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Autor: MadameCissy

Disclaimer: nada de lo que reconozcáis me pertenece, todo es propiedad de J. K. Rowling y el fic es original de MadameCissy. Yo sólo me encargo de la traducción.

Pareja: Hermione/Bellatrix para empezar, pero también habrá Hermione/Narcissa y Hermione/Andrómeda

Rating: M por lenguaje, violencia, tortura y escenas sexuales.

Línea de Tiempo: justo cuando el trío se reune en la Madriguera, al comienzo de Las Reliquias de la Muerte. Ignora los sucesos ocurridos después de eso.

Aviso: El primer capítulo contiene una escena de violación (hombre/mujer). Si esto es un tema delicado para ti, por favor asegurate de no estar sola cuando lo leas, o de que estás en un lugar seguro para ti. Espero que esto no os afecte, y si crees que pueda pasar, es mejor que lo dejes. Lees bajo tu propio riesgo, seas quien seas.

Hay relaciones mujer/mujer durante el fic (obviamente) así que si no te gusta, no leas.

N/T: Vengo con un traducción de uno de los mejores fics que he leído nunca, siendo el que mejor redacción tiene de todos los fics que de los que tengo el honor de traducir. Es una triología, siendo esta la primera parte y la más larga con diferencia. Consta de 40 capítulos, de los cuales tengo adelantados 6. Las actualizaciones serán el último domingo de cada mes. Una vez que haya terminado con los viejos proyectos y pueda dedicarme enteramente a este, las actualizaciones serán más seguidas.

Creo que no hay nada más que añadir así que...¡A leer! Enjoy!


Capítulo 1: La Oscuridad que Vino Antes.

No luches con monstruos, no vaya a ser que te conviertas en uno

y, si contemplas el abismo, el abismo te contemplará a ti

~Friedrich Nieztsche

La oscuridad había caído hacía unas horas, aunque en esos días parecía que el mundo estaba envuelto permanentemente en un manto de sombras. Trazos de niebla presionaban contra la ventana y oscuras figuras se movían con sus caras ocultas tras capuchas oscuras, pero sus ojos buscaban constantemente a su próxima presa. Desde el resurgimiento del Señor Oscuro el mundo tal y como lo habían conocido había dejado de existir. Las personas con sentido común no viajaban solas. Pequeños grupos de magos y brujas podían defenderse si tenían que hacerlo. Sus ojos se habían llenado de permanente miedo, y todos miraban por encima del hombro donde quiera que fuesen. El peligro acechaba en cada esquina. La mayoría de las tiendas del una vez tan popular Callejón Diagon habían sido tapiadas. Aquellas que no tenían madera cubriendo las ventanas y las puertas habían sido asaltadas y quemadas. Vidrios rotos cubrían el callejón empedrado. Cuando llegaba la noche, familias enteras desaparecían. Si alguna vez veían otro amanecer, nadie lo sabía. Nadie se atrevía a preguntar y mucho menos a responder.

Hermione Granger miraba distraídamente por la ventana de la cabaña. Nunca había estado allí antes y, aunque había sido su refugio las últimas horas, no se sentía cómoda. Estaba rodeada de gente a la que llamaba amigos, pero sus voces no podían estar más lejos. Miró a través del oscuro cristal al cambiante mundo exterior. La magia la protegía, los protegía a todos. Era lo único que se interponía entre ellos y una muerte segura, la magia y la capacidad de alguien de guardar un secreto. Hacía mucho que Hermione había aprendido que no se podía confiar en la mayoría de la gente. Ella mantenía sus secretos para sí misma. Era el lugar más seguro donde guardarlos.

Salió de sus pensamientos cuando una mano se colocó sobre su hombro, mirando hacia arriba. Hermione parpadeó un par de veces. A la tenue luz de las velas la mujer detrás de ella la sobresaltó y necesitó unos segundos para recordarse a sí misma que no estaba siendo confrontada por un fantasma de su pasado. El sorprendente parecido con su desquiciada hermana era algo a lo que Andrómeda Tonks ya estaba acostumbrada y cuando vio la duda en los ojos de Hermione, sonrió. Se había acostumbrado al temor que se extendía por el rostro de una persona cada vez que la veía por primera vez.

