de esta criatura un deleite ante los ojos de cualquiera.

El ultimo de su especie, en vida, fue conocido como un ladrón sin escrúpulos ni compasión, sus víctimas carentes de piedad alguna, pues no importaba si eran niños, mujeres o ancianos, todos terminaban muertos a manos de este sujeto; Drácula le había asignado la tarea de hacer grande a su ejército de muertos vivientes, la cual había cumplido con suma satisfacción e incansablemente, hasta que conoció a la persona que ahora yacía sin vida sobre sus brazos.

―Todo es mi culpa, si yo no hubiera puesto mis ojos en ti…― decía entre sollozos el demonio, mientras apretaba contra su pecho aquel cuerpo frío y sin vida. ―Perdóname…te amo…mi hermoso Atem ― agregó besando los labios del joven quien acababa de cumplir diecisiete años.

―¡Apártate de él! ― decía un hombre alto, cabellos tricolor, ojos amatista, piel blanca, de nombre Akun.

―¡¿Por qué?...¿Cómo pudiste matar a tu propio hijo?! ― gritaba el vampiro, sintiéndose el dolor en su voz, pues, a pesar de ser un demonio, podía sentir su corazón ser apuñalado sin que lo penetrará una estaca.

―Fue mil veces mejor, de esa forma no podrás tener su alma―dijo Akun.

Así es, el chico que estaba muerto sobre los brazos del vampiro era su hijo primogénito, Atem; su hijo había sido el ser más hermoso sobre la tierra, tenía una hermosa piel blanca sin mancha alguna, sus cabellos peculiares eran de tres colores, negros con puntas rojizas y unos mechones rubios caían sobre su cara, haciendo que su rostro luciera más hermoso, sus labios poseían un rosa suave, pero lo más hermoso que tenia, eran sus ojos carmesí, ni siquiera el color de la sangre podría ser comparado con ese rojo tan hermoso.

Sin embargo aquellos ojos que una vez estuvieron llenos de vida, ahora estaban apagados totalmente, ni siquiera la luz de la luna lograba hacerlos brillar.

―¡Papá! ¿Ya lo encontraste? ― gritaba un niño muy parecido a Atem, con la pequeña diferencia de unos cuantos mechones rubios y los ojos amatista del chico quien tendría a lo mucho nueve años.

Pero en cuanto el chico llego hasta donde su padre, se quedo totalmente callado, no pudo evitar dejar escapar el llanto, pues su querido hermano yacía en los brazos de un demonio, viro su mirada al pecho de su hermano notando como la sangre manchaba el traje blanco de su hermano por una pequeña herida justo en el corazón, volteo a ver la mano de su padre, y pudo observar el revólver que usaba cada que salía de casería.

―Papá…acaso tu…―

―¡Salomón vete a casa!, aun no terminamos con el demonio – dijo Akun, dejando caer su arma, tomo una garrafa, destapándola para que su contenido se vaciara, la arrojo hacia donde estaba el vampiro.

El vampiro al ser un ser de la oscuridad, ardió en llamas de inmediato, quemando todo lo que estaba cerca de él, y eso incluía el cuerpo del joven.

―¡Atem!, ¡Hermano! ― gritaba Salomón.

IIIIIII

Brasov Rumania 1972

Despertó de inmediato un niño de dieciséis años, que estaba acostado sobre la cama de su habitación, respiraba agitadamente, con una mano se tocaba el pecho, mientras que con la otra limpiaba el sudor de su frente, viro su mirada hacia la puerta que llevaba al balcón, la luz de la luna que estaba en lo alto, iluminaba cada rincón del lugar.

―¿Por qué?― se preguntaba el chico ― siempre es el mismo sueño desde que tengo memoria.―

Se levantó entonces de su cama, camino hasta el baño, abriendo el grifo del agua que comenzó a fluir de manera rápida, con la ayuda de sus manos llevo el agua hasta su cara, trato de concentrarse en el agua fría que ahora tocaba su piel, una vez tranquilo se miró al espejo, observando su rostro pálido; trato de relajarse, regresó a su cama para poder dormir de nuevo después de todo apenas eran las tres de la mañana, debía descansar, pues había prometido a su hermano llevarlo a pedir dulces y no quería que nada le pasará, cerro sus ojos y permitió que el sueño lo invadiera.

IIIIIIII

A la mañana siguiente, un niño pequeño de aproximadamente nueve años se levanto de su cama, tallo con sus manos un poco sus hermosos ojos amatistas para poder acostumbrarlos a la claridad, salió de su habitación aún en pijama y corrió a la de su hermano que se encontraba justo frente a la de él.

―¡Yami!...¡Levantate!...¡¿sabes qué día es hoy?! ― gritaba el niño, con mucha alegría, pues no podía ocultarla.

―Mmm…Yugi…quiero dormir― decía el joven con voz soñolienta mientras se tapaba la cara con las cobijas.

―¡Nooooo, levántate, hoy iremos a pedir dulces! ― decía o más bien gritaba Yugi, la emoción que sentía la demostraba brincando sobre la cama de su hermano, al final se dejo caer sobre Yami.

