Saludos!

Estos cuentos los escribí para noche de halloween. Ya sé que pasó hace tiempo, pero no tuve el tiempo de publicarlos en esta web, así que aquí los dejo ahora. Son pequeños cuentos variados, todos one shots y tratan distintos ángulos de la noche de halloween usando a los digimons claro. Espero les gusten y me dejen sus comentarios! ^^

El primero trata sobre Wizardmon & Gatomon.


Extracto de…

La noche estaba negra, como boca de garurumon. Los digimons afuera ya se habían escondido en sus guaridas o resguardado bajo los techos de sus casas, mientras esperaban ansiosos la llegada de la mañana ante aquella tenebrosa y fría noche que parecía no querer terminar. Les aplastaba e infundía profundo temblor, haciendo estremecer levemente a los más pequeños con los sonidos nocturnos, o aún peor; con su silencio.

La hermosísima felina de brillante pelaje, claro como la nieve y sedoso como cabello de ángel, observaba al brillante astro suspendido en aquella incomprendida oscuridad que era el infinito, con sus grandes ojos de mar. La luna se encontraba sola aquella noche, acompañada únicamente por la felina que le contemplaba como hechizada. Aún a través del cristal de la ventana, podía sentir su energía llegarle desde lo alto y hacerla sentir como los enamorados; fuera de este mundo. Se volvió a ver al digimon que trabajaba afanoso ante un burbujeante caldero, que humeaba sus vapores de color y sus suaves esencias. Él nunca dejaba de trabajar, y ahora no parecía ser la excepción. Con un libro en la mano y la otra revolviendo mecánicamente con un enorme cucharón de madera, el mago estudiaba los últimos pasos para su trabajo de aquella noche. Cada noche tenía algo nuevo que hacer.

-La luna ya está en lo alto mi señor-le dijo ella con sus grandes ojos clavados en él.

Wizardmon levantó la cabeza, saliendo de su lectura y asintió.

-Bien. Ya casi tengo todo listo; solo los últimos ingredientes, y mi obra estará completa.

Gatomon bajó de un salto desde el marco de la ventana y se acercó, aspirando el delicioso y dulce olor que salía del enorme caldero negro. Meneaba la cola mientras aguardaba.

-¿Qué será esta vez, amo?-preguntó con curiosidad-¿Un hechizo mágico? ¿Una maldición? ¿Algún regalo para vuestros amigos magos?

El digimon cerró de golpe el libro y lo dejó sobre la mesa, mientras hablaba y buscaba unos frascos entre los muchos que tenía sobre una repisa.

-Es un obsequio para alguien muy especial. Si todo sale bien…-dejó esto en el aire mientras se acercaba y vaciaba el contenido de varios de los frascos al caldero.

Este bullía, y cambiaba sus colores con cada nuevo ingrediente que era añadido. La felina estaba acostumbrada a que su amo dejara ciertas cosas en el aire, abstraído como siempre estaba en su trabajo. A veces pasaba de un tema a otro sin darse cuenta, o explicaba algo y poco a poco se quedaba en silencio, metido en sus cavilaciones. Ella nunca preguntaba más detalles, o podía desconcentrarlo y hacerlo enojar. El wizardmon que le había adoptado tantos años atrás y la había hecho su compañera, a veces podía ponerse un poco irritable, y su magia era de temer. Finalmente, el mago se alejó unos pasos, observando su trabajo.

-Esta noche, mis poderes se incrementarán. El día de brujas no solo sirve para pedir caramelos como muchos hacen.-dijo, mirando a su silenciosa acompañante-Con cada persona que piensa en las brujas, con cada vez que alguien siente temor o invoca nuestro nombre, nuestro poder crece y crece, y aún más cuando la luna está llena y despejada de nubes que bloqueen su energía hacia nosotros. Esta noche-decía con pasión-mi magia romperá barreras, ¡y me habré probado a mi mismo!

Gatomon no dijo nada, pero se sentía cien por ciento feliz por su amo, aunque jamás lo expresaba más que de manera sutil. A él no le agradaban del todo las demostraciones de afecto, o simplemente parecía no prestarles atención. Lo había comprendido cuando, en el principio, ella siempre intentaba agradecerle por haberla salvado de la Witchmon que antes la tenía, y la había embrujado e intentado usar para sus experimentos mágicos. Con wizardmon, ella había aprendido a sentirse completamente segura. Por lo menos hasta ese día…

-¿Cuándo estará listo mi amo?-preguntó sonriendo. Se moría de ganas por ver el gran resultado.

