— Ray. — este le respondió con un monosílabo, a la vez que terminaba de ordenar algunas cosas, siendo ella quien le ayudara. — Recuerdas lo que me dijiste.
— ¿Cuál de todas?
— Bueno, la de apoyarme y estar a mi lado. Esa promesa.
— ¿Qué tiene?
— Se me ocurrió que, quiero que sea permanente...
Ray la miró un momento, confundido e intrigado. ¿A dónde iba Emma con todo eso?
— Es una promesa, es obvio que será permanente.
— ¡No me refiero a eso! Quiero decir... — suspiró al saberse no entendida. Lo miró, con la determinación brillando en sus ojos. — Quiero que te quedes siempre a mi lado, pero... No como amigo ni como hermano.
— ¿Mejores amigos? — la quería fastidiar, cosa que logró.
— ¡No, Ray! ¡Quiero que te cases conmigo!
Bueno, su jugada le había salido mal.
— ¿Q-Qué?
— Quiero que la promesa que me dijiste en antaño, se haga real y permanente.
— ¿Siquiera sabes...?
— Sé lo que digo y lo digo en serio. — dejó de hacer lo que hacía, acercándose al desconcertado azabache, tomando su mano. — Ray, cásate conmigo.
¿De verdad estaba pasando esto? ¿No era un maldito sueño? ¿Una fantasía o alucinación siquiera?
Ojalá alguien lo golpeara.
— ¿Qué...?
— No me tienes que dar una respuesta ahora. Dímelo cuando te sientas listo. — volvió a lo que hacía, ignorando las punzadas que comenzaba a sentir en el pecho. — Yo respetaré tu decisión.
El azabache permaneció unos instantes en silencio. Organizando sus pensamientos y lo que acababa de acontecer; se sonrojó al darse y caer en cuenta de lo que había dicho en antaño.
Pero que idiota, se dijo.
Carraspeó un poco. La llamó serenamente, siendo la atención de ella inmediatamente captada.
Estaba sonrojado y un tanto avergonzado de lo que diría, pero...
— Cumplamos la promesa que te hice...
Ella sonrió enormemente, atinando a llamarlo por su nombre y lanzarse a sus brazos.
