Notas: Bienvenidos lectores, les saludan las autoras. Les traemos esta pequeña historia, con OCs incluidos. Esta historia tendrá de todo un poco: Romane (yaoi, siempre será yaoi señores) suspenso, humor y acción. Esperamos que lo disfruten, así como nosotras lo disfrutamos escribiendo.
Parejas principales: Dégel x Kardia, Albafica x Manigoldo, Shion x Dohko.
Parejas secundarias: Asmita x Defteros y Sisifo x El Cid.
Venganza a tinta roja.
Capítulo 1.
¿Llegamos al Santuario?
—x—
La lluvia azotaba a la región de Grecia, sin piedad alguna hacia los tejados y escondrijos que se abrían entre las casas. Las calles estaban encharcadas, turbias y resbaladizas dificultando la persecución que se llevaba a cabo entre las jovencitas acechadas; cuyo destino era el ya no tan distante Santuario.
No sabían exactamente cuánto llevaban así, pero eran conscientes que su paso había aminorado con la ropa empapada que les restaba movilidad, eso y el hecho de que una de ellas ya había sido herida por sus persecutores.
—Tranquila, Julieta. —dijo su hermana llevándola en su espalda—. Creo que estamos perdidas, así que no te puedo prometer que llegaremos a ese dichoso santuario…
—Isabelle… —respondió Julieta forzando su voz que apenas logró formular esas palabras por estado convaleciente y extremadamente débil, al que estaba sometida—. Déjame… esos monstruos nos matarán a las dos...
Isabelle sonrió, suponía que era mejor expresión que tragarse el miedo que se le atenazaba en los tobillos.
—Deja de decir tonterías. Sabes que no te dejaré —Reforzó su fuerza en las rodillas de Julieta—. Ya no tiene caso llorar o lamentarse… —Aún seguía corriendo con las escasas fuerzas que le restaban, mientras la lluvia arremetía contra ellas.
—Con este diluvio… ni un arca nos salva —susurró.
—Podría ser peor —respondió sin detenerse—. Sólo tenemos que luchar, hasta que nuestra alma grite victoria.
—Las almas no gritan «victoria», Isabelle… No estamos en la era espartana.
—¿Quieres dejar de contradecirme?
Más atrás se oyeron los pasos feroces, que ya parecían alcanzarlas. Las apariencias de esas "cosas", porque para Isabelle eso estaba lejos de ser humano, eran como emigrados del infierno. Con agresivos rostros, destilando agresividad y muerte por donde corrían. Las perseguían con unas excesivas ansias de devorar hasta el escozor de sus huesos, no ocultando la sed de sangre que se les escapaba en la llameante mirada.
Isabelle vislumbró un pequeño escondrijo en su corrida, lo cual era exactamente la división entre dos casas, que podría ayudarlas a ocultarlas en su insignificante deseo de salir con vida. Corrió con todo lo que dieron los pies, siendo difuminada por el torrente de agua que caía, permitiendo que lograran esconderse sin que los espectros se percataran.
Jadeando por el esfuerzo, recostó a Julieta en el piso y se acercó al borde de la pared para observar por el rabillo del ojo para verificar que las habían rebasado en ese juego de gato y ratón sin sentido. No vio nada que la alertara, ninguna presencia, ninguna alma, sólo la soledad de las calles y como eran reprimidas por la lluvia.
—¡Julieta! ¡Se fueron! —Se acercó a ella con una gran satisfacción, hincándose sobre sus rodillas para estar a su altura—. Debemos salir de aquí, ahora que los perdimos de vista.
Julieta sonrió con alivio. Se reclinó hacia adelante, pasando sus brazos por el cuello de Isabelle envolviéndola en un cálido abrazo.
—No recordaba la última vez que sentí alivio… —Abrigó en sus brazos a su hermana, quien respondió de la misma forma con la diferencia de unas minúsculas lágrimas mezclándose con la suciedad de su rostro. Julieta le acarició el cabello alborotado—. Ya, ya. Ya pasó, ahora, salgamos de aquí.
Julieta limpió las lágrimas de Isabelle, quien ya había asentido ligeramente.
—Vaya, vaya, ¿en verdad creyeron que se escaparían de nosotros? —Una voz chillona, similar al sonido que producían las ratas, emergió de la oscuridad—. ¡Yo, un servidor del señor Hades, no desperdiciaré sus almas al devorarlas!
Isabelle se levantó enseguida, y cuando sus piernas sostuvieron su peso, notó que éstas temblaban. Tenía miedo, ¿era no lo normal, no?, eso era lo que se sentía cuando la muerte saludaba enseñando sus dientes afilados.
—¡Issi, vete! —ordenó Julieta poniéndose de pie con ayuda de la pared. Ya había tratado el problema de su tobillo, ahora sólo quedaba que éste no le diera la espalda—. Yo lo entretendré. Tú aprovecha y escapa.
