Disclaimer: Todos los mencionados son propiedad de BioWare.
N/A: Como cada vez, voy a ocupar un montón de espacio para disculparme xD Sip, otra historia colgada acá escasos minutos después de la anterior porque esta magnífica conexión Wi-Fi no será eterna, me temo.
No, no están alucinando, es un High School AU. No suelo escribir AUs en fandoms como DA (la cosa de modernizar el mundo me disgusta un poquito), pero me pareció que los personajes de DA2 se prestaban bastante. ¿Advertencias? Un montón de tonterías adolescentes. Nada espectacular (cliché, cliché, cliché). Simple (se ha sabido de agua de kool-aid con más sabor). Una relación poco sana, kinda, sorta... Tragedia y cursilerías, así de inverosímil. Crack-ships. Mi amor inmenso por Merrill e Isabela, porque pelearía en un foso a mano limpia por ambas. No me fascina el título en inglés pero soy mala con los títulos so...
La primera canción para la primera noche es "Come on Eileen" de Dexy's Midnight Runners
Tell her tonight
.
i. Come on Eileen
Desde afuera, podía parecer estúpido, pero la adrenalina se disparaba dentro de ella en momentos como aquél. Era emocionante observarlo, a riesgo de que girara por casualidad y notara el intenso escrutinio al que estaba siendo sometido. Anders sonreía en dirección a Hawke y sus otros amigos, cansado como para ponerse de pie y seguir el juego de sus compañeros. Una verdadera lástima, verlo bailar tontamente desde aquella posición habría coronado la noche. Por supuesto, mejor que verlo moverse en la pista, habría sido moverse junto a él.
Ella sospechaba que era similar a pedir un milagro. ¿Anders bailar con ella? No sucedían cosas semejantes sin que algo terrible pasara también, en una especie de macabro intercambio divino. Merrill movió inquieta los pies al pensarlo. Luego, se alisó la parte inferior del vestido.
Merrill había encontrado su vestido, de un verde intenso y fresco, en el fondo de un estante de la tienda de rebajas. Estaba precioso. La tela se deslizaba suave entre sus dedos y supo que estaba ante la elección correcta. Se imaginó mil escenarios mientras hacía fila para pagar. La mayoría los esteralizaba el chifón de su vestido de mangas largas y sueltas. Anders la distinguía entre la multitud al entrar; ella, enmarcada por la decoración de la puerta, resaltaba, y él acudía a Merrill, como quien no quiere la cosa, para dejar caer un comentario sobre lo bonita que se veía aquella noche.
En otros apostaba por algo más. Un brazo de Anders pasaba por su cintura al bailar y ella respiraba su aroma con los ojos cerrados. Sería mágico.
Había algo mágico acerca de él, siempre lo había creído, incluso en los días que se creía capaz de estrangularlo.
—Es una oportunidad fantástica, gatita.
La voz de Isabela la hizo abandonar sus alocadas fantasías con un torpe respingo que por poco la lleva a caer de frente al suelo. Isabela no dio señas de haberlo notado, o quizá lo había notado, pero habituada como estaba a la torpeza de Merrill, decidió no prestarle atención. Acto seguido, su amiga se dejó caer en la silla contigua. Merrill se removió, empujándose hacia atrás hasta lograr que su espalda estuviera recta de nuevo. Con cierta gracia notó que en esa posición debía estirar los pies para alcanzar el suelo. Le sonrió al par de zapatos negros con el forro de terciopelo.
Había tenido otras tantas fantasías cuando compró aquellos bonitos zapatos.
—¿Tú crees?
Isabela giró levemente y se recargó sobre ella para lograr una vista perfecta del sitio en el que Anders se hallaba descansando. Merrill amaba aquellos tontos bailes también, pero al advertir lo extrañamente animado que estaba el chico rubio y el buen ángulo que tendría desde aquél sitio, Isabela no había podido convencerla de ir a bailotear con ella y Fenris.
—Seguro que sí, míralo, está suplicando que una chica en zapatillas de terciopelo le pida un baile —dijo Isabela de la manera más exagerada.
Merrill se mordió los labios y miró sus pies con nerviosismo.
—Podría estar cansado.
—Anders puede ser un bastardo melancólico -e insufrible- a veces, pero no es un anciano... no la mayor parte del tiempo —se corrigió al ponerse de pie con un elegante salto.
Merrill observó a Isabela con una pizca de anhelo y envidia. Si ella fuera la mitad de guapa, interesante e ingeniosa que Isabela, hacía horas que estaría bailando con Anders en lugar de limitarse a espiarlo como una especie de escalofriante acosadora.
—Si no funciona, siempre tienes un lugar con nosotros —señaló a Fenris, quien estaba frente a la mesa de las bebidas. Tenía una mueca y ambas chicas se dieron cuenta de que estaba discutiendo con alguien.
Isabela resopló.
—No —Merrill sacudió la cabeza, entretenida. Convencerlo de asistir a la celebración de esa noche había sido una proeza, cuando se le dijo que Merrill andaría cerca, su humor no mejoró mucho—. Cubrí mis horas reglamentarias como la tercera rueda, ¿no? —sonrió.
—No te atrevas a insinuarlo, señorita. Somos amigos.
No quiso presionarla. Merrill no era una experta en romance, después de todo. Le dedicó una sonrisa y una mirada condescendiente. Si ella quería creer que su relación con Fenris era la relación de un par de amigos, no sería Merrill quien la contradijera, pero ella tenía varios amigos y a ninguno lo trataba como Isabela al chico del cabello que había revolucionado el instituto en su momento.
