Disclaimer: Ninguno de los personajes son de mi propiedad, todos ellos le pertenecen a Naoko Takeuchi.
Resumen: Serena tenía todo, dinero y un lindo novio quien se marcha por trabajo y aburrida descubre el castillo y su seductor dueño Seiya quien guarda un oscuro y misterioso secreto.
Dedicado: Quiero darle un especial agradecimiento a una escritora que admiro mucho, Lady Sakura Lee quien me inspiró en hacer ese tipo de historia, que a pesar que su fandom es Inuyasha siempre en cada una de sus historias nos dice que el amor verdadero se encuentra en donde menos te lo esperas y siempre está ahí, pasando por cosas buenas y malas para fortalecerse cada día. También a mi amiga que quiero mucho y me ayuda a centrar más las ideas y Kami-sama que siempre nos ilumina en nuestras charlas telefónicas de la madrugada a Caroone. También ¿por qué no? Al romanticismo de Stephenie Meyer y nuestra locura por Crepúsculo, también a la locura de Emily Brontë y su alocada historia de Cumbres Borrascosas y por ultimo pero no por menos importante a lo psicótico, a la tragedia y a los celos que nos pueden llevar por el maese Víctor Hugo y mi devoción a Claudio Frollo con Nuestra Señora de París.
"¡Era un ángel!, ¡pero un ángel de llama, no de luz!
(…) Entreví entonces la emboscada del demonio,
Y no dudé ya que venías del infierno, y venías para mi perdición
(…) Pero ¡ah!, algo había caído dentro de mi alma que no podía levantarse ya.
Algo había entrando en ella, que yo no podía sacar… entonces, ¿cómo detenerse en aquél declive del infierno? Deje de ser dueño de mi mismo.
Y cuando se hace el mal, es preciso hacer todo mal ¡locura pararse a la mitad de un crimen!
Si vienes del infierno, yo iré a él contigo. Todo lo he hecho para eso; el infierno en que estés tú ese será mi cielo."
Tempestad
Capítulo 1.
Los rayos del sol alumbraban su inmenso y majestuoso cuarto. Las cortinas eran translúcidas y de seda. Era un día esplendido sin duda era el penúltimo día, por fin Serena sería una mujer hecha y derecha, ya no sería una niña porque ya contaba con sus diecisiete años, y ya iba a culminar la escuela de señoritas en el Convento Saint Peter. Hace una semana su madre la había visitado. Era una mujer recta pero cariñosa, estaba preocupada del que su hija consiguiera algún hombre para protegerla. La madre de Serena; Serenity, una mujer fuerte y tierna, aún seguía sintiéndose triste por la muerte de su amado esposo, pero tenía que dar una buena cara a la sociedad.
Serena soltó un resoplido, mientras se meneaba en la cama, estaba desesperada por algo que no comprendía y finalmente cuando abrió los ojos, le espantó ver unos ojos casi maquiavélicos, tenían un brillo inesperado, la chica sonrió divertida al ver a una Serena asustada.
- Parece como si hubieras visto al mismísimo diablo – soltó una leve risita.
- No lo dudo – habló pausadamente mientras su respiración se le tranquilizaba - ¿Qué haces aquí Mina? Si te ve alguna de las hermanas nos castigaran, ya ves como castigaron a Esmeralda ¡con tablazos en las manos! Sólo porque no se comportó como una señorita – Serena se acercó más la sedosa sábana, tiritaba de miedo al recordar cómo había sido castigada una de sus compañeras tiempo atrás.
- ¡Ay Serena! – Mina se sentó y la observó – Eso fue porque Esmeralda es muy escandalosa y no se supo comportar como era debido…
- Y nosotras ¡qué! – la miró inquisitoriamente.
- Nosotras no estamos haciendo nada malo, además que sería no tan prudente que un hombre viniera a la habitación de una señorita ¿no lo crees?
Serena frunció el ceño estaba segura que Mina tenía razón pero su racionalidad le decía otra cosa. Mina se iba a casar con un Sir, decía que lo amaba con locura y pese a que fue arreglado por su madre, no le importaba ya que a final de cuentas los dos eran tremendamente astutos. Mina al igual que Serena, tenían a unos padres que las trataban de consentir y eso lo agradecieron. Eran hermanas y Mina era la mayor, a pesar que sólo le llevaba un año era un poco mal visto ante la sociedad que su hermana no hubiera contraído nupcias ya. También por el hecho que Mina era muy alocada ante sus ideales.
Sir Malachite Shusikawa, era el nombre del futuro esposo de la hermana de Serena, ya se habían hecho hace tiempo ya, la fiesta anunciando el compromiso de su hermana. Malachite era un hombre adinerado de Gran Bretaña, pero esta vez tenía que irse a España ayudar a sus majestades. Tenía ya veinticinco años, y cuando habían hecho esa fiesta presentando así ante la sociedad que los Tsukinos y los Shusikawas se unían, a Serena se le había revuelto el estómago su hermana en esa entonces no pasaba de los quince años. Observó a Mina aún hablando cosas que le parecían complicadas ¿realmente Mina amaba a ese hombre como ella decía? O quizás solamente lo decía porque si. Mina había dicho que algo importante iba a pasar con ella ¿su madre le iba a conseguir un prometido? Y si era así ¿cómo sería? ¿Podría amarlo? ¿Y si no lo amaba, podría ser feliz? La herencia de los Tsukinos se dividiría en dos. Una parte iba a ser para ella y la otra parte para su hermana, y Serena se quedaría con la mansión Tsukino, porque Mina viajaría a España para vivir con su futuro esposo. Eso le dolía mucho.
- ¿Me estás poniendo atención? – Mina golpeó suavemente la cabeza de Serena – Siempre he dicho que tu cabeza parece un bombón.
Serena la observó, ajena a lo que había dicho, finalmente trató de entender lo que hace unos segundos le había comentado y entrecerró los ojos – Mi cabeza no es un bombón.
En ese instante Serena le aventó una almohada y Mina contra arrestó con otra, plumas de ganso salían de ellas. Mina reía y cada vez que lo hacía Serena le dolía en su corazón. Mina se marcharía muy pronto ¿podría soportarlo? Siempre la mansión le daba miedo cuando vio a su padre… negó con la cabeza quizás cuando lo había visto todo había sido un sueño, sí, eso había sido sin duda.