—Molly se preguntaba adónde te habías ido —La bruja de cabello oscuro sonrió amablemente. Ojos pardos observaron la cara de Hermione. Los círculos oscuros bajo los ojos de la morena eran inconfundibles. El peso del mundo recaía sobre unos hombros demasiado pequeños para sobrellevarlo. Andrómeda era una mujer inteligente. Después de haber criado a Nymphadora había muy pocas cosas que se le escaparan. Había sentido cómo la llegada esa misma tarde de Molly y Ginny Weasley había perturbado la mente de Hermione—. ¿Está todo bien, Hermione?

—Sí, todo está bien —respondió Hermione, sintiendo como el miedo inicial la llenaba después de que el subidón de adrenalina desapareciera. Sus ojos se movían alrededor de la pequeña y acogedora sala de estar de la casa de Andrómeda como si estuviera buscando una vía de escape. Estar cerca de la bruja le hacía sentirse incómoda, pero no quería que ella lo supiera—. Me duele la cabeza y las divagaciones de Molly no es exactamente lo que se dice un consuelo —Miró a Andrómeda, disculpándose con los ojos—. La puerta estaba abierta...

Andrómeda sonrió y su mano se deslizó sobre el hombro de Hermione. Ella era una madre, así como una experta en Legeremancia, algo que no muchas personas sabían. Era una habilidad que había heredado cuando era una niña y que se remontaba generaciones en su familia. Ambas cosas en suma hicieron que pudiera sentir la mentira de Hermione. Entendiendo que la joven Gryffindor no quería hablar de lo que la preocupaba, asintió silenciosamente.

—Puedes acostarte arriba, si quieres. Tengo una habitación libre. Puedes regresar a la Madriguera mañana.

—Gracias, pero estoy segura de que me iré a última hora —contestó Hermione. Sus ojos se dirigieron al gran reloj de la pared. Eran poco más de las once—. Se supone que la fiesta termina a medianoche.

Los ojos de Andrómeda también se desviaron hacia la ventana y, como Hermione, observó la noche.

—Es extraño —dijo. Por un segundo, a Hermione le pareció ver desaprobación en los ojos de la mujer—. Una fiesta en estos tiempos oscuros.

Hermione no pudo estar más de acuerdo. No sólo la idea de una boda parecía completamente inapropiada, sino que la idea de una despedida de soltero era incluso peor. Fleur había insistido en que no quería una fiesta para celebrar su última noche como una mujer soltera y, en su lugar, había elegido pasar una noche tranquila con sus padres y su hermana. Bill estaba en la Madriguera con todos los hombres, bebiendo whisky de fuego y cerveza de mantequilla. Hermione no podía imaginar cómo alguien podría disfrutar de cualquier tipo de fiesta mientras la gente estaba muriendo ahí fuera, en el mundo real, todas las noches. Había oído decir a Molly que había que celebrar y sonreír, recordar que había un montón de cosas buenas en el mundo. Hermione pensaba que eso carecía de sentido. Todas las cosas buenas habían muerto.

—Sabes, no hay que avergonzarse de ello —dijo Andrómeda inesperadamente mientras sus ojos avellana se clavaban en los de Hermione. Ella la miró desconcertada.

—¿De qué?

—De admitir que cada vez que me miras ves a mi hermana —dijo Andrómeda suavemente. Su voz era extrañamente hueca, pero su mirada se detuvo en Hermione un poco más. Era como si las palabras que alguna vez tuvieron un significado lo hubiesen perdido—. Nymphadora me contó lo que pasó en el Ministerio hace dos años. Fue una de las raras ocasiones en las que me habló de su trabajo. Estaba triste. Me dijo que mi hermana mató a su propio primo.

Hermione abrió la boca para decir algo, pero no podía pensar en las palabras. En cambio, sus ojos vagaron por la habitación una vez más y encontraron un descanso en la repisa de la chimenea. Un marco de fotos estaba sobre ella. La imagen se volvió hacia ella y a la tenue luz de la vela Hermione pudo ver figuras sentadas alrededor de lo que parecía ser un gran árbol. Se alejó de la ventana y caminó por el cuarto sintiendo los ojos de Andrómeda en la espalda. Cuando llegó a la chimenea cogió el marco y lo sostuvo entre sus manos. Dedos delicados trazaronn la imagen amarilla tras el vidrio.

