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Cap 1: Te perdiste mi amor
Un pequeño bufido escapó de mis labios sin poderlo detener, mientras observaba el ambiente animado de la pista de baile.
Odio las bodas.
Bueno, en realidad no las odio, solo no me siento cómoda en ellas. Claro que lo más fácil sería salir corriendo, sino fuese por el pequeño detalle de que soy la organizadora y que la novia es una de mis mejores amigas.
Nuevamente miré al centro del salón, sonriendo ante la imagen de mi amiga, quien bailaba junto a su recién estrenado marido. Ambos lucían tan felices que por un momento logré olvidar dónde me encontraba.
— ¡Lu! —La voz de mi mejor amiga me trajo de regreso—. ¡Esta fiesta es estupenda! —Sonrió con un brillo en los ojos—. ¡Todos están fascinados con ella!
—Eso espero —solté una pequeña risita al ver a Levy tan ilusionada—. Aunque lo importante es que los novios sobrevivan al ajetreo.
—Teniéndote como organizadora es imposible que algo salga mal —me guiñó el ojo, haciéndome sonreír de nuevo—. Espero que mi boda sea tan linda como esta, así que ni creas que tendrás tiempo de descansar.
Rápidamente mi cuerpo se tensó. Una boda más a mi historial solo servía para clavarme una estaca en la herida de mi infausta soltería.
—Claro —respondí con una risita nerviosa—. Déjalo en mis manos.
¿Cómo me había metido en esto otra vez? Ya había prometido que no organizaría ni una boda más, pero a Levy jamás podría decirle que no.
Debo aclarar que no soy organizadora de bodas profesional, solo hago esto cuando mis amigas me lo piden.
Todo comenzó hace un par de años, mientras organizaba mi propia boda con el que en ese entonces era mi prometido: Rufus. Cuidé hasta el más mínimo detalle, que todas mis amigas quedaron fascinadas con mi habilidad para tratar con los encargados y la manera en que tenía todo ''a prueba de fallos''. Después de que Rufus me dejase un par de días antes de la ceremonia, Natsu, mi mejor amigo, me habló acerca de lo mal que Mirajane lo estaba pasando con la planificadora de su boda, por lo que, al no tener nada mejor en que ocupar mi mente —y siendo tan masoquista como lo soy—, opté por ofrecerle mi ayuda a la pobre mujer.
Afortunadamente mis buenas migas con los encargados quedaron intactas, lo que me ayudó a que la boda de Mirajane y Laxus fuese un rotundo éxito.
El rumor de mis habilidades fue corriendo por todos lados y cuando menos lo esperé tenía una larga lista de peticiones para planificar bodas por doquier. Y hoy, después de dos años, mi fama se ha disparado, aunque ya es conocido que solo lo hago como pasatiempo y para mis amigos más cercanos.
Al menos Erza y Jellal estaban felices, valía la pena hacerlo por ellos. Solo había algo que no lograba comprender… ¡¿por qué rayos nadie me había invitado a bailar?!
Ser la organizadora no me hacía invisible, ¿o sí? Bueno, supongo que ante los ojos de todos sigo siendo ''la pobre Lucy Heartfilia'', a quien botaron días antes de su boda. Ya debería acostumbrarme a que los hombres, por alguna razón misteriosa, no se acercaban demasiado a mí. ¡Pero esta es una boda! Era deprimente estar sentada con los brazos cruzados, observando a todos divertirse de lo lindo.
—Luce, ¿me estás escuchando? —Levanté mi mirada, encontrándome con el rostro de mi mejor amigo.
— ¿Natsu? —Él me regaló una hermosa sonrisa—. Pensé que estabas en la barra —me extendió su mano—. ¿Eh?
— ¿Qué te parece si les enseñamos a estos idiotas lo que es bailar de verdad? —Tomó mi mano, guiándome hasta la pista.
— ¿E-Estás seguro? —Pregunté al escuchar el ritmo que estaban tocando en esos momentos—. ¿Sabes que esto es…? —Su cuerpo se pegó al mío y no pude evitar ruborizarme.
El ritmo era sensual y meticuloso, las personas lo llamaban bachata y aunque yo solo lo había bailado un par de veces me sentía segura estando junto a Natsu.