―¡ESTA BIEN, PERO QUITATEME DE ENCIMA! ― gritaba Yami, pues Yugi había caído sobre cierta parte sensible.

―Vaya Yugi, ¿no crees que es muy temprano para que ya estés tan emocionado? ― dijo un anciano entrando a la habitación.

― Abuelo Salomón, Yami no quiere pararse ― decía Yugi, mientras apuntaba a Yami con su dedo índice, y ponía su cara más inocente.

― Buenos días Yami, ¿cómo te sientes?, aquí traigo tus medicinas ― dijo Salomón, mostrándole a Yami una bandeja con varios medicamentos.

―Hola abuelo, me siento bien, solo es cuestión de que Yugi deje que me pare para poderme pesar, y enseguida me las tomo ― contesto Yami, brindándole una enorme sonrisa a su abuelo, ― además le prometí a cierta personita llevarla a pedir dulces hoy en la noche ― agrego, frotando la cabeza de Yugi.

Yugi, sonrío ante el gesto de su hermano, pero por dentro el dolor de saber que un día podría perder a Yami lo sofocaba, lo amaba demasiado, pues él y su abuelo eran los únicos familiares que tenía, no podía imaginar su vida sin ellos.

―Muy bien, Yugi, deja que Yami haga todo lo que necesita ― dijo Salomón, viendo al pequeño para que dejara que su hermano se alistará y colocando las medicinas en la mesita de noche.

―Date prisa, no puedo esperar para ponerme el traje ― gritaba Yugi, mientras se bajaba de la cama de un brinco, y salía de la habitación de Yami.

Yami no hizo más que reír ante la emoción de su hermano, el anciano se acercó a Yami, beso su frente y le dijo – Nos vemos abajo, no tardes -, después prosiguió a salir de la habitación.

Yami se levantó y prosiguió a hacer todo lo que debía, después de todo debía cuidar su corazón; termino de arreglarse y viéndose en el espejo pensó ¿Por qué se habrá enamorado de mi?, si no soy la persona más hermosa lo único que él podía ver en sí mismo, era su delgado cuerpo, no tenia músculos, ni era fuerte, sus ojos carmesí siempre tenían ojeras, no era alto, y debido a la insuficiencia cardiaca no podía llevar la vida normal que todos llevaban, aunque él lo intentaba por Yugi; volteo a ver el medicamento, suspiro profundo y lo tomó.

Es cierto, solo lo ves a él en mí

Bajo al comedor donde el abuelo ya le tenía su desayuno listo; un vaso de leche sin grasa, una rebanada de pan y fruta de gran variedad picada en cuadros pequeños; tomo asiento al lado de Yugi y comenzó a comer.

— Espera a ver el traje que te he escogido, te va a encantar — decía Yugi con la boca llena.

Yami por su parte solo pudo reír, tan solo esperaba que no fuera muy provocador.

Al acercarse la noche, ambos chicos se colocaron sus trajes, Yugi traía el atuendo de su carta favorita, "el mago oscuro" haciendo que él pequeño se viera más lindo de lo que ya era.

―Ya sal, se nos va a hacer tarde― dijo Yugi, mientras tocaba la puerta de la habitación de su hermano.

―¡No pienso salir así!― dijo Yami, ― Creó que mejor me voy de manera ordinaria ―

― Vamos, apuesto que te ves muy bien, además si no vas con disfraz, no recibiremos dulces – insistía Yugi, pues todos los años salía con Yami y ambos regresaban a casa con un gran motín.

Al abrirse la puerta de la habitación, Yugi retrocedió un poco para que su hermano saliera, al verlo pudo notar la cara enrojecida que tenía.

―La falda es muy corta― dijo el mayor, con sus manos sujetaba el borde de esta, pues le quedaba justo debajo de su hombría, si había mucho viento esta se levantaría dejando apreciar toda su intimidad, además llevaba una faja dorada alrededor de la cintura, varias piezas de joyería que incluia una corona con el ojo de oros al frente y un par de alas que se acomodaban perfectamente con las puntas de su cabellos así como una capa azul marino entre los hombros.

―¡Tonterias!, te ves bien – dijo Yugi, dándole un gran sonrisa a su hermano.

Cada año, Yugi escogía los vestuarios para el Halloween, y esta vez quiso que Yami fuera disfrazado de faraón; y ahí lo tenía.

―Veo que ya están listos, vayan o los dejarán sin dulces ― dijo el abuelo, abriéndoles la puerta que daba hacia la calle, tomo su cámara y antes de que se fuera les tomo una foto, haciendo sonrojar a Yami aún más.

―No lo olvides Yami, si te sientes mal, mejor regresan ― dijo el anciano, pues conocía que cualquier susto o sorpresa, podría ser muy perjudicial para el muchacho, y esa noche no faltaban los grupos de adolecentes que les gustaba hacer bromas pesadas.

―¡Estaremos bien! ― grito Yami, pues ya habían empezado a caminar.