—No estábamos hablando de Fenris —continuó. Le arqueaba una ceja, a espera de que Merrill se incorporara y caminara para eliminar la distancia entre ella y Anders. En la teoría se escuchaba muy bien, el problema era reunir valor para hacerlo—. ¿Cuándo tendrás una oportunidad como esta de nuevo? Ve, yo me encargaré de pedir algo romántico y lindo al imbécil que ha estado a cargo de la música esta noche.
—Es una chica, Isabela.
—Fantástico —gruñó al retorcer los labios en dirección a la cabina de audio en la parte superior del gimnasio—. Ahora, largo. Intenta algo diferente a lo que hacen en clases. Si se porta como un imbécil, grita y lo patearé.
—¿Bailamos?
El asombro de Anders duró varios agónicos segundos. Abrió los ojos sin comprender, obviamente Merrill lo había pillado distraído con su atropellada pregunta. En seguida, una sonrisa ladeada curvó los labios del muchacho y una chispa de curiosidad iluminó su mirada.
—De nuevo, un poco más despacio.
Merrill inhaló y repitió su pregunta, asegurándose de articular cada sílaba esta vez. Estaba apunto de perder la entereza y la confianza que había reunido tras su conversación con Isabela, y en sus mejillas ardería entonces un sonrojo delator. Sus mejillas siempre terminaban traicionándola. O su boca. Suplicó no tener un acceso de verborrea. Rompería la magia de la noche.
La curiosidad y la confusión se evaporaron de la expresión de Anders y en su lugar quedó una amigable sonrisa que cubría cualquier cosa que pudiera estar pensando de ella justo en ese momento. Podía, por dar un ejemplo, estar cavilando que la chica frente a él había inhalado pintura un buen rato, no sería la primera vez que lo considerara, estaba segura.
—Muy bien, Merrill —accedió y se incorporó sin dejar caer la enigmática curva de sus labios.
Por supuesto, se quedó congelada. Sin darse cuenta, había estado segura de que Anders eludiría la invitación con cualquier excusa, y ella tendría que volver a su lugar, porque ser la tercera rueda en la relación de Fenris e Isabela en ocasiones como esta era demasiado cómodo para su amiga, pero no para ella.
—Muy... ¿Muy bien? Así... sin... más. ¿Seguro?
—Sí —dijo con súbita extrañeza—. Podemos comportarnos como adolescentes normales de vez en cuando. En el fondo creo que somos... ¿amigos? ¿No?
Cabeceó hacia la pista, donde otros adolescentes se sacudían al ritmo de la terriblemente confusa música moderna. La contempló un momento desde la distancia de algunos pasos que se había creado ante el titubeo de Merrill. Ella creyó que el desesperado ritmo de su corazón podría escucharse por encima del ruido que prorrumpía en su fantasía hecha realidad, no deseaba que Anders la creyera una ridícula enamorada, a pesar de ser justamente eso.
Para muchas personas, el hecho de escuchar a la persona causante de tan hondos suspiros clasificarte en la categoría de "Amigos" habría sido la muerte. Para ella, era un alivio escucharlo decir aquello.
Ahogó un suspiro y se concentró otros instantes más en él, deseosa de guardar esa imagen para siempre en su memoria, por si las cosas salían mal luego. Sus manos estaban alojadas en los bolsillos de su pantalón y la camisa remangada sin el corbatín rojo. A veces olvidaba lo apuesto que era. Incluso cuando Isabela proclamaba que aquella era su única cualidad.
—Te queda bien el verde.
El aliento abandonó sus pulmones. Sus ojos, desmesuradamente abiertos, enfocaron el rostro de Anders, en busca de alguna seña que delatara burla o mentira. Se topó con una sinceridad cristalina, imposible de tachar como embuste. Sus mejillas se encendieron por fin, mientras parpadeaba incrédula y recelosa de la situación en general. A veces al chico rubio se le antojaba ser sarcástico, o por otro lado, era capaz de usar una sinceridad hiriente.
Nada en el semblante de Anders parecía deseoso de herirla ahora.
Le había regalado un comentario dulce, a ella, la torpe, poco confiable, estrafalaria y escalofriante Merrill. Un obsequio extravagante de una fuente poco ordinaria. Lo aceptó con un leve asentimiento y antes de que pudiera acercarse a él, la música cesó de repente. La mayoría de los asistentes al baile de primavera, incluidos Anders y Merrill, buscaron la cabina de audio. Una fracción de segundo después, las primeras notas de Come on Eileen se adueñaron del lugar.
Isabela había prometido algo romántico, y aquella canción podía ser linda y divertida, pero no le parecía muy romántica. El significado de la palabra para Merrill debía diferir del que tenía Isabela.
Anders estaba distraído y extrañado por el cambio brusco de música. Merrill se mordió los labios, dio un paso de prueba, y al final decidió ser valiente por una vez. Se aproximó con alegres saltos y al coger su mano comenzó a tirar de él hacia el centro de la pista. Para su enorme asombró, Anders no opuso ninguna resistencia. La siguió con aquellos pasos enérgicos pero sin mucho sentido o ritmo. Comenzaron a dar vueltas y exagerados saltos, se agitaron y menearon de las más graciosas maneras, y corearon la canción hasta que la risa los venció.
Y por una noche (la primera noche), mientras se doblaban de risa, Merrill fingió que eran ellos dos nada más.
Merrill fingió que eran perfectos el uno para el otro, justo como en sus alocados sueños. Merrill se olvidó de las incontables ocasiones en las que ella se había sentido desgastada e infeliz tras compartir la mitad de sus clases con él; omitió cada endiablada oportunidad que Anders aprovechó para intentar aleccionarla; y se obligó a desterrar de su memoria los gestos exasperados de él cuando no aceptaba alguna de las ideas sobre las que despotricaba habitualmente.
Aquella noche era perfecta.
Ellos dos lo eran.
