La saga de Twilight no me pertenece. Yo solo escribo situaciones que gustaría que pasaran.
¡Disfruten! Los review con dirección los contestare con gusto.
Necesidades de Sangre.
Emmett recorrió con cuidado el cuello de la joven que era su presa, dejando un rastro de besos hasta llegar a su hombro derecho. La tomó de la cintura y la acercó más a su cuerpo, maravillándose de su calidez y suavidad.
—Creo que jamás podría cansarme de ti —le susurró lentamente al tiempo que bajaba el rostro a su cuello y con cuidado clavaba sus colmillos en aquella suave y blanca piel. Sintió como ella clavaba ligeramente las uñas en sus hombros, y después se quedaba laxa.
No pudo evitar sonreír. Cuando tenía hambre, sólo necesitaba estar con ella para llenarse: de su piel, de sus besos, de su cuerpo… de su sangre. Se bebía su alma en cada encuentro, se regocijaba de aplacar ese temperamento tan sensual, orgulloso y volátil que tenia y aun así siempre debía volver por más, porque no había otra más pudiera complementarlo de esa manera como Rosalie Hale.
La rubia se quedó un momento sentada en el suelo, con los ojos cerrados; dos hilos de sangre bajaban de la mordida y se perdían entre las telas de su vestido casi suelto. Aquella imagen era embriagante, excitante.
Si había algo que le gustaba a Emmett Cullen, miembro de la poderosa familia de vampiros, era eso: sentir a Rosalie entre sus brazos, sentir cómo a pesar que su precioso rostro le hacia mohines de mujer caprichosa, su corazón le delataba su nerviosismo, bombeando más rápido de lo normal. Aunque lo negara ella temblaba con sólo verlo, con rozarlo y aun más cuando había contacto tan íntimo con él.
¿La ama? Si, no tenía duda alguna. Por esa razón planeaba desposarla —o más bien, raptarla. A fin de cuentas ya era suya ¿no?— sin importar los medios.
—¿Ya comiste? —preguntó la chica con voz suave y la mirada azulada brillando como dos faroles en medio de la ligera oscuridad del cuarto. Tenía sus mejillas teñidas de leve carmín, su rubio y brillante cabello le caía suelto en sus brazos y algunas hebras rebeldes se pegaban a su frente, dándole un halo angelical.
Emmett le besó los labios con pasión y lujuria para luego ir bajando a apenas un roce tierno.
—Aún hay cosas que deseo comer —respondió con voz grave y clavó sus ojos en el vestido negro que ella llevaba: un hermoso traje negro con encaje a nivel del busto, el cual realzaba y hacia lucir apetitoso, con un largo que apenas cubría los muslos de la chica y cuya única manera de cerrar era una fina tira vino tinto alrededor de su estrecha cintura—. Quiero dormir satisfecho —concluyó jalando la delgada tira anudada a forma de lazo.
