Disclaimer: Harry Potter y todo lo relacionado con su universo le pertenecen a J.K. Rowling. Esto es sin ánimo de lucro. La trama es mía; no copies ni publiques sin mi permiso expreso.
Claim: Remus Lupin
Advertencias: -
Palabras: 1.061
Largo: One-shot
N/A: Y... me meto en otro proyecto. Serán 10 viñetas o one-shots, todos con Remus, a veces sólo y a veces con otros personajes (Lily, Sirius, Tonks...). Es la tabla rock de una comunidad, y no pude evitar cojerla porque todas las canciones me encantan. Participa en el quinesob. El título este que puede que os parezca raro es mi traducción de 'Valhalla, I'm coming', una frase de la canción Immigrant Song, de Led Zeppelin. El Valhalla es el paraíso al cual los héroes van al morir en combate, y para mí le queda genial a Remus, que es un héroe de vida triste.
YA VOY, VALHALLA
"I found an island in your arms"
(Break on through, The Doors)
**
Remus siempre fue un chico listo en comparación con los otros de su edad. Entendía las cosas rápido y pensaba con madurez; cuando les pedía algo a sus padres era porque lo necesitaba, no por golosinas (aunque, admitámoslo, siempre sintió cierta debilidad por el chocolate, el negro con almendras, sin leche, del que se derrite en la boca, que es a la vez dulce y amargo, un poco como él).
Y había cosas que lo probaban.
Como ese día en que se despertó a medianoche, vio la habitación inundada por esa luz tan blanca de la luna, que siempre había ejercido cierta fascinación en él, y sintió el impulso de salir de su refugio bajo las mantas. Sólo tenía sed, pero oyó a sus padres, y lo peor fue que entendió de lo que hablaban, porque Remus era un chico listo, leía mucho y sabía lo que era un licántropo.
Así, por casualidad, se enteró de los rumores de que había uno especialmente grande y agresivo rondando por las montañas cercanas al pueblo. Algunos niñas decían que tenía cola de dragón y que nadaba tan rápido como una sirena, y también que si te mordía morías. A Remus eso le parecieron sandeces, porque había visto ilustraciones de hombres lobo y había leído en dos fuentes distintas que no mataban, sino que transformaban a la víctima, obligándola a convertirse en una bestia todas las noches de luna llena. Una vez al mes, una tortura para toda la vida, en su opinión.
Entonces oyó otra conversación entre sus padres.
-No, John, no vayas. Es demasiado peligroso, ¿no hemos hablado ya delos rumores?
-¡Es mi trabajo! Tranquila, no pasará nada. Mi varita funciona a la perfección, y volveré antes de que se ponga el sol.
-Pero...
Era obvio que su madre estaba preocupada, y eso lo preocupaba a él también. De alguna manera, consiguió convencer a su padre de que lo lleva con él, ya que quería ver nuevas especies de plantas y, para qué negarlo, sentía curiosidad por ver al licántropo, aun y saber lo peligroso que eso resultaría.
Remus, irresponsable por primera vez en su vida desde que cumplió los tres años, como cualquier otro chico de su edad por única vez, se entretuvo demasiado por un sendero en especial. No dejó de disfrutar viendo animales y sintiéndose el rey del mundo hasta que oyó un grito desgarrador, grave, de súplica. Era realmente triste, cortaba el aire, casi. Vio en ese sonido la voz de su padre, y se alarmó tanto que no se paró a pensar y corrió hacia el lugar de donde provenía. Creía que a la derecha. Corrió hasta quedarse sin aliento, intentando ser más rápido que el viento y perdiendo el aliento.
Todos sus músculos se paralizaron un segundo al ver lo que estaba pasando, incluso el corazón. Luego su pulso se aceleró considerablemente.
Su padre. John, atrapado entre las garras de una bestia descomunal que no atendía a cualquier tipo de ser racional, a punto de ser mordido. De hecho, probablemente ya lo había herido, ya que había sangre en su vientre. Remus esperaba -inútilmente- que el hombre lobo se lo hubiera hecho con las garras y no con los dientes.
De todas maneras no importó cuando jadeó sin querer y el animal (porque aquella noche no podía ser una persona) le lanzó una mirada hambrienta de sangre y de una nueva víctima. Pasó más miedo que en toda su vida, pero no fue nada comparado al dolor que sintió cuando los colmillos de aquél ser se clavaron en su pierna; le desgarraron la piel, brotó la sangre, hirieron su alma, desaparecieron todos sus planes de futuro (ser astronauta, comprar una nueva tableta de chocolate el domingo, tocar el piano) y lo infectó.
Eso fue lo peor de todo: el haberse convertido en un monstruo, en alguien al que despreciarían el resto de sus días. Estaba seguro de que aquello no sería una vida de verdad y de que sufriría muchísimo más de lo que se reiría. Lo sintió tanto por sí mismo y por su padre, que ya no respiraba y que se volvía más frió por momentos, que gritó como si ya no estuviera cuerdo, por el dolor de la herida y por el dolor que le causaba saber todo lo que acababa de perder en un solo gesto.
No se movió se allí, de la cima de la montaña (la cima del mundo para el pequeño Remus que ya nunca más podría ser pequeño), pero de alguna manera que nunca supo su madre subió y los vio.
Antes de atreverse a llorar por la muerte del hombre del que se enamoró y las futuras noches en blanco, corrió hacia su hijo y lo apretó contra ella, oliendo su pelo y susurrando palabras que no tenían sonido en medio del caos de la nueva vida de Remus. Le frotó la espalda, una, dos, tres, cinco veces más, y le besó las lágrimas aparentando estar tranquila. Necesitaba que se recuperara, aunque fuera egoísta. El mundo acababa de desmoronarse como un castillo de naipes para toda la familia.
Poco a poco, paso a paso, primero las lágrimas, luego la tensión en todo el cuerpo, luego la respiración, él se fue calmado hasta caer rendido en los brazos de la mujer de ojos castaños que lo arropó. Fue su único consuelo durante mucho tiempo, hasta que llegaría a Hogwarts y encontraría a sus futuros mejores amigos, esos chicos de sonrisas permanentes.
En ese momento, el muñeco roto que era él había encontrado una plácida isla donde yacer: el sueño en brazos de una madre.
