Hola! Aqui les traigo esta nueva historia, es la precuela de Arrastrados por el Deseo... De acuerdo con las visiones de Doña Erika, Candy, Terry y Albert tienen una deuda de una vida pasada donde sus destinos se cruzaron de manera trágica. Esta es la historia que se escribió antes de que nacieran y conocieramos sus vidas tal cual y que sus almas arrastraron por siglos. Es una historia fuerte y les pido que a quienes la lean, usen su criterio, su imaginación y se dejen llevar a un mundo diferente, donde las reglas eran distintas y el peligro y la violencia dictaban las acciones de los hombres y mujeres de una Europa primitiva y envuelta en guerras y saqueos. Los personajes de Terry, Candy y Albert son de la autoria de Kyoko Mizuky, el desarrollo de esta trama es mio. Ojala les guste!
Capitulo 1: Develando el misterio
Doña Erika despidió a Candy, lo que las cartas revelaron le pareció una historia verdaderamente increíble y única. Regresó a la cocina, volvió a tirar las cartas y observó el patrón que estas formaron sobre la mesa:
-Sorprendente…Verdaderamente increíble…
Hace más de 1200 años, en un punto remoto de la frontera Dinamarca y Alemania, nació un niño rubio a quien su madre nombro William Alberik. Era el primogénito de Alberik Hachasangrienta, Jefe del Clan del Oso Pardo, uno de los más poderosos dentro de la tribu Vikinga que reinaba esos territorios. Como descendiente de guerreros, se crió en un ambiente duro y lleno de peligros. Los hombres eran brutales en todos los sentidos que un varón podía llegar a ser. A la corta edad de 6 años, el joven Alberik presenció un hecho sangriento que definiría en enorme manera su carácter adulto. De temperamento dulce y amoroso, siempre fue un niño muy apegado a su joven madre, una hermosa rubia de ojos verdes quien apenas adolescente fue tomada como esposa por el rudo líder. La relación entre ambos era muy parca y algo violenta como se acostumbraba en esos tiempos, sin embargo, Wilhelmina a pesar de la mala vida que llevaba trataba de proteger a su hijo lo más posible de las crudas verdades de sus vidas, tratándolo con extremo cuidado y enseñándole la belleza del contacto con el mundo natural y espiritual del bosque. Una noche que ambos dormían solos, ya que el padre se encontraba en el mar en medio de una batalla para agrandar las rutas marítimas de la tribu, su aldea fue atacada por un grupo enemigo. La gran mayoría de las mujeres, ancianos y niños fueron violados o asesinados o ambas cosas. Cuando Wilhelmina se dio cuenta de lo que pasaba, despertó a su hijo mientras se acercaban cada vez más los gritos y estruendos del ataque.
-Alberik! Hijo, debes prometerme que no gritaras, pase lo que pase! Debes sobrevivir!
-Mor (mamá)! Tengo mucho miedo!
-No te preocupes, son (hijo)… Ocúltate en este hoyo y pase lo que pase, prométeme que no harás ningún ruido. Yo me quedaré aquí afuera por que no cabemos los dos. Todo va a estar bien, querido… Ella lloraba intentando sonreír, sabía de lo que eran capaces los animales que aullaban disfrutando el macabro festín, y en su mente elevó una oración a los dioses para que obraran un milagro y salvaran a su amado hijo. Alberik lloroso asintió con la cabeza al momento de que su madre le daba un beso desesperado en los labios y ocultaba con una tabla y el camastro sobre el que dormían el refugio que ella sabiamente había escarbado en un rincón de su choza para el caso de que una eventualidad de este tipo, que eran muy común, pudiera presentarse. No había terminado de acomodar el escondite cuando escuchó como pateaban la puerta y la tumbaban de un solo golpe, apresuradamente tomó una espada de las que su esposo guardaba e intentó defenderse del enorme y aterrador atacante que sonriendo como chacal se le acercó blandiendo una enorme hacha. A pesar del coraje de la joven, el maldito logró desarmarla y dándole un puñetazo brutal en la quijada la tiró al suelo para después levantarla del cabello y sacarla a rastras y violarla en la entrada de su casa. Alberik se mordió el puño hasta que le sangró del horror que experimentó al escuchar los gritos de su madre. Juró que se vengaría de los infelices que se aprovechaban de la debilidad ajena para saciar su bajeza. La muerte de su madre no quedaría impune. La mayoría de las casuchas de la aldea fueron quemadas, y el niño, astuto y decidido aprovechó la oscuridad de la noche para escapar hacia el bosque antes de que le prendieran fuego a la suya… con su madre dentro de ella. Cuando los hombres volvieron del mar, se encontraron al único sobreviviente de la masacre. El padre, frio como un tempano de hielo solo le dio unas palmadas en el hombro y lo felicitó por ser lo suficientemente fuerte para sobrevivir.