Ella y Mina reían divertidas, como si se estuviesen despidiendo de su infancia, de todas esas travesuras que habían hecho, ahora Mina se marcharía para jamás volver le dolía tanto. El pomo de la puerta se abrió y las dos muchachas horrorizadas vieron a la hermana Margaret. La hermana enarcó la ceja sumamente molesta ante tal acto indigno.
- ¿Qué hace aquí, señorita Minako? – preguntó con un deje de desdén.
La hermana Margaret odiaba a Mina y ella lo sabía, ya que Mina se había metido en muchos problemas por tratar de meterles sus ideales a las señoritas que estaban en la escuela, sobre que el machismo no era nada bueno, pero siempre se salía con la suya y la hermana Margaret casi juraba que se burlaba de ella. Era una grandiosa oportunidad para ella hacerle castigar por eso oh, sí.
- Vine a ver a mi hermana – la vio Mina sin inmutarse en flaquear.
- Eso ya lo sé – se acercó a una mesita que estaba cerca de Serena y dejó ahí un jarrón de agua –. Sabe que eso está contra las reglas, además está con ropa impropia ¡se imagina que un hombre pueda verla así! – habló escandalizada, después poso la vista en Serena que ella se sobresaltó – Y usted señorita, nunca le creí capaz.
Serena la observó, la hermana Margaret era una mujer ya de edad avanzada no como la hermana María que era una mujer sumamente joven y atenta a las demás. Lo ojos de la hermana eran de un azul intenso que parecía como si con su mirada quisiera desnudarte el alma, sus dientes los tenía chuecos y las arrugas de su cara la hacían ver más grande de lo que ya era.
- Con su permiso de hablar hermana Margaret – la hermana volteó a ver a Mina quien todavía la miraba desafiante.
- Puedes hablar, señorita – dijo casi con arrogancia.
- En primer lugar – se bajó de la cama y se acomodó la pijama de seda y recatada que tenía. Le llegaba hasta los tobillos, y el cuello tenía un gracioso holán, siempre había pensado que ese tipo de ropa estaba hecha para matar a las jóvenes porque a veces sentía que le asfixiaba –, hermana Margaret, por ninguna circunstancia debe de encontrarse algún hombre por estás habitaciones ¿no es así? – La hermana frunció el ceño –, así que no me inmuté en ir con mi hermana.
- No, no debe de ver algún hombre por aquí – dijo pausadamente y después se acercó hacía Mina –. Pero su actitud no es digna de ninguna señorita, ¿qué tal si la ve el padre? ¡Santa María de Jesucristo! – se llevó la mano hacía su rosario – Ni Dios que lo mande – después bajó la vista hacía Mina y la agarró del codo –. Cuando lo sepa su querida madre ¡oh! Ella que es tan pura, y le tocó una hija endemoniada, vas a ser castigada.
- ¡Suélteme! – Se jaloneaba Mina – Usted, hermana Margaret no tiene el derecho de hacerme eso.
- Claro que lo tengo niña majadera, menos mal que ningún hombre la vio de esa forma, sino su reputación y deshonra – se llevaba a rastras a Mina – ¡Y usted que está por casarse!
Serena se levantó como un torbellino de su cama, sabía que esa hermana era cruel y lo sería más ya que le tenía tirria a su hermana. Margaret giró el pomo de la puerta. Serena observó que la luz del sol era más fuerte de seguro todas ya estarían en el almuerzo ¿por qué nadie se daba cuenta que ellas faltaban? Mina trataba de zafarse en vano, el pasillo era largo y resbaladizo, podías ver tu propio reflejo en él. Serena sintió un escalofrío al ver todo esos cuadros en cada espacio que había de cuarto en cuarto observando el lugar, siendo testigos de todo. Tragó saliva y empezó a jalar a Mina hacía su alcoba.
- Señorita Serena, no haga eso – dijo molesta Margaret –, si no usted también será castigada con la vara.
Serena tragó saliva ¡oh, no! La iba a castigar con la vara, le iba a quedar marcado su cuerpo por el resto de su vida, la iban a mojar con agua fría y después le iban a pegar ¡malvada, era una hermana llena de odio con Mina! Pero aún así, sin importarle que ella también pudiera tener esas cicatrices por el resto de su vida, no iba a dejar que esa mujer le hiciera algo a su hermana injustamente.
- Le diré a mi madre – se retorcía Mina sin cesar - ¡Porque hoy me voy a casar! Y mi madre no le gustaría verme de esa manera.
En ese momento, todo había pasado demasiado rápido, la hermana Margaret chasqueó la lengua y dejó a Mina ahí impávida. Mina se frotó el codo sabía que esa mujer le había dejado rojo sino hasta amoratado. Serena dejó de jalar ¿se iba a casar hoy? ¡Era imposible! Por supuesto que era una broma, sí, sí, claro ahora lo entendía por eso decía eso para que no la regañaran, que astuta era su querida hermana Mina.
- Váyanse las dos a vestir – tosió Margaret –, y por sus conductas serán castigas a no tomar el desayuno y por supuesto señorita Minako – Mina apretó el pomo y la hermana ladeo la cabeza satisfecha –, su madre estará enterada de este acto, si usted fuese mi hija, le pegaría a palos y si es posible le desheredaría.
- Por fortuna de las dos – Mina dijo burlonamente –, usted hermana Margaret no es mi madre y yo gracias a Dios no soy su hija, con su permiso – y acto seguida Mina se metió a su alcoba.
La hermana Margaret bufó y observó como Mina desaparecía dentro de la puerta. Meneó la cabeza y finalmente el odioso corazón de Margaret dio un brinco, si no podía con esa malcriada de Minako al menos probaría suerte con su hermana. Desde que habían venido al Convento Saint Peter, ella lo supo, Serena era una niña tierna y tímida, pero su hermana Minako era todo lo contrario a ella, sin duda esa era su misión: hacerla cambiar al lado de la rectitud. Serena se percató de la presencia de la hermana y caminó lenta y pausadamente hacía su habitación, temiendo que Margaret de un momento a otro cambiara de parecer.
- Señorita Serena – habló con voz ronca y Serena se sobresaltó.
- Ss…si, ¿hermana Margaret? – abrió los ojos más, lo sabía, la iban a castigar, y sabía que era una tonta por no haberse metido a su cuarto lo antes posible.
- Me sorprendió mucho lo del anuncio de la boda de su querida hermana Minako – habló con un tono dulzón y venenoso.