Las palabras no llegaron a los oídos de Isabelle, ni siquiera en la razón, cuando se colocó junto a su hermana. O se ibas juntas o morían juntas. No sonaba nada heroico, porque ninguna lo era. Porque el momento tampoco ayudaba, y porque su maldita suerte las había abandonado.
—Recuerda lo que nos enseñó nuestro padre… —intentó apoyarse en el recuerdo, tomando el trozo de una tubería abandonada en unas de las esquinas del callejón—. Sin importar las circunstancias…
—Hay que sacarle el pecho a la vida. —finalizó Julieta con una sonrisa.
—Lástima que las mías no son tan grandes. —se lamentó Isabelle, palpando su busto.
—Con algo de relleno podrás amortiguar el choque. —Se llevó un mechón de su oscura y corta cabellera detrás de su oído, pensando en que hasta las más mínimas cosas les preocupaban incluso en esa situación.
Extraña hermandad poseían. Siempre se apoyaban incluso en la situación más insignificante, y cada una respondía de la misma forma que les pareciera.
«El legado de nuestro padre vive en nosotras, sus luchas ahora son nuestras, y la victoria que él dejó inconclusa…. Nosotras la terminaremos »
Ambas hermanas arremetieron contra el espectro. Sus corazones ardían y en su interior un universo se estaba creando, latiendo en cara poro que habitaba bajo sus pieles. De sus auras un destello azul empezó a brotar, anunciando el despertar de esos cosmos tras una situación que había puesto sus vidas en un hilo, y que ellas desconocían totalmente.
Sabían que sus sencillas existencias no bastarían para reprimir la furia de ese espectro, el miedo tampoco ejercía buena tarea en ello. Y aún así, ese nuevo espíritu que cobraba forma dentro de ellas, les decía que todo iba a estar bien. Que no se rindieran, que los milagros siempre existían para aquellos que no se perdían buscando esperanzas.
Isabelle, como siempre de impaciente y tenaz, lanzó su rodilla al estómago del espectro con todas sus fuerzas, tratando de servir de distracción para que Julieta creara una barrida con sus pies y derribarlo al espectro. Ambas retrocedieron en un salto veraz, cuando el espectro cayó de espaldas en un movimiento poco elegante. Pero con la rapidez con la que fue derribado, se levantó.
—¿Llaman a eso golpe? —se burló—. ¡No me subestimen, mocosas! —Tomó por el cuello a las hermanas, como si sostuviera dos ramas entre sus manos y las arrojó sin piedad contra un muro dejándolas sin aliento.
El espectro se acercó a ellas, irritado por haber sido derribado por unas simples enclenques andantes. Puso sus manos sobre el cuerpo de Isabelle agarrándola por su cabello, enredando su puño en la maseta de pelo levantando su cuerpo de un tirón.
—¡Tú serás la primera en morir! —Encerró en sus manos el frágil cuello de la chica y empezó a cerrar el puño en torno a él—. ¡Ruega por tu vida, cucaracha!
Isabelle empezó a luchar por liberarse, cuando la fuerza aplicada contra ella era descomunal.
"Una situación desesperada merece medidas desesperadas."
«Padre…»
Se mordió el labio inferior y dirigió su vista al cuerpo inconsciente de Julieta. Sus ojos mostraron la cólera al mirar de cerca al espectro, al ver las líneas de su rostro, y percatarse como se mofaba de ellas.
—Mi orgullo estará de pie… —intentó hablar, clavándole las uñas en las manos—, incluso si me… espera la muerte. —Escupió el rostro del espectro y en un santiamén levantó sus piernas para envolver el cuello del espectro.
El cosmos latió. Palpitó y pareció concentrar toda la fuerza del universo en sus talones. Isabelle apretó las piernas con fuerza, y creando el hecho insólito, el espectro empezó a luchar por liberarse. El torniquete en su cuello mermó su ímpetu, al tiempo que ella también sentía que sus fuerzas se desvanecían y, el espectro las recobraba.
En ese instante, como si fuera una aparición, una sombra se postró detrás de ellos y bastó enfocar su vista para reconocerla.
—Julieta… —jadeó Isabelle.
Julieta terminó la labor que inició su hermana, tomando en sus manos el cuello del espectro, y entre ambas con un movimiento ágil y anticipadamente ensayado le rompieron el cuello, cayendo al suelo los tres cuerpos; uno sin vida y los otros ya sin energía.
En ese momento otros dos espectros aparecieron en la entrada del callejón, Isabelle casi inconsciente observó cómo los demonios corrían hacia a ellas con un destino seguro; acabar con sus vidas. Cerró los ojos, los milagros no se repetían… pensó, y antes de que el golpe unísono las alcanzara, una capa de hielo las envolvió a ambas deteniendo en seco el puente hacia la muerte.
