Digimon no me pertenece, basta del masoquismo.

Este fic es dedicado a mi amigui Sakura Tachikawa, su regalo de pre-cumpleaños, luego viene el de cumpleaños y seguiremos con el post-cumpleaños, ella me comprende. Espero que sea de tu agrado, querías a un Matt celoso y te di un Matt celoso.


CAPITULO I:

Pantalones sexies


Pero por qué tanto alboroto entre las chicas. Algo andaba mal, unas gritaban, otras corrían y el resto susurraba. Ella tenía que saber por qué tanto escándalo, la curiosidad mató al gato y tenía que saberlo, para así calmar su ansiedad ante el nuevo chisme o la nueva sensación de la escuela.

Con mucha dificultad logró meterse entre un tumulto de chicas, pero no lograba ver nada al final del pasillo. Aburrida y decepcionada analizó todo el panorama. Nada, no había nadie en ese terreno, de unos quince metros, todo estaba tranquilo y eso aumentó su duda.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó sonriente a una chica que estaba junto a ella. Ella tenía que saber al menos algo, porque la ansiedad y el brillo de sus ojos la delataban.

—¿Es que no lo sabes? —la castaña negó rotundamente y la chica abrió su boca sorprendida —en menos de dos minutos —miró su reloj —lo sabrás, pon atención en el profesor que salga de ese último salón.

Mimi suspiró resignada. Lo positivo era que en poco tiempo sabría qué pasaba. La chica dijo que se fijara bien en el profesor, qué puede tener de bueno éste, si a ella le daban clases puros profesores ya entrados en la tercera edad, nada guapos. Unos eran simpáticos, pero no guapos. Otros eran gordos y burlescos, sus sarcasmos lastimaban. Y no podían faltar los amargados que solo vivían para joder la vida del alumno. Qué de bueno podía tener ese profesor, si en esa escuela estaba claro que no había ningún maestro sacado de una película de romance.

—¡Ahí viene! —exclamó la chica más emocionada que antes.

Los suspiros y las miradas insistentes por las demás chicas no se hicieron esperar. Mimi entrecerró los ojos, al ver como la puerta del salón de clases se abría. Vio como un hombre joven salía cargando su portafolio y unas carpetas. Era de tez blanca, cabello negro, una barba delgadita adornaba su lindo y perfecto rostro. La castaña ya lo estaba entendiendo. El hombre, parecía tener ojos color café oscuro, las cejas notoriamente finas y sí, no era nada feo. ¿Un profesor guapetón?

Todo el alboroto estaba justificado si se trataba de ver ese rostro tan varonil y apuesto. Como no queriendo, bueno sí, tenía que verlo de pies a cabeza, bajó su mirada. Andaba bien vestido, camisa de botones color guinda, fajado y su pantalón. Oh, su pantalón. Las hormonas comenzaron a viajar a gran velocidad dentro de sí. Las partículas de amor volaron en su interior, estacionándose en sus mejillas, sonrojándola por completo. ¡Ese pantalón le quedaba tan bonito!

En ese momento no se escuchó música de violines, ni de otro instrumento musical de cuerdas que fuera romántico. Adiós arpa, adiós guitarra. Lo que sonó en su interior fue una canción de Katty Perry, nada fuera de la realidad.

El sexy profesor, cuyo pantalón le quedaba perfecto, algo similar al tenista Rafael Nadal en el video de Shakira. Nótese que era hipnotizante verlo caminar con ese estilazo tan sensual que la estaba haciendo babear. Sus mejillas le estaban ardiendo, con justa razón las chicas admiraban así el paisaje de la naturaleza. La música seguía revolucionando su cabeza, era la primera vez en su vida que lograba sentirse en ese escenario tan magnetizante con otra persona que no fuera Matt Ishida, ya que cuando lograba ver directamente hacia los ojos azul zafiro de él y mirarlo fijamente, se quedaba anclada al suelo, su cerebro se desconectaba, las mariposas volaban en su estómago y también lograba sonrojarla. Dos lindos panoramas, de los cuales no tenía queja alguna.

Una sonrisa boba adornó su rostro, porque observaba al próximo modelo de pantalones Levi's para hombres.

