Este fic participa para el reto especial de aniversario "Lo bueno viene de a cuatro" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Lista escogida: Las cuatro casas de Hogwarts

Nota: Como no se especifica mucho, he cogido a cuatro personajes, uno de cada casa, poco conocidos y he escrito una historia de ellos.

Espero que os guste, aunque sea un poquito


De reencuentros, amantes, declaraciones de amor y whisky de fuego


I. Ravenclaw

El restaurante Las Siete Rosas había abierto sus puertas a las seis de la tarde, hora local. Llevaba esperando más de cinco minutos, pero quiso aguantar un poco más, ya que su cita no llegaría hasta las seis y media. Le gustaba ser puntual, por lo que los nervios hacía que estuviera un rato antes.

Habló con la camarera y ésta la acompañó hasta su mesa, donde se sentó en seguida. Pidió un poco de agua para beber, ya que la garganta la tenía un poco seca por los nervios. El corazón se le estaba acelerando a cada minuto que pasaba.

Era la primera vez que quedaba con un chico después de su transformación. Llevaba años soñando con eso y ahora que había llegado su momento, no podía esperar un segundo más. Apenas conocía a su cita de hoy, pero tampoco le importaba; estaba dispuesta a abrir sus puertas a todo aquel que quisiera entrar en su vida.

Se sentía feliz y entusiasmada.

Miró el reloj por enésima vez. Las siete menos veinticinco. La gente comenzaba a llegar poco a poco y a sentarse en las mesas cercanas a las de ella. Llegaba tarde, pero tampoco quería ponerse en lo peor. Su vaso de agua estaba vaciándose a una velocidad pasmosa y estaba tentada a pedir otro, pero tampoco quería llenarse el estómago de bebida; luego no le entraría bocado alguno para la cena.

Las siete menos cuarto. Tal vez le haya ocurrido un imprevisto y por ello se estaba demorando.

Las siete. Media hora que debía estar allí y tres cuartos de hora donde ella llevaba sentada en su mesa. El maître le tuvo que pedir en varias ocasiones que se pasara a la barra del bar si su pareja no llegaba, puesto que había otras que estaban esperando para una mesa. Tuvo que disculparse continuamente, alegando que estaría a punto de aparecer su cita.

Sin embargo, no apareció. Resignada a seguir esperando un minuto más, cogió su bolso y se levantó cuando alguien se lo impidió.

—Llevo rato observándote desde la barra —le dijo el hombre misterioso a su espaldas; ella ni siquiera quería mirarle a la cara, puesto que detestaba que se apiadaran de ella, pero tampoco quería parecer maleducada y se volvió a sentar—. ¿Me deja al menos invitarle a esta velada?

Ella asintió. No podía perder nada cuando, evidentemente, había sido plantada. Tal vez pasara una buena noche junto a ese desconocido. Puede que hasta pudiera ser algo más que un conocido.

Alzó la vista hacia el hombre. Su rostro le era algo familiar, pero no conseguía dar con él. Era rubio, de enormes ojos azules y una espesa, aunque muy cuidada, barba. Frunció el entrecejo, intentando recordarle… ¿de dónde le había visto?

Oh, no. Acababa de caer en la cuenta de dónde le había visto. No podía ser. Le parecía increíble que fuese precisamente ÉL quien le estuviera invitando a cenar. Justo el chico del que estaba locamente enamorada desde que era adolescente. Había cambiado, pero parecía el mismo de siempre. Pero, ¿y si se da cuenta y estropea la velada? Aunque, por otro lado, debía darle el beneficio de la duda.

—Perdona, no me he presentado —interrumpió sus pensamientos el joven con una sonrisa que a ella le quitó el aliento, para no variar—. Soy Cormac McLaggen.

«Es tan guapo que a cualquier chica le explotaría los ovarios solo con su presencia», se dijo a sí misma.

—Encantada —contestó—. Yo soy… —Tardó unos segundos en responder, ya que no estaba segura de si decirle su verdadero nombre o no—. Soy Delilah Haworth —consiguió decir al fin.

Cormac le tomó una mano y se la besó. La muchacha se sorprendió ante el gesto, puesto que sabía que, de saber su secreto, no se atrevería a hacer tal cosa. Alzó una ceja y se preguntó hasta dónde podría llegar antes de revelárselo.

Probablemente hasta sea divertido.


La velada estaba siendo tal y como Delilah se esperaba. Cormac era atento y caballeroso, aunque notaba su ego recorriéndole por los poros de su rostro. A decir verdad, dudaba mucho de que hubiera mujer en este mundo que él pudiera amar más que a él mismo. A pesar de lo interesante que parecía la noche, bien es cierto que del único tema del que hablaba era sobre quidditch. A ella le gustaba un tanto, pero no le apasionaba como para no tener otra conversación más que esa.