- ¿Lo del anuncio? – finalmente Serena volteó a verla confundida – Pero si mi hermana…
- ¿No lo sabía, señorita? – Chasqueó la lengua la hermana – Es una pena, si su boda ya estaba predispuesta desde hace dos semanas, me sorprende que no se lo haya mencionado su querida hermana Minako.
- Es… no… es una… eso es imposible –dijo pausadamente ¡era una locura! –. Con su permiso hermana de hablar – Margaret asintió –, no soy la indicada pero creo que usted miente.
- Yo no miento, señorita Tsukino – finalmente la hermana dio media vuelta –. Ustedes partirán al atardecer para que su hermana contraiga nupcias, eso fue una carta que nos llegó de su señora madre sobre la boda y que ella misma junto con la dama de compañía vendrá.
Serena tragó saliva, giró el pomo y se metió a su habitación ¡oh, no! Si eso fuese cierto entonces… entonces… querría decir que… ¡oh, Mina no! Ya jamás la vería, se aventó a su cama a llorar ¿por qué Mina no le habría dicho nada? Era el peor día de su vida. Se agarró a la funda de la almohada ya desecha, estaría sola, completamente sola en la mansión y luego… ¡ella también se casaría! La cara se le puso roja de tanto llorar y finalmente se serenó. Siempre supo que eso iba a pasar lo sabía ¿pero por qué tenía que ser de esa forma? Su hermana se veía muy feliz ¿acaso no se daba cuenta de nada? ¿Nunca le importó lo que ella sentía?
Le resultaba extraño escuchar que su madre vendría por ambas, ella le faltaba sólo un año de escuela. Recordaba el día en que ella y Mina habían echado a su institutriz, porque era una mujer malvada de corazón, ni siquiera recordaba su nombre… ya era tan lejano el recuerdo de aquello entonces, en un abrir y cerrar de ojos su querida hermana se casaría y entonces ya nunca más podrían estar juntas. Pena sentía por ella misma. Con todo esto Serena ya no tenía ganas de acabar la escuela ¡al diablo el Convento! Sin tener a Mina era una tontería. Se acercó al inmenso ventanal que en el marco brillaba y estaba garigoleado de flores, abrió con cuidado y ahí estaban sus compañeras jugando, se veían tan inocentes, mientras que la hermana María estaba recostada en un árbol leyendo un libro. Suspiró fastidiada y se acercó a su modesto closet y con desgana sacó el uniforme del Convento, un vestido blanco y con encaje que le llegaba hasta la mitad del cuello, las mangas llegaban hasta las muñequeras, tenía un moño a modo de cinturón color rosa mexicano, el vestido era un poco hampón y llegaba hasta las tobillos, se puso unas calcetas y unos zapatos azul claro. Se cepilló su cabello para que finalmente se hiciera sus chongitos.
Se fue a lado de su cama a tomar agua pura y fresca, sentía como le ardía su garganta a cada trago que daba y no sabía si era porque tenía algo el agua ó porque sentía un gran y horrible agujero en el estómago. Se sentó viendo a la nada, llorando silenciosamente. Mina se iría y ella estaría sola.
///o///
La tempestad era fuerte, pero eso no le importó, le encantaba tener sus negros cabellos en su mano, sin duda le excitaba más. Los rayos alumbraban la modesta cabaña y los truenos era la batería que encendía a los cuerpos.
La mirada gatuna de la mujer observó con ojos lascivos a los ojos azules, siempre lo supo cuando lo vio, que él sería suyo y de nadie más, que él era su pareja y su alma, ellos hacían uno, de eso si estaba completamente segura.
El chico sonrió de lado ante esa sonrisa de lujuria, agarró sus negros cabellos y la besó con mucho ímpetu y deseo. Jamás en su vida había probado esos labios llenos de pasión y deseo, estaba seguro que siempre la amaría.
Agarró con suma suavidad la cadera de la chica y la llevó hasta su intimidad, la mujer iba al vaivén de los truenos, se mecía con locura, se sentía parte de él, el chico ojiazul acariciaba sus perfectos senos que caían seductoramente y graciosamente en su perfecto y algo pequeño cuerpo. Había sido salvado por ella tiempo atrás, así que le debía eso y mucho más.
La mujer se erguió extasiada y embriagada por sentirse que era sólo de él, ella se dejaba penetrar más y más, la respiración se les aceleraba, si es que podría decirse que realmente tenían respiración, la mujer se acercó al joven y lo besó como si su vida dependiera de ello.
- Dilo – dijo entre jadeos, sabía que jamás estaría en las gloriosas puertas del cielo, pero eso nunca le había importado –. Dímelo.
El hombre soltó un sonido ronco y algo gutural, le costaba mucho trabajo hablar, eso era el cielo ¿aunque realmente podría estar en el cielo, siendo como era? Sin duda era el infierno y ella era el ángel que destrozaba sus perfectos sueños – Neherenia…
Neherenia se mecía sin cesar, era una tempestad perfecta para hacer el amor aunque… ¿no era en sí, todas las estaciones perfectas para ello? Se sentía drogada al ver aquellos ojos azules con ese toque hipnotizador, ese perfecto pecho, frío y musculoso que la hacía sentir que siempre estaba protegida aunque… ella se podía cuidar sola, rozó con sus labios y con frenesí el pecho frío como el hielo del muchacho, el chico se auto convulsionaba levemente por el beso de Neherenia ¿realmente sentía amor por esa criatura? Sin duda era amor…
- Por favor – jadeó en un susurró y en un esfuerzo sobrehumano por hablar –. Dime cuánto…
- Te amo – finalmente el hombre se erguió y otro rayo más potente alumbró la cabañita, su pelo era largo y negruzco –. Te amo como no tienes idea…
Neherenia se acercó a él y lo llevo a su pecho desnudo, besó su frente con ternura, el chico la miró, tenía un toque rojizo en los ojos al igual que los de ella – Yo también te amo, como no tienes idea… Seiya – el chico sonrió y la besó para volver a fusionar sus cuerpos en la endiablada tempestad.
