El título de la historia significa "antes de esta noche".

Disclaimer: no me pertenecen ninguno de los personajes que aquí aparecen.

Capítulo 1: Temps à combattre

"El poder es algo que siempre he deseado... el poder es algo que había añorado obtener. Mi vida estaba basada en el honor, y siempre se centrará en él… pero quién iba a pensar que mi poder, mi fuerza y mi honor, quedarían eclipsados por otra persona… una persona que lo significa todo para mí…"

Punto de vista de Kurogane…

Nunca fue Kurogane y… siempre fue sólo Kurogane, y eso me gustaba. Era yo y sólo yo, algo que era mío, algo que nadie me podía quitar. Bueno, así había sido hasta que llegó él. Fay D. Fluorite. Un idiota. Un impostor. Un bromista. Un mago. Un amigo... Fay era un amigo. Un querido amigo... un amigo en el que silenciosamente buscaba consuelo. Su deseo de huir de su hogar era un misterio para mí, considerando que todo lo que anhelaba yo era volver a casa… pero de alguna forma, sus deseos siempre mantenían mis fuerzas. Siempre me decía que era porque me alegraba de no estar en su lugar, tranquilizándome al pensar que yo no era un cobarde como él.

Pero al mismo tiempo, sí era un cobarde. Estaba asustado por cómo parecía que brillaba… por cómo no podía apartar mi mirada de él. La primera vez que lo vi durmiendo… quedé fascinado. Su piel como el marfil emitía luz al tenue brillo de la luna perezosa… y fui seducido desde ese mismo momento. La atmósfera cambiaba inmediatamente cuando él entraba en una habitación, transformando una situación seria en una conversación desenfadada en un instante. Su sonrisa, tan fácil pero tan falsa extrañamente transformaba mis entrañas en hielo pero fundía mi corazón. Siempre me preguntaba cómo habría aprendido a hacer eso, sin una chispa de duda o remordimiento por poner esa falsa mueca en sus labios suaves como la seda…

"¿Kuro-grr?"

Salí al instante de mi ensimismamiento, sintiéndome extrañamente contento al oír su voz pero también irritado por haberme llamado con uno de mis más pésimos sobrenombres… esos días parecía añadir cualquier cosa al final de mi nombre…

"¿Qué?" me giré, viendo la elegante y rubia figura de Fay en la entrada de mi habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa brillando en su pálido rostro.

"Uh oh, Kuro-guau me acaba de contestar con malos modos," rió Fay, mordiéndose el labio inferior de forma inocente y alzando un poco las cejas para añadir el toque final. Sentí que mis mejillas ardían inmediatamente. Se acercó a mí, con pasos como plumas sobre agua, apenas haciendo sonido alguno. Extendió su esbelto brazo, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia un lado en un gesto encantador. "¡Mira, Kuro-guau, me has puesto la piel de gallina!" rió suavemente, con un tono cantarín en la voz.

Aparté su brazo con un golpe, frunciendo el ceño. En todo caso, estaba enojado porque había hecho que mi cuerpo se encendiera.

"Idiota…" mascullé. "¿Qué quieres?"

"Perrito y gatita quieren ir a dar un paseo," Fay puso morros, con una mirada de cachorro y dejando caer la mano, como si el ligero golpe le hubiese hecho daño. "¡Así que había pensado que podríamos hacer algo hoy! ¡Sólo tú y yo!"

"Mago, llámalos por sus nombres de verdad, ya no estamos en aquel estúpido mundo," dije con firmeza. "Y en segundo lugar, ¿por qué quieres salir? Sólo estamos aquí por la pluma de esa chica…"

"¡P-pero hemos trabajado mucho!" protestó. "¡Vamos, Kuro-enfado, por favor, ven! Mokona también ha ido con los niños, así que estaremos sólo tú y yo. ¡Mami y Papi!"

"Por favor, dime que te refieres a ti mismo cuando dices mami…" suspiré, poniendo los ojos en blanco, molesto, mientras él me cogía por la muñeca y me arrastraba afuera.

Habíamos ido a ese mundo a buscar la pluma de Sakura… otro obstáculo antes de poder volver a mi hogar. Pero, por supuesto, el mocoso y la chica querían ir a hacer turismo, sin siquiera pensar en preguntarme sobre ello desde que el estúpido mago les aseguró que no pasaba nada y que yo estaría de acuerdo. Pienso que se engaña a sí mismo, creyéndose que es Cupido… por la forma en que siempre junta a los chicos. Creo que espera convertirse demasiado pronto en abuela…

Antes de que me hubiera dado cuenta, estábamos sólo Fay y yo, paseando por el mercado de la ciudad. En ese país hacía un calor anormal. Había dejado la capa y paseaba sólo con mi camiseta negra y los pantalones, aunque estaba considerando quitarme también la camiseta. Ésta se había convertido en una molestia. Ahora que lo pensaba, Fay también se había despojado de su abrigo y llevaba unos tejanos que marcaban su fino físico a la perfección, además de una ajustada camiseta azul pálido de manga larga, con las mangas enrolladas a la altura de los codos. Le sentaba bien…

Fay debió darse cuenta de que le miraba, ya que…

"¡Eh, Kuro-perv!" sonrió traviesamente, haciendo ver que se sonrojaba y se avergonzaba, hundiéndose un dedo en la mejilla, guiñándome un ojo y sacándome la lengua. "¿Ves algo que te guste, Señor Miradas?"