-Sin duda alguna, serás un digno sucesor mío, Son.
Lejos, muy lejos de ahí, nació otro niño. Bajo los cálidos rayos del sol de un valle asturiano y frente al mar Cantábrico, nació un hermoso niño trigueño a quien llamaron Taleb Muhammad. Era uno de los tantos hijos del Jeque Ashraf Muhammad y una de sus mujeres, una hermosa castellana de nombre Irene que le fue entregada a condición de respetar la villa de donde era originaria. La joven cuando fue tomada por él no pasaba de los 16 años y era poseedora de una belleza impresionante, de piel blanca y cabellos negros, sus ojos azul oscuro de pestañas espesas la convirtieron de inmediato en la posesión más valiosa del harem del jeque. A pesar de ser esposa de un musulmán, ella conservó su fe católica y en secreto bautizó y educó a su hijo en las creencias cristianas. El niño era de un temperamento fuerte y dominante, y tan pronto tuvo edad y tamaño, se volvió un experto jinete y domador de caballos pura sangre, lo cual era una tradición legendaria entre los varones de su pueblo. Callado y tendiente a la solead por sentirse diferente de los demás hijos del jeque, quienes eran cien por ciento de sangre árabe, se volvió rebelde y distante, lo cual a su padre lo hacía sentir una peculiar predilección por él. Taleb veía con tristeza la melancolía en la que su madre vivía sumida, y en el fondo, a pesar de admirar a su poderoso padre, también le guardaba resentimiento por la soledad y el lugar secundario en el que tanto él como su madre vivían relegados. Al cumplir la edad de 12 el jeque anunció que su sucesor en el liderazgo de la provincia conquistada seria Taelin, lo cual generó inconformidad y envidia entre el resto de su familia. No faltó la esposa inconforme que expresó su disgusto ante el Jeque, quien sonriendo satisfecho de si mismo, contestaba sin empacho:
-Él es el indicado, pese a quien le pese. Mi obra maestra me llena de orgullo y advierto, a quien se atreva a lastimarlo o molestarlo, o seguir cuestionando mi decisión, le voy a hacer entender por las buenas o por las malas que con lo mío no se deben meter. Ala es mi testigo y mi aval!
En otro punto de la Europa de los años oscuros, nació una niña en la ribera de un rio de Galia del norte. La bautizaron como Karin bajo la fe cristiana. Era un pueblito de agricultores y pastores de ovejas de costumbres pacificas, y que luchaban por sobrevivir en medio de las guerras y pillajes tan comunes en esos tiempos. Fue criada con amor y respeto junto con sus 6 hermanos, siendo ella la tercera en orden. Su primera infancia transcurrió jugando entre los arboles del bosque vecino y cuidando de las ovejas junto con sus hermanos mayores. Sus padres eran personas piadosas y amorosas que les brindaron un ambiente familiar muy feliz, protegidos por la seguridad que el bosque que rodeaba su villa les podía proporcionar. Karin disfrutaba recostarse en el pasto a ver el atardecer en soledad antes de regresar a casa poco antes del anochecer. Nunca había tenido problema alguno, por lo que un día antes de cumplir los 10 años, siguiendo su rutina diaria y acompañada de un corderito, recogía setas para llevárselas a su madre y que les preparara un delicioso estofado, cuando entre los arboles y la oscuridad del bosque, un grupo de hombres la vieron y sin que ella pudiera decir nada o gritar pidiendo ayuda, la tomaron cubriendo su boca y la raptaron. Eran vándalos que se dedicaban al pillaje y a la venta de esclavos. A pesar de lo mucho que ella pateó e intentó liberarse, y llamar a gritos a su papa para que la salvara, los hombres la metieron a una carreta después de amarrarla y vendarle los ojos y se la llevaron a toda prisa. Asustada y aterrada por lo que le ocurría, Karin lloró hasta que el cansancio la venció y se quedó dormida, rogándole a Dios que le permitiera volver con su familia o mejor le quitara la vida. Después de viajar durante días, finalmente la desataron y la sacaron a la luz del sol. Estaba en el mercado de una ciudad y la expusieron junto con otros niños y personas para ofrecerlos a la venta. Entre los que compraban esclavos estaban dos mujeres, una muy hermosa y otra quien al parecer era sirvienta de la primera. De inmediato la vieron y preguntaron por su precio.