Tres jóvenes mujeres casi idénticas miraban a la cámara. Las tres estaban perfectamente arrodilladas en la hierba con la falda cubriendo sus tobillos. Sonrisas jugueteaban en sus labios, pero era en sus ojos en los que Hermione estaba más interesada. Se quedó mirando a la mujer de la derecha. Su rostro era uno que Hermione nunca olvidaría y los rizos negros como plumas de cuervo contrastaban notablemente contra la piel de porcelana de la mujer. Una joven Bellatrix Lestrange sonrió a Hermione.

—En esta, sus ojos no están muertos —dijo Hermione, y mostró la imagen a Andrómeda—. En todas las fotos que he visto, sus ojos están muertos. Pero aquí, sonríe. Está viva.

—Fue hace mucho tiempo —Andrómeda sonrió tristemente y tomó gentilmente la imagen de la mano de Hermione. Sus dedos se rozaron y Hermione sintió un escalofrío cálido en la espalda. Andrómeda no miró la imagen de su pasado y la volvió a colocar sobre la repisa de la chimenea—. Soy incapaz de desprenderme de ella. No mucha gente lo entiende —miró a Hermione—. Vamos, vayamos a hacer algo de té. Molly y Ginny vendrán pronto a buscarnos.

Hermione siguió en silencio a Andrómeda fuera de la sala de estar y se dio la vuelta una última vez al llegar a la puerta. Miró la foto de Bellatrix, almacenando la imagen de forma segura en su mente. No quería olvidar esa sonrisa. Quería olvidar lo que Bellatrix había hecho, lo que había destruido, pero deseaba recordar lo que había sido una vez. Una adolescente, no mucho mayor que ella ahora, de rodillas en la hierba una tarde de verano. Hermione le dio la espalda a la foto y siguió a Andrómeda a la cocina. La bruja estaba hirviendo agua en la tetera con una llama azul que había hecho salir de la punta de su varita. Ginny y Molly estaban sentadas en la mesa de la cocina. Había una botella de vino vacía y dos copas frente a ellas.

—Harry acaba de enviar un mensaje diciendo que ya todos se han ido a casa —dijo Ginny.

Hermione podía oír la cadencia del alcohol en su voz. Apenas tenía edad suficiente para beber y Hermione se preguntó si Molly la habría dejado beber vino con la idea de que mañana podrían estar todos muertos. Nadie se contenía a la hora de hacer cualquier cosa. El tiempo se había convertido en algo precioso y nada se daba por sentado.

—Vamos a irnos pronto.

—Bueno —dijo Hermione en voz baja mientras se dejaba caer en una de las sillas y miraba a Andrómeda por el rabillo del ojo—. Estoy lista para irme a la cama.

—Harry nos ha contado que Bill y Ron bebieron mucho. Aparentemente, Lupin les dijo que se lo tomaran con calma, pero Ron quiso empezar una pelea —comentó Ginny. Se inclinó perezosamente sobre el hombro de su madre. Molly parecía cansada, pensó Hermione.

Ella sabía lo asustada que estaba la mujer por lo que se esperaba de ellos. Hermione compartía ese miedo.

—Cuéntame algo que no sepa. Ron siempre está buscando pelea —Hermione se encogió de hombros y tomó la taza de té que le tendía Andrómeda con una sonrisa. Sus ojos se encontraron brevemente y Hermione se dio cuenta por primera vez que los ojos de Andrómeda eran más amables y suaves de lo que los orbes carbón de Bellatrix habían sido alguna vez. Ella sostuvo su mirada un segundo antes de desviarla. Tomó un sorbo de té caliente notando que la propagación del líquido por su cuerpo le quitaba parte de la confusión.

Otra media hora más tarde, Hermione, Ginny y Molly estaban de pie alrededor de la chimenea de Andrómeda, listas para irse. Hermione había insistido en ser la primera porque era la única sobria para poder vigilar que Ginny y Molly llegaran a casa a salvo. Después de la Aparición, la Red Flú era el método más rápido de transporte, pero también era más complicado para una bruja o mago bajo la influencia del alcohol.

Dio un paso hacia las llamas verdes, tomo un puñado de polvos flú y lo dejó caer en el fuego crepitante. Habló fuerte y claro.

—La Madriguera.