Sentí que todo mi cuerpo ardía de nuevo, apartando la mirada mientras le daba un empujón.

"Oh, calla…" me pellizqué el puente de la nariz, contando lentamente en voz baja para regular mi creciente ritmo cardíaco.

Apenas había llegado a diez cuando oí un suave jadeo. Giré la cabeza lentamente para ver a Fay con un aspecto un poco más atolondrado. Tenía una mano sobre su frente, secando brillantes gotas de sudor con el dorso. Se sacudió el cabello y los mechones se le pegaron a la piel. De nuevo, me atrapó mirándolo, pero en vez de una descarada mirada seductora, me lanzó una sonrisa incómoda.

"Eh, ¿qué te parece si nos sentamos?" sugirió débilmente. "Hm, algún lugar bonito a la sombra…"

Antes de que pudiera preguntar, se había echado a un lado, refugiándose bajo la sombra de un cerezo. Las flores estaban en plena floración y los pétalos eran arrancados suavemente de éstas, vagando silenciosamente en la brisa. Fay se sentó, y su lenguaje corporal cambió por completo. Parecía como si hubiera estado llevando un gran peso y lo acabara de soltar, dejando que sus doloridos músculos se relajaran después de la pesada carga.

No dije nada… sólo me senté a su lado… observando de reojo el lento movimiento de su pecho al respirar. Así que tenía una debilidad. Después de todas las actuaciones de calma y serenidad ante todo lo que ocurría a su alrededor, en medio de las batallas podía tener una actitud relajada, pero su punto débil era el calor. Él provenía de un clima frío... y este tipo de tiempo parecía quitarle las fuerzas.

Fay sonrió despreocupadamente después de algunos minutos de recuperar la fuerza necesaria para componer esa sonrisa.

"Eh… hace mucho calor aquí," murmuró con aire pensativo. "Casi me siento mareado y todo..."

Sonreí ligeramente a la par. "Hm, simplemente no me hagas llevarte en brazos cuando te desmayes," me burlé ásperamente. "Hace demasiado calor para ir por ahí cargando con un zoquete como tú como si fueras una maldita princesa. No soy como el chico…"

Quizás era que el calor me afectaba los sentidos, pero habría jurado que la respiración de Fay se alteraba con un grito ahogado.

"Eso ha sido un poco duro, Kuro-tosco," dijo en voz baja. "Admiro a Syaoran y su determinación de proteger a Sakura… Ojalá… ojalá yo tuviera alguien que…"

"¿Qué te llevara en brazos alegremente y arriesgara su vida por ti en menos que canta un gallo?"

"No… que me amara tanto como él la ama a ella…"

Sentí una súbita punzada de culpa cuando dijo eso. Aparté la mirada de él, notando que sus ojos estaban posados en mí, observándome discretamente. Mi corazón iba a cien, mientras el pum, pum, pum sonaba en mis oídos. Noté que se me hacía un nudo en la garganta y tragué saliva rápidamente, sintiéndome un poco enfermo. ¿Qué más daba si Fay pensaba que estaba siendo duro? El chico arriesgaría su vida por esa chica… tenía fuerza y honor… algo que yo envidiaba. Había encontrado alguien por quien daría su vida, otra cosa de la que también estaba celoso. Obviamente, Fay no era devoto de los celos, o quizás lo había malinterpretado en mi tono sarcástico. No estaba seguro… pero me sentía mal por ello.

"Kurogane…"

Alcé la vista de repente, notando el tono serio de su voz. Vi un grupo de hombres que nos rodeaba, todos ellos con la misma marca en forma de X en sus rostros, pechos y antebrazos. Sus labios estaba ligeramente abiertos, gruñendo, y unos ojos de ardiente color rubí los miraban. Fay y yo nos pusimos lentamente de pie al mismo tiempo, y recordé con un temblor que había dejado mi espada en la casa. Maldiciendo en voz baja, retrocedí, sólo para chocar contra el árbol contra el cual habíamos estado apoyados momentos antes.

"¿Quiénes son estos raritos?" pregunté con los ojos fijos en ellos.