-5 piezas de oro por la niña. Como se podrá dar cuenta, mi Señora, esta sana, fuerte, y se convertirá en una mujer de muy buen ver. No se arrepentirá de esta adquisición.
-Te doy 3 piezas de oro y 5 ciclos de plata. Es mi última oferta.
-Mmmmm. Dejémoslo en 4 piezas de oro.
La sirvienta pagó la cantidad ofrecida y tomó por la mano a la niña, quien asustada por lo que le esperaba la siguió como corderito indefenso. Fue llevada a un hermoso edificio. La sirvienta le dirigió la palabra pero no entendió nada de lo que ella le dijo. La mujer la vio si ningún rastro de compasión.
-Ya aprenderás a punta de golpes a hablar en lengua civilizada, salvaje apestosa.
Al entrar por el enorme portón de lo que parecía ser un castillo, vio salir de él y pasar a su lado un hermoso caballo negro, de piel brillosa, sobre el cual iba montado un jovencito de tal vez 13 o 14 años, de cabello negro y piel blanca. El chico la miró con curiosidad ya que le llamó la atención su larga cabellera rubia y rizada y su rostro marcado por las lágrimas. Se observaron al pasar con atención y a ella la forma en que ese muchacho tan atrayente la miró la hizo sentir ganas de ir ahí donde aparentemente él vivía. Sintió deseos de verlo nuevamene, ya que le pareció ver en su mirada un atisbo de interés y compasión por ella. Su corazón lastimado cobijó un leve rayo de esperanza y recuperó los deseos de vivir. Pronto se enteró para quien fue comprada. A partir de ese día fue la doncella de la Señora Mahdi, hermana mayor del jeque Ashraf, y en especial de la hija de esta, Mayra, sobrina de 12 años del jeque. La jovencita morena de inmediato sintió muchísima curiosidad la primera vez que vio a la asustada rubia. Curiosidad que también fue sentida por Karin, quien agradecida fue guiada hacia una habitación para ser bañada, cambiada de ropas por otras limpias y acorde con su nueva ocupación (mucama de las habitaciones de la viuda y su hija) y alimentada con un frugal plato de frutas secas, nueces y un pedazo de carne seca. No tardó mucho tiempo y pronto comenzó a comprender el idioma que esas gentes hablaban, y ocupó sus días atendiendo las necesidades de la Señora Mahdi y entreteniendo a la joven Mayra, con quien de una forma discreta y reservada, jugaba y le hacía compañía.
La única cosa que la ayudaba a no volverse loca de tristeza y melancolía por su vida destrozada y lejos de su amada familia, era el gozo de ver al hijo del jeque, el joven Taleb. Las primeras ocasiones que lo vio en el interior del palacio procuraba ocultarse para que él no la viera. Pero en su mente infantil y necesitada de una ilusión, soñaba que ese bello joven le sonreía y le prodigaba atenciones que la hacían sentir valiosa y merecedora de afecto. Sus amas no la maltrataban, pero ciertamente eran frías y distantes.
