N/A: Hola a tod s! He vuelto con un fic the Yuri on ice (bless ese anime). Pero las parejas no serán Victuuri ni Otayuri (a pesar de que les shippeo mucho) sino que he decidido juntar Leoji y Emimki porque no hay suficientes fics suyos u.u Como siempre, me he decantado por los ships más secundarios xD pero no lo puedo evitar. En un inicio iba a ser Emil x Mickey porque tenía una idea muy específica para escribir (ya que no encontraba nada que me satisficiera) pero luego decidí meter un poco de Leoji, que son muy adorables y merecen amor :3
En fin, el fic lo empecé en un arranque de inspiración en Abril xD Lo dejé un poco tirado y lo retomé y finalicé en Septiembre. No lo subí ese mes porque quería que me lo betearan pero como veo que no va a poder ser lo subo ya :)
Lo he dividido en varios capítulos que subiré cada día hasta que se acaben, vaya. Espero que os guste! Rreviews y favs siempre ayudan! Besos!
EL AMOR ATONTA
Día 1
Se terminó de arreglar con parsimonia, las palabras de su querida hermana resonando aún en su mente. Le dolía mucho y le costaba aún más admitir que tenía razón, su dependencia no era sana, pero sin ella no se sentía capaz de enfrentar el mundo real. Él necesitaba protegerla, pues aún, a sus ojos, era una chiquilla.
Se lavó la cara y suspiró pesadamente, finalmente salió de los vestuarios para encontrarse con una sonrisa.
—¿Ya has terminado? —Le preguntó el joven patinador checo. Micky resopló. Parecía que nunca se desharía de ese pesado. Sinceramente, pensó que él también desaparecería pues Sara ya no pasaría tanto tiempo con su gemelo y lo que todos los chicos querían, Emil incluido, era ligársela.
—No sé qué haces aquí. La competición terminó hace rato y mi hermana patinará mañana. —Le recordó amargamente. El más joven le miró un poco extrañado.
—Tan solo te estaba esperando. —Ante la mueca de Michele, volvió a hablar más animado— ¿Quieres tomar algo esta noche? Podemos salir a algún bar.
El castaño pareció tomarse la propuesta en serio, pero se encogió de hombros.
—Pregunta a los demás, y a ver si saben de algún buen sitio.
Emil pareció dudar un segundo, pero luego sacó el móvil y preguntó en el grupo que se había encargado de crear Phichit. Al instante, este respondió con una afirmativa, cerca del hotel en el que todos se alojaban había visto un bar con buen ambiente. Guang-Hong Ji también se apuntó, y Leo le secundó, aunque los mayores les recordaron que aún no tenían la edad suficiente para beber según sus respectivos países.
Finalmente, y tras una pequeña charla, acordaron encontrarse en el bar dentro de una hora.
Era el tercer vaso que vaciaba de un solo trago, pero Micky les había dicho que tenía muy buen aguante, además, era capaz de morder si alguien se le acercaba a quitarle su cerveza.
Emil dio un pequeño sorbo a su vaso y miró a su alrededor. El italiano estaba bebiendo demasiado y aunque no le gustaba, el alcohol parecía hacerle olvidar su disputa familiar. Phichit hablaba animadamente con otra gente y Guang-Hong Ji y Leo de la Iglesia estaban sentados en una mesa un poco apartada de la barra, donde se encontraban ellos.
—Sincceramente no enntiendo muy bien porr qué ssigues aquí. —Dijo Micky, bastante borracho, mirándole fijamente. El checo le miró extrañado.
—¿Por qué no debería estar aquí?
Michele entrecerró los ojos y se inclinó hacia él, como queriendo escrutar en su interior sus verdaderas intenciones.
—Mi hermana no esstá aquí y ya no esstaremos tanto tiempo juntoss.
—Pero eso no es tan malo, —respondió Emil, pensando que era un lamento. —Es bueno que aprendáis a pasar tiempo separados y con gente diferente. —Pero Micky sacudió la cabeza.
—Nno es esoo. —Se quedó callado sin dejar de mirarle fijamente y Emil, para disimular su incomodez, bebió un poco más. —¡Aah! ¡Ya sé! —Gritó de repente el mayor. —¡Sei un testa di cazzo!
—¿Perdón?