Cuando abandonaron el local, Cormac le insistió en acompañarla a casa. Ella declinó la oferta varias veces, pero estuvo tan insistente que al final no pudo evitar ceder.

—He de reconocer, Delilah —comenzó a decir cuando llegaron a la puerta de la chica—, que me ha sorprendido gratamente haberte conocido.

—¿En serio? —preguntó incrédula, la joven.

—Hablo completamente en serio. Es más, me he preguntado en varias ocasiones en dónde te habías estado metiendo todos estos años.

Delilah estaba alucinando en colores. Recordó que, en su época de Hogwarts, su mejor amiga, Rachel, le había comentado que él le había dicho esas palabras precisamente. Se estaba dando cuenta de que no había cambiado ni una pizca. Tenía toda la pinta de que usara esas palabras para todas sus conquistas. Le dedicó una amplia sonrisa, intentando contener la risa.

—Me encantaría volver a verte y poder conocernos mejor —le dijo McLaggen.

—Yo… yo creo que no quieres eso —le instó la chica.

—¿Por qué dices eso? ¿Necesitas algún tipo de prueba que lo demuestre?

—Bueno, yo…

Sin embargo, antes de que pudiera decir más nada, Cormac la cogió de la barbilla suavemente y la besó. Fue un beso bastante intenso, pero a la vez lento y tierno. Tanto, que a ella le conmovió pensar que hacía tiempo que nadie la besaba de aquella manera y tenía sus dudas de que volviera a repetirse, así que se dejó llevar por el momento. Cuando se separaron, Cormac la miró a los ojos, mientras le retiraba un mechón de pelo detrás de su oreja.

—Me tienes loco —le confesó el chico. Otra frase que le solía decir a Rachel. El chaval tenía el repertorio bastante reducido, por lo que podía comprobar.

—Me alegra saber eso —comenzó a decir ella, alzando una de sus cejas con cierta picardía—, porque he de confesarte yo ahora algo, que probablemente, te interesa.

Cormac le cogió ambas manos y se las acercó para besarlas. Estaba sumamente cariñoso con ella y eso le enternecía y le divertía a partes iguales.

—Ahora me tienes intrigado.

—Verás —comenzó a decir, carraspeando levemente antes de proseguir—, ¿recuerdas a ese chico en Hogwarts que le encantaba jugar a los skittles y participó en uno de los torneos que se hicieron en el colegio y que quedó finalista?

Cormac se quedó pensativo un momento. Tras pensarlo mucho, contestó:

—Oh, sí. Un tal… Declan algo —consiguió decir, tras mucho esfuerzo.

—Haworth.

—Cierto. Recuerdo que ese chico solía estar encaprichado de mí. Yo, como comprenderás, no le correspondía, pero a veces me resultaba un perrito faldero. —Pestañeó varias veces al darse cuenta de que no comprendía qué tenía que ver ese chico con ella—. ¡Ah, ya entiendo! Ese muchacho es tu hermano, ¿verdad?

—No.

—¿Tu… primo?

—Tampoco.

—¿Un pariente lejano?

Ella negó con la cabeza, sonriente.

—Pues no comprendo nada, amor. ¿Qué tiene que ver él contigo?

—Porque somos la misma persona.

Cormac le soltó las manos de repente. Su cara de sorpresa era un verdadero poema.

—Pero no puede ser —dijo señalándole de arriba abajo—. Tú eres… eres… ¡una mujer!

—Así es. Pero hasta hace unos meses, no.

—Pero, ¿por qué? —dijo con cara de verdadero espanto.

—Pues porque nunca me sentí bien con mi cuerpo y un día me di cuenta de que yo, en realidad, era una mujer.

—Entiendo —afirmó demasiado tranquilo para la cara que había puesto hacía tan solo un momento—. Me parece que tu vecina te quiere decir algo.

—¿Qué vecina? —le preguntó, girándose para ver de quién se trataba. Pero, cuando regresó la vista hacia McLaggen, éste se había desaparecido.

Por curioso que pudiera parecer, a Declan o, mejor dicho, Delilah, no le extrañó el comportamiento de su antiguo amor platónico. Por suerte para ella, le conocía lo suficiente para no llevarse un chasco como aquel.

Lo mejor sería, pensó, que no le revele tan pronto su secreto a sus próximas citas o los espantará a todos.


Nota: Declan Haworth era un chico de Ravenclaw que compitió en el Torneo de Wizards Skittles en el año escolar 96/97