Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama.

Advertencia: Violencia y lenguaje adulto. Además de un alto contenido de spoiler de todo el manga en general.

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Without Regrets—

«Beyond Two worlds»

El rugido furioso y agónico del titán blindado la obligó a taparse los oídos. Todos estaban un poco atontados ante tal aullido, pero la sorpresa de ver que aun sin la parte superior de su cráneo, Reiner seguía controlando sin ningún problema al cuerpo del gigante, era algo que los dejaba sin palabras.

—¿Acaso eso ha sido una señal para algo o alguien? —exclamó Hanji, aterrizando junto a ella en el tejado.

Frunció el entrecejo. Se suponía que había sido alcanzado por un gran número de lanzas relámpago, ¿por qué seguía con vida? ¿Acaso eso era otro poder que le otorgaba el ser un titán cambiante?

Armin, Jean, Sasha y Conny observaban a Braun atónitos. Intentando encontrar alguna explicación lo suficientemente convincente como para poder entender la exorbitante situación. Y a juzgar por el brillo en los ojos de Arlet, pudo notar que debía estar realizando alguna de sus teorías u observaciones acostumbradas. Aunque en ese instante, debían tomar acción. No serviría de nada sacar conclusiones en circunstancias como esas, tenían actuar antes que sus oponentes lo hicieran.

Zöe les hizo ademanes a los demás soldados que se encontraban con ellos, ordenándoles dispersarse y estar alerta. Lo mejor por el momento era alejarse todo lo que pudiesen de Reiner.

—Manténganse lejos de Reiner, no sabemos de qué es capaz el enemigo a estas alturas —demandó la líder del escuadrón, haciendo que todos abandonaran ese estado de estupefacción y retrocedieran al fin.

Mikasa se vio incapaz de moverse, pensando en una forma para finalmente acabar con aquel rubio que no había sido más que una piedra en el zapato desde el principio. Tenía que hacer algo para evitar que ese bastardo escapara con vida. Ya había fallado una vez, no volvería a desperdiciar una oportunidad como esa. Mataría a Reiner allí mismo.

Tomando determinación, aprontó sus cuchillas y disparó el gancho en dirección al cuello desprotegido del titán, del que ahora emergía el ex-soldado, y se impulsó con el gas.

¿Acaso su punto débil era el mismo que el de cualquier titán? Si eso era cierto, suponía que Reiner seguía vivo gracias a que las lanzas relámpagos no habían alcanzado su nuca. Entonces, si eso era verdad, bastaría con cortar en la parte posterior de su cuello y así...

—¡Puedo matarlo!

Armin, quien había estado a punto de llamar a su amiga al ver que ésta no acataba las órdenes dadas, ahora se encontraba contemplando algo en el cielo que se acercaba donde ellos estaban a toda velocidad. ¿Un proyectil enemigo acaso? ¿Y por qué parecía ser un barril gigante?

—¡Mikasa, aborta toda operación ofensiva y vuelve a tu posición! —exclamó Hanji, exasperada. ¿Qué estaba haciendo? Bertholdt podría aparecer en cualquier instante y tomarla por sorpresa. ¡Ahí no importaba cuán habilidosa fuera, ése sería su fin!

—¡Mikasa, detente! —corearon Jean y Sasha, desesperados ante el claro peligro que corría su amiga.

Los gruñidos guturales que escapaban de la garganta de Eren (al ser incapaz de hablar en su forma de titán), demostraban su desaprobación ante el intrépido acto que la azabache estaba llevando a cabo, arriesgándolo todo para intentar acabar con uno de sus enemigos más peligrosos hasta el momento.

En aquel instante, Armin pudo comprenderlo todo. Hoover siempre había estado escondido esperando tener una oportunidad para poder atacarlos, y si asociaba eso con el alarido reciente del titán acorazado, sumándole aquel extraño barril que iba en su dirección... Entonces seguramente ese proyectil que iba hacia donde se encontraban Braun y Ackerman, era el escondite del titán colosal.

—Mikasa, debes cambiar de rumbo, el enemigo está escondido en ese proyectil que va hacia ti. ¡Probablemente sea Bertholdt, sal de ahí ya mismo! —Quiso hacerla entrar en razón, alertando al mismo tiempo a todos sus colegas.

—Esto es malo —musitó Springer, apretando los puños.

Nadie era capaz de moverse de su sitio, miraban con terror como la chica avanzaba a toda velocidad hacia el inmovilizado Reiner.

