Hola:)
Esta es la traducción de la historia "Murderous Mansion", de OogieBoogie, que ha sido tan amable de darme el permiso para publicarla en español. ¡Gracias!
Es una historia de cinco capítulos.
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling y la historia pertenece a OogieBoogie.
MURDEROUS MANSION
Capítulo I
—Felicidades, señorita Granger —dijo la agente inmobiliaria, tendiéndole un manojo de unas cien llaves, doradas y antiguas—. Disfrute de su nueva casa.
—Gracias —contestó Hermione mientras su mano caía hacia abajo después de recibir las llaves, claramente sin esperar su peso—. Son... —Inspeccionó las llaves, cada una con una etiqueta, feos garabatos con «Sala de Música», «Dormitorio Principal», «Bodega» y una mal escrita, «Kocina»— muchas llaves.
—Sí, es una mansión bastante antigua, muy bonita, sólo necesita algunos arreglos aquí y allá —dijo la agente, Anastasia, una pelirroja delgada de cuarenta y tantos, mientras alisaba su traje azul—. Es bueno que esta casa al fin tenga un nuevo dueño una vez más. Greta se negaba a ponerla a la venta, diciendo que «La Persona Adecuada» aún no había llegado. Eran muy supersticiosos, ya ve. Pensaban que este viejo sitio tiene poderes mágicos.
Hermione parpadeó y se rió, un poquito demasiado alto para su gusto.
—Lo sé, ¿vale? —Anastasia soltó una risita, golpeando suavemente a Hermione en el hombro—. No tiene sentido.
—Sí, es una locura —Hermione sacudió la cabeza. Eso era imposible; había comprado este sitio sabiendo que estaba lejos del Londres Mágico, lejos de la magia. Ella adoraba la magia y trabajaba como Argumentadora en el departamento de Mejora de la Ley Mágica. Era sólo que necesitaba algo... Muggle.
Se giró y escaneó la vista desde fuera de la verja gótica de la Mansión Qismah, con una impresionante arquitectura Paladiana, tres plantas y color blanquecino; volviendo a mirar a las ventanas que iban del suelo al techo, decoradas con cortinas de terciopelo rojo oscuro. Había una fuente y una estatua de Cupido plantada en la entrada del bien cuidado jardín de rosas y el césped estaba cortado y pulcro. Era maravilloso.
La primera vez que había pasado por la mansión fue después de una cita con una cliente que había engañado a su marido mago con un muggle bastante rico que tenía una mansión en esta zona. Ella había decidido ir a dar un paseo y se había quedado quieta, como paralizada cuando se había encontrado cara a cara con esta bonita y vacía mansión. Había algo en este sitio que la llamaba, como si estuviera hecha para ella. Había un aura que parecía que la guiaba.
Hermione nunca había tenido afición por la grandeza, optando siempre por estabilidad y confianza. Esta vez, sin embargo, había tenido que decir «¡Al infierno con la estabilidad!» y llamar a la agente. Además, siempre había querido algo lejos del Londres Mágico.
En su primera visita, casi se desmaya de la impresión. Suelos de mármol, escaleras en espiral y la biblioteca. Oh, la biblioteca. Tenía dos plantas –por supuesto, eso no la molestaba– y conectaba con el balcón que tenía una buena vista de los jardines. Lo que la impresionó todavía más fueron las vidrieras de cristal en la mayor parte de las áreas de la casa, con unos intrincados diseños. Siempre eran representaciones de romance, de amantes y del resto del ñoñerías pintados con los colores del arcoiris. Ella no estaba segura si el amor era algo en lo que todavía creía, pero de todos modos, el arte era bonito. También había muchos retratos de hombres y mujeres y ninguno de ellos se parecía al resto. Hermione decidió que, como el resto de cosas de la casa, se iban a quedar. Hacían parecer al sitio más misterioso e histórico.
Contaba con ocho dormitorios, además de otras habitaciones de las que Hermione había perdido la cuenta... Al final de la visita, estaba enamorada. Tanto de que la mansión era una pura maravilla como por el hecho de que no se la podía permitir.
—Bueno, es bonita. Muy bonita —Hermione lanzó una mirada a la escalera de espiral—. ¿Cuánto cuesta?