Detrás de los espectros aparecieron dos hombres, uno de largo cabello con tonalidad verdosa y ojos color lila, y el otro, de cabello alborotado azulejo se juntó al otro, portando armaduras... ¿doradas?
En el instante que lograron detallar a los recién llegados, en el borde de la inconciencia, el hombre de cabello marino inyectó con una rapidez inverosímil lo que parecía ser una uña escarlata en los dos espectros, derribándolos a los segundos siguientes, cuando cayeron al suelo retorciéndose de dolor. Éste comenzó a reírse con sorna, propiciando patadas a los espectros, mientras el segundo hombre se acercaba a las hermanas con semblante sereno y calmado. Se arrodilló frente a ellas, con una pequeña rasgadura de labios que a penas y podía notarse. O quizás era una alucinación.
—Lo hicieron bien —dijo con suavidad a Isabelle. Se escucharon unos insultos al aire y el hombre frente a ellas echó un vistazo al otro, que seguía torturando con risas estridentes a los cuerpos inertes de los espectros—. Kardia, ya. Es hora de irnos.
Kardia reaccionó ante las palabras y pareció observarle con incredulidad.
—¿Volverás a quitarme el dulce sabor que me proporcionan mis trofeos, Dégel? —cuestionó desafiante, pero Dégel mostró una mirada de advertencia ajustando su entrecejo con ligereza mostrando señales de molestia—. Tomaré eso como un sí. —Chasqueó la lengua y se acercó a su compañero masajeando su melena, quedando frente a las hermanas—. Oh… —Observó el cuerpo inerte del primer espectro junto a ellas y su rostro mostró fascinación—, ¿acaso estas mocosas fueron capaces de encargarse de un espectro?
—No son de alto rango, pero aún así es algo sorprendente —opinó desvaneciendo la capa de hielo—. Entonces lo que sentimos, si fue cosmos.
Dejando reírse por simple deseo, Kardia las observó.
—Qué interesante. Puede que tengan una llama que pueda excitar mi corazón.
—Que yo apagaré si te acercas demasiado —advirtió Dégel, tomando en sus brazos el cuerpo de Isabelle e instó a Kardia a tomar el de Julieta—. Vamos a llevarlas al Santuario.
—Como digas, señor don tranquilidad. —Sonrió, y al sentir un escalofrío que no provenía del ya templado clima, las líneas de sus labios se profundizaron—. Parece que alguien no está de buen humor —Tomó el cuerpo de Julieta con una rapidez grácil, quedando en cuestión de segundos frente a Dégel quien ya le había dado la espalda. Éste le observó incrédulo, mostrando la incógnita en su rostro que su compañero se molestó en responder—. ¿Me vas a ignorar por estas chiquillas, Dégel?
Guardando silencio unos segundos, Dégeo intentó pensar en cómo diablos maquinaba la mente de Kardia para que se le ocurrieran ese tipo de ideas.
—Kardia, son sólo unas niñas.
—Eso no quita que me ignores.
—Sí, pero no sé a qué se deben tus celos. —Dégel aún sosteniendo a Isabelle terminó de cerrar la distancia que había entre ellos, teniendo como separación los cuerpos de las hermanas—. Suelo ignorarte la mayor parte del tiempo.
Kardia mostró de nuevo la sonrisa que ya era característica de él.
—Prefiero ser ignorado por tus libros. —sentenció con mordacidad, firmando sus palabras en los labios gélidos de Acuario.
Dégel no se esperó otra cosa y correspondió sin protestas. Kardia a pesar de tener una actitud infantil, no dejaba de ser apasionado.
—Es extraño verte con celos —le dijo casi en un susurro sobre los labios carnosos, ladeando ligeramente la cabeza.
—Es inevitable. Estás bastante bueno y, en un ranking de belleza creado en el Santuario a espaldas de la mayoría, tu nombre encabeza la lista. —Dejó una pausa para ver la reacción divertida en el rostro de Dégel, y divertida se refería a que sus cejas formaron un arco pintando el signo de interrogación—. En pocas palabras —prosiguió con regodeo—, eres considerado como uno de los santos más ardientes.
—La mayor atención recae en Piscis, Kardia.
—Sí, pero a Albafica le vale una hectárea y parte de otra.
—¿Y qué te hace pensar que a mí sí me interesa?
—No sé. Quizás eres más sensato que él y podrías, ¿qué se yo? ¿Pensarlo? —Kardia desvió la vista a uno de los evaporados cuerpos de los recientes cadáveres, hasta que sintió cómo su mentón fue sostenido, obligándolo en un modo sutil a regresar su vista.
Los dedos gélidos de Dégel sostuvieron su mentón con una de sus manos y con la otra a la chica que al parecer era bastante liviana. Su mirada violeta se incrustó en la suya, haciéndole retractarse de lo que dijo por lo felina que era.
