CUANDO MI VIDA CAMBIÓ

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1. Un Día Inesperado

Creo que no volveré a sentir paz en mi interior en algún lugar, no, no después de lo que me sucedió, Me sentía ajeno a los peligros del mundo, de la tempestad que andaba en el ancho camino. Crecer entre los granjeros de Lossarnach, casarme con una jovencita de mi aldea, tener hijos y tomar el negocio de mis padres, eso era todo lo que añoraba o al menos esperaba. Mas mi propia historia resultó ser diferente, diferente a cualquier persona que yo conociera, pero es verdad, ni siquiera os he dicho mi nombre, Nirya fue el nombre que adopte y por el cual ahora soy conocido, sin embargo mis padres me llamaron Brethil, en realidad ese era mi nombre antes de escapar.

Viví en Lossarnach, en una aldea no muy grande, los campos eran llanos y las flores poblaban la hierba como una alfombra que se desplegara desde el Umbral de la casa. Nunca fui un gran aventurero y menos a la corta edad de veinte años cuando ocurrió todo, lo más lejos que había llegado en un viaje era hasta la hermosa Minas Tirith, tan blanca e imponente. Mi vida era humilde y a lo más grande que me había atrevido en una aventura era contemplar a un Huargo atravesado de flechas por los cazadores. En realidad, una aventura nunca me emociona, tal vez oírlas, en especial la "La Balada de Beren y Luthien" y "Frodo nuevededos".

El día en que empezó mi aventura, se cumplía cien años desde la destrucción del anillo, o también llamado el día del año nuevo. Primaveras y otoños inolvidables habían transcurrido desde entonces, que ahora se encontraban grabados en la memoria de los más Ancianos y Sabios de mi Aldea.

Un día magnifico fue ese hasta el crepúsculo, Pan y Miel servidos en las mesas de madera, y el vino se repartía en grandes jarras a todas las personas, sucedido de una gran algarabía y alborozo en todo el ámbito y en especial porque el año había sido abundante en cuanto la cosecha del año anterior. El sol se estaba ocultando y los últimos rayos de luz iluminaban débilmente la aldea, mientras el cielo se teñía de escarlata como si fuesen pincelazos. Creo que nunca olvidare tal atardecer, era inolvidable y nunca uno tan hermoso había iluminado los techos de las casas con un color tan dorado. Contemplaba el crepúsculo desde la ventana de la posada de la aldea, el marquillo de la ventana daba unas fugaces lucecitas que hacía ver más agradable el lugar. La jarra estaba llena de buena cerveza y había extranjeros con buenas historias que contar, me sentía agotado pero mi corazón gozaba de alegría.

¿Qué mas podéis pedir?, buen día, buena comida, buena cosecha y una buena jarra de cerveza entre las manos, creo que estáis de acuerdo conmigo, sin embargo, a ninguno de vosotros le hubiese gustado alguna impertinencia.

Como os estaba contando, aun me encontraba sentando en la suave y cómoda silla, contemplando el crepúsculo y llevando a mis sedientos labios la jarra fría. Más pasó lo que nunca me hubiese imaginado, impensable hasta entonces. La algarabía y el alborozo que abarcaba la aldea ya no era producto de la alegría y de los años de paz, se habían convertido en espasmos de dolor de los aldeanos, parpadeé nuevamente, pero esa visión no se borraba de mis ojos, no podía creerlo, volví a dirigir la mirada hacia el ventanal y todo era real, un estremecimiento corrió por todas las extremidades de mi cuerpo. Al poco tiempo me percate que un grupo de orcos con algunos Huargos habían arribado hasta la aldea, extraño en verdad por estos días donde los saqueamientos a aldeas era tan solo un mito.

Estaba navegando en mis propios pensamientos, de súbito me di cuenta que en la posada no estaba seguro, ya era demasiado tarde, cuando me gire hacía la puerta el posadero yacía sobre el mesón y la sangre caía lentamente hacía los barriles de cerveza, había sido apuñalado por un Orco de feroz aspecto y que ahora se dirigía hacía mi. Todo el temor me embriagó y caí de bruces sobre mis rodillas, y en frente se encontraba aquel orco, blandiendo una espada vieja y oxidada que apuntaba hacía mi torso, la espada se acercaba cada vez mas y mi corazón latía violentamente, aun más, cuando de repente, noté que la cabeza del orco estaba rodando por el suelo hasta detenerse cerca de mi mano, mientras sentía que algo se aferraba en mi brazo.

-¡Levántate!, tenemos que salir de aquí-dijo una voz fuerte e imponente, levante la mirada del suelo y descubrí con sorpresa que un extranjero me había tomado del brazo salvándome la vida, la espada que tenía en el cinto estaba teñida en sangre. Nos apresuramos hasta la salida trasera de la posada dejando atrás las vociferaciones de los Orcos que disminuían a medida que corríamos.