///o///
Serena se sentía inmensamente pequeña, era un silencio tortuoso. Se encontraba sentada en una silla de madera, sin cojín ni nada acolchonado, a lado de ella estaba Mina con la vista encajada al piso lustroso y brillante color azul. Tragó saliva duramente y sintió como está raspaba su garganta. La habitación era lo triple que la suya, atrás de la Madre se hallaba una inmensa cruz de madera de pino, debajo de la cruz estaba una chimenea que en esos momentos se encontraba encendida pero que aun así Serena seguía sintiendo el insoportable frío ahí. El escritorio de la Madre era de caoba y rústico, en el lado derecho estaban apiñadas dos hileras de libros que Serena desconoció. Del lado derecho había un librero, Serena estaba segura de lo que esos libros contenían. Cada libro estaba acomodado de forma alfabética lo que eso significaba que se encontraban todas sus documentaciones, también más abajo en un rincón se hallaba otros libros, lo que ella suponía era de las próximas familias de la burguesía y de la nobleza que se encontrarían en una escuela de señoritas.
Volvió a fijarse en Mina que seguía en la misma posición que hace rato, su estómago le gruñía no había desayunado y se la había pasado una parte de su reclusión llorando. La hermana Margaret se encontraba del lado derecho de la Madre, quien para desfortunio de las chicas la Madre no se daba cuenta de la sonrisa malvada de la hermana. Finalmente la gran puerta de madera se abrió, Mina alzó la vista para ver a la hermana Margaret mofándose de ella y Mina la fulminó con rencor. Serena por su parte tenía ganas de morirse, tenía ganas de ver a su querida madre y explicarle y llorar por todo lo que había pasado, estaba segura que la hermana había hablado de más.
- Vine por mis hijas – habló con un poco de rudeza Serenity.
Serenity lucía un sombrero elegante, pero de igual manera negro porque no hace más de un mes había muerto su esposo, su figura era envidiable para ya tener sus cuarenta años, tenía el pelo recogido en un difícil peinado, tenía una bolsa pequeña y su vestido era algo ajustado y negro por el luto que llevaba.
- Me alegro – habló la Madre. Era una mujer ya de avanzada edad, las arrugas eran demasiadas notorias en las orillas de los ojos, sus dientes eran perfectos, sus ojos eran verdes claros, estaba escribiendo algo y finalmente entrecruzó sus dedos y alzo su vista hacía Serenity, que era glacial.
- Madre Rosemary – Serenity se acercó a Mina, pero no la miró –. Vine más temprano porque tengo que llevarme lo antes posible a mi hija Minako.
- Lo entendemos, lo entendemos, señora Tsukino – carraspeó la madre y de un pocillo bebió agua –. Pero… - Serenity arqueó la ceja –, sus hijas se han comportado de una forma impetuosa.
- Debe de haber un gran error Madre Rosemary – dijo con un deje de intranquilidad –. Yo he educado y también su padre que en paz descanse a estas niñas, y ¡jamás! Se han comportado de ninguna forma.
- Sé que es difícil de aceptar – aseveró y poso sus ojos verduzcos mentirosos en los de Mina –. Pero hemos tenido varias quejas, más sobre su hija Minako Tsukino – Rosemary volteó a ver a Margaret quien asintió y fue al librero, Mina apretó la quijada.
- ¿Quejas? – se extrañó Serenity y por una fracción de segundos volteó a ver a Mina y después a la Madre – Si las han tenido… sólo me pregunto ¿por qué hasta ahora me dan aviso de ellas?
- Señora Tsukino, sabemos lo que está pasando, la muerte de su esposo que en paz descanse y luego… - Serenity tosió secamente –, por eso no quisimos causarle más desdichas y deshonra en su familia.
Margaret agarró un libro grande, la Madre Rosemary agarró unos lentes y leyó con cuidado – Minako Tsukino, le ha faltado el respeto a la hermana Margaret, Minako Tsukino les ha metido ideas a las señoritas, Minako Tsukino se ha enviado cartas con Sir Malachite Shusikawa…
Serenity abrió los ojos discretamente de sorpresa ¡nunca lo había imaginado! Mina no le quitaba la vista a Margaret que sonreía satisfecha. Serena se retorcía en su propia silla ¿cómo se darían cuenta que Mina le mandaba cartas a Malachite? ¿Cómo? Debía de haber otra en todo esto, de eso no había duda pero ¿quién sería? Podrían ser muchas, la Madre Rosemary seguía hablando como si acusará a una bruja que estaba a punto de quemarse en la hoguera.
- Y finalmente hoy… - Rosemary cerró el libro, se lo entregó a Margaret quien lo dejó en el librero –. Su hija Serena no es impetuosa como su hija Minako por eso el acto de ellas dos, no… - divagó y Serenity miraba con mucha preocupación a la madre, hasta que ella finalmente rectificó –, de Serena nunca me lo esperaría, de su hija Minako – suspiró –. Minako sin el permiso de nadie irrumpió el cuarto de Serena, en pijama, creo que queda claro el hecho que eso podría haber costado muy caro y no me refiero a la señorita Minako, si no a la reputación de Serena – Mina soltó un bufido –. Y después de que la hermana Margaret las vio de esa forma su impetuosa hija le habló con malos modales a…
- ¡Pero es mi hermana! ¿Qué tiene de malo? – Mina se levantó bruscamente de la silla la cual cayó en un golpe seco – Le dije que no era malo.
- ¡Debe de ser refinada señorita Minako! Pudo haberlas visto un hombre – sentenció Rosemary un poco agitada.
- ¿Un hombre? ¡Es una escuela de señoritas!
Rosemary no tomó atención a lo dicho y prosiguió como si nada – La hermana Margaret no quería causar molestias, indudablemente no quería hacerla enojar señora Tsukino, pero en esta escuela no se permite tal acto impetuoso es deshonroso, así que una de las alumnas vino a mí a decirme la desfachatez de tal acto.
Margaret sonrió, a Serena le dio un vuelco en el corazón doloroso, a Mina se le fue el color de la cara y Serenity apretó su pequeño bolso negro. La hermana caminó con paso veloz pero con gracia a la puerta y la abrió.
- Pasa, pasa – dijo con suavidad.
La chica caminó detrás de Margaret, con aires de grandeza, su cabello rosado iba al vaivén de su cintura y refinamiento, caminaba con gracia. La chica se puso del lado de Serena, quien está a su vez la miró por el rabillo del ojo. ¡Maldita! Siempre la había odiado por ser sumamente fastidiosa. Rini Moon, era la única hija del abogado, esa familia era muy chismosa, y siempre eran muy prepotentes. Rini no estaba por los alrededores de eso estaban seguras ellas, pero también estaban seguras que ella se llevaba demasiado bien con la hermana Margaret.