Yugi iba muy feliz, pues a cada casa a la que iban le decían a Yami que se veía increíble, pues aparte de la falda corta, las joyas, la corona, y la capa que se había puesto, el maquillaje que coloco sobre su rostro y el Khol negro alrededor de sus ojos, hacían que su belleza resultará aún más.

Espero que con esto, la autoestima de Yami suba un poco. Pensaba Yugi, pues su hermano debido a su enferman tendía a deprimirse, y menospreciarse.

―Y dime, ¿hoy te veras con él? ― pregunto de pronto Yugi, caminando por la acera, cargando una gran bolsa llena de dulces.

―Nos veremos en la fiesta de Kaiba – dijo Yami, volviendo a enrojecer.

― jeje, no tienes por qué ponerte así, después de todo son pareja, aunque aún creo que deberías decírselo al abuelo ―

―Ya hablamos de eso Yugi, ―le dijo, muy serio.

―ya lo sé… yo puedo regresar solo, tu ve a la fiesta, además ya vi a mis amigos, creo que puedo quedarme con ellos― dijo Yugi, mientras tomaba la bolsa llena de dulces de Yami y se iba con sus amigos, pero cuando iba a medio camino, se regreso, abrazó a su hermano y le dio un beso en la mejilla, ― te quiero Yami ― agregó.

―Yo también te quiero, ahora ve con tus amigos y regresa temprano ― dijo Yami, besando la frente de su hermano.

Yugi solo asintió.

Yami observaba como se alejaba su pequeño hermano, él debía irse también si quería llegar a la fiesta, había prometido ir y estar solo un rato, después de todo el trasnochar no era recomendable para su salud; se encontraba completamente enfocado en su hermano hasta que un par de manos taparon su visión.

―¿Adivina quién soy? ― dijo una voz

― será muy difícil si no me das una pista ― contesto Yami, sonriendo pues ya sabía de quien se trataba, pero aún así le gustaba seguirle el juego.

―¿Una pista?...haber… si te digo que eres muy hermoso…¿adivinas? ― dijo la voz.

― mmm…eres …¿Joey?...― dijo Yami, haciendo una voz muy fingida.

―No…¿si te digo que te amo?...¿adivinas?― dijo la voz.

―mmm…no…difícil…no doy por más que lo intento― contesto Yami, con alegría, pues aunque parecía un juego de niños, su corazón no podía evitar emocionarse con el simple hecho de estar con esa persona.

―¡Oh! Está bien, mantén los ojos cerrados ― dijo la voz, quitó sus manos de los ojos del muchacho, los sujeto de la cintura, volteando a Yami para tenerlo de frente, se aseguro que tuviera los ojos cerrados, y prosiguió a besarlo ― ¿Qué tal ahora?―

―Creo que me acerco, pero…necesito otro beso para estar seguro― dijo Yami, juntando de nuevo sus labios

―¿Ya? ― pregunto la voz.

―Bakura ― dijo Yami, abriendo los ojos, y viendo a su novio.

―Vaya ya era hora, por cierto te ves muy hermoso – dijo Bakura, viendo de arriba abajo a Yami.

―Tú también te vez muy bien – dijo Yami, viendo el traje de vampiro que traía Bakura, ― Creí que te vería en la fiesta ―

―No soporte tanta espera, además quiero estar contigo lo más que pueda; ¿Nos vamos su majestad?– dijo Bakura, haciendo una pequeña reverencia y brindándole su mano a Yami para que caminarán juntos.

―Por supuesto― contesto el otro, tomando la mano de Bakura para caminar juntos hasta la fiesta.

Una vez que llegaron a la fiesta, pudieron ver que casi toda si no es que todos los alumnos de la preparatoria se encontraban ahí.

―Me alegra que hayan llegado, tomen uno― dijo un chico rubio de ojos castaños, de nombre Joey que traía un disfraz de hombre lobo y se encontraba parado en la puerta principal de la mansión Kaiba; mientras les enseñaba un recipiente de vidrió que contenía varios papeles, ― no los abran hasta que kaiba diga ― agregó al ver que ya los había tomado.

―Gracias, Joey, por cierto gran disfraz ― dijo Yami, Bakura solo se quedó serió no le gustaba que Yami le diera cumplidos a nadie más que no fuera él.

―Pero si esto no es nada comparado con el tuyo, ¡oh gran Faraón! ― dijo Joey, reverenciando a Yami.

―Parece que Kaiba dará su espectáculo – dijo Bakura muy serio, tomo a Yami de la mano y se lo llevo, la verdad no le agradaban para nada ni Joey ni Kaiba, solo los toleraba por Yami, ya que eran sus amigos.

―Damas y Caballeros, nos complace presentarles al anfitrión de esta noche, el hombre que pagó por todo esto, el Sr. Seto Kaiba – grito el mayordomo de los Kaiba, así es la familia Kaiba era la más rica en toda la ciudad.

De pronto las luces se apagaron, y solo una ilumino a un chico de cabello castaño, alto, piel blanca y unos hermosos ojos azules que traía un traje bastante ajustado de color blanco con un par de alas a su espalda.

