¡Hola!, espero les guste este "proyecto" que comienzo… no diré nada, solo lean =)
Bleach es de Tite Kubo, esta historia la he inventado yo y… (miauuuuu, miauuuu), ok, y Ellie no ha parado de querer escribir también, me ha interrumpido el 60% de las veces que he estado escribiendo aquí, terminando en que el prólogo fuese escrito en un 30% a una sola mano (se acostó entre el note y yo, apoderándose de mi brazo izquierdo).
Prólogo
Quizá lo importante sea decir las cosas desde el principio. Mi nombre es Ichigo Kurosaki, soy un niño… exacto, mi nombre no viene significando realmente fresa, aunque se escriba igual; significa "ángel protector"… o al menos eso dijo mi padre. ¿Mi edad?, ah, claro, poco más de nueve años. Tengo ojos castaños con tendencia al tono dorado, siempre ando con el ceño fruncido porque sí y, lo más importante, mi color de cabello es naranja.
Muchas veces he peleado con otros niños por eso. Sencillamente mi cabello no es algo que veas todos los días.
-Ichigo, ¿a dónde vas? –acababa de abrir la puerta de casa, iba vestido con mi polerón favorito, con bolsillo tipo canguro, y unos shorts.
-Voy al parque a ver cómo están Yuzu y Karin. –Tengo dos hermanas mellizas, son menor que yo por dos años. Papá asintió, él se quedaba preparando la cena mientras yo iba por mis hermanas. Si no hubiera sido por mi tarea, sencillamente no las habría dejado solas.
Eran cerca de las seis de la tarde, estábamos en otoño. Había muchas hojas esparcidas por el suelo y una brisa suave que movía los cables de los postes. Estaba muy tranquilo y el pequeño parque estaba muy cerca, no tardé ni veinte minutos en llegar ahí y localizar a mis hermanas.
-¡Ichi-nii! –Karin me hizo un gesto desde una cúpula enfierrada, con su gorra roja, se la había regalado hacia no mucho luego de que ganase un partido importante, me costó gran parte de la poca mesada que papá me daba.
-¡Onii-chan! –Yuzu estaba tratando de treparse a la cúspide, desde donde Karin saludaba sentada sin problemas y con una sonrisa de suficiencia.
-Karin, ¿no crees que es peligroso? –avancé hacia ellas y Yuzu me hacía pucheros porque no alcanzaba a subir.
-Solo es un juego Ichi-nii, no va a pasarme nada.
-Baja ya de ahí, ya vamos a cenar. –Yuzu corrió hacia mí sonriendo, por su parte Karin comenzó a bajarse cuidadosamente, pero en determinado momento resbaló un peldaño y casi cae.
Corrí hacia ella, pero ya había logrado estabilizarse, aunque su gorra había caído y, transportada por una fuerte ráfaga de viento, quedó a unos metros de nosotros.
-¿Estás bien? –nadie de nosotros se preocupó por la gorra. Karin solo asintió mientras su rostro sorprendido daba paso a la suficiencia nuevamente.
-Todo bien, te dije que podía cuidarme sola, ¿verdad? –sin evitarlo le sonreí también. Yuzu, que se había asustado y aferrado a mi ropa, ahora se había dirigido a Karin con lágrimas en los ojos y le reclamaba por la imprudencia.
Ayudé a mi hermana a bajar los últimos peldaños.
-Basta Ichi-nii, dije que podía hacerlo sola –por más que reclamó, igual la terminé por bajar.
-Bien, ahora a casa. –Karin se soltó de mi agarre y se dirigió a buscar su gorra, pero antes de que llegara a ella un grupo de seis niños la cogió, admirándola con detalle.
-Oigan, eso es mío. –dijo mi hermana valientemente. Supe de inmediato que eso no tenía buena pinta, así que me acerqué rápidamente a ella.
-¿A sí?, ¿quién lo dice? –comentó el que parecía mayor, quizá tenía doce o trece años… se veía grande. Se puso la gorra de Karin.
-¡Quítatela!, ¡vas a ensuciarla! –mi hermana detestaba que tocaran sus cosas, pero era la primera vez que la veía furiosa. El chico sonrió con suficiencia, ignorándola.