—Que eres uun capullo. —Dijo taladrándole con la mirada y acercándosele más. —¡Siempre estáss a mi lado para que me haga ttu amiguitoo y así te dé mi aprrobación y puedass salir con Sara! ¡Puess no lo permmitiré! —Gritó aún más alto y haciendo que algunos se girasen a mirarlos. —Nno, signore, no permitiré que mi herrmanita ssalga con alguien tan rretorcido como tú. ¿Me hass enntendido?
Emil podía sentir el aliento a alcohol en su cara y si el italiano hubiese estado sobrio podría haber notado cómo las mejillas del menor se coloreaban por la cercanía de sus rostros.
—Te-te equivocas. Yo no quiero ser tu amigo para poder estar con Sara. Además, tú tampoco tienes derecho a decidir con quién debería salir ella o no, y creo que te lo ha dejado bastante clarito. —Respondió, enfadándose un poco por su actitud infantil.
—Excusas, excusass. Estáss coladito por ella, si no, ¿cómo es que ssiempre estás con nnosotros? No puedess vivir sin ella, y no te culpo, porrque es la mujer máas hermosa de la tierra, peroo que quieeras acercarte a ella y ussarme como mmedio no lo perrmitiré.
De repente Emil se levantó bruscamente, rompiendo el contacto visual.
—Estás borracho y no sabes lo que dices. Ahora, si me disculpas, voy al servicio, pero tú no vas a beber ni una copa más. —Acto seguido le hizo una seña al camarero para que no se le ocurriera servirle nada más y se marchó a grandes zancadas.
No se lo podía creer, sinceramente estaba perplejo. Después de tanto tiempo juntos no se podía creer que eso fuese lo que realmente Micky pensaba de él, que simplemente era un medio para ganarse a su hermana. Dios, cuan equivocado estaba. Era todo lo contrario. Sara le caía bien, muy bien, la consideraba una gran amiga, pero de eso a sentir algo romántico por ella… No era ella por la que su corazón se aceleraba.
Suspiró y apoyó las manos contra el lavabo. Necesitaba pensar. Sin embargo un quejido le devolvió a la realidad. Se giró y se asombró al ver a Guang-Hong y Leo sentados en el suelo del baño. El mayor sostenía lo que debía ser un trapo húmedo en la frente del asiático.
—¿Qué ha ocurrido? —Preguntó, acercándose a ellos, preocupado.
Leo hizo una mueca lastimera.
—Quisimos probar un poco de una bebida pero ha Guang se le ha subido enseguida el alcohol y se siente bastante mal…
Emil se acuclilló frente a los chicos y puso una mano en la frente del menor.
—¿Ha vomitado?
Leo negó con la cabeza.
—Lo siento, no pensamos que fuese a pasar nada…
—Está bien, no es nada grave. —Dijo Emil, poniéndose de pie. —Pero será mejor volver al hotel. Vamos. —Ayudó a los chicos a levantarse y salieron juntos del baño. —Llamaré a un taxi para llegar cuanto antes.
Dicho eso se dispuso a salir cuando Phichit le interceptó. Miró confundido a los chicos e interrogó con la mirada al checo.
—Han bebido un poco y a Guang-Hong se le ha subido a la cabeza, voy a acompañarlos de vuelta. —El tailandés asintió.
—Deberíais llevaros también a Micky, está cada vez peor.
—¿Pero ha seguido bebiendo? —Preguntó Emil con el ceño ligeramente fruncido.
—No, pero aun así está demasiado borracho, es mejor que vuelva y descanse.
El checo suspiró y se acercó a la barra.
—Micky, acompáñame, vamos a volver al hotel.
—Ah, noo. Yoo me quedo aquíi.
—Micky…
—No piensso seguiirte el jjuego, guapito. Ademáss, no quiero encontrarmme con Sara, ni conn nadie.
El menor tan solo resopló, exasperado y le agarró del brazo, arrastrándolo.
—¡Eeeh! ¡Déjameee! —Gritó mientras pataleaba cual niño pequeño.
Emil les hizo una seña al americano y asiático y salieron a la calle.
—Compórtate, voy a pedir un taxi, que Guang-Hong no se encuentra bien.
Micky hizo un puchero y se cruzó de brazos.
—No te pienso hacer caso. Ahoora mismo volveré a casa con Saraa y me dejarás en paz.
Mientras el italiano refunfuñaba, Emil consiguió llamar un taxi y los más jóvenes entraron. Consiguió meter también al mayor, que seguía quejándose, ahora en un tono más bajo y melancólico. El conductor le echó una mirada fulminante al checo al ver que todos estaban borrachos, a lo que el joven tan solo esbozó una pequeña sonrisa de disculpa.