Es que no debería ser maestro, debería ser modelo.

El profesor desapareció del pasillo. Haciendo que todas quedaran anonadadas al ver semejante manjar. Solo él y Dios sabían si logró escuchar tanto murmullo acerca de lo bien que se le moldaban los pantalones, lo perfecto que se miraba con su camisa elegante o lo apuesto que era.

Poco a poco las chicas desaparecieron, ella suspiró mientras logró recargarse en una pared, aún extasiada con lo de hace minutos. Sonrisa boba, mirada con brillo especial y con satisfacción, algo similar a cuando compra miles de zapatos. O cuando luego de una jornada de fiesta, sus pies descansaban al quitarse las zapatillas de tacón, tras haber bailado con ellos toda la noche, un efecto orgásmico invadía su cuerpo.

En un largo tiempo, no podría sacarse al profesor sexy de su mente.

—¿No deberías tener clases? —preguntó una voz a lado suyo, la castaña sacudió su cabeza para despejar tanto pensamiento impuro de ella.

—Oh. Sora —qué bueno que era ella —tengo hora libre, no tengo profesor asignado. Tengo libre hasta las nueve.

—Faltan cinco minutos —resopló, algo andaba mal con su amiga andaba bastante distraída y sus mejillas estaban un poco coloraditas.

—Oh, debo darme prisa —se alejó, para evitar cualquier otro tipo de pregunta, conociendo a Sora, no la dejaría ir hasta que confesara todo lo que revoloteaba en su cabecita —hablamos en el almuerzo.

La pelirroja ladeó su boca, mientras observaba cómo su amiga se alejaba del corredor. Algo rondaba por la loca mentecilla de Mimi, de eso no había dudas, lo iba a descubrir, eso también estaba más que claro. Sonrió, después habría tiempo de hablarlo con su mejor amiga.


¿Qué buena imagen puede dar un profesor o una profesora que llegaba tarde a su primera clase?, ¿Con qué moral le iba a pedir puntualidad y asistencia a los alumnos cuando él carecía de esta?, entendía que al ser la primera semana de clases, los maestros podían desorientarse al buscar su aula, pero por lo mismo, por ser maestros debían de estar atentos a todos los detalles de la escuela y no agotar sus quince minutos de tolerancia.

Mordisqueó su lápiz. Le pasaba que llegara cinco minutos tarde, pero ¿quince?, ya era una burla. Su tonto profesor de geometría y trigonometría no llegaría. Hablando de profesores, la cosa guapa y sexy que miró hace casi media hora. Raro ver a esa chulada de profesor rondando por la escuela. Atractivo él. Caliente la situación. Y bonito sus pantalones. Mimi no tendría problema en tener un profesor así y en llegar temprano a sus clases, malditas suertudas las alumnas que podían compartir aula con él. ¿De qué serán sus clases?, es muy joven para ser de matemáticas, ¿historia?, podía ser alguien culto. También podía impartir la asignatura de literatura. Apoyó su mejilla en la palma de su mano, verlo recitar poesía sería otro regalito del universo para sus ojos y sus oídos. Más para lo primero, quién podía ponerle atención, teniendo tal aspecto físico…

—Buenos días —alguien cortó abruptamente sus pensamientos —siento mucho la demora, les prometo que no volverá a pasar —sin girarse a ver al dueño de esa voz, Mimi supuso que al fin el profesor se dignó a entrar al salón y al menos era franco y tenía humildad.

—Mimi, Mimi —una compañera habló tras ella con un tono de voz algo ansioso —mira al profesor.

¿Para qué? Ladeó su boca mientras escuchaba los cuchicheos de todas las chicas de su salón, automáticamente recordó cuando vio al profesor… Alzó su vista, para ver al profesor que no tenía autoridad. El salón estaba más en orden cuando él no estaba, qué clase de profesor era ese, uno bien tonto de seguro.