-El que la encuentra, se la queda. –comentó otro del grupo. Karin se enfureció más y, luego de patear el suelo y gruñir, los miró amenazadoramente, volviendo a ser ignorada.
-¡Es mía! –gritó ya harta y sin más se tiró encima del chico para quitarle la gorra.
-¡Oye!, ¡ahh! –Karin lo golpeó y le tiró de los asquerosos cabellos lacios negros que el chico tenía, para luego arrebatarle la gorra que le había regalado.
Los otros niños no dudaron y quisieron tirarse a atacar a mi hermana, pero apenas uno levantó una mano, yo ya lo había golpeado antes de que la alcanzara a rozar.
-¡Karin!, ¡llévate a Yuzu, corre! –sabía que no estábamos en condición de ganar nosotros dos contra esos seis niños. No solo eran más grandes, había uno que parecía muy fuerte.
-¡P-pero Ichi-nii! –los niños socorrían a los dos heridos y no tardaron en prepararse para pegarnos. No había nadie más en la plaza, Yuzu estaba temblando y a instantes de llorar. Le dirigí una mirada seria a mi hermana y comprendió al instante que no iba a dar el brazo a torcer. Sin decir más, echó a correr en dirección a Yuzu y trató de sacarla del lugar.
-¡Oye mocosa!, ¡vuelve aquí! –gritó el niño que tenía ahora desordenados los cabellos y parecía el mayor. -¡atrápenla! –le ordenó a otros dos niños.
Sin saber muy bien qué hacer, decidí tirarme contra uno de los que iban a ir por Karin. Le di el puñetazo más fuerte que había dado en mi vida, los nudillos me quedaron doliendo a horrores.
-¡Primero tienen que vencerme, tarados abusones! –les grité, tratando de sonar lo más seguro e intimidante posible. El niño al que le había dado el puñetazo estaba en el suelo cogiéndose la mejilla y aguantando las ganas de llorar con una cara muy roja.
Antes de asimilar otra cosa, el que parecía más fuerte me dio un puñetazo en la cara y me tiró al piso. En cuantos pude levantarme observé que si me quedaba en el lugar, lo más probable sería que me vencieran de inmediato y alcanzaran a mis hermanas, después de todo, Yuzu no corría.
Con un grito de guerra, me tiré sobre el que me había pegado y lo tacleé, había una pequeña colina junto a donde estábamos y ambos rodamos por el piso hasta llegar un poco más lejos. Los otros niños corrieron hacia nosotros, dispuestos a darme una paliza. Traté de levantarme y alejarme un poco más, pero uno de los niños, que era el más gordo, se tiró sobre mí y me hizo tropezar.
Ya en el suelo, los seis comenzaron a patearme y pegarme.
Dolía… pero al menos mis hermanas estaban bien.
-¡Hey! –de pronto oí una voz algo ruda, los niños dejaron de golpearme y yo traté de levantarme y recuperar aire.
Tenía un ojo hinchado y salía un pequeño chorro de sangre de mi nariz, pero pude notar claramente como un chico algo delgado y pequeño, quizá de mi edad, se arrojaba desde la cima de la colina y aterrizaba sobre el más fuerte, dándole una tremenda patada producto de la fuerza con que caía desde arriba.
El niño golpeado quedó tirado en el piso y no volvió a levantarse.
-¡¿Qué clase de cobardes son?! –gritó nuevamente con voz ruda, interponiéndose entre los otros cinco y yo. Al fin pude levantarme y los niños miraron con sorpresa ahora al niño imprevisto -¡No deberían golpear a un niño débil solo porque pueden!
Los otros niños se cuestionaban entre sí qué hacer, pero uno de ellos me vio y se rió. Eso hirió mi orgullo.
-Oye… -sin pensarlo siquiera, puse mi mano en el hombro del niño de cabello negro un poco más corto de lo que lo tenía Karin. También usaba una gorra.
El niño volteó, no pude notar su expresión y tampoco me importó, simplemente le di un puñetazo en la mejilla.
-¡No soy ningún debilucho!, ¡que te quede claro! –el niño estaba en el suelo y abrió enormemente sus ojos violeta, sin lograr asimilar lo sucedido. Pero luego sonrió y se levantó.