—Como vomiten me limpiáis el coche.
—No se preocupe, solo tardaremos cinco minutos en llegar.
Y, efectivamente, a los pocos minutos estaban ya a las puertas del hotel.
—¿Necesitas ayuda con Guang-Hong? —Preguntó Emil, preocupado.
—No te preocupes, puedo apañármelas, tranquilo. —Le respondió Leo una vez que el otro le aconsejó sobre lo que debía hacer si se ponía peor. —Creo que tú lo tienes más crudo…—Dijo refiriéndose al mayor que se había puesto a lamentarse e incluso sollozar.
Emil tan solo suspiró y, llenándose de paciencia, agarró al castaño y se alejaron torpemente.
Leo rodeó con un brazo al más joven para ayudarle a sostenerse mientras cruzaban los silenciosos pasillos del hotel, interrumpido por algunas risitas tontas del asiático. Por fin llegaron a su puerta y el americano tuvo que hurgar en el bolsillo del pantalón del otro para sacar la tarjeta y abrir la puerta.
—¿Cómo te encuentras? —Preguntó encendiendo la luz. — ¿Quieres vomitar? Te vendría bien. —Al no haber respuesta le condujo al baño y dejó que el pequeño se sentase en el suelo con la cabeza apoyada en el retrete.
—Te sacaré el pijama. — Anunció mientras iba a la habitación. Buscó debajo de la almohada y dentro del armario hasta encontrar un pijama suave azul marino con estrellitas adorables. Rio y entró de nuevo en el baño.
—¿Es este tu pijama? —preguntó socarronamente. Guang-Hong le miró y se sonrojó, para luego asentir. —Venga, si ya te encuentras mejor puedes cambiarte.
El joven volvió a asentir. Leo le paso la prenda y vio que no había vomitado.
—¿Seguro que estás bien? —Le volvió a preguntar, preocupado.
Guang-Hong asintió seguro, así que el mayor tan solo suspiró y salió del baño para que el otro pudiese cambiarse con un poco de privacidad.
Unos minutos más tarde la puerta del baño se volvió a abrir y Leo no pudo evitar que su rostro comenzase a teñirse de rojo al verle tan adorable, con el pelo revuelto, más sonrojado de lo habitual y una carita de sueño tan tierna.
—Bu-bueno, pues si no necesitas nada más… yo debería ir yéndome para acostarme también…
Guang-hong tan solo asintió levemente, dejó la ropa en una silla y se metió en la cama, arropado hasta las orejas. Leo se le quedo mirando un rato hasta que se dio cuenta de que debía irse. Caminó unos pasos hacia la salida cuando una vocecita le detuvo.
—Espera… ¿te vas? — Un soñoliento jovencito le miro entre las sábanas. Leo no supo qué responder ante tal mirada. —¿Po-podrías quedarte? —Más que una sugerencia parecía casi una súplica. Vaciló.
—No sé yo… si te encuentras tan mal supongo que podría…—comentó mientras su corazón empezaba a latir rápidamente al barajar aquella posibilidad.
Guang-Hong calló y Leo se acercó para mirar si tenía fiebre.
—Parece que estás mejor…
Una mano atrapo la suya.
—Pero me gustaría que te quedases…
El chino no sabía de donde había sacado el coraje de decir esas palabras, puede que fuese el cansancio que no le dejaba procesar bien lo que decía o el alcohol, que le permitía decir lo que siempre quiso pero nunca se atrevió.
El estadounidense se derritió ante esa mirada y esas palabras y no pudo decir que no.
—Está bien, ¿pero dónde?
Guang-hong se sonrojó hasta más no poder cuando le indico que se tumbara con él, en la misma cama.
—No tengo ropa de cama… no quisiera meterme en las sabanas limpias con ropa de calle. —Dijo un poco dudoso el mayor.
Guang-hong pareció sopesar con seriedad la idea y luego dijo.
—Creo que tengo un pijama de sobra, prueba a ver si te sirve.
El mayor asintió y rebuscó en los cajones hasta dar con la ropa. Se quitó los pantalanes y se puso los del menor, que le observaba entre las sabanas rojo como un tomate. Al probarse la camiseta, comprobó que le estaba demasiado estrecha así que se la tuvo que quitar y miró al asiático, que le salía humo de las orejas al haber presenciado tal espectáculo exhibicionista.