Se giró hacia Anastasia, que no estaba sola. Había una anciana mujer, bajita, que tenía unos ojos sonrientes y amigables y la cara llena de arrugas. Aún así se veía bella. Extrañamente, a Hermione le recordaba a Popeye el marino.
—Oh, hola —Hermione sonrió.
—Hermione, esta es Greta. Greta ha sido la ama de llaves desde hace décadas, incluso cuando era una jovencita. Sirvió hasta el fallecimiento de sus anteriores dueños, el señor y la señora Archambault, que fue hace un año.
Hermione tendió la mano y apretó la de la vieja mujer y ella devolvió el apretón con entusiasmo, con ambas manos.
—Ella es la adecuada —susurró Greta.
—¿Perdón? —preguntó Anastasia.
—Ella es la que va a ser la nueva dueña aquí —explicó Greta, sin dejar de mirar a Hermione a los ojos.
—Oh, no, sólo estaba mirando —dijo Hermione, sintiéndose un poco avergonzada—. No estoy segura de poder permitírmelo.
—¿Estás segura? —Le preguntó Anastasia a Greta.
—Sí —asintió ella con firmeza, aún sonriendo a Hermione.
Y eso fue todo. El dinero aparentemente no era un problema para los Archambaults, que le habían dejado la casa a Greta para que eligiera ella el próximo dueño. Era una cosa bastante rara, pero lo único por lo que Hermione tuvo que pagar era por el procesamiento de los documentos, así que lo agradeció profundamente y aceptó.
—Pero, aún así, ¿puede creerlo? —La voz de Anastasia la sacó de sus ensoñaciones—. Magia, de verdad, ¿quién cree todavía en eso?
—Oh, se sorprendería —Hermione alzó las cejas y suspiró, metiendo la mano en el bolsillo para tocar su varita. Sonrió para sí y miró de nuevo el glorioso sitio que iba a ser su nueva casa.
—¿Y sus pertenencias? ¿Necesita ayuda con los del transporte? —preguntó Anastasia.
—Err, umm, no. Sólo tengo un par de cosas... No muchas. Ya les pediré a mis amigos que me ayuden a transportarlas aquí —mintió Hermione. Por supuesto todo estaba a un golpe de varita de distancia. Lo que le recordaba que necesitaba tener una fiesta de bienvenida con Harry, Ron y el resto.
—Por cierto, ¿dónde está Greta? —Le preguntó a Anastasia—. Estaba pensando que a lo mejor las tres podríamos ir a cenar.
—Probablemente dentro, hablando con las paredes —contestó Anastasia, marcando en su teléfono—. Supersticiosa, ¿recuerda?
—Bueno, voy a buscarla, entonces.
Se escuchaban suspiros. Suspiros suaves y maternales.
Era reconfortante, como una madre tarareando a su bebé.
Hermione estaba en la segunda planta y fue hacia el sonido. Habitación tras habitación, al final encontró a Greta caminado sola hacia la biblioteca, sus manos acariciando las paredes, mientras le susurraba a nada ni nadie en particular.
—Ella te cuidará... Y tú harás lo mismo —susurró.
Hermione sonrió. Era un momento muy dulce. Esta mujer, que había trabajado en esta mansión durante tanto tiempo, le tenía un cariño que afectó a Hermione. Lo extraño era que Hermione podía sentir un aura fría y fluida rodeando a Greta en ese momento.
—¿Greta?
Greta se giró y le sonrió a Hermione.
—¡Oh, perdona, querida! Sólo quería decir adiós.
—¿Adiós?
Oh, no, ¡eso era terrible! Ahora que Hermione había comprado el sitio, Greta no tenía dónde quedarse. Oh, mierda.
—Sí, voy a quedarme con mi hijo.
—Oh. Bueno, no me importaría si se quedara a vivir aquí conmigo. Después de todo, también es su hogar.
—No, no, no podría hacer eso. Es hora de cambiar, ahora que ella tiene una nueva dueña. Mi servicio hacia los Archambaults ha terminado.
—¿Ella?
—Sí, ella —Greta le guiñó un ojo—. Es la amiga más antigua que tengo.