Wizardmon se volvió a verla, y la contempló fijamente un largo momento. Algo en sus ojos parecía decirle a la felina que las cosas no parecían estar del todo bien. Se sintió un poco aplastada por su mirada.

-… ¿Amo…?- le llamó, extrañada.

El mago volvió su mirada al frente, mientras repasaba lo último.

-Pelaje de Garurumon para la fuerza. Plumas de Valdurmon para la magia. Pétalos de Lotusmon para la pureza…y extracto de felino para el toque final-dijo, mirándola nuevamente.

Gatomon sintió que su cuerpo se entumecía y se volvía de hielo. Negó con la cabeza mientras retrocedía, con el mago volviéndose hacia ella y avanzando con sus manos a punto de cogerla. La digimon se sintió horriblemente dolida y engañada por alguien a quien tanto estimaba y admiraba por su sabiduría y compasión. Sintió que sus ojos se humedecían.

Wizardmon intentó cogerla, pero ella dio un salto y le esquivó, cayendo sobre él y corriendo hacia la puerta. El digimon se levantó de prisa, y con un movimiento de manos, una caja mágica apareció delante de gatomon antes de que ella pudiera escapar por la puerta, atrapándola. La felina se batió con fuerza al interior de la caja, pero no consiguió nada. Si quiera pudiese evolucionar para intentar escapar…pero era imposible. Su anterior ama le había sellado para que jamás pudiese evolucionar e intentar escapar de ella, por lo que estaría por siempre atascada en su fase adulta, por muy fuerte que se volviera.

Sintió como el mago cogió la caja y caminó. Pronto, ella pudo sentir el calor del caldero bajo sus patas, y sabía que llegaría su fin. ¿Cómo se habían torcido así las cosas? ¿Qué habría hecho que ahora él la quería para sus fines? ¿Todos los magos serían así? Cerró con fuerza los ojos y esperó su dolorosa muerte cocinada en el caldero burbujeante, cuando sintió que la caja era abierta.

Se protegió con ambas manos y esperó. Wizardmon le cogió de la cabeza y tiró de ella, haciéndola maullar adolorida.

Pero eso fue todo.

Gatomon esperó, y nada más ocurrió, salvo un sonido hirviente en el caldero. Abrió los ojos y miró hacia arriba al mago, quien observaba absorto los cambios en su olorosa preparación. La felina se tocó detrás de la oreja, donde le había tirado, y comprobó que le faltaba un pequeño mechón de pelo. Se quedó anonadada.

-Pero…-estaba por decir, pero él la interrumpió.

-Si te lo pedía ibas a decir que no.-respondió él antes, mientras dejaba la caja en el suelo y seguía revolviendo la preparación.

La digimon quedó pasmada. Volvió a tocarse allí donde sentía su piel y miró al mago.

-¿Solo era eso?-preguntó.

Wizardmon afirmó con la cabeza, mientras cogía una enorme copa de bronce y vertía el contenido espeso y de color anaranjado en ella. Gatomon suspiró, aliviada como jamás lo había estado en toda su vida, y trataba de controlar su agitado corazón golpeándole en el pecho. Había sido literalmente un susto de muerte.

-Toma-dijo de pronto el digimon, acercándole la copa.

Gatomon sintió que se le erizaban los pelos del cuerpo. La copa frente a su cara humeaba, y a pesar de que olía bastante bien, el color y la textura se veían dignas de un dolor estomacal.

-Amo, no querrá que…

-Tómalo-demandó él.

-¿Qué…qué me va a pasar?-preguntó con cierto temo mientras sostenía la copa entre sus manos.

-Es lo que quiero averiguar. ¿Qué?-dijo, secamente-¿No confías en mí?

Con lo ocurrido hacía pocos minutos, no sabía si realmente tenía que confiar a ciegas en él o andarse con cuidado. Lo dejó a su suerte, y cerrando los ojos, puso la copa en sus labios y tragó todo. Hasta la última gota.

Sacudió la cabeza, sintiéndose un poco asqueada. Sabía terrible, como una curiosa mezcla de cebollas crudas, polvo y jugo de Wormmon. Ya había probado de éste último antes con su anterior ama, y le había sentado fatal. Wizardmon se levantó y se volvió, recogiendo todo lo que había dejado desparramado y sin hacer el menor comentario. Gatomon estuvo por hacer arcadas, pero se contuvo. Hasta ahora, no tenía brazos ni ojos de sobra, y no había cambiado de color. Se sentía muy extraña sin embargo.