―Primero que nada agradezco a todos por estar aquí, y ya que esto es una fiesta, vamos a iniciar con el baile, todos tomaron un papel al entrar, solo hay un ganador, y yo me pregunto quién será la o el afortunado de bailar conmigo ― dijo Kaiba, ganándose la atención de todos ― ahora abran sus papeles ― agregó, haciendo que todos abrieran sus papeles con emoción.

― Es él, el tiene el boleto ganador ― dijo una chica, mientras señalaba a Yami.

―Y ya apareció el afortunado ― dijo Kaiba, acercándose a Yami, estiro su mano y la brindo al joven ― Me permite esta pieza su majestad ― agregó al ver el traje que portaba el chico.

Yami estaba tembloroso él no sabía bailar, su enfermedad nunca le había permitido aprender pues se requiere de un esfuerzo físico demasiado alto para alguien con un corazón como el suyo, y ahí estaba todo en silencio esperando a que él accediera, levantó su mano temblorosamente y se la dio a kaiba, este de inmediato la tomo jalando a Yami hacia el centro de la pista.

―Ponme la más suave que tengas – ordeno Kaiba, pues como todos en la escuela, también conocía lo delicado que era Yami, pero aun así el chico le agradaba, pues pese a su enfermedad demostraba cierta pisca de orgullo.

Y así comenzó el baile, Kaiba paso una mano pon detrás de la capa permitiéndole agarrar la delgada cintura de Yami, mientras que con la otra sujeta su mano en lo alto.

―Es sencillo, no te preocupes ― dijo Kaiba para tranquilizar al muy nervioso chico que tenia bailando con él.

Bakura por su parte, quería asesinar a kaiba en ese instante, no entendía cómo es que siempre lograba robarle la atención de Yami, que acaso no entendía que el muchacho le pertenecía a él y solo a él.

―Ves, no fue tan difícil – dijo Kaiba, cuando la pieza hubo terminado, levanto la mano de Yami y deposito un beso sobre su palma, tomado de la mano, lo llevo hacia donde estaba Bakura y ahí lo dejó.

―¡QUE COMIENCE EL BAILE! ―dijo el músico, poniendo las rolas más locas y movidas, haciendo que la pista se llenara de inmediato con jóvenes bailando.

Una vez que Kaiba se alejó para buscar a Joey, Bakura volteo a ver a Yami y le dijó ―Vámonos de aquí ―

Yami al escuchar la petición solo asintió.

Y sin decir adiós a nadie, salieron de la casa de los Kaiba tan rápido como habían llegado.

Joey por su parte los vio salir, y lo único que hizo fue fruncir el ceño.

―¡Oh¡ aquí estas mi cachorro, ven vamos a bailar ― dijo Kaiba dándole la mano a Joey

―No tengo ganas ― contesto el rubio bastante molesto.

― ¿mh y eso? tú amas bailar – dijo Kaiba sorprendido.

― Dime…¿te gusto bailar con Yami? ― pregunto Joey, la verdad no traía nada contra el chico, lo apreciaba como amigos que eran, pero no puedo evitar sentir celos al ver la forma en la que Kaiba lo abrazaba para bailar, además el beso en la palma era totalmente innecesario.

―¿Acaso…son celos? ― pregunto Kaiba, viendo de manera cómica como Joey hacia un puchero ante su pregunta.

―Yo quería bailar contigo – dijo Joey, no por nada se la había pasado abriendo los papeles de la urna, para poderse quedar con el ganador, pero había fallado terriblemente.

―Bien, ahora podemos hacerlo – dijo Kaiba, acercándose de manera provocativa a Joey, después de todo, ambos eran novias desde hacía unos años, se acerco a su rostro y le dio un pequeño beso en los labios, haciendo que el mal humor del chico disminuyera.

―De acuerdo – dijo Joey, tomando la mano de su novio – lo siento es solo que…olvídalo – dijo Joey, mientras se iban juntos hacia la pista.

Kaiba solo pudo reír internamente, amaba la cara que ponía cada vez que hacia enojar a su cachorro

IIIIIIIIIII

La luna ya se encontraba en su punto máximo y el frío comenzaba a intensificarse a cada segundo.

―Oye… perdóname Bakura, no fue mi intensión…es que no sabía qué hacer ― se disculpaba Yami, mientras caminaba al lado de Bakura.

―Está bien, no fue tu culpa ― dijo Bakura ― Ya llegamos – agregó deteniéndose frente a la puerta del cementerio, la abrió, tomando a Yami de la mano entraron, ambos caminaron hasta llegar al mausoleo de la familia Mutou, que pertenecía a la familia de Yami.

Al entrar, Bakura soltó la mano de Yami, y se dirigió hacia una de las gavetas en específico que decía.

ATEM MUTOU 13/ 12/1895 – 13/12/ 1912.

―¿Bakurá?― dijo Yami, pues siempre era lo mismo, cada que alguien más se acercaba a él y trataban de ser amistosos, Bakura lo tomaba de la mano y lo llevaba ahí.