Por su parte, Mikasa había decidido a ignorar los gritos de todos, incluidos los de la líder de su tropa y los de Eren-Titán. No podía retroceder, no ahora. Tenía su chance y no la dejaría huir. Los mataría con sus propias manos.

Debían entenderla, si no los detenía allí, la humanidad jamás podría ganar.

Y de repente, el grito de Armin había llegado a sus oídos, justo cuando estaba colocándose en posición para rebanarle el cuello al traidor y acabarlo de una vez por todas.

Paró en seco y levantó la vista por unos segundos, justo cuando sus pies habían tocado la carne quemada perteneciente a la nuca del gigante.

Allí pudo darse cuenta de que había algo que se dirigía justo hacia donde se encontraba. ¿Cómo no lo había notado antes?

Sus finas cejas se juntaron y antes de que pudiera reaccionar, ante sus ojos apareció la típica explosión de luz que se podía ver cada vez que un humano se transformaba en titán.

El barril de madera estalló, revelando Bertholdt en medio de su conversión.

La onda de choque creada combinada con el vapor que destilaba la anatomía del titán colosal fue tan grande que la mandó a volar varios metros.

Accidentalmente había soltado los pistones en medio del vuelo y se encontraba incapaz de recuperarlos, cosa que le impedía utilizar su equipo de maniobras para afirmarse a algún lugar y no chocarse con alguna edificación.

Todos habían sido testigos de la aparición de Hoover en su forma de gigante, quien seguramente tenía la intención de rescatar a su amigo rubio.

Su llegada también había implicado una onda expansiva y una fuertísima corriente de vapor que, si hubiesen estado más cerca, de seguro hubiesen sido arrastrados. Aún así, habían tenido que cerrar los ojos y aferrarse a las superficies.

Algo que todos también habían observado, había sido el momento exacto en el que la morena había salido eyectada fuera de sus campos de visión.

—¡Mikasa! —había llamado Armin con desesperación al ver que había desaparecido y no daba señales de vida. Sin pensarlo, comenzó a correr por los tejados, siendo seguido por Jean. Ambos tenían la esperanza de que pudieran encontrarla sana y a salvo.

—Resiste, Mikasa, ya vamos por ti —exclamó Jean, saltando de una casa a otra.

Zöe se había encargado de dividir a los soldados en dos grupos para que rodearan al recién llegado, mientras que Jaeger se había dejado llevar por la ira al ver que su hermana adoptiva había salido despedida por culpa de aquel desgraciado. Ya encontraría una forma de llegar a su nuca y lo destruiría allí mismo. Sus gritos coléricos se habían vuelto ensordecedores. Eren estaba perdiendo el control.

Solo esperaba que Mikasa se hubiera alejado a tiempo. ¡Sí! Ella, después del capitán Levi, era la más fuerte de toda la legión y de la humanidad, ¡de seguro había sabido cómo manejar la situación!

Concentró el endurecimiento en sus puños nuevamente. Haría lo mismo que Annie había hecho en el muro Sina, intentaría trepar el cuerpo de Bertholdt para así acabarlo de una vez por todas. Mientras, los miembros del cuerpo de exploración se movía ágilmente a su alrededor, queriendo ayudarle en todo lo posible.

Comenzó a correr lo más rápido que pudo. Sabía que el titán colosal, debido a su gran tamaño, se movía demasiado lento, cosa que le daba cierta ventaja.

Cuando llegó a su pierna, dio un salto y se sujetó con fuerza, procediendo a escalar, ayudándose con sus pies.

Mientras tanto, el individuo de más de cincuenta metros se había movido de manera hasta perezosa para tomar a Reiner y colocarlo sobre su hombro. Acto seguido comenzó a mover sus brazos, intentando alejar a los soldados que los sobrevolaban, golpeando a más de uno y asesinándolos al instante.

Jaeger rugió, avanzando con cierta dificultad en dirección al punto débil de su adversario. Los destruiría, los mataría a todos y cada uno de ellos, y luego los devoraría. ¡Esos bastardos pagarían por todo lo que le habían hecho a la humanidad!

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Sintió sus músculos entumecidos, pudiendo moverlos a duras penas. Se encontraba sentada en el suelo, incapaz de ponerse de pie.

Se había estrellado con un edificio, para luego caer unos siete metros hasta finalmente llegar al piso.

Tan fuerte había sido el golpe que su equipo estaba destrozado y ya no tenía ninguna utilidad.