Greta cogió su paraguas y su bolso y pasó por delante de Hermione. El aura desapareció.
—Háblale a menudo... Como harías con un amigo. Preséntate.
Hermione miró alrededor, a las paredes y a las vidrieras de colores, esta vez de una encantadora señorita que la miraba, ofreciéndole una rosa.
Sin decir nada, Hermione se fue a cenar con Anastasia.
Después de llegar a casa tras haber cenado, inmediatamente transportó sus pertenencias desde su viejo piso. Todo estuvo hecho en apenas unos minutos, y se encontró en la entrada de la mansión, en medio de los vastos suelos de mármol.
Estaba todo en silencio, lo único que podía oírse era el reloj de pared haciendo tictac, un par de habitaciones más allá, en la sala de estar.
Hermione miró alrededor y movió los pies, sintiéndose un poco nerviosa. Bueno, de cualquier manera, no había nadie alrededor que lo viera.
—Bueno, hola... Casa —tartamudeó Hermione—, me llamo Hermione... Me quedaré aquí contigo de ahora en adelante. Espero que no te importe. Te trataré bien y ummm, oh por Dios, esto es una tontería —Se rió—. Pero sólo estamos tú y yo así que... Hola y... ¿Encantada de conocerte? —Se encogió de hombros al final, como si estuviera hablando a una persona que la pusiera muy nerviosa. El aura volvió tan pronto como lo dijo, pero ella pensó que era cosa suya. Siempre le había gustado el drama en su vida. Además, estaba 110% segura de que la casa era no-mágica, a pesar de lo que había dicho Greta.
—Pienso que eres realmente bonita. Esos diseños, el arte... Estoy segura de que esta casa estaba llena de amor. Umm... No estoy segura de si todavía creo en eso, pero eres maravillosa, de todas maneras.
El aura la rodeó, como si la estuviera inspeccionando. Hermione no hizo caso, de nuevo.
—Bueno, es tarde y tengo que trabajar mañana. Buenas noches.
El aura la siguió, subiendo por las escaleras, pasando por los cuadros de hombres y mujeres enamorados, al tercer piso y finalmente al dormitorio principal. Lujosos, grandes y rojos cojines inundaban la cama, de cuatro postes y dosel. También había objetos muy personales por la habitación y Hermione los dejó allí, con la excepción de que añadió algunas cosas de sus propias pertenencias.
Después de haber hecho sus rituales nocturnos, Hermione saltó a la cama y no pudo sino maravillarse de su suerte al haber adquirido semejante obra de arte como casa. Sonrió.
—Buenas noches, casa —susurró y se durmió inmediatamente.
Hermione creyó notar algo que la aplastaba, pese a que estaba durmiendo profundamente. Musitó algo e intentó moverse, sólo para descubrir que había sido paralizada.
Sus ojos se abrieron de golpe.
Estaba todo muy oscuro, y no podía ver ni hacer nada. Lo único que sabía con seguridad era que sentía como si la cama estuviera intentado tragarla, y empezó a hundirse y a hundirse muy despacio en la gran cama.
Después de parpadear varias veces por el pánico, sus ojos empezaron a ajustarse a la oscuridad con la ayuda de un rayo de luna que se colaba a través de las cortinas de terciopelo rojas.
—Oh Dios, oh Dios, ¿qué está pasando? —murmuró mientras trataba de liberarse, pero la cama la había agarrado tan fuerte que la única cosa que podía mover eran los ojos.
Su corazón palpitaba muy deprisa, y los chasquidos de la cama eran casi inaudibles, mientras su cabeza estaba ya por la mitad del colchón. El colchón empezó a amontonarse lentamente alrededor de la cabeza de Hermione, como si estuviera tratando de ahogarla.
—¡Accio varita! —chilló Hermione, y la varita instantáneamente voló hacia su mano—. ¡Immobulus! —Giró la muñeca y señaló hacia la cama, que no paraba de moverse—. ¡Petrificus Totalus! —Seguía sin parar, y la visión de Hermione estaba ahora cubierta por el pesado colchón.
Su respiración era rápida, y su mente trabajaba como un tren de mercancías, tratando de salir antes de ser ahogada por una maldita cama.