-Amo, ¿qué es lo que…?

-Paciencia. La magia requiera mucha paciencia.-respondió él impasible.

Pasó cerca de una hora después. Wizardmon terminó de ordenar todo en su laboratorio, cenaron y luego esperaron en el más profundo de los silencios. Gatomon aún tenía sus dudas sobre lo que pasaría, o si el hechizo de su amo realmente surtiría efecto, mientras poco a poco la iba venciendo el sueño. Lo mismo le pasó al mago, quien después de haber estado todo el día trabajando en aquella pócima, confiaba a ciegas en que funcionaría. Cerró los ojos con la imagen de la felina blanca durmiendo en su sillón de cuero y paja, y se quedó profundamente dormido.

Cerca de la madrugada ocurrió.

Se escuchó un grito. Un largo y agudo grito salir de la casa del mago, escondida en lo más profundo de aquel oscuro bosque. Todos los digimons alrededor temblaron levemente ante aquel alarido, y se alejaron. Wizardmon despertó sobresaltado ante el grito y se levantó de golpe, solo para golpearse de frente con la otra criatura.

-¡AMO!-gritó el digimon, aún presa de la sorpresa-¿Qué me has…? ¡Cómo has podido!-exclamó.

El digimon se frotó la frente y se arregló el sombrero. Miró con curiosidad lo que tenía en frente y asintió satisfecho.

-Pues salió bastante bien-dijo por fin.

El digimon de en frente temblaba de pies a cabeza. No de miedo ni de frío, pero sí de la sorpresa. Gatomon estaba convertida en una hermosa y brillante Angewomon; como jamás imaginó que le ocurriría. No podía salir de su estupor. Se miraba por todos lados sin poder creerlo. Se suponía que era imposible.

-¿Cómo lo hiciste amo?-exclamó ella.

Wizardmon se encogió de hombros. No tenía mucho caso explicárselo, porque él tampoco sabía completamente la respuesta. No había sido solo la magia la que le había librado a ella de su anterior hechizo, había sido algo más. El mago fue hacia la puerta y la abrió, haciéndole un gesto que ella no entendió muy bien.

-Ya te puedes ir-dijo él.

-¿Irme?-preguntó ella extrañada-¿A dónde?

-Al paraíso digital. Allí habitan todos los digimons del tipo ángel. Servirás mucho más allá arriba que aquí abajo conmigo.

Angewomon dejó pasar un segundo, mientras analizaba esto último. Se sorprendió de pronto y sonrió.

-Amo… ¿No crees que si me hubiera querido ir desde un principio, ya lo habría hecho?

Wizardmon se quedó extrañado esta vez. Pensó un momento en la respuesta de la digimon e hizo un gesto de leve sorpresa. Pudiese ser que tuviera razón… Negó con la cabeza y volvió a cerrar la puerta. Pasó por el lado de ella sin siquiera notar su aire angelical, su belleza o esa sensación gratificante de estar cerca de un ángel que despedía luz y amor. Simplemente regresó a sus quehaceres.

-Esta noche trabajaré en algo nuevo-dijo, sentándose ante la mesa con un enorme libro abierto.

-¿En qué cosa?-preguntó ella sentándose frente a él, sonriendo. Dejaba lucir sus atributos femeninos sobre la mesa, haciendo que wizardmon se desconcentrara inevitablemente.

-En…-cambió algunas páginas del libro, buscando algo nuevo. Ya todo lo de ese libro lo había practicado y llevado a cabo satisfactoriamente-Ahm…no lo sé… creo que ya he terminado con este…

-Y con todos los de su estante amo-dijo Angewomon.

Ambos digimons se quedaron mirando un segundo. Ella le envió un furtivo mensaje que él desechó al instante, sonrojado.

-¡Errrr! ¡Mejor vamos al pueblo a conseguir un libro de hechicería nuevo!-sentenció, levantándose de una vez, cogiendo su capa y saliendo de allí, con Angewomon pisándole los talones.

Si antes tenía razones para pagarle el haberla salvado de su anterior y horrible ama, ahora tenía mil razones más para quedarse y agradecerle todo lo que le había entregado. Suerte que existían días como el Halloween en el que el poder de los brujos y brujas aumentaban, de lo contrario ese hechizo nunca hubiese podido llevarse a cabo con aquel resultado. Aunque era ella ahora quien sospechaba que se trataba de otro tipo de magia.

FIN