Había oído cada uno de sus huesos crujir. De seguro se había quebrado un par. Sin mencionar que no podía ni sentir las piernas y mucho menos moverlas.

Además, su cuerpo estaba tan adolorido que parecía que en cualquier momento se le caería a pedazos. Sin mencionar las graves quemaduras de tercer grado en su cara, torso y brazos debido a la exposición directa y prolongada a los gases internos que habían surgido del titán colosal. Su piel en dichas zonas estaba toda ampollada, roja y hasta en carne viva.

Llevó su mano hacia el posterior de su cabeza, palpando delicadamente la zona. Enseguida sus dedos fueron humedecidos con un espeso líquido. No necesitaba verlo para saber de qué se trataba.

Dejó sus brazos caer y cerró los ojos. La sangre se había deslizado por la pared hasta llegar al suelo, formando un charco carmesí.

Nunca se había sentido tan débil. Siempre se había creído invencible, sobre todo cuando se hallaba en el aire, siendo impulsada, a la vez que daba grandes volteretas. Moviéndose con una gracia letal y una velocidad incomparable, blandiendo sus espadas, lista para ir atacar. Siendo el arma y escudo de su raza.

Jamás se había doblegado, pues no se lo permitía. Debía cargar con las vidas de aquellos que creían en sus habilidades y la seguían. Ésa siempre había sido su responsabilidad, durante la defensa de Trost lo había comprendido: no podía accionar sin considerar y darse cuenta el peso sobre sus hombros. Además, no podía dejar que sus problemas personales la corrompieran. Debía mantenerse siempre fuerte, siempre invencible, siempre imparable.

¿Y qué había sucedido ese día? Después de haber atravesado cosas inimaginables, saliendo casi ilesa, caía por un tonto descuido. Y en su primera expedición, mientras salvaba a Eren del titán hembra junto al capitán Rivaille, también le había ocurrido algo parecido. Al haberse confiado más de la cuenta, casi había sido aplastada. Si Levi no hubiese intervenido a tiempo, no le hubiese ido tan bien que digamos.

Es que ése era su fallo, su debilidad y al mismo tiempo su fortaleza: Eren Jaeger. Él le había dado la fuerza y un motivo para vivir. Le había brindado un sueño por el cual mantenerse en pie y le estaría eternamente agradecida. Aunque también, había desarrollado un fuerte vínculo con él. Incluso si le molestaba, para ella era imposible no preocuparse. Y sobre todo ahora, que era nada más ni nada menos que la esperanza de la humanidad.

Constantemente lo sometían a una presión demasiado abrumadora y asfixiante. Además, con todos los hechos que habían pegado duro en el joven muchacho, cada vez lo sentía más lejos de sí. Su ideal se había transformado en su obligación, en su motor. Por eso, se forzaba a sí misma a seguir sus pasos. Jaeger era todo lo que le quedaba y no estaba dispuesta a perderlo. Haría lo que fuese e iría dónde fuese el de ojos verdes, porque le debía su existencia y porque no podía fallarle. Era eso lo que la volvía tan apasionada, despreciando hasta su propia vida para mantenerlo a salvo, para alejarlo de aquellos que solo buscaban herirlo. Haría lo que fuera por él.

Al final, se había vuelto dependiente del joven. Ni siquiera pensaba cuándo éste se hallaba en peligro y era capaz de todo con tal de salvarlo. Pero... ¿qué era lo que había sucedido al final? Se encontraba allí, tirada en el suelo sin poder levantarse. Débil y gravemente herida. ¿Cómo había pasado aquello?

Había estado tan concentrada en acabar con aquel desleal, que no había medido el peligro y había terminado en un estado deplorable.

Su más grande miedo había sido caer. No poder mantener el ritmo y perder toda aquella fuerza que creía tener, para solo desplomarse. Para sentir el frío en sus mejillas y darse cuenta lo indefensa y débil que era. Al igual que aquel día del año 844.

La máscara había caído y aquella niña llorosa y marchita había quedado descubierta justo en el peor momento. Ya no tenía nada con qué protegerse ni salvarse. Al final, esa falsa fortaleza no le servía de nada. Seguía estando indefensa ante el cruel y nefasto mundo.

Una solitaria lágrima recorrió su mejilla. Porque se daba de que todo ese tiempo había estado creyendo ir a la par con sus amigos y colegas, cuando en realidad era ella la que se estaba quedando atrás. ¿Cómo podía ser tan miserable?