—¡Ascendio! —gritó con toda la fuerza de sus pulmones, y la fuerza y determinación de su voz causaron que su cuerpo fuera propulsado hacia arriba, golpeara el dosel y cayera en la alfombra del suelo, todavía enredada en dicho dosel.
Se levantó inmediatamente, medio envuelta en el dosel, puso mala cara y apuntó su varita hacia la cama. La cama paró y lentamente volvió a su estado natural.
—Homenium revelio —susurró.
Nada.
—Specialis revelio.
Nada.
No había nadie presente, y tampoco había magia en la habitación, o siquiera en la mansión. Sólo estaba ella.
Miró a la cama, su cara una mezcla de desdén y confusión.
—¡Mi cama ha intentado matarme!
Muchos minutos después, su corazón seguía palpitando mientras ella estaba de pie, observando a su cama. Quizá esta cama era... Quizá era tan vieja que estaba... Ummm...
Se rascó la cabeza y después la sacudió. Masculló algo, encendiendo la luz de la habitación e inspeccionó su cama numerosas veces, pero como no encontró nada que la ayudara a descubrir qué había pasado, se rindió.
Necesitada de una bebida, se alejó silenciosamente por el pasillo, pasando por delante de los retratos que estaban colgados en la pared. No eran mágicos, pues no se movían como los retratos a los que Hermione estaba acostumbrada. Estudió los retratos y sus nombres mientras pasaba y averiguó que eran retratos de hombres y mujeres casados que habían vivido aquí.
—Bueno, eso es interesan... ¡AAAAHHH! —El suelo debajo de sus pies colapsó de pronto y la arrastró hacia abajo tres plantas.
Gritando con toda la fuerza de sus pulmones, vio el suelo de mármol aproximándose muy deprisa, pero cayó en la cuenta de que todavía llevaba su varita en la mano, a pesar del susto.
Otra vez, la segunda esa noche, se lanzó un hechizo a ella misma para no morir.
—¡Arresto momentum! —gritó y fue parada abruptamente y aterrizó con suavidad en su espalda, tan sólo milímetros antes de que su cabeza golpeara el suelo y se transformara en un desastre sangriento.
Su respiración era trabajosa y sus ojos todavía veían borroso por el susto y la caída, pero bizqueó cuando vio algo que se acercaba a su cabeza. Algo blanco, algo grande, algo...
—¡Oh, jodido Merlín! —Inmediatamente rodó lejos y se levantó justo cuando gran parte del techo se estrellaba contra el suelo, rompiéndose en trocitos.
—Por qué está todo intentado matarme —masculló, su cerebro trabajando de manera frenética. Esto no sería a lo que Anastasia se refería cuando dijo que la casa tenía poderes mágicos, ¿verdad? Y Greta. ¡Greta no había mencionado eso ni una sola vez! Había hecho parecer a la casa como si... Bueno, ¡al menos no como si matara a la única persona que estaba dentro!
¿Qué le pasaba a la casa?
Sabía dónde tenía que ir para conseguir respuestas. Corrió hacia la biblioteca, lanzándose una burbuja protectora alrededor, por si acaso algún azulejo atravesaba su pie o cualquier otra cosa caía del techo. La mujer de la ventana, la de la rosa, la recibió cuando giró una esquina que daba a la biblioteca. Esta vez, sin embargo, tenía una leve sonrisa de suficiencia en la cara.
—¿A qué diablos le sonríes así? —siseó Hermione mientras llegaba a la puerta de la biblioteca. Cada documento y registro sobre la casa tenía que estar allí, estaba segura—. No sé cómo lo haces pero juro que lo descubriré y... ¡Alohomora!
Apuntó su varita al pomo de la puerta y posó su mano después.
—¡AAAUGHH! —Inmediatamente retiró su mano como si le quemara... Bueno, ¡se había quemado! Se miró la mano, roja y cubierta de quemaduras, que sentía como si un millón de agujas le estuvieran perforando la piel.