Lentamente y con cara de disgusto, ser impuntual y no imponerse a los alumnos dejaba mucho que desear, ojalá se pudiera dar de baja esa clase para no tener que tolerar a esos maestritos que hacían un curso en el verano y se creen lo máximo. De a poco la expresión en el rostro de Mimi fue cambiando; pantalones ajustados de mezclilla, camisa guinda y…

Sin duda esta sería la mejor clase que tendría en su vida. ¡El sexy profesor era SU PROFESOR! Ahora entendía el desorden y la ansiedad de todas, era un pecado tener a ese hombre tan sexy cerca. Ya le perdonaba todo, estaba dispuesta a no quedarse con ninguna duda en sus clases.

—Mi nombre es Masato Tanaka, soy el profesor quién les impartirá en este curso la clase de Geometría y Trigonometría —apuesto, con buen cuerpo y una voz masculinamente sensual.

La castaña, en realidad todas las chicas, miraban atentas como el profesor asignado se paseaba de un lado a otro en el salón, dando su presentación y las normas a seguir en su clase. Ninguna de las chicas ponía atención a lo que decía, solo se dedicaban a escanear al joven profesor que amablemente daba un recorrido por el aula, quizá sabía que todas las chicas babeaban por él o tal vez lo ignoraba, pero bendito era en mostrar cada uno de sus ángulos frente a todas.

—Para empezar la clase alguien me puede definir ¿Qué es la geometría o que estudia? —dijo firme frente a todo el curso. Como era de esperarse la mayoría de las chicas levantaron sus manos mientras soltaban palabras, que bien iban relacionadas con la materia, pero no era exactamente lo que el profesor preguntó.

Muchas estaban desesperadas para que las viera, les preguntara su nombre y por ende les hablara. Mimi, en cambio, permaneció seria, observaba al profesor, estaba bien verlo, pero de eso a arrastrarse por él, ¡Jamás! No iba con su imagen de señorita digna, sus compañeras deberían aprender a comportarse, no era nada bonito lucir desesperada frente a los hombres. Si acaso el profesor le cuestionaba algo, directamente a ella le respondería gustosa, pero ahora no.

Él sonrió como todo un galán de cine, las chicas estaban a nada de perder el control. ¿No era consciente de la bomba sexy que era y que con solo curvar sus labios muchas podían caer infartadas?

—¿Alguien que pueda dar una definición más clara? —volvió a cuestionar, luego de solo recibir palabras sueltas: ¡figuras!, ¡ángulos! —alguien que pase al frente y que explique lo que sabe de geometría.

Achicó los ojos observando de punta a punta el salón, como fue de esperarse nadie quería participar. —De no haber voluntarios, habrá víctimas —sonrió con malicia.

Oh se acerca. Alerta. Alerta. Te está viendo.

Mimi abrió los ojos sorprendida. Ella tan calmadita que estaba y el profesor la tomaría de víctima.

—Tú sabes —chocó su hombro contra el de ella con delicadeza motivándola a pasar a exponer —tienes cara de que sabes.

Mimi cerró los ojos con fuerza, para evitar ver al profesor y no sonrojarse frente a él, esa no era la mejor manera de obligarla a participar. Respiró hondo y profundo para tranquilizarse, se estaba poniendo nerviosa.

—¿Cuál es tu nombre?

—Ta-Ta-Ta…chika-kawa Mi..Mi —diablos, ya estaba nerviosa, titubeó hasta para pronunciar su nombre, qué sería de ella cuando tuviera una exposición. Era un castigo de Dios por andar de pecaminosa. Jamás volvería a verlo. Aclaró su garganta —Tachikawa Mimi —dijo con un hilo de voz.

—Pasa enfrente —sonrió.

La castaña se resignó rápidamente, estaba segura que si protestaba lo único que ganaría es quedar como tonta. Total, hablar en clase era algo que siempre hacía. Además tenía conocimientos básicos de geometría y bueno, no le daba miedo hablar en público. Al parecer no había problema alguno. Caminó no muy segura hasta enfrente de todos, para su desdicha el profesor también se quedó delante de ella, eso sí que era un problema. Miró a todos sus expectantes, tragó saliva.

—La geometría es… —genial se había bloqueado —la geo-geometía, perdón —aclaró su garganta, tratando también de aclarar su mente —la geometría es...