"Se llaman Kreatūra," explicó Fay lentamente. "Significa 'criatura' en lituano… son conocidos como criaturas del averno. Las marcas en forma de X de sus cuerpos simbolizan el número de veces que han separado su alma para desbloquear hechizos prohibidos y desatar criaturas prohibidas."

Lo miré durante un momento, dejando que todo se asentara en mi mente. "¿Cómo es que sabes tanto?" insistí, dirigiendo de nuevo mi mirada hacía esos raritos, como yo prefería llamarlos.

Fay sonrió cautelosamente. "Digamos que ya he tenido algún problema con estos chicos…"

"¿Has salido vivo?"

"Obviamente, aunque no ileso."

Antes de que pudiéramos proseguir con nuestra charla, uno de los "raritos" se movió hacia nosotros. Su puño se hundió en la corteza del árbol tras nosotros. Su piel apenas rozó mi brazo durante un breve segundo, pero el roce me quemó como el ácido. Hice una mueca mientras me apartaba.

"Ten cuidado, su piel está hecho de los más poderosos ácidos," me gritó Fay, agachándose para evitar ser golpeado por los puños ardientes. "Un golpe pleno del puño de uno de estos chicos, y tendrás una quemadura de tercer grado."

Fruncí el ceño. Fay sabía muchas cosas sobre esos tíos… y éstos parecían extremadamente mortales. Cómo había conseguido escapar antes de ese grupo era un misterio para mí…

Esos Kreatūra eran rápidos, y había un número creciente de ellos, más de siete ahora que comenzaban a cercarnos. Fay se había movido hacia la derecha, captando la atención de cinco de ellos, y yo me había ido hacia la izquierda mientras dos de ellos se me lanzaban encima. Durante una décima de segundo, me pregunté si no irían tras Fay, pero ese pensamiento fue apartado rápidamente cuando uno de los dos que me estaban atacando abrió la mano y de su palma brotaron chorros de sangre. Los esquivé, viendo cómo los chorros agujereaban la corteza del árbol y provocaban un impacto masivo, casi como si fueran balas.

¿Balas hechas de sangre? Sentí la húmeda inquietud picándome en la frente e inmediatamente me preocupé por Fay, sin importar cuánto intentara no hacerlo. Estaban viniendo más tíos de esos, y más de ocho lo rodeaban ahora, cuatro a mí. Apenas dábamos abasto… eran extremadamente rápidos y cada vez que su piel rozaba mi camiseta notaba cómo ésta se quemaba, y un humillo con un olor extraño me llegaba a la nariz.

Si un ligero roce de su piel le podía hacer eso a mi camiseta… imagina qué le haría a mi piel…

Uno de ellos me lanzó un puñetazo, y su brazo me golpeó un costado. Sentí que un grito desconocido escapaba de mis labios cuando un ardor mordaz se clavó en mi piel, haciéndome caer al suelo. La sensación ardiente perduró en mi piel unos instantes antes de convertirse en un sordo entumecimiento, pero un asombroso dolor si lo tocaba. Sabía que al día siguiente tendría una bonita quemadura.

Apenas me había vuelto a centrar cuando cuatro puños cayeron sobre mí a la vez. Todos apuntaban a partes vitales. Uno a mi derecha, otro a mi izquierda, uno a mi rostro y otro a mi pecho. No podría escapar de ese ataque. Durante una décima de segundo, sentí que todo se desvanecía... mis sueños… mi oportunidad de volver a casa al alcance de mi mano. Inconscientemente cerré la mano en un puño. Estúpido mago… si no hubiéramos salido a pasear… estúpido chico… asegúrate de cuidar de esa princesa tuya…

Cerré los ojos, esperando mi final. Sentí una ráfaga de viento. Abrí los ojos de repente. Las lágrimas corrieron libremente por mi rostro, sin importarme ya si alguien las veía, creyendo que era el fin. Los Kreatūra que me rodeaban desaparecieron, y allí estaba Fay, jadeando con dificultad. Su camiseta estaba hecha jirones, dejando a la vista la piel quemada. Su brazo estaba muy magullado y la piel parecía retorcida, casi escaldada. El miembro sangraba profusamente, y se tambaleó cuando apoyó su peso sobre la pierna derecha. Fay se sacudió el cabello temblorosamente y me miró, lanzándome una media sonrisa.

"Ponte de pie, Kuro-vago," susurró en voz baja, pero suficiente alta para que lo oyera.

Ésa fue la última cosa que oí antes de que los Kreatūra se lanzaran sobre él, haciéndolo desaparecer…

NdT: bueno, aquí estoy de nuevo con otra traducción. Espero que os guste tanto como la última. Disculpad si hay algún error ortográfico, la mitad del tiempo tengo la mente en otro sitio y puede que haya escrito algo raro…