—¡Episkey! —murmuró, y encontró su mano inmaculada. Antes de que pudiera maravillarse de la perfección de su hechizo, se oyó un chasquido y después otros chasquidos, ensordecedores, provenientes de la puerta. Los goznes estaban cayendo de manera contundente, rompiendo el soporte de la puerta de caoba, antigua y pesada. Hizo un sonido bajo y estrepitoso mientras empezaba a precipitarse encima de Hermione, y ella fulminó a la puerta con la mirada mientras gritaba:
—¡Cofringo!
Y la puerta se rompió en pedazos, dejando a Hermione con una biblioteca sin puerta.
Se giró a la mujer de la ventana y la apuntó con un dedo.
—Lo pillo. No me quieres aquí. De acuerdo, lo pillo. ¿Pero sabes qué? Este sitio me pertenece. ¡Está a mi nombre! ¡Y llegaré al final de esto, te guste o no! —Le gritó a la ventana—. ¡Vas a ceder!
En ese momento, la lámpara de araña que estaba encima de la cabeza de Hermione empezó a desenroscarse del techo, y lanzando una última mirada fulminante a la mujer, Hermione se Apareció, oyendo levemente los ecos del impacto del cristal contra el suelo.
Sollozó en el pecho de Harry tan pronto como él abrió la puerta, su pelo estaba agitado y parecía que se había puesto la ropa a toda prisa.
—¿Qué pasa, 'Mione? —Él la abrazó de vuelta, haciendo círculos en su espalda mientras miraba su apariencia, medio vestida y descalza, con un par de cortes aquí y allá.
No eran lágrimas de miedo o debilidad... Para Hermione, eran lágrimas de confusión. Como aquella vez que no pudo resolver un problema de Aritmancia. Eran tan molesto cuando no podía resolver un problema. ¿Qué coño le pasaba a la casa?
—H-Harry —dijo a través de sus lágrimas—. ¡Mi casa está intentado matarme!
Harry pestañeó.
—¿Qué?
—Mi casa. Primero la cama intentó ahogarme, luego el suelo colapsó, el techo intentó romperme la cabeza, el pomo de la puerta me quemó, la puerta casi me aplasta y la lámpara... ¡Escapé! —dijo sorbiéndose los mocos.
Ojos verdes pestañearon y cejas oscuras arrugaron el ceño.
—¿Pesadillas?
—¡No!
—¿Estás borracha?
—¡Harry!
—Vale, de acuerdo, entra y dime que pasó, ¿vale? Te haré una taza de té.
Hermione asintió a través de sus lágrimas y siguió a Harry al interior.
—¿Estás segura de que no está encantada?
—No, Harry, lo he comprobado un billón de veces. Es un área con cero magia. Incluso cuando esas cosas pasaban, no había absolutamente ninguna presencia o firma mágica —explicó Hermione mientras se masajeaba las sienes.
—¿Y qué pasa con la cosa del aura?
—No lo noté, estaba demasiado ocupada intentando salvar mi vida —murmuró Hermione con desesperación—. Incluso si esa cosa realmente estaba allí, no era... Mágica. O quizás sí lo era, pero no como nuestra magia. Era más como un ser que sentía.
—Extraño.
—Sí, y necesito que me ayudes, Harry. Eres Auror, tú podrás decirme si algo le pasa a la casa o no.
—Bueno, yo, err... Yo soy más de coger criminales y lanzar hechizos, no de revisar casas a ver si tienen hechizos malignos —rió Harry, y Hermione lo fulminó con la mirada.
—Vale, vale. Mañana a primera hora le echaré un vistazo. Pasa la noche aquí y luego... Ya veremos qué pasa mañana, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. Parece un buen plan. Mientras estás fuera en el Reino de la Muerte, yo llamaré a Greta o a Anastasia, o a ambas, y les preguntaré qué demonios pasa y qué es lo que no me están contando. Gracias, Harry.
Esa noche, ella soñó con colchones que la perseguían.
—Anastasia Bramson al habla —contestó una voz fría después del tercer tono de llamada.
—¡ANASTASIA! —gritó Hermione—. ¡Soy Hermione!
—¡Oh, hola! ¿Qué tal va la casa? ¿Planeando una fiesta de bienvenida?
—¡No, no es eso! La casa... La casa está loca. ¿Tienes el número de Greta? —preguntó, desesperada.