—Kardia… —empezó de modo amenazante con garras de molestia en cada palabra.
—¡No es la hora de sermones! —gritó, antes de que pudiera asesinarlo con el frío de sus palabras—. Ya, vámonos.
Dégel se lo pensó un instante cuando Kardia le dio la espalda. Ya después hablaría con él acerca de ese ranking y, su nueva inseguridad en esas circunstancias no aliviaría el peso de dicha averiguación. Quizás después de esa misión le aclararía en qué dirección estaba fijada su vista; y era el objetivo fijo.
II
Los Santos de oro dieron retorno al Santuario con las chicas en sus brazos. Dégel permaneció callado todo el tiempo, a diferencia de Kardia que duró casi todo el camino quejándose por llevar a una cría en brazos, siendo claramente ignorado. Su compañero tenía cosas mejores qué pensar, al plantearse lo molesto que sería atravesar los doce templos con las niñas en sus brazos.
Llegaron a las puertas del Santuario y la travesía a través de los doce templos comenzó en Aries.
Kardia se había resignado finalmente en transportar en brazos a Julieta, pero avanzaba a un paso apresurado como si estuviera compitiendo algún tipo de carrera. Sus ganas de acabar el asunto de las hermanas lo antes posible era inminente y obviamente transparente. Por su parte, Dégel caminaba a paso natural, tratando a Isabelle con sumo cuidado temiendo que algo pudiera pasarle. Se detuvo antes de llegar al monte de los templos con rostro severo y riguroso, tomando una pausa prudente antes de ingresar en el templo obligando a Kardia a hacer lo mismo, jalándole del hombro justo cuando éste se disponía a entrar.
—¿Qué? —preguntó Escorpio con cierta molestia.
—Tengo dos cosas que decir —contestó Dégel, sin darle tiempo en preguntar cuáles eran sus malditas quejas de nuevo—: Uno, ten más delicadeza mientras llevas en tus brazos a la chica. Puedes lastimarla, intenta una vez en tu vida darle valor al título de caballero que antecede tu nombre.
Auch.
Kardia chasqueó la lengua bajando la vista al cuerpo de la chica en sus brazos, soltó un suspiro y acomodó la cabeza de Julieta en su hombro para darle mayor comodidad.
—¿Y la segunda?
—Shion está en su templo —finalizó Dégel, aligerando su rostro cuando accedió a su primera queja. Pero claro, con Kardia las cosas nunca serían fáciles.
La segunda queja provocó otra vez la impertinencia e impaciencia del caballero de Escorpio, retomando nuevamente su personalidad, volviendo a caminar a paso apresurado.
—Sí, sí, lo que sea —le respondió—. Aunque a mí nunca me pides permiso para entrar a mi templo.
—Así como tú tampoco pides para entrar al mío.
La entrada de Aries se mostró finalmente ante ellos y, como era de costumbre, se escucharon los característicos martillazos y el choque de otras herramientas contra el metal de las armaduras. Shion se encontraba en su templo y estaba trabajando. Y como si anticipara su llegada, los golpes fueron suplantados por unos pasos, anunciando la cercanía del santo.
—Buenas noches, Shion. —saludó Dégel con cordialidad y Kardia sólo alzó un poco su cabeza en son de saludo.
—Buenas noches, chicos. ¿Qué ha sucedido? —preguntó el joven santo en cuanto visualizó los brazos de los caballeros siendo ocupado por dos cuerpos—. ¿Quiénes son ellas?
—¿Tenemos que responder tu interrogatorio para poder pasar? Nos estamos mojando aquí afuera. —respondió Kardia entrando en el templo antes de que Shion si quiera terminara la pregunta.
—Fueron perseguidas por espectros —comenzó a explicar Dégel—. Pero…
—¡Explicarle toda la historia tomará demasiado tiempo! —reclamó Kardia aumentando el tono de voz que provocó el despertar a una de las hermanas.
Los parpados de Julieta temblaron para finalmente abrirse, regresando a la realidad que las había desahuciado.
—¿Qué… es esto? —preguntó tratando de reconocer el lugar, y en lugar de eso, sus ojos distinguieron al caballero que la cargaba—. ¡¿Quién eres?! ¿Dónde estoy? —Empezó a revolverse en los brazos de Kardia quien intentaba no perder el ajuste de sus brazos para no dejarla caer—. ¡¿Dónde está Isabelle?!
—Aquí —contestó Dégel alzando un poco a la chica para mostrar la ubicación de ella a los ojos de Julieta, quien empujó a Kardia logrando zafarse de su agarre y correr en dirección a él.
—Por favor, dígame que mi hermana está viva. —Se dirigió a Dégel a pesar de no dedicarle la mirada por estar sosteniendo la mano de su hermana.
—Tranquila, señorita. Su hermana está viva —le respondió, intentando aligerar la conmoción de Julieta—. Sólo está inconsciente.
