Hola gente! Aquí KinnetikIshisu incursionando en el mundo de Tsubasa. Este fanfic lo tenía hace rato en mente pero quería darle verdadera forma. Seguirá unos cuantos capítulos más y se aceptan peticiones. Déjenme uno que otro comentario, sí?
Disfruten
El Mundo Según el Lente con que se Mira…
Capítulo I
Era una fría y estúpida tarde de invierno. No me malinterpreten, yo amo la lluvia, es sólo que el día era estúpido y consecuentemente, la lluvia además de la tarde que lo acompañaba se volvió estúpida también.
Era mi primer día en el Colegio Francés de Berlín o Französisches Gymnasium, siendo gymnasium como le denominan en este loco país a uno de los tipos de secundaria. Pero no es la secundaria cualquiera, no, no. Es la secundaria de gramática, la de los niños genios, la de los que su idea de orgasmo es haber completado todos los ejercicios de las extensas tareas que nos dejan para poder llevar las evoluciones de estos cursos que son todavía más difíciles y son obligatorios para los estudiantes de 12° año. Y sé que no debería quejarme, porque hay otros que sufren de esto hasta el 13° año. Imaginen salir a los 20 de la secundaria, qué horror! Ya suficiente trauma tengo con tener 19, estar en último año en un país totalmente nuevo cuyo sistema educativo me es desconocido y además que esté lloviendo…
¿Pero cómo vine a parar aquí? Si me permiten, haré una breve reseña de cómo pasó.
Mi madre, la flautista italiana Annia Fiato se casó con un noble español llamado Alejandro del Castillo y García y se fueron a vivir a Centroamérica, donde mi padre empezó sus negocios de comercio de café. Allí nací yo, una chica de cabello largo –ahora- y café, ojos del mismo color y blanca como un muerto. Éramos felices, en realidad todo iba extremadamente bien hasta que mi madre murió dando a luz a mi hermanito y mi padre se sumió en la depresión -en una tarde se le fue su compañera y el heredero varón que todo hombre anhela. Para entonces, yo tenía 14 años y traté de sacar a mi padre adelante, pero simplemente él se había dado por vencido.
"Sabes Isabella," me dijo una tarde que estábamos juntos frente al fuego en nuestra enorme casa, "tal vez tenga que hacer un viaje muy largo en el cual no te pueda llevar…"
"¿Y cuándo volverás?" Pregunté yo confundida. Padre nunca había salido de gira sin la familia –y en ese momento la familia era yo.
"No lo sé. Será un viaje largo. Pero si no nos volviéramos a ver, debes saber que yo te quiero muchísimo y que eres lo que me da ganas de vivir. Lo sabes, ¿verdad?"
Papá siempre hablaba de calamidades, era su manera de bromear y a la vez de hacerme aceptar el hecho de que algo trágico podía volver a pasar. "Ay Pa! No hable tonterías que me asusta!" lo regañé en lo que lo abrazaba. Él me devolvió el abrazo y luego me invitó a comer pizza. Qué iba a saber yo que esa era la última conversación que iba yo a tener con él. Poco después partió a Italia y el automóvil en el que estaba perdió los frenos y cayó en un precipicio. Al menos esa fue la versión que me dio su mano derecha, Shiki Sakamoto, que fue el que cremó el cuerpo y trajo las cenizas hasta casa, donde yo pudiera enterrarlas a la par de mi madre y mi hermano. Nunca me sentí más sola que aquel día.
A la hora de leer el testamento, la compañía y los demás bienes quedaron a mi nombre. Sin embargo, la ley no me permitía hacerme cargo de ellos así que el señor Sakamoto se convirtió en mi albacea, el que debía administrar todo. De inmediato se decidió que debía salir del país: "Debe cambiar de aires, Isabella-san. Venderé su casa y le enviaré lo vital al internado al que la envío en España."
"Pero yo no quiero irme! Todos mis amigos están aquí y los recuerdos de mi familia también" protesté. "Isabella-san… Aquí ya no está su familia. Aquí a Isabella-san ya no le queda nada…" esgrimió Sakamoto con una lúgubre expresión. Y en ese momento comprendí que mi vida no valía ni un centavo, entonces, para qué resistirme?
Partí casi de inmediato a España y fui a parar al Real Colegio Alfonso XII, en Madrid. Estaba en plena adolescencia y de luto así que pueden ustedes imaginar como me fue. No tomaba en cuenta a nadie, pues nadie entendía por lo que yo estaba pasando. Panda de idiotas todos…Uno de mis compañeros se enteró de mi historia y como yo no hablaba con nadie ni le hacía caso a sus tonterías, osó decir que mi padre se había suicidado sólo para escapar de una hija tan rara como yo. Hasta la fecha, ese chico todavía lleva las marcas de mis uñas en su cara de cuando me le tiré encima a golpearlo. Se necesitó de tres frailes de los que nos daban clases para separarme de él.
Los años pasaron, hice unos cuantos amigos que me ayudaron a pelear contra el chico y su banda de estúpidos. Sin embargo, el año pasado, una de las peleas fue tal, que desató una violenta disputa entre todo el colegio. Hubo tantos heridos entre los primeros años, que nos expulsaron a mis amigos y a mí del colegio junto con el chico de las cicatrices y sus secuaces. Nunca había visto al señor Sakamoto tan enojado, ja ja ja. Pero mi imprudencia me ganó que me refundieran en este horrible colegio en Alemania, en donde todos hablan un idioma que casi no manejo, me perdí el primer día, llegué tarde a todas mis clases y ahora está lloviendo, tengo frío y no tengo a nadie que me ayude.