-¡Mira quién lo dice, un niñato que estaba perdiendo una pelea! –se levantó muy rápido y me dio un puñetazo en respuesta, me tambalee, no fue tan fuerte como pensé, pero igual había sido lo bastante como para hacerme retroceder.
-¿Qué rayos? –los niños se miraron entre ellos, curiosos, mas el mayor se enfadó.
-¡Hey imbéciles!, ¡no se olviden de nosotros! –gritó el niño mayor, arrojándose a pelear contra el niño de cabello negro. Así entonces ambos, el niño de pelo negro y yo, nos pusimos a repartir golpes y esquivar algunos, reduciendo poco a poco la diferencia numérica.
Esa fue la primera vez en mi vida en que alguien más peleaba conmigo, en que tenía alguien que cuidaba de mi espalda al tiempo que yo de la suya… por primera vez había hecho un amigo.
-¡Ganamos! –rió alegremente a mi lado el chico de cabello negro. Ambos estábamos tirados en el piso, completamente agotados, pero los otros habían huido a sus casas. No pude evitar sonreír como hace un tiempo no hacía, me sentía bien y vivo.
-Oye… ¿cómo debería llamarte? –pasamos un rato en silencio, tratando de respirar un poco y calmarnos. Me dolían las manos y la cara, seguro papá iba a darme el reto de la vida cuando volviera a casa. Ya creo que pasaba de la hora de la cena.
-Hmm… puedes decirme Ru –dijo volteando la cara al costado opuesto en que yo estaba.
-Bueno, entonces puedes decirme… eh… chigo –fue lo único que se me ocurrió, no tenía un apodo ni nada, pero los amigos se dan apodos, ¿no? –Oye, peleas bien. –la verdad, salvo mi puñetazo en su cara, no había visto que recibiera algún golpe en el rostro. El chico volteó la vista a mí y me sonrió enormemente, por un momento me pareció que su sonrisa era muy linda, pero de inmediato lo aparté de mi mente.
-Tú tampoco peleas tan mal, imitador de delincuente.
-¡¿Qué?!
-¿Por qué te teñiste el cabello de ese color? –al instante levanté una de mis manos y cogí una hebra de mi cabello.
-Es natural… mamá tenía un color similar, es herencia de ella.
-Ya veo… imagino que ganas peleas por él- Yo solo asentí en silencio, ambos sabíamos que no me lo teñiría así supiera que moriría por su color. Mi cabello era uno de los pocos lazos con mi madre -Bueno, si no me voy ahora, me van a castigar. –se levantó al poco.
Sus pantalones de jeans holgados estaban con enormes manchas de pasto y tierra, sus zapatillas eran anchas y su camiseta también era holgada. Parecía vestir con ropa algo más grande que de su talla y muy masculina, pero sus pequeñas manos y la piel algo clara le quitaban un poco de masculinidad a su apariencia. Subió a gatas, sin importarle manchar más su pantalón, y cogió de arriba una chaqueta de cuero negro con un gorro de orillas de ese tipo de pelo raro sintético que abriga mucho. Me sonrió e hizo un gesto con la mano.
-¿Qué tal si nos vemos mañana por aquí, Chigo? –yo solo asentí sonriéndole.
Luego de un par de meses jugando, no nos volvimos a ver.
¿Raro?, este es un prólogo algo curioso, pero así comenzará esta historia. El próximo capítulo es un salto en el tiempo a la edad de instituto…
El otro día andaba preguntándome tonterías (para variar) y entre ellas surgió una duda: Inu-chan, ¿qué hace la gente de tu edad? Y me di cuenta que a mi edad, algunos ya tenían casi lista su vida (qué triste!, me siento vieja!... ok, no, en realidad aún no asumo que tengo 22). Así como a mi edad, la gente ya trabaja, algunos están casados, otros tienen hijos, otros son nº1 en ranking ATP (Djokovic tiene un año y dos días más que yo, pero da lo mismo) y etc… incluso los futbolistas y demás deportistas ya están en el clímax de su carrera (me hubiera gustado ser deportista, pero no había $ para eso). Y entonces… vi que daban la una de la tarde y fui a preparar el almuerzo para mi hermano menor.
¿?
¡Se cuidan! (¡y dejen review!)
Byeeee