Julieta visualizó el cuello de Isabelle y notó el anillo rojizo que empezaba a tornarse más oscuro.
—¡Qué bueno que ya despertaste! —dijo Kardia acercándose a la chica—. Ya puedes caminar sola, ¿cierto? Porque no pienso llevarte en brazos de nuevo.
—¡Tampoco es que lo hubiese pedido! —Julieta se giró hacia Kardia con rostro enfurecido—. ¿Y quién eres?
—Deberías agradecer, mocosa pendeja, ¡te salve la vida de los espectros!
—¿Espectros? —Julieta se quedó en shock un instante.
—Sí, tú y tu hermanita le partieron el cuello a uno, ¿lo recuerdas? —añadió Kardia con intolerancia.
En ese instante se escuchó un pequeño gemido de dolor, haciendo que Julieta y Dégel bajaran la vista. Isabelle estaba removiendo su cuerpo ligeramente, mientras intentaba abrir los ojos.
—¡Issi! —exclamó Julieta con sumo alivio.
—¿Julieta? —preguntó regresando de la inconsciencia, terminando de abrir los ojos enfocando su vista.
—Sí… —Le acarició los cabellos y Dégel se sintió enternecido por la escena, en cambio Kardia estaba a punto de vomitar.
—Esperen, ¿de qué están hablando? —preguntó confundido Shion, intentando entender la situación—. ¿Espectros?
—Fueron atacadas por espectros —repitió Dégel alzando la vista a Shion, que sin duda había olvidado que estaba ahí—. Despertaron el cosmos, y lograron derrotar a uno.
Las palabras "espectro" y "cosmos", revivió recuerdos en las cabezas de las hermanas. Despertando aquel miedo, lluvia, suciedad y sangre que las había asfixiado. Habían derrotado a un espectro, pero eso no era lo más intrigante, sino esa extraña energía que brotó de su interior. Lo habían sentido, pero ninguna había reconocido esa sensación anormal que recorrió sus cuerpos antes de la aparición de los caballeros.
—Disculpe, señor verde… —Isabelle alzó la vista topándose con el rostro de Dégel, quien le dedicó una confundida por el sobrenombre que le puso la chica—. ¿A dónde nos trajeron?
—Estamos en el Santuario de Athena —contestó cuidando su tono de voz a diferencia de Kardia, no quería terminar de despertarla de esa forma tan descomunal.
En ese instante la mente de Julieta evocó las palabras que habían provocado la partida de ella y su hermana fuera de su pueblo, llevándolas a ese país que parecía sólo traer calamidades.
«Deben ir al Santuario. Allí encontrarán todas las respuestas. »
—¡I-Isabelle! —la llamó Julieta con emoción.
—¡Al fin, maldita sea! —exclamó Isabelle con la misma emoción—. Llegamos, aunque, me imaginé que sería como una catedral, así tipo las leyendas de Van Helsing —Detalló el templo de Aries con la vista—, y esto no tiene pinta de eso.
—¿Su objetivo era venir aquí? —preguntó Dégel tomando por sorpresa a la chica que seguía en sus brazos.
—Nuestro padre nos pidió venir aquí.
—¿Su padre? ¿Dónde está él ahora? —continuó atando los cabos que estaban sueltos.
Una de las preguntas no pareció sentar bien en las señoritas, cuando sus semblantes se redujeron a muecas.
—Muerto. —contestó Isabelle teniendo un repentino cambio en su tono de voz, lleno de total amargura—. Y no pudimos hacer nada al respecto.
—Issi. —Julieta aferró su mano a la de su hermana, haciendo que ella le observara—. No es necesario contar tantos detalles.
—¿Esconden algo? —secundó Shion.
—¿A parte de unas bragas sumamente sexy que le robé a una señora en el mercado? —argumentó Isabelle, sonriendo, haciendo que Kardia riera con fuerza.
—¡Me caes bien, pendeja! —Se acercó a Isabelle observándola y le dedicó una vista hacia su compañero de armas—. Dégel, a ella si la llevo sin quejarme.
Dégel enarcó una ceja y Shion ignorando a Kardia, reiteró su pregunta a Julieta con la mirada.
—No es nada. —intentó fingir ésta, a pesar que esos ojos castaños eran difíciles de evadir—. Buscamos éste lugar mucho tiempo, eso es todo. Necesitamos hablar con… —Sus ojos se alzaron, como si la palabra que le faltaba estuviera escondida entre las nubes—, ¿jefe?
—¿No era el papa supremo? —Isabelle interrumpió.
—Patriarca —corrigió Dégel, depositando a Isabelle en el suelo y la dejó ir, hasta que ésta pudo sostenerse en pie por sí sola—. Creo que antes de proseguir, deberían contarnos toda la situación para poder así planteársela al patriarca.