- ¿Podrías decirnos lo qué paso, señorita Moon? – dijo con suavidad a Rini quien sonrió con una franqueza muy bien fingida.
- Por supuesto, Madre Superiora – suspiró, como si lo que estaba a punto de decir fuese tan pecaminoso y horrendo –. Bueno, lo que sucedió fue que cuando iba al baño de las señoritas para lavarme las manos me di cuenta que en mi sedoso pelo no llevaba la peineta que mi amado padre me había traído de Francia, así que caminé rumbo a mi cuarto que queda cerca del de la señorita Minako y… - hizo una pausa, suspiró muy hondo –, temo no poder decir las palabras verdaderas pero…creo que lo mejor hable como una señorita deba de hablar ante tal situación, escuché hablar a la hermana Margaret sobre que una linda señorita no debe de andar en pijama, así que me detuve en medio camino, después la hermana Margaret pidió con suavidad que las dos pensaran en lo que habían hecho me sorprendió escuchar la voz de la señorita Serena – bajó la cabeza con lástima –, siempre la creí una buena señorita. Así que escuché que dijo la hermana Margaret que la señora Tsukino se enfadaría mucho por el acto pero que no le comentaría nada porque no quería causar daños…
Mina la fulminó con la mirada y Rini rió satisfecha por debajo, Serena estaba confundida.
"Así que Mina dijo que era una tonta, la hermana dijo que si fuese su hija trataría que la hiciera ver que está mal porque una madre debe de estar orgullosa de su hija y más si es la primogénita, la señorita Serena se reía ante las cosas que decía la hermana, eso me indigno mucho porque la hermana siempre ha sido demasiado buena hasta que… hasta que… ¡oh, hermana! ¡Por favor! No me haga decir las blasfemias que ocupó la señorita Minako…"
Rini se tapó la cara con sus manos y Rosemary hizo un ademán que la hermana Margaret tratara de tranquilizar a la estudiante.
- ¡Maldita, mentirosa! – gruñó Mina - ¡Maldita serpiente! Y usted hermana Margaret ¿le dio dinero para que esa Rini dijera todas esas sartas de tonterías? – Mina estaba fuera de sí, Rini y Margaret sonrieron satisfechas, pero el sollozo ficticio de Rini hizo encolerizar a Mina quien casi se abalanzaba a golpearla.
- ¡Minako! – la agarró del codo con fuerza, Serenity - ¿Qué te he enseñado?
- Pero… pero… madre ¡la hermana Margaret me odia y esa maldita mentirosa de Rini!
- Hermana Margaret – tosió Rosemary y bebió un poco más de agua - ¿Sería tan amable de llevar a la señorita Moon a su cuarto? – la hermana asintió y Rini soltó otro sollozo.
- Lo siento señora Tsukino – su fleco escondía la mirada burlona e hipeó –. No era mi intención…
Margaret se llevó a Rini y desaparecieron del inmenso cuarto.
- Minako ¿quién te has creído en hacer todo eso? – Aseveró Serenity – En cuanto regrese la hermana Margaret le pedirás disculpas – arqueó la ceja molesta y apretó más el agarré de Mina.
- Madre, pero si Mina…
- ¡Cállate tú, Serena! – La miró molesta, y Serena agachó la mirada perturbada – Tu tampoco me tienes contenta con la situación ¿qué dirá la gente?
- Le prometo señora Tsukino que nada de esto saldrá y la reputación de su nombre quedara intacta – habló con tranquilidad la Madre.
No pasó mucho tiempo en el regreso de la hermana Margaret, quien se detuvo cerca de Mina que se encontraba consternada, sonrió internamente con suma alegría – Lo siento, no era mi intención que esto llegara a tanto, perdone las molestias señora Tsukino.
- No es ninguna molestia cuando una de mis hijas no se comporta como toda una señorita – frunció el ceño y se llevó a Mina cerca de la hermana –. Díselas.
Mina no dijo nada, se quedaba viendo, con una rabia inmensa a la hermana, mientras que Margaret alzó una ceja de superioridad que sólo notó Serena y ella. Serenity apretaba más el codo de Mina y ella no soltaba ningún quejido de dolor ¿por qué tenía que pedir disculpas? Era tonto e idiota. Serena las observaba intranquila, le dio un fuerte retortijón y apretó sus labios para no soltar un quejido. La Madre carraspeó después de unos cuantos segundos de impaciencia.
- Díselo – instó con más gravedad Serenity.
- No – Mina suspiró –. Lo siento madre, pero la hermana no merece unas disculpas cuando no se las merece.
- Ve a lo que me refiero – dijo Rosemary con un deje de altanería –. Su hija siempre ha sido de esa manera muy vulgar, me sorprende ya que ustedes siendo una familia respetada tengan una especie de bastarda.
Mina respiró agitadamente ¿era ella una bastarda vulgar? Cuando ella era sólo diferente, ¿eso significa ser bastarda? ¿Diferente? Serenity tuvo en sus ojos un brillo diferente a los que siempre había tenido, indudablemente estaba sumamente molesta con el comentario ¿realmente su hija era una bastarda? Volteó muy bruscamente a Mina quien está tenía en sus ojos anegados de lágrimas reprimidas por el odio, la humillación. Serenity no flaqueó ante tal acto desconocido de su hija, la reputación de ellas estaba en juego en ese frío y hasta casi lúgubre cuarto.
- Minako – aseveró –. No me dejaras en ridículo con está amable gente, soy tu madre y me debes de obedecer, así que…- la agarró por los dos hombros, dejando su bolsita negra debajo de la axila –, tienes que pedir las disculpas a la hermana Margaret, porque tú hiciste mal ¿entiendes?
- No y no – Mina apretó la quijada –. No las pediré y jamás las diré, esa hermana no se las merece porque ¡no hice nada!
Serenity observó a la Madre, después a la hermana Margaret, ambas con unos ojos brillantes, sabía que no debía de pasar eso, su hija tenía que acatar todas sus órdenes hasta que tuviese un marido el cual él por consiguiente haría cargo y la protegería ¿cómo podía dejarla de esa manera tan humillante? ¡Ella era su madre! Así que sin más Serenity le dio una bofetada a Mina, fue un sonido seco. Serena se sobresaltó en su silla. Mina por lo tanto se llevó la mano a la cachetada que aún así no soltó las lágrimas reprimidas que tenía, el pelo se le había alborotado en su sencilla media coleta que se había hecho, su respiración era acelerada, su madre no quitaba esa mirada de severidad.