Me detuve de súbito, las lágrimas rodeaban mi rostro y la lluvia caía en grandes gotas, me encontraba sentado en una piedra lisa y bien pulida, estábamos en medio de un claro en el bosque, me gire hacía la dirección en que se encontraba mi aldea, pero una mano me tomó del hombro, levanté la mirada y contemple con horror como los vapores se levantaban desde mi aldea, era como si estuvieran dando la bienvenida a la muerte, me deje caer, la cabeza me daba vueltas y aun no recordaba nada con claridad, trate de reconstruir las imágenes borrosas que se sucedían en mi mente. -¡No!-gritaba- no puede ser- el odio y la venganza danzaban en mi corazón.

Y esto fue lo único que pude recordar: Corrí aceleradamente, tropezaba constantemente y siempre en mí brazo estaba aferrada la mano del extranjero, y lo que sucedía en la aldea era un espectáculo horrendo: la sangre de las personas corrían entre las calles como ríos precipitándose hasta llegar a un pozo escarlata, la tierra de mi aldea había sido estropeada y ahora había un hedor fétido en el aire, un Orco que estaba en frente de nosotros había desenvainado la hoja hiriéndome en el hombro, el extranjero empuñó con velocidad la hoja que él cargaba antes de que el orco asestara su próximo golpe, seguí corriendo con desesperación y ya no abarcaba ninguna esperanza, tantee con la mirada cada casa destruida, cada persona que yacía en el suelo, hasta que al fin, lo que con dolor esperaba, lo encontré, no quería correr mas, no importaría lo que pasara conmigo porque lo que vi enardeció mi corazón.

-¡Estúpido!- me dijo el extranjero-No puedes hacer nada corre-.

Pero con las últimas fuerzas que me quedaban en los brazos, logre deslizarme de la mano del extranjero (una fuerza inesperado que me sorprendió al igual que a él). Pero, ahora mis ojos se clavaban en ella, los sonidos me llegaban lejanos.

-¿Por qué?-grite para mis adentros –era tan joven-. Tome la mano inerte de mi hermana, los cabellos castaños estaban esparcidos por el suelo, envueltos de suciedad y de sangre, lloraba, con exasperación recostando mi cabeza sobre el cuerpo de mi hermana, sin embargo, su mano izquierda estaba aferrada a la inmóvil mano de mi madre, quede estupefacto, todo aquel dolor me abrumaba y el silencio se había apoderado de mi, las tome a las dos y las aferre contra mi pecho y mis lagrimas caían incesables sobre la hierba y la sangre que ahora yacía fría de mi hermana y mi madre me cubría los ojos.

Levante la vista levemente y a unos cuantos pies de donde habían caído mi madre y mi hermana, estaba mi padre atravesado por las inmundas flechas de los orcos, trate de acercarme pera las lagrimas me lo impidieron y ahora caminaba a tientas, porque el agua y el dolor me habían enceguecido y tan sólo podía escuchar el fuerte chapoteo de la lluvia caer sobre los pozos de sangre. ¿Cuanto tiempo estuve allí?, lo desconozco, puede que hayan pasado horas o tan sólo fueron unos fugaces segundos que se escapaban de entre mis manos, resbalándose para volar lejos, lejos del tiempo. Esa fue la última vez que vi a mi familia y la aldea que me vio nacer, tan sólo rogué al Único que no se malograran sus cuerpos. Eso es lo último que recuerdo de mi Aldea y de lo que pasó antes de llegar al Bosque.

Y allí adelante tomándome del hombro estaba aquel extranjero, inmutable observando el horizonte, había despertado de mis pensamientos, pero en esos momentos quería despertar de esa horrible pesadilla, aun ahora quisiera despertar, y ver junto a mi lecho a mi hermana, Uilin tomándome de la mano y diciéndome que todo había sido una pesadilla y yo le diría que nada sucedió de verdad y que ahora puedo volver a jugar con ella en las praderas y contarle historias en la noche para dormir. Pero no, no despertaría nunca, la cabeza me seguía dando vueltas y el rostro me quemaba. Me puse de pie de repente, quería correr hacia la aldea y tomar venganza, pero la mano del extranjero aun estaba sujetada en mi hombro.

-No lograréis nada muchacho-. Me dijo –os mataran antes de que llegues, estamos seguros en este claro, pero no por mucho tiempo- dijo mientras miraba inquisitivamente a cada árbol que se erguía a nuestro alrededor. Llevaba el extranjero una capucha parda y su cabello era como el azabache, el rostro era curtido por el viento y por los viajes. –Sois mas fuerte de lo que pensé- habló al fin rompiendo el silencio apuntándome con el dedo algunas heridas graves. –Aunque eso no es suficiente, Me llamo Emored y tu Nirya-.

-Brethil- le replique.

-Te llamabas- dijo volviéndose hacía mi, me percate entonces que seguía llorando y que ahora la lluvia había cesado, la noche despuntó y las estrellas ya titilaban frías en la bóveda oscura.

-Un día inolvidable- dije con ironía mientras me pasaba la mano por los ojos.

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Espero que les halla gustado es nuevo fic, la verdad es que me inspire porque quiero presentar un relato en la asociación tolkien colombiana que proximamente va a publicar el primer boletín virtual. Tal vez me demore en publicar el prox. Cap. Por que estare pendiente de la de Legolas, pero gracias si de todos modos les gusto.