—No quiero ser irrespetuosa, pero… quisiera hablar directamente con el patriarca. —dijo Julieta.
—Oigan, mocosas —se alteró Kardia cansado de tanta plática sin llegar a nada—. Aquí las cosas no funcionan así. Hablen, o quedan fuera.
—Qué cordial. De mejores bares me han botado, literal —Isabelle caminó hasta Kardia, y se le paró en frente. Le llagaba un poco más allá del pecho, lo cual no era conveniente, más cuando su único punto a golpear era aquella sensibilidad masculina que ahora era protegida por una placa de oro. Bah, al menos una bofetada podía lanzarle—. Me vale una mierda que me hayas salvado —continuó, ignorando las quejas que su hermana lanzaba—. No permitiré que nos alces el tono de voz —Su cosmos volvió a encenderse alertando a los tres caballeros.
Kardia sintió una ebullición en su interior, le gustaba el desafío. Y no es que la mocosa lo fuera, sino el hecho de ver a pequeñas ratas tratar de cazar al rey gato.
—Y si es así, ¿qué? —La enfrentó sacando su uña—. ¿Te crees grande por matar a un simple espectro?, puedo enseñarte cómo funcionan las cosas aquí, quizás eso te bajes los humos.
Isabelle estiró lentamente el borde de su labio.
—¿Crees que es mi primera vez en…?
—¡Suficiente, Isabelle! —interrumpió Julieta con enfado, encendiendo también su cosmos alertando una vez más a los caballeros—. Ya tenemos suficiente diversión por una noche, ¿quieres al menos terminar con tus huesos enteros esta noche?
Dégel tomó nuevamente la palabra, al ver como la reprendida hermana bufaba.
—Está claro que ustedes tienen mucho de qué hablar, y parece que no hay tiempo para posponer.
—¡Hablen de una maldita vez! —espetó Kardia—. Me está emocionado esta situación.
—¿Qué tiene de malo pedir trabajo de medio tiempo en el mundo sacerdotal? —preguntó Isabelle con un brillo divertido bailándole en las pupilas, al tiempo que metía sus manos en los bolsillos de su gabardina; no convenciendo para nada a los caballeros.
Julieta pudo notarlo y se dirigió a los tres caballeros con seriedad.
—Como ya dije anteriormente, son asuntos de nuestro padre que tenemos que cumplir aquí y quisiera manejarlo con discreción.
—¿No era que no íbamos a decir los detalles? —preguntó Isabelle, mirándola de reojo.
—¡¿Acaso estoy revelando uno?! —Julieta giró su cabeza enfurecida en dirección a la pregunta.
—¡Decir que todo viene por nuestro padre es uno! —contraatacó su hermana., juntando su frente con la de su hermana.
—¡Déjame recordarte que fuiste tú quien dijo que estaba muerto! —le recordó.
Dégel, asombrado, dejó salir una sonrisa, esa situación le parecía tan familiar.
—Isabelle, Julieta —llamó a las hermanas quienes mantenían ya una confrontación—. Están en el Santuario y, nosotros somos caballeros de Athena. Están a salvo aquí. No tengan miedo, nosotros no le vamos a hacer daño, todo lo contrario, queremos ayudarlas. Pero para ello necesitamos que nos digan qué está pasando.
Ambas hermanas miraron a Dégel buscando algún indicio de falsedad, no encontrando nada en su mirada cristalina y demasiado trasparente. O la seguridad que había era terriblemente hermosa. Antes de hablar intercambiaron una mirada.
—Vale. —accedió Isabelle a la pregunta muda de su hermana.
—Espera, Issi. —Julieta la detuvo por la muñeca, haciéndole dirigir la atención nuevamente a ella—. Ni siquiera sabemos sus nombres.
—¿Y para qué diablos quieres saber sus nombres? ¿Quieres ligar con alguno es la cosa? —Esbozó una sonrisa—. Hubieses empezado por ahí, tres comodines no son fáciles de eludir.
—¡¿Ah…?!
—Soy Dégel de Acuario. —Fue el primero en atender, antes de que se iniciara otra disputa la cual quería evitar.
—Kardia de Escorpio. —prosiguió el otro caballero haciendo alarde de su uña escarlata.
—Yo soy Shion de Aries, dueño de este templo —dijo el último caballero—. Pueden quedarse aquí el tiempo que sea necesario, pero es importante que nos digan toda la verdad.
A sabiendas que no llegarían a ningún lado evadiendo a los caballeros, siendo dueños relativamente de esos templos y, por tanto, los únicos capaces de ayudarlas a conseguir su objetivo, era inútil tratar de esconder su triste motivo. Julieta suspiró e Isabelle sonrió al saber que eso significaba que su enfado había pasado, dando paso a la resignación.
—Está bien. —dijo al fin—. Supongo que no tenemos opción.