El brillo de sus ojos fue reduciéndose y un gesto cansado de instaló en su semblante. Podía escuchar los gritos de sus camaradas mientras luchaban. Incluso algunos insistían con seguir llamándola. Pero era inútil. La historia de Mikasa Ackerman terminaba allí.

Había sido una buena vida. No había tenido nada que envidiarle a nadie. Todo lo que necesitaba siempre lo había tenido, y por más que quisiese aferrarse a aquél que ni bien se habían conocido se había vuelto en su luz, ya no tenía energías para hacerlo.

Lo más triste de todo, era que algo que siempre había catalogado como amor fraternal o hasta obsesión, no eran más que sentimientos puros y sinceros. Eren tenía su corazón desde el principio y apenas cuando la vitalidad comenzaba a escapársele de las manos se daba cuenta.

¿Cómo podía ser tan patética? ¿Cómo se atrevía a considerarse fuerte a esas alturas? ¿Acaso estaba dispuesta a dejar todo atrás? ¿Su familia, sus sueños, sus esperanzas y deseos?

¿Por qué? ¿Por qué no podía seguir luchando? Quería levantarse, ¿por qué nadie la ayudaba a hacerlo? ¿Por qué no podía hacerlo sola?

—Eren, Armin... —quiso llamar, quiso decir, quiso gritar; pero ningún sonido abandonó su garganta.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, logró quitarse el equipo para luego tumbarse boca abajo, comenzando a arrastrarse, ayudándose con los brazos. No se quedaría allí haciendo nada mientras esperaba su muerte. Debía llegar con su escuadrón, no podía permanecer en ese sitio. No deseaba morir.

—Yo aún puedo seguir… aún puedo luchar… Yo… —musitó con voz queda, como si le doliese hasta hablar.

Angustiada, intentó continuar avanzando, agotando los pocos impulsos que aún le quedaban. Y dando un gemido abatido, se derrumbó en el piso. Ya ni siquiera podía moverse. Estaba acabada.

Cerró los ojos, queriendo aguantar toda la rabia que sentía. No quería que las cosas terminaran así. Quería seguir. Rogaba poder ponerse de pie y reanudar su lucha. Solo rogaba por una segunda oportunidad. Una última esperanza para poder seguir, para poder remendar los errores y finalmente ayudar a la anhelada victoria. Quería hallar una forma de eludir aquella situación que la hacía sentir tan patética.

Perdónenme, Eren… Armin… —pensó llorando de manera silenciosa, negándose a aceptar su derrota. Una última oportunidad para vivir, solo eso deseaba.

Mikasa…

Inmediatamente sus párpados se levantaron y sus irises oscuros buscaron con prisa la persona que se encontraba citando su nombre. Pero, para su sorpresa, se encontraba sola en la escena. ¿Acaso había sido su imaginación o alguna alucinación antes de perecer?

Mikasa, ponte de pie —dijo aquella voz tan suave y dulce, la cual se le hacía malditamente familiar.

Lo peor de todo de escuchar a alguien hablarle pero no ver a ese alguien, era que aquellos llamados parecían provenir de su cabeza misma. Es decir, que no los oía de otra persona. Y cosas como ésas la hacían insistir con lo de las alucinaciones pre-mortem.

Aunque, si escuchaba con atención, ¿acaso estaba pidiéndole que se levantara? ¿En tal mal estado se encontraba como para pedirse a sí misma algo que era imposible en su actual condición?

Vamos Mikasa, sabes que puedes hacerlo, ponte de pie —insistió aquel extraño individuo que ahora habitaba en su quebrada mente—. No es un juego.

Hubiese seguido mofándose de sí misma, un poco extrañada de aún seguir consciente luego de ya unos interminables minutos, si no hubiera percibido de golpe como el dolor se calmaba gradualmente. ¿Acaso al fin estaba sucediendo y abandonaba ese mundo? ¿Si era así, por qué incluso se sentía más vital y enérgica? ¿Acaso eso era lo que seguía luego de la muerte?

Y como si de golpe todo hubiera desaparecido, se hallaba en plena oscuridad. No había un suelo ni un cielo, era como si estuviese flotando en el limbo. En su cuerpo no había heridas ni sensación de malestar alguna. Como si nunca nada hubiese sucedido.

Aquí está tu segunda oportunidad Mikasa —aquella empalagarte tonada esta vez sonó a sus espaldas. Se giró en un impulso, encontrándose con una luz cegadora. Genial, ahora se encontraba hablando con un fantasma.

