Disclaimer: Hetalia no es mío, es de Hidekaz Himaruya.

Advertencia: Posible OoC, UA, uso de nombres humanos, escrito confuso y muerte de personaje.


Free.

Los rayos de sol apenas y lograban calentarle un poco. Tiritaba, pero su corazón ardía como nunca antes.

El aire fresco le inundó los pulmones junto con esa esencia que adoraba tanto.

Si la libertad tuviera un olor, seguro olería como él.

Sonrió encantador, coqueto, sería él mismo hasta el final.

Tomándose de las manos se miraron el uno al otro. Los ojos azules se enfrentaron con los suyos examinándole en busca de alguna duda, de miedo, de arrepentimiento, de cualquier cosa que los hiciera parar; mas no había nada.

Y Francis estaba jodido desde el momento en que lo conoció, y aun sabiéndolo sonreía despreocupada y arrebatadoramente, juguetón y coqueto.

Y el rubio a su lado también lo hacía, mostrando todos los dientes mientras el viento se encargaba de revolverle el cabello y la luz del ocaso le pintaba maravillosamente la piel. Esa sonrisa lo hacía ver más joven de lo que era, tan puro como su mirada. Parecía un niño, uno incapaz de herir a alguien, pero realmente no era nada de eso.

Quedaba poco tiempo antes de que anocheciera, poco tiempo antes de que Arthur los encontrara y detuviera esta locura. Por ello se acercaron más al borde.

Era una locura y estaba tan mareado.

Pero no asustado.

Debería estarlo, deberían alejarse del borde, debería traerlo de regreso y bajar de ahí, debería hacer tantas cosas.

Pero aquellos ojos lo miraban gritándole que se quedara.

Y él estaba tan jodido.

Suspiró y lo miró directamente a los ojos, colocando su mano en la pálida mejilla. Antes no era tan pálido ni tan delgado, ni tampoco tenía tantas cicatrices en los brazos y torso, pero aquella versión que conoció de él, apenas medio año atrás, no era mucho mejor. ¿Cómo habría sido de haberlo conocido bajo otras circunstancias?

El menor parecía estudiar su expresión con esa mirada de a ratos vacía, la sonrisa flaqueando ante el rostro nostálgico del otro.

—Te quiero—. Sólo eso bastó para decidirse, sólo eso basto para que acortaran la distancia entre ellos y sus labios se rozaran.

¿Quién lo había dicho? No importaba.

Lo único importante era el beso y sus brazos enredándose en el cuerpo del contrario, aferrándose a él.

Sólo un paso y estaba malditamente jodido.

Y feliz.

La libertad debía oler como él.

El amor debía sentirse como el chico entre sus brazos, cálido, único e irónicamente tan vivo.

Y la felicidad, la felicidad se sentía como volar eternamente.

Un grito resonó en medio de la oscuridad, como trozos de cristal, se hicieron pedazos.


N/A: ¡Mi segunda vez escribiendo de estos dos! Posiblemente no esté del todo claro (o nada), pero simplemente quería retratar la escena en mi cabeza, no lo logré del todo, pero me gustó el resultado. De todos modos me encantaría saber cómo interpretaron ésto.

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¡Gracias por leer~!