Segundos más tarde, la sala de estar de los Weasley apareció ante sus ojos y Hermione salió de la chimenea y se quitó la fina capa de cenizas y polvo de la ropa. Lo primero que notó fue lo tranquila que estaba la casa. No se oía ni una sola voz. Ni siquiera el crujido de una tabla del suelo. Se preguntó si todos los hombres se habrían ido a la cama. Lo siguiente que notó fue el rugido de las llamas tras ella y se dio la vuelta justo a tiempo para ver a Ginny y Molly aparecer juntas con los brazos entrelazados. Las dos pelirrojas salieron del fuego y dieron las buenas noches antes de irse por distintos caminos. Hermione decidió quedarse abajo sólo un poco más de tiempo. Había pocos momentos en los que la Madriguera estaba realmente tranquila. Quería disfrutar mientras durara.

Se sentó junto al fuego durante un tiempo, hojeando la edición de esa tarde de El Profeta. Más historias de muggles asesinados, de familias que huían y de ataques indiscriminados por parte de los mortífagos de Voldemort. Había fotos de mortífagos en busca y captura por todas las páginas y Hermione sintió cómo se le congelaba el corazón al ver la foto de Bellatrix Lestrange. Estaba impresa junto a un pequeño artículo que contaba la historia de una joven bruja torturada por la maldición Cruciatus, la marca personal de Bellatrix. La pobre estaba en San Mungo, pero los medimagos no estaban seguros de que fuera a sobrevivir a sus heridas.

Hermione dejó el periódico cuando escuchó la puerta abrirse y cerrarse, y levantó la vista para encontrarse a Ron tropezando en la sala de estar. Estaba claro que estaba borracho. Tropezó con el suelo y con el cordón de sus zapatillas, y luego se dejó caer en el sofá al lado de Hermione. Era como si sólo entonces se hubiera dado cuenta de su presencia y, con ojos vidriosos, miró a la morena.

—Mione —dijo, arrastrando la palabra—, ¿sabes lo hermosa que eres?

—Estás borracho, Ronald —dijo Hermione con desdén cuando Ron se acercó para tocarle el brazo—. Vete a la cama.

—Pero, de verdad —comenzó Ron de nuevo. Podía oler el whisky de fuego en su aliento—, eres...

—¡Ron, ya basta! —exclamó Hermione cuando sus dedos se cerraron en torno a su muñeca y trató de tirar de ella. Luchó por liberarse de su agarre, pero él no la dejó ir. Se dio cuenta, horrorizada, que estaba apoyado con la intención de besarla. Puso su mano libre contra su pecho y empujó. Se movió hacia atrás y la miró. Su mirada vidriosa había sido reemplazada por una de ira.

—¿Por qué no me besas? —preguntó. Sus dedos aún estaban cerrados alrededor de su muñeca. A pesar de que trató de retorcerse, él no la soltaba—. ¿No me quieres, Mione?

—No, Ron —dijo ella. El dolor en la muñeca empeoraba. Suspiró—. ¡Suéltame! Me estás haciendo daño. Vete a la cama. Mañana te habrás olvidado de todo esto.

—Pero yo te amo —dijo Ron y, sin previo aviso, su boca se movió hacia delante y sus labios casi chocaron con los de ella. Sintió la bilis en el estómago cuando probó el alcohol en ellos. Ron apestaba. Trató de forzarla a abrir la boca con la lengua y ella luchó por alejarse de él. Perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. Su peso se movió y Ron cayó encima de ella. Instintivamente, extendió la mano para empujarlo pero era demasiado pesado. Él ya no era el niño pelirrojo y flaco de su primer año. Ron era un hombre joven, grande, musculoso y ahora mucho más fuerte que ella.

—¡Ron, por favor! —le rogó Hermione mientras los labios de él se movían hacia sus mejillas. Sintió que se le tensaba el cuerpo cuando la mano que no sujetaba sus brazos se arrastraba hasta su estómago y encontraba la curva de sus pechos. Mientras apretaba uno, ella gritó y se echó hacia atrás. Al colocarse por encima de ella como un depredador hambriento a punto de atacar a su presa, Hermione vio algo en sus ojos que nunca había visto antes. Había una oscuridad que nunca había esperado ver.

—Oh, vamos, Mione. Harry me ha dicho que te gusto. ¿Qué tal un poco de besuqueo, eh? —sonrió. No era su sonrisa habitual. Era una sonrisa oscura, retorcida y maligna.