Era el colmo, se trabó por completo en clase de geometría, no articuló ni diez palabras. No soltó ninguna frase coherente, solo se paró frente a todos para hacer el ridículo con sus balbuceos, sus intentos de hablar y que se le fuera la voz, pese a aclarar su garganta un millón de veces.

No logró nada, ¡NADA!

Lo único que pidió en ese momento, fue que la tierra se abriera y se la tragara. Fue una tonta, estar frente al profesor la intimidó lindo y bonito, menos mal que las de su salón estaban como lelas viéndolo y no recordarían su metida de pata, pero ella SÍ lo haría y no sería fácil de superar…

Vio a Yamato acercarse. ¡Alerta! ¡Fuego! ¡Olé!

Pese a portar el uniforme de la escuela, lucía simplemente genial. Es más, hasta más sexy se miraba. Con ese modo de andar, brutalmente sensual, era casi vulgar verlo caminar de ese modo. O quizá era ella quién se imaginaba todo. El calor de su cuerpo se elevó casi sin control, tenía miedo de perder el dominio. Agitó su cabeza. O sea, primero el profesor y luego Matt, tenía que tener un poco más de pudor.

Pero nadie podía negarse ante tal belleza masculina. Matt, por ejemplo, con sus finas facciones, su cabello rubio y el color de sus ojos; azul especial. Amigo de toda la vida, que de un tiempo acá le movía el suelo y ponía suma atención en él. No era la clase de tipo expresivo, era lo contrario, y ese misterio la atraía más, guapo y con personalidad, algo que el doctor le había recetado tiempo atrás.

Y él la quería matar o descontrolar. Vio como alzó su brazo, para pasear sus dedos entre las finas hebras doradas que conformaban su cabellera. Deja que su modo de caminar fuera especialmente perturbador para su salud mental, el modo de peinarse no le cantaban mal las rancheras y la forma en que sus caían sus cabellos, cubriendo parte de su rostro.

Mientras más se acercaba el rubio, su corazón latía con mucha más fuerza. El chico era bastante atractivo y por ende muy agradable para su vista: tenía un buen lejos, buen cerca, un buen perfil. En 360 grados MATT era perfecto, un círculo de sensualidad, como le enseñó HOY su profe de pantalones sexies.

Ya era mala costumbre de su parte. Algo andaba mal, los hombres hoy en día tenían la descortesía de provocarle malos pensamientos. Se sentía la peor chica del mundo. Ella era una princesa, no tenía porque andar viendo con deseo a dos hombres en el mismo día, ya no tenía pudor. Lo mejor era alejarse, evitarlo porque estaba claro que este día no era una delicada princesa, sino una cavernícola hambrienta de pecar.

Trató de ignorar el vuelco que su corazón pegó con la sonrisa de medio lado que el rubio le regaló. La imagen era brutalmente sexy, solo faltaban los flashes de las cámaras para sellar este mágico momento. Ella se mordió el labio, notoriamente nerviosa, era casi increíble el efecto que causaba en ella ese ligero y casi diminuto detalle.

Matt estaba frente a ella viéndola directamente a los ojos. En ese momento lo odió, el muy maldito no se ponía nervioso o, al menos, no lo demostraba. Ella en cambio, era un manojo de desasosiego. Esa sonrisita, esa miradita y la cercanía la estaban cautivando. La fría barrera que mostraban los ojos del rubio, ocultando y alejando sus sentimientos de todos, era un muro que ella estaba dispuesta a saltar para descifrar el misterio. Lo miraba embobada, y hasta algo ruborizada, sentía arder sus mejillas. Sería capaz de hacer todo por ese guapetón.

—¿Vas a entrar? —señaló con su dedo índice la puerta.

Tonta Mimi, tonta. Te quedaste parada en la puerta para verlo acercarse, sonreírte. Y lo volverías hacer una y mil veces.

La castaña desvió la mirada, relamió sus labios y solo se dedicó a asentir con la cabeza al no poder recuperar la voz.

El chico rodó los ojos. —Hay que entrar entonces —inclinó un poco la cabeza para indicar el camino hacia la cafetería, abrió la puerta dejando pasar primero a Mimi, que solo se quedó quieta en el mismo lugar —¿Y? —cuestionó achicando los ojos ante la conducta extraña.

