Esperanza.
A Senua le parecía que esa palabra era extraña porque, a pesar de todo lo que había logrado, no podía dejar de pensar que era solo una ilusión, como aparentemente todo su viaje. O tal vez sus peleas contra los Nórdicos y su victoria sobre tres de sus dioses, incluyendo su Diosa de la Muerte, habían pasado realmente.
Era difícil saberlo. Las Furias, las voces que la insultaban y animaban al mismo tiempo, la habían acompañado toda su vida al igual que sus visiones de monstruos y abominaciones, pero nadie más que ella podía percibirlas. La respuesta más lógica era que estaba maldita, justo como su madre había sido hasta que su padre la había quemado en la hoguera.
Por otro lado, la Sombra y Hela hablaban con la voz de Zynbel, su padre, y Senua sabia perfectamente que, a pesar de ser humano, su padre era el monstruo que mato a su madre y la torturo por años. Él podía haber pretendido tener buenas intenciones pero, si realmente se hubiese preocupado por ellas, no habría mostrado tanta satisfacción al ver el daño que les hacia intentando "curarlas".
Además, sin Dillion apenas tenia razones para vivir. Había una razón por la que había llevado su cabeza a la montaña con forma de lobo donde se encontraba la entrada de Helheim y luchado contra los Nórdicos y los monstruos a los que llamaban dioses. Él, su madre y el antiguo esclavo nórdico llamado Druth eran las únicas personas que realmente se habían preocupado por ella y Senua estaba más que dispuesta a devolverles el favor.
Hela tenia razón. Si ella o la Sombra no existían más que como una manifestación de sus experiencias con su padre, resucitar a Dillion era imposible. Pero, si eran reales, Hela la había ayudado a aceptar que no era su momento de acompañar a Dillion en su reino y le había permitido mostrar a su padre lo mucho que agradecía su "ayuda" y "buenas intenciones", por lo que Senua vagamente podía admitir estarle agradecida, algo que decía mucho dado que odiaba a todos los dioses.
Su padre era un mentiroso que aprovecho su situación y la de su madre para hacerlas sufrir sin sentirse culpable. Ella no estaba maldita, las Furias y sus visiones eran simplemente rasgos que la hacían única, diferente a todos los demás, y no habían causado la muerte de su madre, el ataque Nórdico a su poblado o la plaga que se había llevado al padre de Dillion. Ella no era culpable de todo ese sufrimiento y, si hubiese estado presente cuando los Nórdicos atacaron y luchase en su contra en lugar de pasarse un año en los bosques acompañada solo por las Furias y Druth, que había sido el padre que Zynbel nunca seria capaz de ser a pesar de su corto tiempo juntos, no habría cambiado nada y ella simplemente seria otro cadáver.
Hablando de su aldea, todos los que la conocían estaban muertos. No tenia ningún lugar a donde ir excepto donde la llevasen los pies, un pensamiento deprimente hasta que se dio cuenta de que significaba que podía ir a donde quisiese ir, vivir la vida que deseaba vivir y empezar otra vez, ya fuese en solitario o en otro poblado, sin las cadenas que la aferraban a su pasado.
Aún así, iba a tener que volver al menos una vez para hacer una última visita a las tumbas de su madre, Druth y el cuerpo de Dillion antes de mear encima de la tumba de Zynbel como un último insulto al responsable de su sufrimiento. Senua sabia que no iba a servir de mucho dado que estaba muerto, o lo vería en Helheim tras morir si sus aventuras habían pasado realmente, pero era la única clase de ofrenda que su padre merecía por su parte.
