Advertencias: One-sided Slash (Ray x Norman), Angst, OOC, plot holes, destrozo el canon, nada de esto tiene sentido.
Disclaimer: The Promised Neverland y todo lo que abarca no me pertenece.
1
Emma recibía visitas seguido. De Gilda, de Violet, de Don, de Oliver, de todos los que la conocieron cuando decía más de diez frases por conversación. Ocasionalmente venía también algún curioso esperando encontrar información sobre el dios William Minerva.
Y la respuesta de Ray siempre era la misma.
—Se llama Norman, y no somos amigos.
Emma sigue mirando por la ventana. Está soñando, pero no está dormida. Tampoco despierta. Las luces están encendidas pero no hay en nadie para responder a la puerta. Es a ella a quien vienen a buscar, pero jamás la encuentran.
Su cabello ahora le llega más abajo de la mitad de la espalda. Ray había pensado en cortárselo, antes siempre lo llevaba corto, pero un buen día Anna le enseñó a trenzar y Emma parece disfrutar cuando pierde cuarenta minutos cada mañana únicamente arreglándoselo.
Un sinsentido, considerando que la propia Emma sabe hacer trenzas, pero ella parece contenta cuando él lo hace, así que se toma su tiempo. Mantienen una conversación unilateral donde él vierte su mente entera para compensar la ausencia de respuesta. Pero ella parece prestar atención, porque su rostro cambia y sus ojos giran hacia él, interesada.
Cosas como esa le convencen que solo está triste, que es cuestión de tiempo para que se recupere aunque ya hayan sido años desde que Norman dio muerte a Musica, declarando exterminada su especie.
— ¿Por qué? — Pregunta el curioso de turno.
—Nos hizo daño. — Responde Ray, cerrándole la puerta en la cara.
Emma voltea para mirarlo, más despierta de lo que ha estado en un tiempo. Su voz aparece por primera vez en mucho tiempo, murmurando algo que nadie llega a escuchar.
2
Apenas acababa de hacer café cuando tocaron la puerta. Gilda y Don visitaban los miércoles a las siete de la mañana, sin excepción. Llegaban siempre perfectamente puntuales, con los perros de la segunda a sus costados.
Eran de los pocos a las que Emma aún respondía. No le gustaba ni mirar a gente como Paula o Gillian.
Al final, todos habían apoyado a Norman. De una u otra, ya sea con participación o silencio. Emma fue encerrada en una jaula, como si fuera un perro.
Ray no movió ni un dedo para que completase su plan cuando se lo pidió, aunque le hubiera parecido la opción más acertada de todas. Entró voluntariamente a la jaula, mirándolo a los ojos todo el tiempo, mientras sus oídos se concentraban en los sollozos a su costado.
Salieron cuando ya no había nada qué hacer.
—Hey. — Saludó, abriendo la puerta.
—Hey. — Responde una voz que siempre oye pero jamás escucha. —Ha pasado bastante, ¿no?
Norman se ve más alto de cerca que de lejos y más cansado de lo que nadie apenas alcanzando los dieciocho debería estar. Ray está sorprendido, sabe que su rostro lo demuestra y su mano tiembla en la puerta porque las ganas que tiene de aventársela en la cara son poderosas.
— ¿Qué quieres? — Su voz sale extraña, con un tono de incredulidad y para su malestar, un poco de miedo.
—Hablar.
—No creo que te responda.
—No es una afirmación. ¿Puedo pasar?
—No. ¿Qué quieres? — Repite sus palabras estúpidamente. Está molesto, nervioso y no puede pensar bien. Quiere fingir que es un hombre compuesto que es demasiado indiferente para inmutarse ante él pero falla porque es un desastre conformado por sentimientos embotellados que explotan ahora que puede permitírselo.
—Hablar. — Norman hace lo mismo que él, volviendo a sus primeras palabras. Supone que la mueca en su rostro es un intento de sonrisa. —Yo… los extraño, a los dos.
(La adoración no llena corazones, los entibia pero al final debajo de su corona sigue repleto de vacío.)
—Bueno, Emma... Emma no le habla a nadie. Además, yo no te hablo a ti.
—Lo estás haciendo ahora. — Le responde sin humor, su voz seca y su rostro serio. —Ray, sabes que fue lo mejor para todos nosotros. No había manera de que esos monstruos nos permitan vivir en condiciones de igualdad y el mundo humano nos rechazó. Teníamos que desaparecerlos.
—Lo sé. Sé todo eso, no necesito que lo repitas.
— ¿Entonces por qué te quedaste con ella?
—Pensé que si la dejaba sola moriría haciendo algo estúpido, o de tristeza. — Explicó a medias, fastidiado con lo subjetiva que había sido su propia decisión. Con lo infantil que se sentía estando molesto porque Norman prefirió una solución pragmática a los métodos poco viables de Emma. Con sus decisiones anteriores, con el mundo por haberlo obligado a elegir.
Ellos estaban arriba de todos los otros, física y mentalmente.