Era consciente de que las miradas de todos se encontraban sobre nosotros. Algunos murmullos llegaron hasta mis oídos, preguntando si en verdad era Natsu Dragneel el que estaba arrasando en la pista de baile, a lo que no pude evitar esbozar una sonrisa.
Si los demás supieran todo lo que yo sabía sobre Natsu quedarían completamente sorprendidos.
Conocí al Dragneel en el jardín de niños y desde entonces éramos inseparables. Nos llevábamos tan bien que no había nada que no supiéramos del otro. Solo había algo que nunca me atreví a decirle: mis sentimientos hacia él.
Natsu y yo habíamos compartido todo desde siempre, pero jamás tuve el valor de decirle que estaba enamorada de él. De hecho, tampoco pude confesarle que el motivo por el que Rufus terminó conmigo fue porque me obligó a elegir entre él y Natsu. Si yo me casaba mi amistad con el Dragneel se acababa y yo no era capaz de hacerlo.
No podría imaginarme sin Natsu en mi vida, ¿cómo podría? Con él había tenido los mejores momentos y los peores. Incluso, pese a que nadie lo sabía, mis primeras experiencias las había vivido con él.
Mi primer beso en la fiesta de cumpleaños de Kana, cuando teníamos catorce años. Un compañero de clases había intentado besarme, pero yo deseaba que mi primer beso fuese con Natsu, así que terminé inventando la excusa de que no sabía besar y que él, como mi mejor amigo, era el único que podía enseñarme. Aún recuerdo sus mejillas rojas, el atardecer reflejándose en el lago de la casa de campo de la familia Alberona, mi respiración acelerada, su acercamiento atolondrado y aquel dulce sabor de sus labios. Todo había valido la pena.
Mi primera vez, aunque ese tema jamás volvimos a hablar, pasó justo por un baile.
Para entender esta historia debo aclarar que Natsu no siempre fue bueno bailando, antes solía ser muy malo, por lo que evitaba a toda costa los bailes y fiestas donde pudiesen dejarle en ridículo.
En el baile de graduación de la secundaria una chica obligó a Natsu a bailar con ella. No era una canción difícil, pero como dije antes, él era pésimo con la música, así que terminó pisando a la susodicha, quien no dudó en divulgar que el capitán del equipo de basket ball solo sabía usar sus pies en la cancha, lo que le ocasionó un montón de burlas por parte de nuestros compañeros.
Esa noche llevé a Natsu a mi casa, prometiéndole que nos divertiríamos mejor los dos solos que en esa fiesta llena de ignorantes; no obstante, él estaba tan avergonzado con lo que pasó, que al llegar a mi habitación me suplicó que le enseñase a bailar, diciéndome que no quería hacer el ridículo otra vez en frente de alguien.
—Natsu, tú eres el hombre, no debes dejar que Lucy te guie —aconsejó mi madre, quien también había ayudado a instruirlo en este ''arte''.
—Cuando Luce me guía es más fácil —hizo una pausa, mientras trataba de tomar el mando.
Con el tiempo se convirtió en un excelente bailarín y nuestras ''clases'' quedaron reducidas a las pequeñas fiestas que teníamos en su departamento o en el mío.
Tal y como lo había previsto, Natsu tuvo que bailar frente a los demás en el baile de graduación de la preparatoria, donde fue coronado como el rey la generación con Lisanna como su reina. En mi lugar yo solo rezaba porque él recordase tantos años de lecciones y no le fuese a dar un pisotón a la albina, arruinando así la oportunidad de llegar a algo más con ella.
Gracias al cielo todo salió muy bien y Natsu interpretó de una manera esplendida su papel como rey del baile, haciendo que todos se tragasen las burlas que una vez le otorgaron.
Yo por mi parte suspiré tranquila y me permití disfrutar de la velada sin cuidar de ''mi pequeño aprendiz''.
¿Dónde estaba? Ah, sí, mi primera vez con Natsu.
Eso sucedió meses después en la fiesta de bienvenida de la Universidad. Él había conseguido entrar a la facultad de Medicina, mientras que yo había entrado a estudiar Literatura y Lenguas. Había sido difícil mudarnos a otra ciudad, pero tenerlo cerca me hacía sentir protegida.