—No, me estás haciendo daño... ¡Ay! Sólo... ¡Suéltame! —Hermione trató de empujarlo de nuevo pero él no se movió. En cambio, sus dedos se cerraron alrededor de su estrecha muñeca y trató de tirar de ella hasta poder besarla. Como no se dejaba, lo sintió mover su peso corporal y se dio cuenta demasiado tarde de que se había colocado entre sus piernas. Estaba atrapada debajo de él—. Ron, por favor... Por favor, no hagas esto... Estás borracho... Simplemente... —Él se apretó contra ella y se dio cuenta de que estaba excitado. Podía sentir su erección contra la tela de los vaqueros—. ¡Ay! ¡No!

Su cuerpo se rindió completamente cuando sus labios encontraron los de ella otra vez. Dejó que la besara. Dejó que la tocara. Trató de alejarse de él pero no pudo. No había ningún lugar al que ir. Trató de escabullirse de su agarre pero él no la dejó. La borrachera nublaba sus sentidos y estaba a punto de caer sobre ella. Se quedó inmóvil al sentir sus manos deslizándose bajo su camiseta desabrochando su sujetador. El pellizco en sus pezones se sentía como una violación y lloraba en silencio mientras sentía cómo desabrochaba sus pantalones antes de tirar de ellos hacia abajo. Sus dedos la exploraron por lugares en los que jamás debió haber estado. Mordió uno de los cojines del sofá cuando su miembro hinchado la penetró y permitió que le abriera más las piernas mientras empujaba más profundamente. Un gemido llenó sus oídos mientras sus manos violaban su cuerpo una y otra vez. El dolor era insoportable. Las lágrimas caían por sus mejillas y sintió el corazón romperse en su pecho. Algo dentro de ella había muerto.

Se quedó mirando la pared mientras las lágrimas caían en silencio por su rostro. El hedor del alcohol la hacía enfermar. Podía saborear el vómito en la parte posterior de la boca y suprimió una arcada cuando unos dedos rozaron sus labios. Con cada golpe dolía más. Rogaba en silencio porque terminase. Deseaba morir. Lo único que quería era que aquello acabara de una vez. Que la oscuridad de la noche la tragara, se la llevara a otro mundo lleno de sombras donde nada de eso existía. Ojalá alguien, cualquiera, entrara y los encontrara. Que alguien se la llevara. Pero nadie vino. Estaban solos. Y ella se había perdido. Rota. Desgarrada para siempre.

Él terminó con un gemido y sus labios se presionaron firmemente contra los suyos. Lo sintió vaciarse dentro de ella y se tendió sobre su cuerpo durante un rato, jadeando, antes de levantarse y cerrar la cremallera de sus vaqueros. Se inclinó para besarle la frente indiferente a las lágrimas en sus mejillas y el sabor de la sal en los labios.

—Te quiero, Mione —dijo, mientras dejaba que un rizo marrón se deslizara entre sus dedos. El gesto podría haber sido fácilmente confundido por suave o amoroso. Pero era la caricia de un borracho que no sabía lo que había hecho. Quien, al amanecer, no recordaría la devastación que había causado. La besó en la frente de nuevo—. Fue increíble.

Él ni se inmutó por la forma en la que ella se subió los vaqueros sin mirarlo y se acurrucó en una bola cuando la dejó en el sofá. Tropezó con la mesa de café mientras se tambaleaba para salir de la habitación y Hermione escuchó sus pasos por las escaleras, pasos que iban desapareciendo mientras se abría paso hacia arriba. Pronto el sonido se extinguió. Estaba sola otra vez. La tranquilidad en la sala volvió, lo único que se podía escuchar eran sus propios sollozos y el sonido suave de las llamas que bailaban su danza de medianoche en la chimenea.

Temía el momento en el que rompiera el amanecer. No quería recordar. Nunca sería capaz de olvidar.


Para todos aquellos que estén tentados a reclamarme por un supuesto bashing a Ron, aclaro: ¡Esto no es bashing! Amo la pareja de Ron/Hermione y la defendí durante años ante las ganas de mis amigas de que mataran de una vez a Ron para que Harry y Hermione pudieran acabar juntos. El bashing es cuando un ficker descarga su odio sobre un personaje y le humilla. Esto es sólo un recurso de la autora para crear el ambiente perfecto que desencadenará futuros sucesos.

Ahora, espero que os haya gustado y me dejéis un bonito review :DD

27/10/13 a las 12:38