PRIMERA PARTE
NIÑO SOLDADO
CAPÍTULO 1
UN HOMBRE ENVIDIOSO
Con el tiempo el dolor se iría, Roy Mustang le dio una calada a su cigarrillo y el intento de encontrar el sentido a esa frase. Ha habido innumerables veces durante los últimos tres años y lo único que había conseguido era sí mismo fue autocompasión. El tiempo no había mermado sus heridas, ni siquiera las suavizó, al contrario, las había vuelto afiladas y puntiagudas. Cada vez que salía a la calle y veía un matrimonio feliz con un niño pequeño, la bilis se subía por la garganta y enturbiaba el resto de su día y noche. Entonces llamaba a una amiga amiga o conocida, quedaba para cenar algo y una plácida noche de sexo lo envolvía en un frenesí de placer carnal. No era amor, pero era mejor que nada. La soledad y el dolor eran los amantes de los vicios que se negaban a marcharse, pero a los que podían apaciguar con otras compañías.
Apagó el cigarrillo y tomó el asiento de su carrito la bolsa de regalo para Elisia, la hija de su mejor amigo, Maes.
Era una pequeña bribona de mejillas regordetas y grandes ojos escurridizos que siempre insistía en besarlo.
Cenaba con los Hughes al menos una vez a la semana desde hace años, una rutina que ni la enfermedad y muerte de Riza había cambiado. Ellos fueron lo más parecido a una familia que le quedaba en el mundo, excluyendo a las mujeres que heredaron el prostíbulo donde su Madre adoptiva lo hizo desde su adolescencia. También les consideramos parte de su familia de manera a decir verdad, pero en otro sentido.
Sin Maes y Glaciar para después de la muerte de Riza probablemente se haya alejado de morir o quizás algo así como menos melodramático, se haya limitado a un tiro en la cabeza y se haya despedido de este pútrido mundo.
A veces se siente como un personaje melodramático en las manos de un mal escritor.
Tocó a la puerta un tiempo antes de que Maes saliera a recibirlo.
-Tienes el aspecto de un hombre desahuciado - comentó su amigo medio broma, medio en serio.
-Y no me siento mucho mejor. He estado haciendo cálculos, si Riza no había muerto, el bebé acabaría de cumplir dos años de edad hace algunos días. Y cuando me dirigí para comprar este regalo para Elysia ...
-Roy, no te quedes allá afuera. Te vas a helar, querido-interrumpió Glaciar cargando una bandeja con un enorme pastel rumbo a la cocina.
-Sólo estaba sintiendo la lástima de mi mismo para variar, Glaciar, nada de qué estaba preocupado por Roy quitándole importancia al asunto-. Deja que te ayude con eso al menos, se ve delicioso-. Le dio un cálido beso en la mejilla y tomó el pastel.
Se movió con naturalidad por la casa, sus mejores y peores momentos habían transcurrido dentro del cálido hogar de los Hughes.
Elisia corrió a abrazarlo y casi le hizó perder el equilibrio.
Cada vez que la veía lucha contra la sensación de impotencia y odio contra la vida y el destino mismo; pero también invade una sensación de amor y afecto incondicional en su estado más puro.
-¡Tío Roy! - gritó la niña y estiró los brazos para que le tomara en los brazos.
La alzó y dio un giro con ella en el aire, imaginando como si hubiera sido cargado a su pequeño. Riza había anhelado con tanta desesperación un hijo que al final él, qué desde siempre se creyó un lobo solitario terminado por compartir su anhelo.
-¿Cómo te ha portado Elysia?
-Bien, Papá dice que soy la niña más bonita del mundo.
Roy recordó a su amigo años atrás compartiendo en todo el momento y las fotos de su hermosa esposa embarazada y tras el nacimiento de su bebé, de su perfecta y adorable hija recién nacida. Él había sonreído con la ironía en el mejor de los casos, en ocasiones casi lo golpeó. Tras su tragedia personal, su amigo dejado de hacerlo. En ocasiones, Roy se lo agradecía, la mayor parte del tiempo, el dolor que se negaba a marcharse, lo hacía sentir como un discapacitado.
-Te traje un regalo- se dijo agachándose para quedar a nivel y extenderse el bonito oso de peluche blanco que tenía comprado en la tarde.
La niña soltó un grito de emoción antes de salir corriendo a jugar con su nuevo juguete.
-Perdona sus modales, Roy- se disculpó glaciar.
Se encogió de hombros a modo de respuesta.
-Es muy pequeño como para preocuparse por esas cosas, déjanos a los adultos sufrir en pro de las buenas costumbres.
En la otra habitación, escuchó a su amigo junto a Elysia y la envidia lo corre por un segundo, pensó en irse, pero ellos no tenían la culpa de su infelicidad, era alguien que señalaba, tal vez debería ser el destino.
