Una taza de espresso sin azúcar reposaba encima de un delicado posavasos de tela color blanco, al costado unas alborotadas manos cubiertas en guantes amarillos yacían agitando papeles, deslizandolas una por una, pareciese buscando una gran suma de dinero extraviado. El doctor miraba aturdido las hojas llenas de grafito y escrituras que solo él entendía, era un desorden que sólo él mismo podía entender.

Aquellas hojas manchadas lo cansaban insoportablemente, le hacía imposible su propia comunicación, muy parecido a la forma en que este delicado personaje se relacionaba con los demás. Delicado, complejo, misterioso, pero bello e inteligente a los ojos de los que llegaban a descifrar semejante jeroglífico. Era un lienzo en blanco ya manchado por el desprecio a la sociedad y a los héroes del bien.

A un rincón de aquella mesa de caoba, un pequeño papel que articulaba un nombre: Dr. Flug.

Así pues, el personaje a menudo se movía con descuido, llevaba una bolsa de papel y unos googles encima que cubrían por completo su enigmático rostro.

Tenía puesto un polo azul con diseño infantil de un avión partido en dos, jeans azules y cómodos sneakers rojos, encima lo cubría una impecable bata de médico color blanco.

-Te necesito ahora, ¿si? aparece por favor.- Suplicó a su montón de papeleo como si de un niño se tratase, tomó aire antes de agacharse debajo de su mesa, su mirada cambió de preocupación y desdicha a sorpresa y alegría, sus ojos se iluminaron al ver que entre otro montón de artículos se encontraba lo que estaba buscando: era un esquema detallado y perfectamente calculado para su último invento, una caja musical que transmitía audios sensoriales complejos mediante un disfraz de melodías tiernas con el objetivo de excavar la más profunda conciencia de las mentes de bien y bondad, y manejar sus propios principios en su contra. Su esquema estaba muy bien sintetizado, su producto estéticamente armonioso, era un toque perfectamente maléfico a las cajas musicales suecas datados en el s. XVIII.

El joven doctor solo tenía que borrar algunos apuntes y garabatos de más, luego revisar si su producto contaba con todas las funciones y condiciones cual como las apuntó en sus hojas.

Ya eran casi las 3 de la mañana, hora en que todo espíritu malévolo salía a "perturbar las mentes humanas más débiles y asustadizas por diversión". Siendo así, Flug sabía muy bien a donde se tenía que dirigir.

Salió por la puerta principal de su laboratorio, caminó con cautela por los pasillos de la oscura mansión en donde se encontraba, miró precavido por ambos lados si no lo estaban observando para luego quitarse la bolsa que cubría su rostro. Dio un fuerte respiro de alivio y sacudió su cabeza de lado a lado, acomodando sus googles y sosteniendo sin cuidado su producto y papeles.

Estaba tan agradecido de no tener un rostro humano, le encantaba su apariencia casi alienígena. Su anatomía interior era humana, pero su rostro asemejaba casi perfectamente a un pequeño pulpo Dumbo color naranja. Aquel experimento para cambiar su afeminado rostro no fue un éxito pero sí fue una dicha poder verse de otra forma totalmente distinta a la que nació, más aún sabiendo lo feliz que estaba de no ser misgenerizado de nuevo desde aquel incidente.

Mientras caminaba por la larga alfombra, realizó aquellos ejercicios de respiración habituales que siempre hace antes de enfrentar la parte más difícil de su día.

Solo tardó unos minutos en llegar a las enormes puertas que abrían paso a la oficina de su jerarca. Giro los ojos con desden al ver que la entrada se encontraba semi-abierta y cubrió su rostro con la bolsa de papel anteriormente retirada, las puertas que se encontraban frente suyo eran puertas grandes.. y tan grises como el corazón del dueño de aquella habitación.

En la distancia se podía escuchar un ronco tarareo de alegría. Curioso.

Tocó la puerta antes de empujar delicadamente con su espalda y ojeó con cuidado, cerciorándose de que aquel ser misterioso le diera una señal de aprobación antes de entrar. La habitación carecía de luz pero tenía varios orbes luminosos de espíritus flotando en ella.

-¡NO TENGO TODA LA NOCHE!- Gritó una voz casi bordando a lo endemoniado, la puerta se abrió de golpe y miles de fantasmas salieron disparadas de aquellas esferas de luz, chillaban burlonamente al de rostro encubierto de papel mientras se huían de la mansión, esa era su señal para ingresar a la oficina.

El menor rápidamente giró su cuerpo y corrió hasta quedar al frente del escritorio de su señor, en tan solo segundos su respiración y pulso se agitaron, como si de kilómetros recorridos se tratase.

El personaje que se encontraba allí enfrente estaba oculto en la penumbra, se visualizaba la parte trasera del sofá donde este se encontraba sentado, en una esquina de aquel se podía ver asomándose un gorro negro adornado con una cinta roja granate, luego una sonrisa tan puntiaguda como sus verdes colmillos. Aquellos colmillos despistaban la tranquilidad de cualquiera, y el científico podía jurar que era más como un fluorescente entre la oscuridad.

-J-j-je..j-jefecito...que- que gusto...verlo contento.

-Pero claro que sí idiota, es una noche tormentosa.- Dijo girando un poco su asiento, los rayos y fuerte luz de la luna llena no hacían nada para iluminar su espectral figura.- ¿Encantadora, no crees? La noche es toda una doncella despiadada. Sería una desgracia que alguien… como TÚ comprenderás... no tuviera un techo en el cual dormir esta noche.- Amenazó para luego reirse vilmente de su subordinado.

-¿Yo? Ay que gracioso que está en esta linda noche jefe-cito.- Flug tragó saliva y se sentó en la pequeña silla ubicada al frente del escritorio de su superior, acomodando sus bocetos, un plano y el producto final en ella.

-Comienza que me hago viejo.- El inmortal ordenó burlonamente, y con esto el doctor prosiguió a explicar su invento.

-Es un artefacto hecho de roble y metal que sirve para manipular el subconsciente heróico, maniobrando señales psicológicas directo al oído de nuestro contrincante, luego al cerebro en donde las señales tra-

-Utiliza MENOS palabras, ¿quieres? - Gruñó el demonio, giró su silla para visualizar a su subordinado por completo y salir de la penumbra que lo ocultaba. Era la hora favorita de este ser, pero también era la hora de supervisar el trabajo de, desgraciadamente, su más competente subordinado.

Allí yacía el ser de las tinieblas, sentado en un cómodo sofá giratorio de terciopelo y forro escarlata, nada más que el dueño de la organización más grande de artefactos para villanos del mundo en su sofisticada gabardina y conjunto negro+escarlata, ahora cruzado de piernas y sosteniendo con ambas manos una taza de espresso sin azúcar.

Black Hat.