Ajustándose la garganta, Isabelle se iba a disponer a hablar, antes de ser interrumpida por su hermana.
—Espera, Issi, es mejor que yo se los diga. Eres un asco explicando.
—Gracias, hermana, la sinceridad en la familia siempre será necesario.
Julieta le lanzó una mirada filosa que, Isabelle con sorna, se dignó a ignorar. Kardia rió también, esa chiquilla sí que era compatible con él. Soltando un resoplo, para cruzarse de brazos, la chica comenzó su relato.
—Desde hace unos años atrás, nuestra familia ha sido el blanco de cierta persona y ni mi hermana, ni yo estábamos al tanto de la situación. Nuestra madre nos fue arrebatada a causa de una enfermedad cuando aún éramos muy pequeñas y a partir de ese entonces nuestro padre nos crió y entrenó para que saber defendernos. Sin embargo, hace ya un año, fuimos atacadas... Y nuestro padre... —Hizo una pausa dolorosa, a pesar del pasado episodio, aún le dolía demasiado. Shion posó una mano en el hombro cuando ella bajó la cabeza, ocultando las pequeñas lágrimas que clamaban por salir—. Antes de morir, nos dijo que viniéramos aquí y que encontraríamos todas las respuestas. Pero no teníamos ni dinero ni información acerca del Santuario. Así que nos tomó tiempo poder estabilizarnos y venir. Aparte de eso, no sabemos nada. —concluyó.
—¿Por qué el Santuario? ¿Qué tiene que ver él con este lugar? —preguntó Shion.
—¿No escuchaste? —Le devolvió la pregunta Isabelle—. No sabemos nada más, nuestro padre nunca nos habló de este sitio.
—Suena interesante. —Sonrió Kardia con picardía—. Dos chiquillas osadas aquí en el Santuario para cumplir el deseo de muerte de su padre.
—Kardia, si no vas a comentar nada constructivo —recalcó Dégel—. Por favor, abstente de hacerlo.
—Ustedes acaban de decir que nos ayudarán, ¿cierto? —preguntó Julieta—. ¿Lo harán?
Los tres santos guardaron silencio un instante. Las chicas frente a ellos parecían reservarse más que simple luto y honra a su padre, pero sobre todo era inquietante en como despertaron ese tipo de cosmos. Ellos pudieron percibirlo, uno lo suficientemente tenaz para interesar a Kardia, intrigar a Dégel y alterar las armaduras que yacían en el templo de Aries.
—Haremos todo lo que esté en nuestro poder. —contestó Dégel revelando una pequeña sonrisa, casi imperceptible.
—Las armaduras en mi templo resuenan —mencionó Shion observando sobre su hombro las armaduras tras de él—. Puede que haya algo que quieran decir respecto a ustedes.
Las chicas parecieron interesadas en sus palabras, ¿las armaduras hablaban? Isabelle se acercó a su hermana, preguntándole en silencio si en verdad estaban en el dichoso santuario, y vinieron a parar en un hospital psiquiátrico.
—¡Já! Otra vez con esas cosas tuyas. —habló Kardia pasando de largo a Shion, para luego volverse con una sonrisa maliciosa—. ¿Y qué te dicen las armaduras cuando estás con Dohko?
La pregunta tomó desprevenido al joven santo, concentrándole la sangre en las mejillas haciendo que por un momento olvidara como hablar. Fue Dégel quien alcanzó a Kardia y le atestó un golpe en la cabeza, en reprimenda por su intrepidez.
—¡Hey! ¡¿Por qué diablos hiciste eso?!
—¿Estás seguro de que quieres que te responda, Kardia de Escorpio?
—No, todo bien, señor verde.
—Oh, ¿viste eso? —preguntó Isabelle a su hermana sin la más mínima discreción.
—Sí... —le contestó Julieta—. Disculpa. —Se dirigió a Shion mientras se acercaban los otros caballeros—, ¿quién es Dohko?
—¿Y por qué te pusiste nervioso? —agregó Isabelle mirándole sonriente, cruzada de brazos.
—Es… el caballero de Libra, y un amigo mío.
—¿Amigo? —subrayó Kardia con la misma sonrisa, que Dégel creyó haber eliminado.
—Esperen, nos estamos alejando del punto. —dijo Julieta—. ¿Cuál es la garantía de que nos ayudarán?
—Julieta, cállate. —intervino Isabelle—. Estás rompiendo la futura confesión del ideal amoroso de amistad.
—¡Alguien que me entiende, joder! —alardeó Kardia haciendo que Dégel empezara a bajar la temperatura del templo, muestra que estaba perdiendo la paciencia—. Parece que alguien está perdiendo la calma.
Shion y Julieta siguieron su debate, ignorando los antecesores comentarios.
—¿No es suficiente con nuestra palabra? —preguntó Shion.