Por eso decidió que serían sus amigos. Porque parecían tener más oportunidades de sobrevivir. No pensó encariñarse, en ver a la idiota como lo más cercano que tendría nunca a una verdadera hermana o comenzar a ver al actual genocida frente a él como el chico al que quería tomar de la mano y dar besos silenciosos.
De repente, tiene ganas de regresar a dormir.
— ¿Y yo? ¿No creíste que pude haber muerto?
—No, no realmente. — Tragó saliva, aun mirándole directamente, cuando siguió hablando. —No pensé que morirías. Eres un dios, ¿no?
Puede ver el dolor en su rostro. Se pregunta por qué, cuando él aceptó las consecuencias hace mucho.
(Tenían menos de doce cuando se enteraron que morirían a manos de la mujer que los crió. Eran niños, estaban solos. Perdidos en un mundo que no aceptaría que vivan.)
— ¿Por qué quisiste salvarme, entonces?
—Me gustabas, pero ella te gustaba a ti. Pensé que lo mejor era que ambos huyeran directo al mundo humano sin causar alboroto y tuvieran una oportunidad de vivir como querían.
— ¿Te gustaba? — Está triste, confuso, y sorprendido. Parece estar recién dándose cuenta de una infinidad de cosas que ya son tan viejas que carecen de importancia.
— Hace mucho. — Es lo más cercano a una confesión adecuada de lo que jamás van a estar. Porque en el pasado Ray no tuvo esperanza y Norman miraba a otro lado mientras que en el presente Norman mira hacia atrás y Ray ya no está ahí.
Tal vez debió pensarlo mejor, u hablarlo con alguien, pero había miles de cosas en el medio.
Una de ellas se acaba de despertar.
Ray escucha sus pasos. Está bajando a desayunar y que le trencen el cabello.
—Fuera de aquí, está despierta, no quiero que te vea. No me interesa seguir hablando contigo.
Como tantas otras veces, cerró la puerta en su cara.
Solo Don llegó, minutos después de que Norman se fuera. Gilda apareció recién al siguiente miércoles, muy puntual y muy roja, murmurando cientos de disculpas.
3
Ray era cuidadoso con Emma.
Por la calle iban de la mano, comía con ella y chequeaba que estuviera bien cada vez que podía. En el inicio de su "sueño" era incluso peor; su rostro parecía en un constante estado de miedo y, no sabía qué era lo que pasaba ante sus ojos, pero sabía que debía ser doloroso.
(Teorizó una vez, en la madrugada, escuchándola llorar, que veía la ejecución de Musica en incansable repetición.)
Ahora lucía más tranquila. Más feliz, perdida en un mundo extraño que él realmente jamás podría descifrar pero que mantenía esperanza de poco a poco sacarla fuera de este.
Le estaba tomando años de años, y eso estaba bien. No quería apresurarla, ya no había peligro.
Entonces un día ella desapareció.
Dieron las ocho y media de la mañana sin que Emma bajara a comer, no escuchó ni sus pasos ni el ruido de sus cajones siendo abiertos o el agua del baño corriendo así que emprendió la carrera para revisar cada cuarto de la casa sin encontrar otra cosa que polvo y vacío.
Puerta tras puerta su ansiedad se intensificaba. El jardín estaba vacío también, ¿dónde podía estar? Quizás había decidido salir sola, cosa que no le habría importado hace cinco años cuando sus ojos no estaban perdidos y su voz era más que suspiros.
Pero ahora, en el presente, no podía evitar temer. Así que visitó todos los lugares posibles que se le ocurrieron, preguntó a todos y no encontró más que desconcierto. Nadie la había visto, el sol comenzó a bajar y el pánico a subir.
Estaba nuevamente frente a su casa, con la puerta abierta, mirando hacia las escaleras. Avanzó sin cerrarla, para abrir la que daba al jardín. Debía revisar solo una vez más, quizás había vuelto mientras él estaba afuera.
—Ray.
Detrás de él estaba un dios de carne y hueso, con su gran capa blanca cubriéndole los hombros.
—Me he enterado que Emma se fue.
Fue jalado en un abrazo antes de poder revisar el jardín nuevamente. ¿Quién se creía este tipo para tener tanta confianza con él? Mucho más para interrumpir su tarea. Estaba ocupado, terriblemente ocupado.
— ¿Entiendes que no puedes hacer esto solo? Te puedo ayudar. Tengo todos los medios para ayudarte.
Norman había muerto en el orfanato. Ese hombre, si recordaba bien, era William Minerva.
—Confía en mí.
Sus ojos casi tan perdidos como los de la pelirroja esfumada en el aire se fijaron en el cielo. Se sentía entumecido, casi como peso muerto, su mente pensaba mil opciones y ninguna tenía sentido porque solo podía concentrarse en el olor metálico que estaba impregnado en la piel del dios que lo sostenía.
(Se equivocó, existía todavía el peligro, y era muy parecido a quien alguna vez fue Norman.)
Notas/Extras: Aiisshh es que este fic es super dramático, pónganle Linkin Park de fondo. Juro que yo ya no sé escribirrrrrr...