Una ocasión, cuando ella ya tenía varios meses sirviendo en el palacio, la Señora Mahdi le pidió se dirigiera a la cocina a traerle una jarra de leche para lavar su cabello. Karin venía de regreso con el jarrón lleno hasta el tope cuando al dar la vuelta en una esquina, tropezó de frente con alguien que no alcanzó a ver por estar concentrada en sostener el jarrón y no permitir que se le derramara ni una gota de líquido. La pobre niña cayó de sentón mientras que el jarrón se hacía añicos en el suelo. Ella angustiada por el incidente (su Ama era una mujer muy estricta, y la castigaba duramente cuando cometía algún error o se distraía un poco de sus obligaciones) alzó los ojos hacia la persona con la que había chocado. Sus ojos se abrieron como platos de la sorpresa, era el joven Taleb.
El la miró fríamente, al parecer le había molestado mucho haber tenido ese accidente con ella. Ella se quedó estática sin atinar a reaccionar.
-Te hiciste daño? Le preguntó el trigueño. Ella volteó a todos lados para asegurase que era a ella a quien le dirigía la palabra. El muchacho se impacientó ante la falta de respuesta de la joven esclava. –Te pregunté que si te hiciste daño?
-N..no, señor. Ella se sonrojó bajando los ojos, ahora sí que se había metido problemas serios. El hijo del jeque con toda seguridad la mandaría azotar por descuidada y su Ama la desollaría viva a reatazos por tirar su preciosa leche de burra que usaba una vez a la semana para conservar la belleza de su cabellera. Pero contra sus expectativas, el joven la ayudó a ponerse en pie y por un segundo, le pareció, le brindó una ligera sonrisa que para ella fue como si un rayo de cálido sol le calentara el alma misma.
-Esta leche era para mi tía, verdad?
Ella asintió insegura, él miró en dirección al pasillo que llevaba a los aposentos de la señora Mahdi.
-Vamos a la cocina, pediré una jarra para mí, y tú te la llevarás y nadie se enterará de esto.
Karin sentía que la mano del muchacho en su brazo provocaba reacciones como de miles de mariposas revoloteando por su cuerpo. Incluso después de que la soltó y enfiló sus pasos hacia la cocina, ella aun no alcanzaba a salir de su pasmo y tardó en reaccionar una fracción de segundo hasta que lo vio alejarse. Corrió atrás de él. Cuando llegaron a la cocina, Taleb le ordenó quedarse afuera y con el dedo le hizo una indicación de guardar silencio. Ella le sonrió y observó como el muchacho se acercaba a la cocinera para solicitarle una jarra de leche de burra. La mujer le pidió que esperará un poco, ya que tendría que mandarla pedir por que la que tenían hacía rato se la habían llevado para la Señora Mahdi.
-No hay inconveniente, pero ordene que se apresuren a traérmela.
Los sirvientes en seguida le hicieron llegar una jarra rebosante de leche, y el muchacho satisfecho dio las gracias y salió de la cocina para encontrarse a Karin feliz de verlo llegar con la jarra entre las manos. Ella extendió las suyas para quitársela, pero él se negó.
-No, te voy a acompañar hasta los aposentos, no quiero arriesgarme que se te vuelva a caer.
La sonrisa de Taleb se volvió a manifestar en toda su maravillosa plenitud, a lo que Karin, como corderito manso, le siguió emocionada y dichosa de que ese ángel, como lo empezó a llamar, le dedicara un tiempecito y atención. Cuando al fin llegaron al final del pasillo, él lpuso con cuidado la jarra entre las pequeñas manos de la niña. Ella bajó la cabeza en señal de reverente agradecimiento. El le contestó el gesto y mientras ella se daba la vuelta para entrar en la habitación de su Ama, escuchó la voz de Taleb a sus espaldas.
-Karin, sin duda esas pequitas se ven más bonitas cuando sonríes, que cuando estas llorando…
Continuará...
Que tal? Ahi estan las tres piezas de ajedrez, y el tablero ya esta dibujado. Tres niños nacieron en circunstancias completamente diferentes entre si, pero sabemos que algun día sus vidas han de cruzarse. Taleb y Karin ya tuvieron su primer encuentro... y definitivamente hubo una chispa entre ellos!
Agradezco sobremanera sus reviews, ya que son el combustible para la maquina literaria, y me ayudan a brindar lo mejor de mi!
Besos a todas y todos, PAZ!