―No permitiré que mueras Yami ― dijo Bakura, volteando a ver a Yami, y dirigiéndose hacia él.

Yami agacho la cabeza, llevo sus manos hasta su pecho, y comenzó a llorar, odiaba estar enfermo, solo era un chico frágil, aun no entendía como Bakura se pudo fijar en él; Bakura lo abrazo para que pudiera ocultar su llanto, así duro un par de minutos, hasta que Yami dejo de llorar, quedándose totalmente quieto, sus manos ya no tocaban su pecho, si no ahora estaban completamente sueltas, lo único que se movía era su pecho que subía y bajaba al ritmo de su respiración lenta, sus ojos carmesí, totalmente abiertos veían a ningún punto en especifico.

―Perdóname, pero es la única forma ― dijo Bakura, mientras que sus dos colmillos superiores comenzaban a crecer más, afilándose a cada segundo, tomó a Yami de la cabeza y deladeandola un poco pudo ver parte de su cuello descubierto, le quito el collar que llevaba puesto para poder tener acceso a esa zona, ― Te amo, y no soportaría volverte a perderte – agregó mientras encajaba sus dos colmillos sobre el cuello de Yami, este solo emitió un grito de dolor y cayó sobre los brazos de Bakura.

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Eran como las doce del día, la hora en la que el sol permitía que los cuerpos pudiera calentarse un poco, todos los niños jugaban y comían los dulces que habían recolectado el día anterior, reían y contaban las historias sobre las travesuras que les habían hecho a los codos y avaros; todos sonaban muy alegres, más no la familia Mutou, pues esa mañana al despertar a Yami, vieron que el chico ardía en fiebre, su respiración era acelerada y no abría los ojos.

―Hemos logrado estabilizarlo, ya pueden pasar a verlo – dijo el hombre de bata blanca, que era conocido el doctor de Yami, pues él era quien lo atendía cada que el chico se ponía mal.

―Yugi adelántate, te veo ahí – dijo Salomón, pues realmente quería hablar con el doctor sin que Yugi escuchara.

El pequeño solo asintió y se fue a la habitación de Yami, entro despacio pues su hermano podría estar dormido, y no se equivocó, ahí estaba Yami, acostado en la cama de la habitación, tenia colocada una mascarilla con oxigeno que cubría su boca y nariz, sin mencionar, que tenía un catete en el brazo izquierdo que lo alimentaba con el suero, se acerco asegurándose de no hacer ruido, fue hasta entonces que notó la palidez de su hermano, sin poder evitarlo, las lagrimas comenzaron a resbalar por su rostro; pues la culpa no lo dejaba tranquilo, ―Nunca debí dejarte solo, perdóname― dejándose caer sobre el pecho de su hermano, mientras su llanto aumentaba.

―Doctor dígame, ¿Cuánto le queda? – preguntó el anciano.

―No puedo saberlo con seguridad, recuerda que le dijimos que el muchacho llegaría a vivir por mucho hasta los siete años, y vea, ustedes han logrado que casi llegue a los diecisiete, creo que todo dependerá de cómo lo sigan cuidando ― dijo el doctor, pues el caso de Yami era muy raro, desde que él chico nació tuvo problemas con su corazón, y nunca imagino que pudiera vivir tanto.

―Gracias doctor – dijo el anciano, bajando la cabeza

―Otra cosa, por favor revise su habitación, procure que no ande ningún animal por ahí ― aconsejó el doctor

―No hay ninguno, se lo aseguro, todos los días se limpia la habitación ― dijo Salomón, viendo al médico.

―Estoy seguro de ello, es solo que el muchacho tiene unas marcas en el cuello, pienso que pudo deberse a un animal que lo mordió, eso puede ser la causa de que allá decaído –

―¿Marcas en el cuello? ― preguntó el anciano, su corazón se comenzó a acelerar, porque Yami tenía esas marcas.

―Véalas por usted mismo, si todo marcha bien como hasta ahora, el chico podrá irse hoy mismo a casa, de igual forma, es necesario buscar donadores de sangre para Yami ―

―¡¿Donadores?! ― preguntó el abuelo sorprendido.

―Si, en los estudios mostro un índice bajo de hemoglobina, eso no es bueno porque es sinónimo de leucemia y no podemos permitir que al chico le caiga otra enfermedad, y si le pido donadores es porque tuvimos que suministrarle dos bolsas de sangre ― dijo el médico algo preocupado.

Salomón solo asintió, todos esos detalles como no los notó antes; además en la noche que Yami había llegado lo vio subir directo a su habitación sin decir una sola palabra. Una vez que el médico se fue, se dirigió a la habitación de Yami, al entrar contemplo a un Yugi con la cabeza recostada sobre el pecho de su hermano con un llanto ahogado; se acerco al chico, y lo sentó en la silla pues necesitaba examinar el cuello de Yami, se acercó al durmiente muchacho, de ladeo un poco su cabeza y ahí las vio, dos puntos uno arriba del otro perfectamente hechos sobre su cuello.