—Hmm... Creo que sí... Espera... Ah, aquí está —Le dio el número a Hermione y con un apresurado «Gracias» y un «Lo explicaré después», Hermione marcó el número de Greta inmediatamente.
—¿Hola? —respondió una voz familiar.
—¡Greta! Soy Hermione. Necesito hablarle de algo...
—Sí, por supuesto querida, ¿de qué se trata?. Tengo poco tiempo, pero, ¿qué es?
—La casa está intentado matarme, Greta. Es la única que me cree porque sabe qué es el... Aura, ser, o lo que sea que haya allí dentro —dijo Hermione sin respirar.
Greta se rió.
—¡Tonterías, niña! ¡La casa nunca te haría daño!
—Lo hizo. Lo intentó muchas veces ayer por la noche, la cama intentó ahogarme y no creería la noche que tuve. Llamé al trabajo y dije que estaba enferma y ahora mismo estoy en casa de un amigo porque sé que si vuelvo, moriré.
Greta se rió de nuevo, claramente divertida.
—Ahora tengo que irme, querida. Me voy de vacaciones. ¡Por fin! ¿Puedes creerlo, después de tantos años?
—¡No, Greta, tiene que creerme!
—El único consejo que puedo darte es... No pelees. Sabe qué conviene. La casa siempre lo sabe.
Y luego colgó.
De acuerdo. ¿Qué cojones era eso?
¿La casa sabe qué conviene? ¿Así que lo que convenía es la muerte de Hermione?
Ni de coña.
Hermione empezó a dar vueltas, rascándose la barbilla, pero su mente estaba en blanco.
Entonces, Harry reapareció con un «pop».
—¿Algo? —preguntó Hermione con esperanza. No estaba loca, de verdad que no.
Harry negó con la cabeza y suspiró ante la desesperación que reflejaba la cara de Hermione.
—Como dije... No estoy entrenado para este tipo de cosas, pero...
—¿Pero?
—Pero dije también que lo iba a intentar. Y no he encontrado nada. Pero si realmente crees que hay algo allí que te está poniendo en peligro, intentaremos averiguar qué es, ¿vale?
Hermione asintió.
—¿Conocemos algún Rompedor de maldiciones o a alguien que sepa cómo lidiar con este tipo de cosas?
La mirada de Harry se tornó distante por un momento.
—Sí.
—¡Bueno, pues llama a esa persona!
Hermione tuvo que quedarse en casa de Harry dos días más, porque el famoso Rompedor de maldiciones tenía otras citas que atender. Hermione había puesto los ojos en blanco al oír eso. Obviamente, era un Rompedor ocupado pero estaba convirtiéndose en una proeza el ir a «casa» a cambiarse de ropa mientras esquivaba lámparas voladoras y techos que caían.
El día finalmente llegó, y estaba esperando pacientemente a que la persona apareciera. Caminó por el suelo de mármol, vigilando cualquier movimiento o sonido sospechoso. De momento, todo correcto.
El Rompedor llegaba una hora tarde, y Hermione estaba empezando a ponerse nerviosa. Cuanto más esperaba, más posibilidades tenía de ser asesinada por un mueble volador o algo parecido.
Por fin, después de lo que parecieron diez horas, sintió una presencia mágica fuera de la valla. Con un movimiento de la mano, permitió al Rompedor entrar y esperó a que llegara a la puerta antes de abrirla.
Oh, genial.
—Es el jodido Malfoy —dijo agitadamente. Uups, no quería decir eso en voz alta. Era sólo que su mente no estaba en su mejor momento... Más la espera, más el descubrimiento de que Malfoy era increíblemente guapo, por alguna razón, los años le habían hecho bien y... Espera. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué estaba pensando?
—Bueno, hola Granger, encantado de serte de ayuda. Estoy bien, ¿qué tal tú? No tanto, supongo, considerando que necesitas mi ayuda y que piensas que tu casa está intentado matarte.
—Llegas tarde —dijo Hermione con los dientes apretados.
—Y tú eres una maleducada —contestó Malfoy rápidamente.
—Ahh, los modales. Tú tienes unos excelentes, ¿no? —respondió ella—. Pasa.