La castaña chasqueó la lengua y mordió el interior de su mejilla. Sí que andaba torpe. Alternó su mirada; un segundo miraba al chico y en otro miraba la puerta que éste mantenía abierta para que entrara. ¿Qué condena estaba pagando? ¿Andar de mirona? Pues si era eso, se lo merecía. Mañana ni siquiera vería a los ojos a los hombres. Su sistema locomotor estaba descompuesto.

—¿Mimi? —interrogó con preocupación. La aludida solo movió graciosamente sus manos, ni ella se entendía. Matt sonrió al ver que las mejillas de la castaña se sonrosaron, era un gesto netamente adorable para él. La única respuesta que recibió por parte de la chica fueron bocanadas de aire ya que no articuló ni una sola palabra.

La Tachikawa resopló cansada, moviendo con torpeza sus piernas, entrando de una vez a la cafetería, donde sus amigos estaban y quizás ahí si podía distraerse y dejar de pensar bobadas impuras. El chico solo caminó tras ella, ignorando el motivo por el cual sentía una agradable y dulce sensación al verla de ese modo; tiernamente torpe.

—Amiga —saludó Sora a ver como la castaña se sentaba a su lado.

—Hola —contestó desganada, apoyando su mejilla en su mano. De plano tenía mala suerte, actuó como tonta solo por tener dos chicos guapos cerca de ella. El profesor poco importaba, lo alarmante era el rubio.

¿A quién le gustaría quedar cómo una tarada frente al chico de sus sueños? ¡A nadie! ¿A quién le pasaba? ¡SOLO A ELLA! De seguro Matt se burló de ella mentalmente. Era un castigo divino, la verdad.

—¿Ya se enteraron? —cuestionó ansiosamente Yolei, quién llegó a integrarse al grupo. La chica de cabellos morados vio las expectantes caras de sus amigos —¡Hay un nuevo profesor!

—¿Eso qué tiene de interesante? —comentó aburrido Daisuke.

—¡Qué es joven y apuesto! —gritó eufórica —tengo que averiguar qué clase da y en qué salones está normalmente.

—Eso explica tanto alboroto de las chicas en la mañana —Tai se cruzó de brazos —no puedo creer la indecencia de las mujeres de hoy, andan arrastrándose por un profesor, además no puede estar tan guapo, para ser profesor debes de estar muy anciano.

Mimi mordió su labio inquieta. Era el colmo, ya todos sabían de la existencia de ese profesor y se estaba muriendo por comentarlo. Era absurda su bipolaridad, por un lado quería enterrar el asunto y por el otro se moría por presumir que ese profesor le daba clases.

—¿No sabes ni siquiera su nombre? —preguntó Kari, interesada por la charla de su amiga.

—Mujeres —masculló molesto Tai —no quiero verte como las chicas locas de la mañana —le regañó —en realidad no quiero ver a ninguna de ustedes locas por el maestro.

—Solo pregunté su nombre, es raro saber que por la escuela anda un profesor joven y además guapo —se defendió la hermana menor de Kamiya, provocando que su hermano se indignara.

—Tienes novio y que está presente aquí —señaló.

—Solo pregunté el nombre.

—¡Ya basta! ¡Quiero hablar! —recriminó Miyako —no sé el nombre, por desgracia. Pero pronto lo averiguaré —sonrió maquiavélicamente.

Un escalofrío recorrió la espalda del castaño que anteriormente se hizo partícipe de la charla de las señoritas. Cuando a Yolei se le metía algo en la cabeza, no había nadie que le sacara esa idea de la cabeza. Era mejor no meterse en una disputa de mujeres, llevaría todas las de perder. Solo se encargaría de que Sora no anduviera de mirona de ningún hombre que no fuera él, y también trabajaría con Tk y en el control hacia su hermana.

—Solo sé que les da clases a los de cuarto semestre —cruzó los brazos viendo insistentemente a Izzy a Mimi, quienes eran los que estaban en esos cursos.

—A mí ni me veas, yo no sé de las cosas de chicas y no las entenderé —se defendió el pelirrojo.

