Este fic participa en el Minireto de abril para el Torneo entre Distritos en la Arena, del foro "Hasta el Final de la Pradera".
Lukas
Genial. Las normas han cambiado. Tras setenta y tres años siguiéndolas al pie de la letra, bang, se sacan una nueva de la nada. Ahora los tributos son cosechables hasta la veintena. Menuda broma. Alguien en el Capitolio ha debido de pensar que cuanto más adulto se hace uno, más bestia. Es tan alucinante que no se lo puede creer. Su nombre vuelve a estar en esa urna un número indefinido de veces.
Lukas siempre ha tenido la mala costumbre de frotarse las manos cuando está alterado. En esos momentos, el tic no hace más que poner en evidencia que una de sus manos no está completa. La mayoría de las veces necesita tocarse para estar seguro de que los dedos ya no están donde deberían. Todavía los siente, es algo extraño y de alguna forma, antinatural, sentir algo que ya no tienes. Suele mentir a Deacon al respecto, por supuesto que los echa de menos, pero Lukas no es de los que se lamentan y ese no es momento para pensar en dos malditos dedos.
Mientras escucha la perorata que suelta la representante que el Capitolio ha enviado ese año (es nueva, nada raro, lo normal es que sus representantes dimitan de puro aburrimiento) decide que las manos en los bolsillos de los pantalones estarán mucho mejor, pero no puede hacer nada con las gotas de sudor que le empapan la espalda. Busca a su hermano con la mirada, sin embargo los ojos que encuentra son los de Lucie. Verdes y aterrados. Ella tampoco esperaba volver a estar allí.
Señor, esa chica nueva del Capitolio le está poniendo los nervios de punta. Lleva media hora hablando y no calla. Le dan ganas de subir al escenario y cerrarle él mismo la boca, obligarle a acabar con la puñetera cosecha y dejarse de ceremonias. Se nota que lleva el discurso aprendido de memoria, y debe de estar cardiaca, porque tartamudea y repite algunas palabras. Al menos su voz es menos chillona que la de las anteriores, igualmente cantarina, pero menos afectada. Lo cierto es que parece muy joven, pero a saber las mejoras estéticas que lleva encima. En el Capitolio te quitan veinte años de un plumazo a golpe de bisturí, o eso cuentan. Tal vez en el Capitolio le repondrían los dedos.
Por un momento piensa en presentarse voluntario, ser carnaza para el espectáculo, ganarlo y recuperar la mano completa. Aunque no es razón suficiente para formar parte de su Juego, viviría sin las dos manos antes que eso.
El nombre de su hermano tronando en la megafonía de la plaza lo aleja de sus cavilaciones. Por un segundo le invade la incredulidad —Tienen que estar de coña; no puede estar pasando— hasta que ve los rizos castaños de Deacon avanzar escoltados hacia la tarima.
No necesita pensárselo demasiado, aunque duda sobre el momento oportuno en que uno se ofrece voluntario en estos casos. Al final decide desgañitarse chillándolo para centrar la atención sobre su persona. Enseguida vienen a buscarlo. Se cruza con Deacon de camino al escenario, y su hermano le arrea un guantazo en la boca a la vez que le suelta una retahíla de insultos. No esperaba menos.
La chica del capitolio parece no saber qué decir una vez que lo colocan frente a ella. Está medio histérica con el cambio en el guion, parpadea mucho y se muerde los labios.
Tras un suspiro de exasperación, Lukas opta por tomar la iniciativa. Extiende su mano buena hacia ella:
—Lukas Adras. El de antes era mi hermano. Creo que tu trabajo es presentarme, guapa.
