Todo el Seritei estaba en silencio, después de la última batalla demasiadas voces se habían callado para siempre y, ahora, era tiempo de despedirlas. En las puertas de la Sociedad de Almas se habían dispuesto varias piras funerarias; una para cada capitán y cada teniente caído en batalla y otra más para el resto de los shinigamis.
El nuevo Comandante, Kyoraku, había sustituido su kimono rosa por el traje de shinigami, como última muestra de respeto a sus amigos caídos. Cuando él llegó todos los que esperaban alzaron el rostro para contemplarlo, era la primera vez que hablaba en público.
-Hoy es un día nefasto para la Sociedad de Almas, pero no podemos rendirnos, ellos no querrían que nos rindiésemos. –Dijo mientras señalaba con el brazo los cuerpos de sus amigos.- Muchos han caído en esta batalla que, por suerte, al final pudimos vencer. Hoy es el día de que nos despidamos de todos ellos, de que les despidamos como se merecen, como valientes guerreros.
Kyoraku cogió la tea encendida que le tendió Nanao y, con delicadeza, prendió la madera de la pira sobre la que descansaba el anterior Capitán Comandante. El fuego crepitaba y el olor de la madera quemada se esparció por todo el lugar haciendo que a muchos les llorasen los ojos. Nunca admitirían las lágrimas que rodaban por sus mejillas eran de dolor.
Tras Kyoraku todos comenzaron a encender las piras con los cuerpos ya inmóviles de los que habían sido su familia. El último fue el capitán Zaraki Kempachi, que tomó la tea que Ikaku le tendió. Cuando las llamas lamieron el pequeño cuerpo de Yachiru él lanzó un grito desesperado al aire que hizo que todos se estremeciesen, nunca habían visto al capitán, nunca habían imaginado que podía sentir tanto dolor.
Cuando la última pira terminó de arder hacía mucho rato que el cielo se había vuelto un pozo de oscuridad y todos comenzaron a irse. De pronto, cuando ya nadie quedaba frente a las piras, Kyoraku se estremeció, solo quedaba el silencio, un silencio que jamás desaparecería.
Espero que os haya gustado :)