Quiso hablar, con voz fuerte y decidida, pero en lugar de eso solo se pudo oír un débil murmullo:

—¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

No obtuvo respuesta por parte de la lámpara parlante, por lo que decidió reclamar una vez más.

—¿Quién eres?¿Qué es eso de segunda oportunidad? —Bueno, al menos le había salido un poco más claro.

Eso no importa ahora, solo debes concentrarte en cumplir tu misión y arreglar los errores cometidos en el pasado. Volverás donde todo comenzó y esta vez, deberás enmendarlo a base de tus experiencias vividas —De repente, una extraña calidez la envolvió. Un sentimiento de paz y calma tan reconfortante que deseó que siguiera por unos minutos más. Era como si alguien la estuviera abrazando con un amor inmenso que incluso lograba pasarle esa sensación—. Debes confiar y enfrentarte a todo lo que este cruel camino dispondrá frente a ti, para cambiar el futuro deberás cambiar el presente…

Deseosa de interrumpir para aunque sea pedir una mentada explicación, separó sus labios, aunque nada salió de ellos.

¿¡Por qué siempre sucedía eso en los momentos importantes!? De golpe aparecía un destellito parlanchín y ella incapaz de hablar, como de costumbre. Necesitaba saber si era coña o alguna broma que su mente le estaba haciendo mientras agonizaba en las calles de la abandonada ciudad, o era cierto todo ese delirio místico que estaba presenciando.

—E-espera —articuló con una impresionante dificultad. ¿Acaso el hecho de encontrarse en medio de una alucinación hippie también significaba hacer el puto subnormal y no poder hablar como persona "civilizada"?

Todo depende de ti —pausó—. Buena suerte, Mikasa Ackerman.

Y como llegó, se fue. La llamita se apagó, quedándose sola. Y de la nada, comenzó a caer. ¿A qué? Ni idea, pues estaba todo tan oscuro y negro que si no fuese porque el cabello se le movía y el viento que aparecía de quién-sabe-dónde le daba justo en la cara, parecía que ni siquiera se movía.

Y justo cuando estaba por desparramarse contra el piso luego de lo que parecieron horas cayendo…

—¡Mikasa, arriba!

Abrió los ojos enseguida, sentándose como resorte. Con un sentimiento de espanto, comenzó a mirar a su alrededor en busca de la lucecita supuestamente imaginaria que había estado hablando con ella hacía unos minutos atrás.

—¿Eh?

¿Pero qué era eso? Ya no había ni oscuridad ni destello con inexplicadas capacidades para hablar con voz de mujer de treinta años, sino que frente a sus narices se extendía un vasto pastizal, el cual era brevemente interrumpido por una pequeña cerca que suponía marcaba el límite de la propiedad en la que se hallaba; y a la gran distancia cortado por una inmenso bosque y aún más a lo lejos, una cordillera de montañas que parecía rodear la zona en la que estaba.

Se estiró, animándose a bostezar antes de frotarse los ojos, esperando que al volver enfocar la vista siguiera en el destruido distrito de Shiganshina. Aunque para su desgracia, seguía en medio de ese puto campo.

Pudo ver que estaba reposando cómodamente sobre la tupida hierba, descansando bajo la sombra de un formidable árbol. Acarició la corteza con una de sus manos, preguntándose qué era lo que hacía allí y qué era ese lugar. Y cuando finalmente reparó en la extraña pequeñez de sus extremidades, por fin se dio cuenta de que: ¡Tenía cuerpo de una niña de nueve años, joder!

Ante tal hallazgo, se puso de pie de un salto, mirándose de arriba abajo, comprobando que ni siquiera vestía su uniforme de la legión de reconocimiento, sino un vestido blanco holgado con un abrigo rojo. ¿Pero qué mier—?

—¡Mikasa, vamos, que la cena está lista!

Y aquel llamado que antes había parcialmente ignorado, había captado toda su atención. Esa voz. No podía ser cierto, si se suponía que su madre había muerto seis años atrás. ¿Cómo era posible?

Y justo cuando estaba por perder la cordura, una mujer de unos treinta años se asomó por la puerta trasera de la casa, la cual daba al patio en el que la confundida muchachita se hallaba.

Y cuando la vio, la poca calma que había podido guardar se había desmoronado. Ahogó un agónico gemido de sorpresa cubriéndose la boca, al instante en el que sus ojos se llenaban de lágrimas.

