Hello, hello. Bueno somos 2 chilenas de la capital, Marce Masen y Colyflawer. Alegres, simpáticas, no nos llevamos mal con nadie, y tratamos siempre de hacer reír a la gente que esta a nuestro alrededor. Somos buenas amigas, las cuales nos conocimos por Mundo Fanfiction y ya que vivimos en la misma ciudad no quedaba para nada de mal juntarnos a tomar alcohol (eso no quiere decir que seamos unas alcohólicas, ok).

Lo que les traemos hoy en día es un fic estilo teleserie llorona, culebrón, corta venas, cebollero y un sin fin de sobre nombres mas. Onda, algo para que vayan sacando los pañuelos, el kleenex y ármense con la coraza, porque ahora sí que vamos a llorar con cebolla. Pero como no todo en la vida es llorar, prometemos risas y risas, porque la vida sin una sonrisa no es vida.

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a la distinguida Señora Meyer, nosotros jugamos al antojo de nuestras retorcidas mentes. Cualquier semejanza con "Gata Salvaje", "Pasión de Gavilanes", "Las María del Barrio" o "Maldita Lisiada" es premeditada en su máxima expresión, con la intensión de que podamos reírnos un poco a costa de un culebrón siliconado.


—Isabella, ¡trae la puta cacerola acá! – chilló Mamá frente al espejo remarcando el labial carmesí sobre sus gastados labios.

—Te dije que no puedo, me voy a recorrer por las calles, quizás encuentro algo de comer – y dicho esto salí por el estrecho pasillo de la vecindad dónde nos alojábamos hacía más de veinte años. Los años que tenía y los que marcarían mi vida para siempre.

El carro chirriaba con el sonido sordo del metal gastado y viejo mientras yo empujaba entonando una canción que había escuchado de Juan, el cartero que vivía en el apartamento de arriba del nuestro. Lentamente analizaba una y otra vez la suerte que corría por mi destino, y pese a todo valoraba el poder de Diosito para que pese a todo, no pasara hambre como tantas personas en el mundo. Porque, que no tuviera una casa decente, ropa decente, o comida decente (sin contar la que sacaba de los cubos de basura) no significaba que no tuviese una buena vida. Dios me había premiado con mi madre la cual vendía su cuerpo para darme comida, pero era exclusivamente porque me amaba, y sabía bien que no todos los niños en el mundo corrían con esa suerte. Que sus madres los amaran, quiero decir. Miré mis manos cubiertas por los guantes y decidí descubrirlas de estos, pues creo que estaban un poco gastados. Hacía más de 5 años que no me los sacaba.

Doblé en la esquina, tarareando con más fuerza la canción, y subiéndole el volumen al CD discman, pues esta era mi parte favorita, cuando choqué de frente con mi destino… Y no sé si fue el sonido del metal resquebrajarse bajo mi espalda, la basura que saltó sobre mi rostro, o ese precioso rostro angelical el que me hizo agradecer más profundamente haberme levantado ese día de invierno. Frente a mí estaba el hombre más perfecto que podía haber visto nunca, el más hermoso, el único hombre que siempre iba a amar.

Edward Cullen.

Seis meses después

Frente al espejo se vislumbraba una persona diferente, con una vida diferente, con un estatus diferente. Frente al espejo estaba la futura esposa de Edward Cullen, siendo arreglada por más de treinta personas el día de su matrimonio. No pude hacer menos que sonreír a la mueca disgustada que estaba en el rostro de las tres mujeres de la Familia Cullen, las cuales me miraba furiosas, pero bien sabía yo que no sería por mucho tiempo. Ellas me amarían, como yo ya las amaba a ellas. Dios no podía permitir el odio en mi nueva vida.

Mi madre, en medio de ellas fumaba el último cigarrillo con ansía, pues estaba tanto o más nerviosa que yo.

—Creo que has engordado un poco después de la última prueba, en el vestido se te forman unos dedos de grasa horribles – indicó Rosalie mirándose sus preciosas uñas en color rojo sin siquiera dirigirme la mirada.

—Ah de ser que está embarazada – agregó Esme, la madre del amor de mi vida, sin dirigirme tampoco su mirada caramelo -. Es lo único que le falta a Edward, darnos un heredero de esta don…

—Cuidado ahí con lo que dices, pija – siseó mi madre y solo pude rodar los ojos, los cuales sentí de inmediato se me llenaron de lágrimas.

—¿Podrían dejar de discutir? ¡Es mi boda por el amor de Dios!

—Dios, que asco, no puedo ni siquiera soportar esa palabra… "Boda" – encomilló con sus dedos la hermana pequeña de mi príncipe -. Vámonos de aquí antes de que devuelva todo el desayuno – y dicho esto abrieron la puerta del enorme salón donde nos encontrábamos y salieron a paso raudo bajo sus preciosos Manolo Blanik. Las calientes muestras de mi dolor no tardaron en rodar por mis mejillas con fuerza, mientras Mamá se acercaba corriendo con un pañuelo en la mano.

—No llores bebé, ellas aprenderán a amarte…

—A veces pienso que no pasará nunca, Má.

—Sucederá hija, si el príncipe más hermoso de todo Chicago se enamoró de ti, ellas lo harán. Solo dales tiempo…

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—Te amo, Bella, eso nunca cambiará…

—¿Pero como es posible? – chillé entre lágrimas -. Soy pobre, soy fea, no tengo nada – indiqué jalando mis espesos cabellos castaños con rabia por sentir todo lo que sentía por una persona tan inalcanzable.

—Eres la mujer más hermosa que he visto nunca – dijo con sus preciosos ojos verdes mirándome con una intensidad asombrosa -. Y lo tienes todo. Todo lo que yo quiero para mí. Te amo preciosa – entonces, en el medio de nuestra vecindad, con todos nuestros desgastados y pobres vecinos mirando, Edward Cullen se arrodilló en sus pulcros pantalones Armani -. Es por eso que quiero que me perdones, por atropellarte aquél día y amar cada segundo ese penoso incidente, ya que si no fuese así jamás te hubiese conocido, y no podría ahora pedirte que te cases conmigo…

Ahora, mientras caminaba con lentitud del brazo de Jaime, el jardinero y la única persona que me quería en esta casa, miré al frente dónde el príncipe de mis sueños me observaba maravillado. Sus ojos brillaban felices y una preciosa sonrisa se extendía por todo su rostro al ver el tamaño de mi vestido. El, vestido de pulcro gris, esperaba al lado de su padre, el patriarca Cullen, quien sentado en su silla de ruedas me sonreía. Me había olvidado de él, también me quería con el alma, es por eso que sabía que su familia iba a amarme. Si lo había hecho él, lo haría el resto.

Caminé el trecho que nos quedaba admirando sus preciosas hebras cobrizas, su tersa piel blanca, casi de mármol y su perfecto cuerpo esculpido por los mismísimos dioses. Llegué hasta su altura, sonriendo todo lo que se me estiraban los labios y el hizo lo mismo. Nuestras manos hicieron contacto tras una leve reverencia de él y subí al podio donde iba a dar el sí a mi futuro marido.

—¿Lista?

—Lista.

—Te amo princesa, ¿lo sabes?

—Lo sé Edward, es por eso que estamos aquí. Para ser felices para siempre.


Espero que de verdad les haya gustado, esperamos estar subiendo 1 capitulo semanal, cualquier pregunta que quieran hacer es bien recibida, si les interesa dar sugerencias para el fic mejor aun

Saludos

Marcela y Nicole