—¿…Está bien si duermo sin camiseta?
El pequeño no pudo negarse a la perspectiva de tener a un chico medio desnudo en su cama así que finalmente, Leo se deslizó entre las sabanas. Se quedaron un rato los dos tiesos, mirando al techo sin saber muy bien que decir o hacer.
—… Esto… buenas noches, Guang-Hong. —Dijo el mayor, sin saber muy bien qué hacer o qué postura ocupar.
—Igualmente—Murmuró el susodicho.
Antes de caer dormidos, ambos agradecieron internamente el alcohol que les permitió dormir juntos.
Era complicado ayudar a Micky a caminar cuando llevaba 10 chupitos y dos botellas de alcohol y encima se negaba a que el otro le ayudara. Pero con mucho esfuerzo y regañinas consiguieron llegar frente a la puerta de su dormitorio.
—La tarjeta—Demandó el checo.
—No.
—¿Quieres que te deje en el descansillo?
Micky se lo pensó un poco más y finalmente dijo con voz pastosa.
—Enn el bolssillo.
Emil suspiró y metió la mano en el bolsillo del mayor para sacar la dichosa tarjeta pero éste chillo.
—¡EEEH! No me metas mano, ¡pervertido!
El menor volvió a suspirar, exasperado y abrió la puerta.
—Hale, vamos al baño a que vomites de una buena vez.
—Nnooo, quiero domiiiir.
—Vomita primero.
Fue una pelea interminable pero finalmente el más joven venció pues en cuanto el italiano se acercó al retrete expulsó toda la bebida que había consumido durante la noche. Emil le ayudó a limpiarse y le llevó a la cama, tumbándole allí mientras buscaba el pijama. Micky giro la cabeza y se encontró con otra cama, completamente vacía.
—Sara…— susurró. Esa tarde había decidido que si quería ser independiente y que su hermano la dejase en paz, debía mudarse a otra habitación, así que había recogido todas sus cosas, dejando la habitación medio vacía. Esa era una de las razones por las que el italiano no había querido volver a su cuarto, sabiendo que lo encontraría vacío y, como consecuencia, había bebido para olvidar.
—Venga, levántate un poco, que te voy a ayudar a ponerte el pijama
—...mmm…
Emil le incorporó un poco y le empezó a bajar los pantalones, intentando no pensar en que le encantaría volver a bajárselos en otra ocasión, pero claro, ahora su amigo estaba borracho y vulnerable y no podía aprovecharse de su situación.
—Sabess, Emil, — dijo Micky mientras dejaba que el otro le desnudase y vistiese. —En realidad piensso eso. Vass trasSara pero ella ya se ha ido. —Sollozó— Me ha dejado y tú harás lo mismo. Porque nadie mme qui-quiere y so-solo pretendes que te agrado para que te deje co-cortejarla. Pe-pero ella no se merece ningún hombre.
Emil suspiró mientras le quitaba la camiseta.
—Estás borracho, no sabes lo que dices. —Dijo intentando ignorar el dolor que se empezaba a instalar en su pecho tras las palabras de su amigo.
—¡Pe-pero es cierto! Te odio. Pero sigues aquí. In-insistes.
—Micky. Soy tu amigo lo creas o no. —Le dijo mirándole fijamente a los ojos, para luego ponerle la camiseta de pijama.
—Puess yo no ssoy el tuyoo. Pessaadoo.
Emil le arrastró para meterle en la cama.
—¿Me oyes? Te odio, te odio, te odioteodioteoidio. Tú y tu estuupida sonrissa.
El checo tragó saliva.
—Ya vale, MIcky. Deja de decir tonterías. Buenas noches.
Dijo dándose la vuelta para marcharse, pero dudó de si abrirla o no. Por un lado sería bueno que se quedase a comprobar que el otro iba a estar bien y como había una cama de sobra pues no habría problemas pero…
—¿Ves? Todos me abandonan…
—Ugh. — Se estaba comportando como un absoluto imbécil y aunque intentaba no darle importancia, esas palabras habían dolido. Dicen que los niños y los borrachos son los más honestos, ¿de verdad pensaba así de él? ¿Le odiaba? Sacudió la cabeza y salió de la habitación, cerrando la puerta y alejándose de allí con el corazón latiéndole deprisa.