Miyako hizo una mueca de disgusto, ¿Por qué los hombres se ponían celosos cuando hablaban de hombres más guapos?, enfocó su mirada hacia la castaña, que de inmediato enderezó su postura y sonrió y la chica de gafas correspondió a esa sonrisa.

Yamato, quien no opinó nada en la conversación, puso especial atención a la charla, más ahora que Mimi hablaría. Sentía curiosidad, así que discretamente paró la oreja.

—Se llama Masato Tanaka —sonrió ampliamente.

—¡MENTIRA! —exclamó Miyako —¡¿Es tu profesor? ¿Qué clase te da?, ¿Está tan bueno como dicen?, ¿es joven verdad? ¡QUIERO SABERLO!

—¡SÍ, SÍ,SÍ! —gritó igual de entusiasmada que su amiga, ya se estaba quemando por contarlo una vez que salió el tema a relucir —es profesor de geometría, tiene unos veinticinco años y pues… —se sonrojó de inmediato al recordar sus pantalones sexys.

—¡MIMI! —gritó aterrorizado Tai —¿¡Qué haces mirando a los profes! Esto me lo puedo esperar de todas menos de una señorita tan decente como tú.

El rubio apretó su mandíbula. La alevosía que la castaña imprimió en sus palabras al referirse del tipejo, que era el maestrucho de quinta categoría, le molestaron. Qué tenía que andar viendo al profe en vez de poner atención a la clase, quizá él era un coqueto y le faltaba a sus principios de ética. Pero, Mimi… debería de poner atención sus clases, como la señorita decente y digna que era, además de que sus padres la mandaban con sacrificio a estudiar, no a ver al profesor.

—No seas ridículo Tai —Yolei lo fulminó con la mirada —¡Amiga tienes que describirlo!

—Oh, bueno —giró sus ojos, aún más sonrojada —si es muy apuesto, es de tez blanca, rostro varonil. Su voz —respiró agitadamente, por la emoción —es ronca y sexy.

—Es viejo —interrumpió Tai.

¿Voz sexy? ¡JÁ! Él era cantante. ¿Quién tenía voz más sexy ahora! Y si tenía voz sexy, debía de ser porque sur cuerdas vocales estaban desgastadas de todo lo que había hablado en su vida, viejo rabo verde.

—Sora, calla a tu hombre —habló malhumorada —prosigue amiga.

Matt frunció el ceño por unos segundos. El rostro de Mimi estaba iluminado, ¿Por qué carajo? Er solo un profesor. De apoco, sintió una amarga sensación que recorrió toda su garganta y se estacionó en su estómago, sentía un hueco, uno que iba creciendo.

—Además viste bien, ya sabes lo que pensamos que los hombres con camisas de botones suman puntos —hizo una pausa para recordar la primera vez que vio al profesor, escuchó el suspiro que soltó Yolei.

—Viste como anciano. ¡Qué clase de joven quiere andar bien cambiado! ¡Es un anciano! —refunfuñó —son unas pecadoras, abusadoras de ancianos.

—¡Cállate Tai! Tú que sabes. Las mujeres somos quiénes decimos que hombre está guapo y quién no.

El moreno se removió molesto de su asiento. Matt miraba atento a la castaña, no le quitaba la vista de encima, quería saber más. Qué de bueno podía tener ese vejestorio de voz sexy y bien cambiado. ¿Eso era todo?

—Amolda bien los pantalones —se sonrojó totalmente. ¿Lo dijo o lo pensó?

—¡MIMI TACHIKAWA! —se levantó gritando fuertemente —¿Qué haces viéndole el trasero al profesor? ¡Eres una pervertida depravada sexual!

Matt sintió que caía en un agujero negro que no tenía fin. ¿Todo era por unos pantalones? La garganta se le secó. Eso dolió. Era como si Mimi le hubiese atascado una daga en su corazón y conforme hablaba, la remolía. No entendía por qué se sentía así, el chiste era que dolía y mucho. Respiró una y otra vez, tratando de moderar su ritmo cardíaco, para su suerte todos estaban boquiabiertos con las declaraciones de Mimi y el escándalo de Tai. Nadie prestaba atención a su miserable presencia.

La castaña solo se encogió de hombros totalmente sonrojada.