La fiesta de novatos era buena, no lo iba a negar, me sentí atraída hacia Rufus desde el primer instante y estábamos en esa fase de conocernos, aunque en esa ocasión no tuve oportunidad de charlar con él. Cada que me acercaba al rubio, mi mejor amigo me jalaba hacia él con excusas bastante penosas. Tras varios intentos fallidos, acepté que lo mejor sería terminar nuestra fiesta en mi departamento, tal y como estábamos acostumbrados.
Subimos al taxi y volvimos a los dormitorios de la universidad. En ese entonces Levy era solo mi compañera de departamento, así que no tenía tanta confianza de dejar entrar a Natsu, por lo que rápidamente le ordené que no tocara nada y que se dirigiese a mi habitación.
— ¿Dónde está Lexie? —Preguntó mientras me ayudaba a bajar la caja de Monopoly del armario donde la guardaba.
— ¿Levy? —Corregí con una sonrisa—. Fue a casa este fin de semana, así que no salgas de mi habitación para nada, yo iré por las cerve… ¿Natsu? —Lo busqué con la mirada, cuando de pronto se escuchó una canción desde la sala—. ¿No escuchaste? No toques nada.
—No sería una fiesta sin música, ¿o sí? —Tomó mi cintura y me apegó a él—. ¿Cómo dices que se llama este ritmo? ¿Horchata? —Solté una sonora carcajada.
—Bachata —respondí, tratando de calmar mi risa— y no creo que sea tu estilo.
— ¿Por qué no?
—Debes estar muy pegado a tu pareja —él arqueó una ceja.
—Enséñame —sentenció con voz firme.
Suspiré y le mostré los pasos básicos, pero sentirlo tan cerca me puso los nervios de punta, así que pospuse la clase con la excusa de que me debía la revancha en nuestro juego, lo que funcionó a medias, pues él hizo un puchero en señal de disgusto.
La música continuó sonando en el estéreo de la sala y no podía evitar sonreír a las muecas que Natsu hacía cada vez que yo compraba alguna propiedad, diciéndome que prefería seguir con la clase de baile que verme ganar.
—Ese tal Rufus… —lo miré con calma. Ya se había tardado en sacarlo a colación, cuando se trataba de chicos era bastante protector.
— ¿Qué hay con él? —Pregunté. Él dio un sorbo a su segunda cerveza.
—No me gusta —desvió la mirada, escondiendo sus labios en su bufanda con un ligero rubor.
—Si lo hiciera sería un problema —sonreí pícaramente—. No podría tener a mi mejor amigo como rival de amor —por algún motivo Natsu no se rio como lo esperé, así que pasé a la seriedad—. Estoy lista para…bueno…ya sabes —me sonrojé al confesarle cosas tan vergonzosas—. Creo que él podría ser el primero.
—Lista… ¿eh? —Parpadeé un poco confundida al ver que se tomaba el contenido restante de la lata de un sorbo—. Pues si ya te sientes lista solo debías decírmelo y no buscar a tarados oxigenados —cerró la puerta de mi habitación y se acercó peligrosamente a mí.
— ¿Q-Qué haces?
No respondió nada. Tomó mi rostro entre sus manos y comenzó a besarme con una pasión que nunca antes había sentido. Tardé unos segundos en reaccionar, pero en lugar de apartarlo me rendí ante sus besos, rodeando su cuello con mis brazos para apegarlo más a mí.
Natsu me levantó de la alfombra y me recostó cuidadosamente sobre la cama sin apartar sus labios de los míos. Sus manos comenzaron un recorrido sobre mi cuerpo y sentí como la temperatura comenzaba a aumentar. Sus besos eran demandantes y sus caricias parecían quemar con cada roce. Cuando su boca bajó hasta mi cuello fue que entendí que no estaba en el cielo, me encontraba en el infierno, presa de ese ardiente deseo que poco a poco me consumía.
—N-Natsu… —su nombre escapó de mis labios como si fuese un gemido, haciendo que mis mejillas se tiñesen de rojo por la vergüenza.
Él sonrió y volvió a besar mis labios, esta vez de manera lenta, como si buscase dejar su huella en ellos. Mi ropa comenzó a estorbarle y de un momento a otro se deshizo de ella, dejándome expuesta ante sus hermosos orbes verduzcos. Cerré mis ojos con timidez al sentir su mirada penetrante sobre mi cuerpo desnudo, no podía creer que esto estuviese pasando.