- Quiero que entiendas, debes de hacerme caso y tienes que pedirle disculpas ya eres una señorita, tienes que comportarte como tal ¿qué diría la sociedad?
Mina observó a su madre con un poco de rencor entonces ¿realmente era una bastarda? Ella odiaba la sociedad, porque siempre pensó que ella no debía de haber nacido en esta época estúpida, donde no puedes decir ó hacer nada, todo era pecaminoso, si realmente era una bastarda ya no le importaba, porque lo aceptaba. Pero eso significaba correr duro y dejar a su madre Serenity de esa forma. Jamás podría ser de la sociedad pero eso también significaba lastimar a gente que quería… Tomó un respiro largo y hondo.
- Lo siento – dijo entre dientes y sin sentir.
- ¿Perdón? – alzó la ceja Margaret.
- Dije que… - volvió a suspirar –, lo siento.
- No quiero las disculpas cuando una persona no las siente – sentenció la hermana un poco dolida.
- ¿Cómo dice hermana Margaret? – dijo sin comprender Serenity.
- Su hija, me dio sus disculpas pero más a la fuerza que nada.
- Si no acepta esas disculpas, no sé que más se puede hacer – expresó incomoda Serenity quien observó a la Madre.
- Hermana Margaret, creo – tosió – que le pide mucho a la señorita Tsukino, puede llevárselas, señora Tsukino y después de que acaben las vacaciones quiero de regreso a la señorita que todavía se puede salvar.
- Por supuesto, Madre Rosemary – Serenity dejó un sobre a la Madre quien lo agarró, después se dirigió a Serena y le instó con la mirada y la cabeza que se levantara. Mina caminaba con pasos fuertes, al final la hermana Margaret abrió la inmensa puerta de madera –. Con su permiso hermana Margaret, espero que este suceso no vuelva a ocurrir.
- Yo también lo espero – sonrió débilmente y cerró la puerta tras la salida de ellas.
Serena caminaba a lado de su madre y Mina en el otro extremo, el silencio era tortuoso. Serenity caminaba a paso corto y veloz hacía la salida. ¿Cómo podían haberle dicho a su hermana bastarda? ¡Ella no era una bastarda! No, su hermana no lo era. Pero tampoco podría haber abogado mucho por ella, ya que en sí, en efecto el acto de su hermana hacía con las cartas escondidas no era una buena idea. Serena observó a Mina que lloraba silenciosamente, cada lágrima que surcaba en sus mejillas se las quitaba con ferocidad, sabía lo que eso significaba, y en sí, Mina no se sentía triste ante tal acto sino humillada, y también lo comprendía completamente también eso.
Caminaron por el pasillo, todas sus demás compañeras las observaban con una mirada de incrédulas, sabía que Rini había ido con el chisme de lo que había pasado eso significaba que… no podría Rini o ¿sí? Aunque Rini era capaz de cualquier cosa, hasta quizás la reputación de Serena se había ido a la inmensidad de todo ¡semejante caos! Ni siquiera habían tenido la decencia de agarrar su equipaje aunque eso ¿realmente importaba? Serena se topó con la hermana María quien les abrió las puertas principales y sonrió de una forma melancólica a las chicas.
Más humillación y más humillación. El inmenso jardín se veía también triste. Mina ni siquiera se inmutó en ver a todas sus compañeras sin embargo Serena volteó a verlas y mejor no lo hubiese hecho ya que todas la miraron con una cara reprobatoria y Rini se encontraba de brazos cruzados satisfecha del encantador entorno, un escalofrío le recorrió su cuerpo. Finalmente llegaron a la puerta principal y Serena vislumbró a una mujer que se encontraba a lado del carruaje. Mina siempre le cayó mal, pero en cambio en Serena a pesar que a veces se llevaban muy pésimo en otras cosas era muy buena, hasta podría jurar que aparte de Mina, ella hubiese sido una hermana también.
Tenía un sencillo vestido hampón, como es común que ocupen las damas de compañía, pero no por eso barato, tenía un sombrero horrendo con muchas flores artificiales, pero pese a lo horroroso del sombrero no le hacía mal vista. Era la dama de compañía de su madre que en muy pocos días pasaría a ser de Serena, ya llevaba bastante tiempo en la familia, desde hace quince años. Era muy devota o al menos eso es lo que habían dicho los del orfanato. Mina la odiaba porque no tenía sentido de la diversión, era una huraña con casi todo y estricta con casi todo, pero sin embargo siempre creyó que era de mala calaña, por eso ambas se aborrecían.
- Señora el carruaje está listo – abrió la puerta con cuidado sin manchar sus guantes que le llegaban hasta las muñequeras.
- Muchas gracias, Rei – asintió Serenity y se subió con cuidado al carruaje.
Después se subió Serena, Mina, para al final que se subiera Rei. Mina se instaló en una ventana y lo más alejado posible de Rei. Serena sin embargó se sentó cerca de ella, si bien su madre le había dicho también que tenía que confabularse con su futura dama de compañía. Serenity frunció el ceño al ver a Mina malhumorada y con los ojos rojos.
- Minako – suspiró por fin.
- Pensé que iban a traer el carro ese – observó el paisaje verduzco, vivían un poco afuera de la ciudad.
- ¿El carro? – Dijo incrédula Serena - ¡¿Tenemos carro, acaso?!
Rei rodó los ojos un poco fastidiada – Su querida madre creyó que era buena idea comprar algo ¿ya saben? – Del lado izquierdo de su asiento se hallaba una bolsita que sacó un estambre y unas agujas y se puso a coser – Para comprar las cosas sofisticadas que hay ahora en esta época.
- ¿Qué carro es? – expresó emocionada, al ver pasar por segunda vez un lindo arroyo.
- Un Roll Royce – dijo Mina mirando a Serena más emocionada –. No es la gran cosa ya casi toda la gente tiene uno, aunque todavía prefiere ocupar el carruaje.
- Minako – volvió a intentar, a sabiendas que hubo unos cuantos segundos de silencio.
- Minako, tu madre te está hablando – dijo severamente Rei quien dejó de coser para observar con reproche a Mina.