―Por favor, no ― dijo el abuelo, ganándose la atención de Yugi.

―¿Qué pasa abuelo? ― pregunto Yugi, con lágrimas aún en los ojos.

Pero el abuelo no contesto, solo acercó otra silla, se sentó al lado de Yami y se quedó contemplándolo.

Habían pasado varias horas en el hospital, ya era de noche y Yami no había abierto los ojos por lo tanto no lo darían de alta ese día; Yugi y Salomón se quedaron dormidos en las sillas apoyando su cabeza sobre la cama donde estaba Yami, las horas siguieron su curso.

A media noche Yami abrió los ojos, se incorporó haciendo que el abuelo despertara.

―¿Yami? – dijo el abuelo, pero guardo silenció de inmediato, pues su nieto tenía la mirada perdida viendo y apuntando con un dedo hacia la ventana de la habitación en el hospital.

El anciano volteó a ver hacia la ventana, y solo pudo observar a un murciélago que volaba cerca de esta emitiendo un ruido muy molesto.

―Me pide que vaya con él ― dijo Yami, haciendo que un escalofrío recorriera por el cuerpo del anciano.

― Lo siento, pero ya es tarde, así que no puedes ir ― dijo Salomón recostando a Yami de nuevo en la cama, sin embargo su nieto no dejaba de ver hacia la ventana, así que comenzó a rezar para que el murciélago se fuera.

Una vez que el murciélago se alejó, Yami volvió a cerrar los ojos, el anciano volteó a ver Yugi notando que este no se había dado cuenta de nada, regreso su vista a su otro nieto, y comenzó a llorar en silencio, ¿Por qué…porque…primero mi hermano y ahora Yami…porfavor Dios protégelo pensaba Salomón, mientras acariciaba los mechones rubios de su nieto.

IIIIIIII

En la mansión Kaiba, justo en el despacho se encontraban dos jóvenes, uno de ellos estaba sentado detrás del escritorio de madera, mientras el otro de pie, deambulaba por toda la fina alfombra.

―¿Te enteraste?, al parecer nuestras sospechas son ciertas― dijo Joey.

―Eso creo, pero aún no podemos actuar, debemos estar cien por ciento seguros, de lo contrarió, será demasiado tarde ― dijo Seto.

―Pero que más pruebas quieres, él chico tiene las marcas en el cuello ― insistió Joey.

―De ser así, ya tiene a su víctima, y nosotros haremos que nos beneficie guiándonos hasta él ― dijo Seto.

―Tendremos que decirle ― dijo Joey.

― Ya es momento ― dijo Seto ― solo aguarda, un poco más ― agregó, al ver a Joey casi salía corriendo del lugar.

―Para que quieres que aguarde, el tiempo está en nuestra contra ― dijo Joey con enfado, a veces le molestaba lo enigmático que se portaba Seto.

―Él aún está enfermo y delicado, una noticia así podría hacer que su corazón estallará ― dijo Seto.

Joey solo asintió, se había olvidado por completo de lo que una noticia así podría causarle al chico, ― esperaremos entonces ― dijo en voz alta.

A lo que Seto Kaiba solo asintió.

IIIIII

A la mañana siguiente, Yami ya se encontraba en perfecto estado, había recobrado su color habitual, empezaba a bromear con Yugi, riendo como de costumbre; al abuelo por su parte quería preguntarle a Yami si recordaba algo de lo ocurrido, pero decidió dejarlo pasar, después de todo lo que necesitaba Yami en esos momentos era estar completamente tranquilo y sin preocupaciones.

―Señor Mutou, su nieto ya se encuentra estable y puede irse en cuanto lo desee ― dijo el Doctor.

―Escuchaste Yami, ya estás bien ― dijo Yugi, con mucha alegría.

Yami asintió mostrando una gran sonrisa, tan solo esperaba que no le preguntaran que fue lo que paso, porque la verdad lo último que recordaba era haber llorado en el cementerio, mientras Bakura lo abrazaba, así que haber despertado en el hospital había sido una sorpresa para él.

Al llegar a la casa, el abuelo acompaño a Yami a su habitación, para que descansara.

―Pero ya me siento bien, de verdad ― dijo Yami.

―Ya lo sé, solo quiero cerciorarme, mañana dependiendo de cómo te sientas, veré si vas a la escuela o no ― dijo el anciano, mientras le ayudaba a desvestirse y le colocaba la pijama, para que estuviera más cómodo, lo recostó sobre su cama, y lo tapo con una manta.

―Si Yami, descansa, nos diste un tremendo susto ―dijo Yugi, abrazando a su hermano, le dio un beso en la mejilla y después salió de la habitación, seguido por el abuelo que cerraba la puerta detrás de sí.

Yami no objeto mucho, después de todo aún se sentía débil, pero no quería mostrarlo enfrente de Yugi, así que solo cerro sus ojos permitiendo que el sueño llegará, y no tardo mucho, pues en pocos segundos el ya se encontraba profundamente dormido.

En la cocina, el abuelo le preparaba el lonche a Yugi para que lo llevará a la escuela.