—Soy un hombre cambiado, Granger —contestó, dejando en el suelo su maletín negro tan pronto como entró. Empezó a quitarse los guantes mientras miraba alrededor.
Hermione estaba de acuerdo. Desde luego, él parecía... Diferente. Maduro, tranquilo y, por mucho que Hermione odiara admitirlo, carismático. Su pelo era plateado, como recordaba, pero no engominado como en la escuela, sino un cuidado despeinado. No seguía siendo de rasgos afilados, se había rellenado agradablemente. No era el típico rompecorazone, y sinceramente Hermione nunca había entendido por qué las chicas se volvían locas por él. Pero ahora lo entendía. Tenía una confianza innata, y eso era bastante atractivo. Incluso aunque fuera Malfoy. Idiota.
Vestido todo de negro, los ojos grises de Malfoy la miraban igual que los de ella lo miraban a él.
—No puedo decir lo mismo de ti, Granger. Sigues siendo la misma vieja y remilgada empollona, supongo. Y después de todos estos años, sigues delirando y todavía hay algo quiere matarte —Malfoy sonrió y eso también era atractivo de algún modo.
—No lo entiendes, Malfoy. No me lo estoy inventado. Mi casa está intentando matarme —Hermione caminó hacia él y lo miró a los ojos.
—Granger, si yo fuera tu casa, yo también intentaría matarte.
Hermione puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.
—¿Vas a ayudarme o qué? Porque si vas a estar aquí soltando canciones de amor, entonces me gustaría encontrar a alguien capaz de hacer su trabajo.
Malfoy se puso recto y parpadeó, y fue como si lo que Hermione había dicho desencadenara algo en su interior. La atractiva sonrisa reapareció y contestó:
—Oh, créeme, soy capaz.
—Bien, entonces ponte a trabajar.
—Mira, estoy haciendo esto como un favor a Harry...
—¿Harry? ¿Por qué lo llamas Harry? —preguntó Hermione, sorprendida. Malfoy empezó a caminar por ahí.
—Somos amigos.
—¿Oh, lo sois?
—Sí, me preguntó si podía pasarme y comprobar este aparente... Caso sobrenatural. Y si quieres, podemos ser amigos también. Esa es la única manera por la que conseguirás un descuento.
—Pensé que habías dicho que era un favor.
—Un favor a él, no a ti.
Hermione puso los ojos en blanco con tanta fuerza que tuvo miedo de que se quedaran atascados.
—¿Siempre eres tan poco profesional?
—Depende, ¿son mis casos siempre tan infantiles? En ese caso, sí.
—Malfoy, de verdad, no estoy bromeando. Mi casa está intentado matarme.
—Qué excitante —contestó, todavía mirando alrededor.
—Mira, Malfoy, si todo lo que vas a hacer es reírte de mi problema, entonces sugiero que te vayas.
Justo el segundo después de que lo dijera, la puerta se cerró sola. Después empezó a derretirse por los bordes, haciendo imposible que los goznes se movieran. La ventana también se cerró sola. Las cortinas se cerraron, impidiendo que el sol entrara.
Malfoy y Hermione estaban en completa oscuridad, en una mansión completamente inaccesible.
Los ojos plateados de Malfoy miraron hacia arriba, su expresión insondable.
—¿Ves a lo que me refería? —gruñó Hermione—. ¡Ahora conseguirás que nos maten a los dos!
Malfoy no dijo nada. Realizó un Lumos y agarró su maletín antes de subir por la escalera de espiral.
¿Qué tal? ¿Os gusta?
Decidme cualquier error o frase sin sentido que veáis, por leve que sea. Es la primera traducción que hago y aún estoy un poco perdida.
Por cierto, ¿alguien sabe qué es una arquitectura Paladiana? Desgraciadamente, mis conocimientos de arquitectura se limitan a dórico, jónico y corintio, arcos góticos, contrapuntos y poco más. Lo he Googleado pero no termino de pillarlo, así que si alguien lo sabe, por favor que me lo explique en los comentarios. En inglés ponía "Palladian architecture", por si os sirve.
Además, he delimitado los párrafos como en el origial en inglés y los hechizos están en cursiva.
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
LadyChocolateLover
EDITADO EL 21/03/2016.