- Ya la escuché – dijo obviando las cosas y miró a Rei desdeñosamente - ¿Qué desea madre?
- Quiero que entiendas porqué lo hice…
- No hay necesidad – bufó Mina –. La reputación y esas tonterías.
- Mina… - susurró Serena – No es bueno que le hables así a nuestra madre.
- ¡¿Y qué?! – volteó la mirada de nueva cuenta hacía la ventana que empezó a vislumbrar la sociedad, a la estúpida sociedad en el horizonte. Alzó la vista y observó que el cielo no era rojizo sino grisáceo – Me abofeteaste, pedí el perdón estúpido ¡¿y qué?! Ya lo hice, me humillé madre.
- No, no era mi intención y lo sabes – aseveró Serenity –. Pero no es buen visto que una hija se ponga de esa manera y más a su madre.
- Por eso lo hice – dijo entre dientes –. Creo que sabes de antemano que esa serpiente porque ¡oh, sí! Lo es que Rini mintió para quedar bien ante lo que tú dices que se llama sociedad – meneó la cabeza y expresó burlesca.
- Sea la verdad que fuese – suspiró ya su madre fastidiada –, no debiste de tratar de ponerte a prueba, la reputación de Serena se podría…
- No diga esas cosas, Señora – sonrió Rei, y después miró a Serena. Y Serenity asintió.
Serena arqueó la ceja, a pesar de llevar algo de tiempo con la incertidumbre sobre el casamiento de su hermana, porque a fin de cuentas no entendía siendo mañana el último día de clases tendrían que marcharse hoy. Se asomó a la ventana y pudo ver al pueblo, al pueblo pobre y trabajador, todos y todas se le quedaban viendo con una cara de odio y ella no lo entendía, si ni siquiera los conocía y otros con cara de anhelo y deseo de estar en su posición económica, por fin le dieron vuelta para que el carruaje se entremezclase con todo los burgueses, a la sociedad que siempre había pertenecido. El carruaje salió un poco de la ciudad, y se adentró a un pequeño camino, como siempre y cada vacaciones hacía, era un sendero lindo y lleno de arboles.
Serena volteó a ver a Mina quien ya respiraba con más tranquilidad, Rei seguía cociendo ajena a lo demás y su madre veía a su hermana. Finalmente llegaron a la puerta de metal, grande, blanca y majestuosa que llevaba el símbolo de la familia; una media luna. Las puertas se abrieron y el carruaje prosiguió en su camino, pasaban por los arboles, por las flores y por un pequeño invernadero de su madre que habían hecho su mamá y su padre. El carruaje viró por la graciosa fuente que adornaba la mitad del patio. Si bien Serena nunca le había visto la forma de lo que según decía su madre que era. Tanto Mina como su madre decían que eran dos enamorados pero que no podían estar juntos, y eso le recordó a Romeo y Julieta, pero si bien lo único que veía eran dos personas que hacían malabares en vez de ser dos enamorados. El carruaje llegó a la inmensa mansión.
Se abrió la puerta del carruaje – Hemos llegado, señora – le tendió una mano a Serenity.
- Muchas gracias Jedite – sonrió.
Después con sumo cuidado, ayudó a Serena y a Mina a abajar seguido de Rei. La mansión era igual que siempre, blanca, con dos pisos. Serena alzó la vista, ya que el cuarto que daba a la entrada principal era el de sus padre, y después agachó la mirada, y le dio un escalofrío al saber en donde se hallaba parada, ahí había sido donde su padre… ¿por qué lo habría hecho? No lo entendía. Después su vista se posó en una cochera que ellas no habían tenido antes y fue cuando vislumbró el carro, rojo como la sangre, tenía la capota abajo, sin duda supo que era el Roll Royce.
- Ese es el carro – murmuró Mina a Serena –. Te digo que no es la gran cosa ya casi todos tienen uno.
- Pues para mi si porque nunca había visto el carro, sólo su nombre – suspiró –. Pero Mina… ¿Cómo…?
- Será mejor que entren ya señoritas – dijo Rei, observándolas mientras Serenity subía con cuidado los tres peldaños de la escalera que daba a la puerta principal.
Mina y Serena asintieron y siguieron a su madre. Llegaron a la entrada principal, donde estaba completamente grande y había un gigantesco y rojizo tapete que conducía a las escaleras, que después se partían en dos, unas escaleras daban al ala este y las otras al ala oeste de la mansión. Serenity caminó hacía la sala, donde unos sillones rústicos se encontraban, Mina se sentó con pesadez en uno, y Serenity se persignó al ver el cuadro de su difunto esposo, tenía el pelo rubio y ojos azules, era delgado y en esa pintura era muy joven, se hallaba debajo de una de las tantas chimeneas que albergaba la mansión, finalmente suspiró y se giró para ver a Mina bostezando y a Serena parada viendo a su hermana.
- Como bien sabrán, queridas hijas, mañana tendremos una fiesta muy importante.
- ¿Fiesta? – dijo Serena extrañada.
- Así es Serena – sonrió su madre - ¿Por qué la extrañes?
- Es que Mina no… - susurró cada vez más bajo y observó de nueva cuenta a su hermana que no la miraba.
- Mina, ¿acaso no le dijiste a tu hermana?
- No madre – dijo molesta –. Yo no…
- ¿Entonces es cierto? – Musitó dolida - ¿Te vas a casar, no?
- Si – dijo malhumorada.
- Por eso es menester – observó con cuidado a sus hijas, pero finalmente comprendió que ella no podía regañar a Mina, puesto que siempre supo que ellas eran muy unidas y suspiró un poco melancólica –, que hoy las tuviese que sacar yo misma de la escuela porque mañana será la fiesta del casamiento de Mina, y también ya que Serena, no tienes la ropa adecuada para el evento importante de mañana y será otro evento importante porque vas a conocer a un chico muy…
- Traidora – musitó Serena - ¡Eres una traidora!
Mina no la observaba, y Serenity quiso detener a su hija menor, pero salió corriendo de la sala, llorando, no pudo más que suspirar y respirar con tranquilidad, para voltear a ver a Mina enfurruñada en el sillón.
- ¿Mina?
- No se lo dije – habló lacónicamente –. Porque tenía ganas de casarme, en serio que tengo ganas de hacerlo, pero no pude cada vez que trataba, era como si un ser me lo borrase de la memoria, y no pude.