―Abuelo…abuelo…tierra llamando al abuelo…¿abuelo Salomón, que te pasa? ― dijo Yugi, al ver al pensativo anciano.

―¡Oh!, disculpa Yugi, solo pensaba ― contesto.

―¿En qué? –

―En…nada importante ― volvió a contestar, brindándole una enorme sonrisa a su nieto, ―por cierto, tú me dijiste que Yami tenía dos amigos, uno de apellido kaiba y otro Wheeler, ¿no es así? – pregunto.

―Sí, así es – dijo Yugi. ― ¿por qué lo preguntas? – agrego.

―Llegaras tarde si no te das prisa ― dijo el anciano evadiendo de nuevo la pregunta del niño, le dio su lonche, lo llevo hasta la puerta despidiéndolo, para que no se le hiciera tarde.

El niño solo hizo un puchero, el abuelo nunca le contaba nada, pero debía ir a la escuela, después de todo el hecho de que Yami estuviera enfermo no era válido para él, suspiro en forma de resignación y caminó hacia la escuela.

En cuanto el anciano se dio cuenta que Yugi ya iba lejos, subió a la habitación de Yami solo para cerciorarse de que estuviera dormido, entro sin hacer ruido y ahí lo encontró completamente dormido, salió de la habitación y se dirigió hacia el sótano, abrió una pequeña puerta que se encontraba en ese lugar, no muy visible pues se perdía con el resto de la pared, entro al pequeño cuarto y comenzó a buscar en los papeles.

La habitación era sumamente pequeña, apenas un escondite, pero ahí había toda clase de armas, sobre todo estacas de diferentes formas y tamaños, crucifijos benditos, agua bendita embotellada y un montón de papeles apilados, sin mencionar que el lugar apestaba a moho por la cantidad de años que llevaba cerrada.

―Aquí estas – dijo sacando una pequeña caja de madera de un pequeño baúl que decía "ATEM", la abrió sacando un pequeño crucifico – Atem hermano, por favor, protege a Yami – agregó, mientras salía del lugar asegurándose que estuviera bien cerrado, subió de nuevo con Yami y le coloco el collar sobre su cuello, después solo pudo contemplar al muchacho.

―Eres idéntico Yami – dijo en sollozos, aun recordaba a su hermano mayor.

Imágenes invadieron su cabeza en ese momento.

―Por favor Atem es peligroso – decía un pequeño Salomón de nueve años, mientras sostenía la mano de su hermano.

―Debo advertirle, para que se aleje – dijo Atem, soltándose del agarre de su hermano y corriendo a gran velocidad.

Salomón, solo vio a su hermano alejarse, después de eso escucho un disparó, se levanto lo más rápido posible y corrió en la misma dirección que su hermano, pero al llegar ya había sido demasiado tarde, el cuerpo de su hermano se encontraba cerca de un demonio, y sin vida, no lo podía creer, su hermano no estaba muerto, después vio como su padre arrojaba agua bendita sobre el demonio y todo ardió, incluso el cuerpo de su hermano.

Al abrir los ojos se dió cuenta de que se había quedado dormido al pie de la cama de Yami, volteó a ver al chico que aún seguía dormido.

―No permitiré que pase de nuevo – dijo Salomón, mientras se levantaba para salir de la habitación.

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12 de diciembre de 1972

Habían pasado varios días desde que Yami había dejado el hospital, su salud no había mejorado mucho en esos días, por la tanto no había podido asistir a la escuela, sin mencionar que todo el tiempo tenia sueño y la falta de apetito alertaba de sobremanera tanto a Yugi y al abuelo.

Yami permanecía dormido casi todo el día, el abuelo había decidido quedarse a dormir en su habitación para cuidarlo, y siendo justo a la media noche Yami despertaba, se quita el crucifijo y apuntaba hacia las puertas del balcón, el anciano cada que volteaba veía a un murciélago y Yami repetí sin parar Me pide que vaya con él pero el anciano lo impedía.

Ese día en la mañana Yami se había despertado muy Feliz; cuando el anciano le pregunto cuál era el motivo de su felicidad, el muchacho había llevado un dedo hasta sus labios y con un —Ssshhh, es secreto — que hizo que la preocupación del anciano solo creciera.

Yugi por su parte, no quería alejarse de Yami, pues el comportamiento extraño de su hermano no le gustaba, ya no reían ni jugaban como antes, además de que las conversaciones de Yami eran muy cortas y solo terminaban con un — Cuando mi vida se extinga, tu deberás seguir con la tuya — esto era un golpe muy duro para el pequeño, pues parecía como si su hermano se estuviera despidiendo.

Yugi y el abuelo se encontraban en el comedor, Yami seguía arriba en su habitación durmiendo, ambos cenaban en silencio pues ninguno tenía petito.

—Mañana es cumpleaños de Yami, que te gustaría que hiciéramos — comenzó el anciano para animar un poco a Yugi, después de todo el niño amaba organizar las fiestas para su hermano.