—Mírame —fue la primera vez que escuché su voz en todo ese rato, tenía un tono más grave y parecía que lo costaba respirar—. Eres hermosa, Luce… —acarició mi mejilla con ternura—. Mi Luce…
Mordí mi labio inferior, sintiendo sus caricias sobre mi piel desnuda, arrancándome incontables suspiros en el proceso. Mi cordura me abandonó y no supe en qué momento comencé a forcejear con su playera, lanzándola lejos de mi vista. Mis manos comenzaron a palpar cada centímetro de su pecho y abdomen, recreándome en la firmeza de sus músculos. ¿Siempre había sido así de sensual?
Cuando por fin igualé nuestras condiciones, los besos de Natsu habían tomado una nueva dirección. Arqueé mi cuerpo al sentir como pasaba su lengua por la piel sensible de mis pechos, haciendo que mis suspiros evolucionaran en dulces gemidos cargados de necesidad.
Intenté no perder el tiempo, memoricé su anatomía con mis caricias y saboreé la piel de su cuello y sus hombros tanto como me fue posible. Sabía que estaba siendo paciente conmigo, me trataba como si fuese una preciada reliquia que en cualquier momento se pudiese romper, pero en esos momentos yo era todo menos frágil.
Sus dedos se deslizaron hasta mi intimidad y yo no pude formular ni un solo pensamiento coherente. Sabía que el juego previo era importante; sin embargo, yo quería más, necesitaba más, lo necesitaba a él.
Sus labios volvieron a buscar a los míos, mientras su mano dejaba el camino libre para adentrarse en mí.
— ¿Estás lista? —Nuevamente su voz sonaba ronca y deliciosamente excitada. Asentí aferrando mis manos en su espalda, sintiendo como poco a poco se adentraba en mí—. ¿Estás bien? —Acarició mi mejilla con ternura, esperando el dolor mermase.
Nuevamente asentí, dejando que mi cuerpo se acostumbrase a él y una vez que el dolor dejó paso al placer, fue como si estuviese tocando el cielo con mis propias manos.
Una estocada tras otra. Mis sentidos habían salido huyendo y solo temblaba bajo su cuerpo, pidiéndole que no parase, exclamando su nombre y gimiendo ante el placer que me brindaba.
Entonces pasó…
El clímax nos alcanzó a los dos, entre besos voraces y gritos apasionados. Lo sentí estremecerse entre mis brazos y por primera vez lo sentí mío…
—Te amo, Luce…
Mi mente volvió a la realidad cuando sentí sus manos rodear mi cintura con ternura, apegándome a su pecho. Era dichosa, estaba completa…pero al despertar en la mañana no había rastros de Natsu y las botellas de cerveza en el suelo me hicieron darme cuenta de que quizá uno de nosotros no había sido consciente de lo sucedido y que aquellas palabras tal vez no fueron sinceras.
Los aplausos me despertaron de mis recuerdos, al parecer Natsu y yo habíamos sido la sensación en la pista de baile, ganándonos la admiración de muchos.
— ¿En qué tanto pensabas, Luce? —Preguntó mi amigo, guiándome a la barra—. Parecías muy concentrada durante la canción.
—En la primera vez… —hice una pausa, pensando que lo mejor sería mantener ese secreto en mi corazón— que te enseñé a bailar.
—Era un completo desastre, ¿no? —Sonrió ampliamente—. Cuando terminemos aquí, ¿qué te parece si vamos a mi departamento a continuar con la fiesta?
—No creo que sea una buena idea —dudé un poco, el recuerdo de aquella noche había acabado con mis ánimos—. Tal vez en otra ocasión.
—Pero no es una fiesta si no jugamos un juego de mesa… —hizo un puchero—. Por favor, Luce —sabe que soy débil a sus ojos de cachorro.
—Debemos moderarnos, Natsu —las palabras escaparon sin que las pudiese detener—. Nuestra amistad no es normal y todos lo dicen.
—Como si me importara lo que los demás digan —comenzaba a molestarse, lo conocía bien.
—Debería importarte —evité mirarlo a los ojos—. Si queremos conservar una pareja debemos poner límites a nuestra amistad —él arqueó una ceja—. Rufus no toleraba nuestras muestras de cariño, odiaba que te quedaras en mi departamento y que siempre estuvieses conmigo.