- No te culpo, tú y tu hermana siempre han estado demasiado juntas, pero aun así debiste haberle dicho a Serena, se lo merecía, merecía que supiese la noticia…
- ¡Oh, madre! – se levantó con estrepito - ¿Qué debo de hacer? ¿Mañana? Mañana…
- Habla con ella, ella entenderá – tocó el hombro de su hija, quien se encontraba con acongoja. Mina asintió.
Maldita cruel y vil traidora, eso era su hermana y lo supo. Caminaba directo a su enorme habitación, daba zancadas y de vez en cuando observaba de mala gana a la servidumbre que se topaba ¿no era ella demasiado importante para saber su tonta boda? Apretó el pomo de la puerta sintiendo el frío de está, sintió como el pomo se incrustaba en su mano, giró el pomo y azotó la puerta dejándola con seguro. Se quitó con desesperación el vestido, lagrimas rabiosas surcaban sus ojos, sintió que el horroroso corsé le estrujaba toda respiración y ella ¡que la había creído su hermana! Se puso su pijama de seda de un color rosa pardo. Se asomó por su inmenso ventanal que daba vista a una parte del inmenso jardín, otra parte a la sociedad y un poco a lo lejos observó a una luz de una casa demasiado grande.
Se plantó en su cama, prendió una vela y se enfurruñó en su cama, leyendo Cumbres Borrascosas y se dio cuenta que todos eran unas sartas de inhospitalarios y embusteros ¡oh, sí! Todos engañaban a su beneficio y ¿para qué? Aunque ya había leído dos veces el libro nunca comprendió del todo el dichoso enamoramiento de ellos, ¿cómo podrían casarse con gente que no quiere ó sólo la dulce venganza? ¡Malditos embusteros y traicioneros! Minutos después, alguien tocó la puerta, ella bajó el libro, era una de sus partes favoritas la que leía. Heathcliff regresaba con Catherine, pobre mujer él culminó con su muerte.
- No deseo bajar a cenar – dijo rezongona.
- Serena soy yo – dijo con voz débil Mina.
- Ahh eres tú – dijo con desdén, y dejó el libro a un lado, se puso sus pantuflas y se acercó a su puerta, se recargó en ella.
- Por favor, ábreme – suplicó –. Necesito…
- No quiero abrirte y no lo haré – la atajó –. Además ya es muy tarde – desvió la vista al reloj y en efecto esa plática con su madre se había prolongado ya eran las ocho de la noche.
- Nunca ha sido un inconveniente el horario para nosotras Serena – Mina se pegó más a la puerta –. Perdóname por no haberte dicho antes, pero me duele tanto eres mi hermana pequeña.
- Ojalá fuese ese Joseph o ese Hindley para soltarte improperios o llevarte a rezar por mentir muy descaradamente – murmuró –. Pero así te quedes toda la noche en mi puerta no te abriré, además – observó la ventana y la translucida cortina –, se ve que viene una tempestad, será mejor que te vayas a tu cuarto porque quizás se ponga muy frío.
- Pues tú eres una berrinchuda – rezongó Mina –, y vete a leer tu estúpido libro, y tu eres la que bien te quejas de esa Catherine Earnshaw – golpeó la puerta con una patada y se marchó de ahí.
¿Catherine Earnshaw? Ni siquiera era berrinchuda, ni mucho menos era una niña mimada. Le sacó la lengua a la propia puerta imaginando que estaba aún Mina. Se abrazó a sí misma y con cuidado cerró la ventana, vislumbrando de nueva cuenta la luz que tintineaba a lo lejos, entrecerró los ojos para ver que era, y se dio cuenta que era al parecer era una casa demasiado grande ¿por qué nunca se había dado cuenta de su existencia pese que ya llevaba casi toda su vida viviendo ahí? Le recorrió un escalofrió al pensar que estaba delirando, cerró la ventana y se volvió a acurrucar en su lectura, que pese a odiar a los personajes, los envidiaba por semejante amor que se tenían.
Continuará…
¡Hola! :D
Amigas mías, este es un fanfic de época ¡oh, sí! Me encantan los fanfics de esa índole, es muy romántico los hechos que se suscitan, la centro más a la querida época; Victoriana.
Bueno explicando porque oh, cómo me confundo yo, pero una buena leída que hice, ellos viven en Gran Bretaña o sea que sí, son ingleses o bien quizás la pueden conocer como Reino Unido, sencillamente yo en lo personal me confundo mucho, soy un asco lo sé, pero bueno Inglaterra, Londres y sus derivados son los mismos ;)
No tengo la menor idea como salió el fanfic en sí, espero que no me haya salido muy mal, porque lo veo, me lo imagino y a pesar de todo no lo creo ¡yo! Escribiendo creo que en mi totalidad romance, a menos que se me vayan las cabras al monte y me debrayé escribiendo cosas tristes, habrá cosas oscuras según de momento mi imaginación :P
Perdónenme por poner de momento a nuestro querido Seiya con Neherenia, pero sencillamente, mientras es el transcurso de su alocado amor (con Serena por supuesto jeje), no me lo imagino con otra que no sea ella o Luna, son las dos únicas opciones para mi ponerlo con pareja de momento ya que si no se queda con Serena deseo verlo muerto muajaja lo siento me salí del contexto :), pensé en Luna, pero sencillamente ella es pareja de Yaten ;) así que lo quité de mi mente ¡shu, shu! Pensamiento malo jaja. Porque Kakyuu ¡Noooo!
Puse cosas de Cumbres Borrascosas, es un libro muy interesante, estaba entre Nuestra Señora de París o ese, pero al fin y al cabo puse algo. Ahh estáaan extraño su amorío de ellos dos, gusta pero asusta, en fin, pero no hay nada mejor que mi lindo Claude Frollo primero de arriba de la historia, es de Frollo obviamente lo tomé prestado del libro jeje, ¡amo esas líneas del libro!
Espero que esta nueva idea les agrade porque no he visto algo así en el fandom aunque… casi no leo mucho el fandom u.u, sólo con las que chateo y me dicen con amabilidad que les lea sus historias que con gusto hago, pero de momento no puedo, pero lo haré I promise ;)
En fin basta de habladurías de mis tontas y aburridas notas de autora, espero sus lindos reviews.
¡Kami-sama! Que les guste a estas chicas… escribí pensando demasiado alto o.o ¡Corte! Jaja.
Dejen reviews ;)
●๋•Ashαмєd●๋•