— No se abuelo, tal vez Yami no tenga humor para una fiesta — dijo el niño con desanimo, pues realmente se sentía triste.

El abuelo no insistió, pues nadie más que él conocía ese sentimiento, de pronto unos golpes en la puerta sobresaltaron a los dos, pues ya era las diez de la noche como para recibir visitas.

―Voy enseguida ― dijo Yugi, abriendo la puerta ― Kaiba, Joey, ¿vienen a ver a Yami? – agregó con alegría al ver los rostros familiares.

―Hola Yugi, ¿Esta tu abuelo? ― pregunto de pronto kaiba de forma cortante, ese día llevaba un traje negro con una gabardina blanca.

―Si claro, pasen – dijo Yugi, permitiendo que los dos chicos entrarán, los condujo hasta la sala ― abuelo te buscan ― gritó.

―Oh!, voy enseguida ― dijo el anciano haciéndose presente en la sala.

―Bueno los dejo para que platiquen― dijo Yugi, mientras se daba la vuelta, después de todo ya era tarde y el tenia que dormir.

―Espera, es necesario que también estés presente ― dijo Joey rápido, para que Yugi no se fuera, ese día el rubio tenia puesto también un traje negro, solo que su gabardina era de color gris.

―¿En qué podemos ayudarles jóvenes?― pregunto el abuelo, tratando de esconder su sorpresa, pues esos chicos eran idénticos a sus ancestros.

―Es un asunto relacionado con Yami ― dijo Joey, sentándose en un sillón, mientras que los demás presentes hacían lo mismo.

―Señor Mutou, seremos abiertos, Yami está siendo seducido por un vampiro ― dijo Kaiba, esperando ver expresión de sorpresa o burla en la cara del anciano, sin embargo solo pudo observar tristeza ― Ya lo sabía, ¿No es así? ― agregó.

Salomón asintió, y un par de lagrimas brotaron de sus ojos, ― cada noche, desde que estuvo en el hospital a sido visitado por ese demonio, hoy amaneció feliz, pero no me dijo porque ― dijo el anciano, sintiendo pena por su nieto, pues amaba a Yami y no quería perderlo.

―El nombre de ese demonio es Bakura― dijo Kaiba, con voz fría.

―¿Bakura?― dijo Yugi, el conocía ese nombre, pues Yami le había hablado de su relación.

― Tendrá que contarnos lo que paso hace sesenta años, señor Mutou, oh su nieto será devorado por ese demonio ― dijo Joey mostrando paciencia, pues sabía que lo que le pedía al anciano era difícil, sobre todo porque era de su hermano de quien hablaba.

Yugi volteo a ver a su abuelo, no entendía que pasaba, porque de repente hablaban de demonios, y porque decían que iban tras Yami, y porque Kaiba, Joey y el abuelo se portaban tan enigmáticos.

―Contaré lo ocurrido hace sesenta años, Yugi si nunca dije nada, fue porque quería protegerlos a ustedes ― dijo el abuelo, viendo a su pequeño nieto, quien no podía esconder el miedo que sentía.

Mientras el abuelo contaba lo ocurrido con su hermano Atem, en la habitación de Yami, este despertaba, se levanto de su cama, quitándose el crucifijo y dejándolo caer en el suelo, caminando hasta el closet, sacó un hermoso traje de color blanca junto con una capa roja con capucha; volteo a ver hacia la puerta del balcón, y observo que la nieve comenzaba a caer cubriendo toda la ciudad de una manto blanco.

Ese día también comenzó a nevar ― dijo, terminando de vestirse.

En la sala, el abuelo no podía ocultar las lágrimas que corrían por todo su rostro, Yugi, al igual que el abuelo, lloraba, pues el dolor que sentía al escuchar la historia de su abuelo y de cómo perdió a su amado hermano era muy doloroso; el reloj que se encontraba en la sala marco las doce en punto, haciendo que los presentes se sobresaltarán.

En la habitación de Yami, las puertas del balcón se abrieron de par en par, mientras el frio viento de la noche entraba a la habitación, la luz de la luna llena brindaba una claridad magnifica, permitiendo que se pudiera apreciar la figura que estaba parada en el balcón.

Al verlo, Yami sonrió y camino a paso lento hacia su visitante.

Todos en la sala se habían quedado callados, pues el ruido provocado por las puertas al abrirse los alerto a todos.

―Está aquí ― dijo Kaiba, levantándose de su asiento, corrió hacia la habitación de Yami, seguido por los demás, al llegar abrió la puerta de golpe.

Entraron a la habitación, notando de inmediato que Yami no estaba en la cama, vieron las puertas abierta, y dos siluetas ahí; una era Yami que se encontraba cara a cara con un ser pálido, de ojos cafés y pelo blanco.

―¡BAKURA! ― grito Yugi, para que el hombre lo viera.

Sin embargo, Bakura ignoró a todos, comenzando a elevarse por los aires con Yami en brazos, alejándose por completo del lugar.

―Joey, no hay que perder más tiempo ― dijo Seto, volteando a ver a Joey.

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Espero les gutes.