—Tu ex era un idiota —bufó con fastidio.
—Lisanna tampoco estaba contenta con nuestra amistad —le recordé el tiempo en que me alejé de él cuando se hizo novio de la albina.
— ¿A dónde quieres llegar, Luce? —Tomó mi brazo, evitando que pudiese escapar a algún lado—. ¿Ya no quieres ser mi amiga? Porque te conozco hace veintidós años y sé que estas palabras tienen un trasfondo —error de táctica, debí ser más cautelosa.
—No es eso… —bajé la mirada. ¿Cómo decirle que estaba enamora de él?
—Bien, si no es eso entonces nos vamos —jaló mi brazo, guiándome a la salida del hotel.
—N-Natsu no puedo…yo soy la organizadora —traté de zafarme de su agarre.
—La boda terminó, no creo que te necesiten para partir el pastel —siguió caminando—. Cualquier idiota sabe hacerlo.
Decidí rendirme y dejar que me llevase hasta su departamento. Total, pelear con él nunca resultaba nada bueno.
— ¿Sigues molesta? —Preguntó mientras conducía de regreso a Magnolia—. Has estado muy callada desde que salimos del hotel.
—No me gusta que te tomes atribuciones sobre lo que hago o no —seguí con mi mirada en el paisaje nocturno—. Sacarme de la boda que yo organicé me parece de mal gusto.
— ¿Mal gusto? A ti no te gusta estar mucho tiempo en una boda —respondió—. Para cuando termina todo te encierras en la bañera hasta que te arrugas como uva pasa —contuve una risa—. No quieres hablar con nadie y durante una semana te escondes de todos. Así que pensé anticiparme a eso y evitar que te sientas triste —bajé mi mirada—. Sé que no funcionó lo tuyo con Rufus, que querías casarte con él, pero… ¿no puedes ver de lo que te libraste? Hubieras sido la señora Lohr. Pobre de ti —esta vez no pude evitar reír, antes de volver a dejar que el silencio reinara entre los dos.
—Natsu… —hablé tan bajo que creí que no me escucharía.
—Dime.
— ¿Por qué terminaste con Lisanna? —Natsu se puso pálido, como si el alma se le hubiese ido del cuerpo—. Ella era linda.
— ¿P-Por qué de pronto preguntas eso? —Sus manos temblaban mientras sostenía el volante, tratando de mantener el vehículo dentro del camino.
—Porque eso era en lo que pensaba cuando bailamos —apoyé mi mejilla sobre mi mano, pero no respondió—. Tal vez hice mal en perder a Rufus…
—No puedes comparar —habló tras varios minutos de silencio—. Que yo sepa, Lisanna jamás te amenazó con rebanarte los sesos si seguías siendo mi amiga —ese detalle yo no lo sabía—. Tampoco me obligó a decidir entre ella o tú.
— ¿Lo sabías?
—Claro que lo sabía —frunció el ceño, clavando su mirada en la carretera—. Cuando Rufus te dejó yo mismo fui a dejarle un par de cosas en claro. No me imaginé que fuese tan imbécil como para pensar que nosotros podríamos tener algo más que amistad —guardé silencio, tratando de asimilar esas palabras.
—Solo amigos… —fue todo lo que pude susurrar.
—Los mejores —por alguna razón la voz de Natsu sonó tan deprimente como la mía.
¿Eso era todo a lo que podía aspirar?
—Jaque.
¿Ser la mejor amiga de Natsu Dragneel para siempre?
—Jaque.
¿Nunca me vería como algo más?
—Jaque mate.
Entonces era tiempo de dirigir mis sentimientos en otra dirección.
—Perdiste, Natsu.
Y no hablaba solo del ajedrez…
Continuará...
Es la primera vez que escribo algo desde la perspectiva de Lucy, así que lamento el resultado tan deplorable.
Hasta aquí el primer capitulo ;w; Espero al menos sea un poquito de su agrado.
Como explicación: Yo no soy fan de este tipo de canciones. Hace un par de días asistí a la boda de mi prima y como no tenía nada mejor que hacer, me puse a idear una historia con las canciones que tocaron en la pachanga :'v De ahí surgió la idea para este fic. No me maten (?)
Harmony~