¿Qué era lo que estaba sucediendo? ¿Cómo era eso posible?

—Ma-mamá —gritó en un arrebato, corriendo hacia la susodicha para darle un fuerte abrazo y ya de paso, hacerla retroceder varios pasos por el empujón.

La mujer la miró un tanto extrañada e incómoda por la rara reacción de su hija, se limitó a acariciar su cabello mientras la veía en silencio. Sin atreverse a decir palabra.

Esa sensación… cómo la había extrañado. La había necesitado y buscado por tantos años, queriendo rememorar lo que alguna vez había perdido. Y ahora, se encontraba allí. Justo en frente, tenía a alguien que sin duda le había faltado todo ese tiempo. ¡A su querida madre!

—Cariño, ¿sucede algo? —gritó alguien desde el interior de la casa, acercándose hacia el lugar en el que se estaba llevando a cabo la tierna pero confusa escena.

¡Reconocería esa voz donde fuera!

—Pa-papá —Y sin más, cuando el mayor de los Ackerman hizo acto de presencia, se lanzó hacia él tal como lo había hecho con su madre para abrazarlo y corroborar que de verdad estuviese allí. Queriendo asegurarse de que no era una simple ilusión.

—¿Acaso ha pasado algo Mikasa? ¿Por qué lloras? —indagó su progenitora, agachándose para quedar a su altura y comprobar su estado.

Eso mismo quería saber ella. ¿Cómo era posible que estuviesen vivos? ¿Acaso todo eso había sido un sueño? No, imposible. Lo recordaba tan bien y detallado. Las charlas, las peleas, los gritos y las discusiones. Todo había sido tan real, y aquello, para su desgracia o fortuna, también lo era.

Y cuando finalmente comprendió que ésa era su casa, su llanto se había hecho aún más fuerte y estruendoso, abrazando a sus padres con tanto esmero que parecía querer fusionarse a ellos para nunca jamás tener que separarse.

No le importaba cómo o por qué, lo único que necesitaba saber era que estaba allí con sus progenitores luego de años de extrañarlos y soñar con un imposible reencuentro. Por fin tenía algo que tanto había añorado: un abrazo familiar.

Pero, si una Mikasa de nueve años estaba allí y también el matrimonio Ackerman, es decir, sus padres... ¿Eso quería decir que había vuelto a…?

—¿Shiganshina?

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¡Hola gente!

Sí, vamos, es mi primer fic y ya quise empezar bastante complicada. Y sí, tal vez ni siquiera tengo un perfil como la gente, pero no importa.

Os explico sobre este fic, por si aún no me ha quedado muy bien: He recreado escenas del capítulo 77 del manga de Shingeki no Kyojin (El último hasta el 10 de febrero), y lo que yo me imagino sería la aparición de Bertholdt en el aún pendiente capítulo 78. Y aquí quise mostrar como Mikasa "muere" en el campo de batalla y ante su ruego por una segunda y última chance para poder corregir los sucesos, es trasportada al lugar donde todo comenzó; sí, es como un viaje en el tiempo, solo que vuelve a su cuerpo de niña con sus memorias intactas. No hay dos Mikasa's en este tiempo, sino una sola. De Shiganshina destruida, pasó a Shiganshina… ¿tranquila? No se me ocurre como decirlo XD

Por otra parte, estoy muy feliz por empezar a publicar en Fanfiction. Antes que nada aviso que esta cuenta es compartida. Como ya veis en el perfil, somos Pandora (yo) y Morgana (mi "hermana"). Ambas subiremos fics en conjunto aquí y si no es un fic escrito por ambas a la vez, será uno en el que no ayudemos con las tramas o los capítulos particulares. Por ejemplo, éste. Without Regrets es producto de su gran intelecto y mi talento como Drama Queen (?)

Volviendo a la historia, imaginarme a Mikasa teniendo que lidiar con situaciones ya vividas y verla reaccionando a ellas me ha seducido mucho. Y sí, los viajes en el tiempo están muy trillados, pero ¡eh! Si se sabe llevar la trama y darle giros interesantes, un cliché puede volverse algo original y único (en mi caso, eso espero) xD

Bueno, querida gente de Fanfiction, espero que este humilde fic sea bien recibido y recordad que dejando algún review me alegrarían el día. Yo vivo de reviews… y de agua y comida, pero es ya es otra cosa. (?)

¡Saluditos a todos!

Pandora.