"Demonios!!" grité a nadie en particular mientras dejaba la seguridad del techo en el cual estaba refugiada, decidida a empaparme, al diablo todo. "Estúpida Alemania, estúpido chico de las cicatrices, estúpido Sakamoto y sus estúpidos contactos que me refundieron en este estúpido lugar que--"
"Oye, estás bien?" alguien preguntó a mis espaldas en lo que tiraba una gran patada a un charco enfrente mío. Congelada en esa posición, encontré a dos chicas que me miraban curiosamente. Al parecer, una de ellas, la de cabello negro azulado, un poco menos pálida que yo y con una sombrilla azul, me había hablado en español. La otra, rubia, blanca también, se escondía detrás de su amiga, mientras sostenía su sombrilla roja.
"Emmm, pues sí, sólo que ha sido un mal día, creo…ja ja ja" respondí, recuperando una pose digna. ¨Claro, con razón no tengo amigos, si me comporto como una lunática, gritando a la salida del colegio...¨
"Ja ja, no estás sola. Si hubieras visto mi primer día…" se rió la de cabello azul mientras extendía su mano derecha; "Mi nombre es Shery. Creo que tú eres Isabella, no? Estamos en las mismas clases básicas."
"Pues si, soy yo. Mucho gusto, " contesté mientras estrechaba su mano. "Igual. Esta cobarde por aquí es Marie Schneider, que no es muy buena con la gente nueva" dijo Shery señalando a la chica escondida detrás de ella.
"No soy cobarde!" protestó la rubia en un español inseguro, tornándose carmesí al ver mi sorpresa de que lo hablaba. "Tomo español como uno de los idiomas que debemos aprender." aclaró.
"Yo no me quejo. Tampoco hablo alemán muy bien que digamos…" dije yo, tendiéndole la mano en señal amistosa.
Compartiendo sombrilla con Shery, aprendí que ella era una eminencia proveniente de México con una beca ofrecida por el gobierno, y que ya vivía en Alemania desde hace bastante tiempo. También era fan de un futbolista japonés llamado Kojiro Kyuga, quien quiera que fuera. Yo no sé nada de soccer. Marie era obviamente nativa del país y vivía no muy lejos de ahí con sus padres y su hermano. Les conté un poco de mí, al menos lo básico sin ahondar en detalles y empezamos a hablar de música. Justo cuando llegábamos a la parada de autobús al frente del colegio y Shery y Marie cerraban sus sombrillas, un Lamborghini dio una loca vuelta a la esquina y parqueó violentamente justo frente a nosotras. El problema fue que justo frente a nosotras había un gran charco de agua mugrosa:
"Cierren las fosas nasales y encomiéndensen a su santo favoritooooo!!" alcancé a gritar antes de que la ola que fabricó el carro -gracias a su contacto con el charco- nos cubriera por completo.
Después de salir del shock, nos miramos, comprobando que todas estábamos bañadas en lodo y goteábamos miserablemente. Del ofensivo Lamborghini salió un rubio alto, de tez blanca y cuerpo musculoso. Aunque claro, eso lo vio Shery. Yo sólo vi a un ser gigante y borroso saliendo de una mancha blanca, ya que el agua me había robado los anteojos y no veía ni pio. Se debieron haber caído cuando traté de huir –inútilmente, sí- de la ola del mal.
"Están bien, chicas?" preguntó el ser en un alemán pausado y grave.
"No gracias a ti, pelmazo!!" gritó Shery enfurecida en lo que escurría su camisa.
"Karl!! Esto es el colmo!! Te juro que mamá se enterará de esto!!" Marie se unió a la pelea mientras el hombre trataba de buscar una excusa para defenderse, aunque no hubiera una posible.
Yo por mientras –aunque me moría por unirme a mis nuevas amigas en la regañada contra el infeliz ese- tuve que arrodillarme y tantear alrededor en un valiente intento de localizar mis gafas –eran Fila, por favor. Me iría hasta Mordor por encontrarlas!- Justo cuando creí sentirlas bajo mi mano izquierda, una sombra negra las movió fuera de mi alcance.
"¡Oiga! ¡Las necesito, que no está viendo, tarado?!" injurié hacia la figura, harta de la vida.
"Permítame…" dijo la sombra en lo que me tomó de un brazo para levantarme. "Déjeme limpiarlas un poco. Me temo que uno de los lentes está roto. Mis disculpas en nombre mío y de Schneider…"
Sentí que la sombra retiraba el cabello mojado de mi cara y me colocaba los anteojos. Con el barullo que estaban armando Marie, Shery y Schneider, la lluvia y el frío, me costó un poco enfocarme. El primer intento me dejó ver a un chico alto, con un suéter verde y una gorra blanca. Cerré los ojos y cuando los volví a abrir, noté que tenía cabello negro.
"Mi nombre es Wakabayashi Genzo. De nuevo, cuanto lo siento… Entre Schneider y yo pagaremos el arreglo de sus anteojos." Y en el último intento, por el lente aún intacto, noté unos ojos negros profundos que me miraban con vergüenza. Me pregunto como esos ojos anularon el cansancio, el frío, los anteojos Fila rotos y el barullo de Schneider, Marie y Shery…
Continuará…