—Me tienes que decir quién es.

—¡YOLEI TIENES NOVIO! —volvió a exclamar el moreno —¿Qué les pasa chicas?

—Tai, si ustedes tuvieran una maestra linda también quisieran verla —habló Sora —no seas cínico.

—¡Eso no es cierto! —contraatacó —además, si hubiese una maestra linda, de seguro también sería vieja.

—No entiendo porque andan locas por el maestro como si él se fuera a fijar en ustedes —habló indignado el rubio. De inmediato se golpeó mentalmente, por qué carajo no se controló. Él ni vela tenía en el entierro, además no tenía motivo por el cual molestarse.

—¡GRACIAS! —culminó Tai mirando al cielo.

Las chicas quedaron cabizbajas, cómo era posible que con menos de veinte palabras alguien les pudo romper el corazón en mil pedazos. El susodicho, en cambio, solo suspiró aliviado de que nadie se diera cuenta de sus ¿celos?


Se tronó los dedos mientras caminaba de un lado a otro. Parecía imbécil queriendo hacer una zanja en ese pasillo. No tenía ánimo de entrar a clase, solo quería despejar su mente, controlar su ira y lo que sea que siente por Mimi Tachikawa.

Respiró pesadamente, todo el día anterior no se pudo sacar la imagen de Mimi sonrojada mientras describía con fervor al profesor "sexy".

—Profesor sexy —susurró de modo infantil queriendo imitar la voz de la castaña.

Qué de bueno podía tener un aburrido profesor de matemáticas. De seguro era gay, si vestía así de formalito y elegante. Definitivo ese maestro era un gay declarado, de seguro también iba bien perfumado y era delicadito. Sonrió con malicia al imaginarse cómo la castaña dejaba de ilusionarse con su profe, que resultó que bateaba para segunda.

En eso momento analizó la situación. ¿Por qué tenía ganas de patearle el trasero al profesor? ¿Por qué empezaba a compararse con él? ¿Por qué su corazón se hacía pequeñito al recordar lo embobada que estaba Mimi con él?

Desmenuzando la situación: recordó que cuando se encontró a Mimi en la cafetería, y ésta se puso nerviosa y se sonrojó, sintió bonito de imaginarse que era por él que estaba así. Desde hace un tiempo, algo en esa chica lo atraía. Hasta extrañaba los días en donde no estaba irradiando alegría a todos los amigos. Y cuando la miró tener el mismo comportamiento por otro hombre, todo cambió a ser desagradable. ¡Él quería ser el único en la vida de Mimi!, ¡quería ser el único que pudiera hacerla sonrojar así!

Eso quería decir que… ¡La princesa le robó el corazón al bufón de la calle!

Entonces… ¡Sentía celos!

¡No eran celos! ¡Era derecho de antigüedad! Él era el guapo de la escuela, el más deseado. ¿Por qué no hacía eso con él y solamente con él?

Ridícula su actitud.

Se recargó en una pared. Y por si fuera poco, estaba fuera del salón de la castaña, esperando a ver qué tan guapo estaba ese profesor. Ahora aparte de celoso era un acechador y no dudaba que sería capaz de usar su instinto asesino para patearle hasta la sombra al tipo.

Divisó a lo lejos del pasillo un hombre, se apreciaba que traía un maletín. El rubio frunció el ceño y lentamente relamió sus labios. Era él.

Caminaba con un idiota. Para empezar tenía las piernas chuecas, caminaba raro. Andaba bien cambiado, apreció cuando se acercó más.

Gay.

No era mediano. Un mediocre. Nada fuera del otro mundo, como para tener a Mimi cacheteando la banqueta. No estaba ni muy flaco, ni muy pasado de peso. Digamos que normal. Tenía finta de ser un debilucho, de seguro él podía ganarle en vencidas y en cualquier otra competencia de machos recios. Se peinaba como idiota y tenía la barba de un puberto, de esos que se afeitaban tres vellitos con el fin de que crecieran más y más gruesos. Y seguía analizándolo con disimulo.