—¿Qué te hace pensar… —Iba a decir, antes que las palabas se le fueran de la boca—. Maldición, deja de verme así. —"Entras en la lista de chicos atractivos que me gustan"—. Tu mirada me distrae.
Isabelle rió divertida, conociendo las palabras ocultas en esa pequeña oración, al igual que Kardia al ver que no era el único en molestar a Shion.
—¿Y tú, mocosa? —Miró a la segunda chica—. ¿No hay algo que te también te distraiga?
—¿A parte de chicos con poca ropa, amarrados a un tubo? —Se lo pensó—. No, creo que no.
Kardia empezó a reír, junto con ella antes que ésta sin que fuera su propia voluntad encendiera su cosmos, produciendo un mareo en cuestión de segundos. Desvaneciéndose en los brazos del escorpio, que la observó con los ojos en blanco.
—Se desmayó sola —Kardia miró a Dégel que se acercaba lentamente.
—Isabelle! —gritó Julieta, apresurándose a llegar hasta ella—. ¿Estás bien?, no es momento de jugar a la bella durmiente.
—Aun no estoy metida en el castillo..., y tampoco me he pinchado el dedo —contestó Isabelle, con la frente pegada al pecho de Kardia, sintiendo corrientes de inexplicable sentido correrle por las extremidades.
—Pero, ¿estará bien? —preguntó Julieta, nuevamente retomando el hilo de la conversación—. No es que no confíe en el hombre aquí presente, pero considerando como me llevó a mí, no quisiera que lo hiciera con mi hermana.
—¡¿Qué has dicho?! —Kardia miró a Julieta.
Shion no pudo evitar sonreír.
—Isabelle, vente, yo te cargo —Se juntó a ella y le tomó de las manos.
—No quisiera ser malagradecida, hermana, pero no quiero rodar escaleras abajo —El sudor le bajaba por la sien, mezclándose con las gotas de lluvias al sentirse fatigada. Su vista se desenfocaba, pero aún así miró la empinada escalinata que se alzaba sobre ellos—. Por ahora me conformo con el hombre con cara de imbécil, o quizás el señor Herrero.
—¡¿Oye, a quién le dices cara de imbécil, mocosa?! —La zarandeó por los hombros—. ¡Deberías tener más respeto!
—Vale, entonces, qué le parece ¿señor cara de imbécil? —Miró hacia a un lado buscando la mirada de Dégel—. Le queda bien, ¿verdad?
Dégel sonrió.
—Le queda perfecto.
—¡Hey! ¡Dégel! ¡¿De qué lado estas?!
En ese momento, Isabelle se encogió en el pecho de Kardia, conteniendo un ahogado dolor cuando nuevamente sintió esa corriente asestarle los huesos. Dégel notó el cambio, y posó una mano sobre su cabeza, y con su propio cosmos, suprimió el de la chica. Haciendo que terminara por irse en dirección al piso, antes que éste la cogiera.
—Sin el entrenamiento adecuado, esto será difícil para ella —La sostuvo, pensando que eso no era precisamente normal—. Lo mejor será que intenten no alterarse, hasta que descubramos por qué tiene un cosmos tan inestable.
—¿Eso es malo? —Julieta no entendía del todo esa extraña definición que le daban "a un desmayo", parecía más bien que la fuese drogado. Mierda, ¿en dónde se habían metido?
—Podría morir de ello —mintió Kardia—. Quizás ya lo esté. Bien, Dégel, ahora ocultemos el cuerpo.
—¡¿Qué?! —se horrorizó ella, y no muy diferente a su hermana, su cuerpo palpitó; elevándose, paralizándolas.
—¿Pero qué les pasa a estas crías? —quiso saber escorpio, alarmándose.
Dégel no lo entendía del todo, no conseguía explicación coherente, y miró a Shion en una petición muda. Éste entendió a la perfección y se aproximó a Julieta, quien se alejó institivamente.
—¿Me drogará a mi también?
Shion sonrió, pero no dijo nada más, más que un "lo siento" para cuando extendió su mano hacia ella haciendo lo mismo que Acuario había hecho antes. Julieta no tardó en venirse a sus brazos con los ojos cerrados, cuando una nube negra le alcanzó sus párpados.
—Tch, que mocosas tan débiles. —se quejó Kardia—. Deberíamos hablar con el patriarca sobre esto. Shion, dame a la mocosa, no quiero perder más tiempo.
—Considerando que ellas se quejaron por tu trato, será mejor que yo la lleve, Kardia —Shion alzó una ceja.
—Tengo un mal presentimiento —susurró Dégel para sí antes de emprender camino.
Continuará.
Aclaraciones: Julieta e Isabelle son hermanas mellizas, es decir, nacieron el mismo día pero no son exactamente iguales. En este fic no habrá romance entre las chicas y los caballeros, ellas sólo serán espectadoras del yaoi sublime en el Santuario y demás.