¿Qué tenía ese imbécil que no tenía él? El profesor, no se miraba tan viejo, porque tenía cara de idiota. Ojos separados y parecían que eran de un retrasado mental, su nariz era más rara que la de Owen Wilson. Era puntiaguda. Además se peinaba como un ñoño ridículo.

¿Esa era la bomba sensual que estalló en la escuela? Por dios, era un baboso de pies a cabeza; parecía gay, no tenía porte y su estilo dejaba mucho que desear. Y su cabeza ¡ERA ENORME! Apenas y mantenía el equilibrio.

Rió con cinismo, ese profesor no representa peligro para él… solo que quiera seducir alumnas.

El rubio abrió por completo sus ojos, recordando la última frase de Mimi.

Amolda bien los pantalones.

¡Si cómo no! Ese esperpento, grillo parado. ¿Cómo? De seguro Mimi le quería tomar el pelo.

—¡Buenos días! —le saludó el profesor amablemente.

Matt lo vio por encima del hombro, ¿esa era su voz sexy? ¡Era más chillona que la de Janice de Friends! —Buenos días —respondió indiferente.

Sonrió. Tratando de explicarse qué le vieron a ese intento de ser humano.

El profesor permaneció minutos fuera del aula, esperando a que su colega terminara su clase. Matt supo manejar la situación, dejó de ver al profesor y mentalmente le inventaba mil apodos al pobre. Trataba de hallarle respuesta a las miles de incógnitas de su cabeza. ¿Por qué sentir celos de esa cosa? ¿Por qué sentía eso por Mimi?

Era un tonto… ahora miró como es que al intentar pasar al aula, dejó caer unas carpetas que sostenía en su mano, las listas de asistencia. El rubio achicó los ojos al ver que miles de hojas estaban regadas por todos lados, era de esperarse que las chicas quisieran ayudarlo para llamar su atención.

Observó como una cabellera castaña era la que juntaba unas hojas y de inmediato se incorporaba para esbozar una sonrisa.

—Gracias Tachikawa —habló el profesor al tomar las hojas que la chica le dio.

Y de nuevo ella se sonrojó.

¡MALDITO HIJO DE PERRA! De seguro quería seducir a todas las chicas del curso y Mimi con lo ingenua que era… Cerró sus ojos con fuerza, mientras se escuchó el ruido provocado por la puerta que se cerraba. De nuevo el hueco de su estómago apareció, tragó saliva en seco… Apuñó sus manos y maldijo a lo bajo.

TODO eso solo por ver un mísero sonrojo. Quería ahorcarlo, quería IMPONER RESPETO, pero con cuál derecho. La castaña solo es su amiga, y eso dolió más.

Tenía que irse de ahí, para torturarse menos y para evitar derribar la puerta de una patada. Pero sus jodidas piernas no reaccionaban, estaba anclado al suelo. Algo lo hacía permanecer ahí, para vigilar con detalle los movimientos de su rival.

Como no queriendo la cosa se asomó por la ventana de la puerta con discreción. Mimi estaba sentada en las bancas de frente, el profesor estaba a su lado y le sujetaba la MANO.

Su ácido estomacal hizo un recorrido fugaz hacia su garganta…


Jajajaja. La verdad es que morí de la risa escribiendo eso. Hace rato que no aparecía por mi cuenta, ya saben que la fundación Pídeme ésta, absorbe mucho tiempo. Nah, la verdad es que había perdido el interés hasta por leer fics, pero me regresó el amor para pagar viejas deudas. Querida Saku, espero te que te guste, te lo dedico con todo el amor de mi corazón.

Bueno, los personajes están algo OOC, pienso yo.. El fic está basado en hechos reales. JOJOJO, al menos lo del profesor. Matt anda loco, loco. Ya sabrán más en el próximo capítulo. AAH POR CIERTO: ES TWOSHOT, no pidan más. SOLO DOS CAPÍTULOS.

Ah también agradezcan a Leen que cuando quiere me jala las greñas y me obliga a escribir, una patada para ella POR FAVOR!

Nos vemos, espero que sea pronto. Cinismo. :D

El fin justifica los medios. No recuerdo que mas iba a decir. SAKU espero que leas la versión sin tanto error. jajaja. BESOS

EDITADO 15/062017

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