PRÓLOGO
Snow vio a su pequeña hija tambalearse hacia su padre y se mordió el labio, cada día extrañaba más a Emma, la niña que envió en un ropero por culpa de una estúpida maldición que creyó que su madrastra había puesto para evitar sus finales felices. No había existido tal encantamiento y su chiquitita estaba perdida desde hacía trece años.
Charming opinaba que debían seguir con su vida y lo habían intentado, dirigiendo el reino y manteniendo a raya a Regina, que intentaba, en vano, hacerlos sufrir con lo único que había podido arrebatarle a Snow: su Emma.
La reina no quería más hijos, nadie podría reemplazar la perdida de Emma, amaba a su príncipe con locura, pero esa sería la única cosa en que jamás lo complacería, ayudada por Red siguió todos los métodos para no quedar embarazada. Hasta que, nueve años después de la perdida de Emma sucedió. Snow White esperaba un hijo de nuevo. Los meses pasaron rápido y la angustia en su pecho crecía, ella no quería otro bebé aunque la ilusión de Charming por el nuevo integrante de su familia lograba hacerla sonreír imperceptiblemente.
Con la primera nevada del año nació una niña de hermosos y enormes ojos verdes y un mechón de pelo negro. Snow deseaba un varón, así no le recordaría tanto a Emma como esta niña, llorando con furia y dolor se la entregó a su esposo que la abrazó emocionado.
Aún no hemos pensado en un nombre Snow – dijo él, y al ver que su esposa no le hacía caso, continuo – Recuerdas aquella vez, después de la muerte de mi madre, cuando te dije que nuestro destino era encontrarnos siempre y que cuando miraras a nuestra estrella estaría contigo – Snow confundida asintió con la cabeza, no tenía idea a que venía esa historia y no quería escucharla – Ya se cómo se llama esa estrella, su nombre es Altair y he pensado que podríamos llamar así a nuestra princesa, claro además de Eve, como tu madre -. Ella no dijo nada, solo se perdió en sus ojos, iguales en forma y color a los de su Emma. Cada segundo que pasaba la extrañaba más.
El tiempo fue pasando y Snow estaba cada vez más distante con su hijita, quien crecía bella y hermosa, siendo la adoración de su padre y el vivo retrato de su madre. Con esto el dolor de la princesa crecía más.
-Me dirás ahora mismo que te pasa – le dijo James un día que había dejado llorar a la niña mientras él estaba en consejo de guerra. –No es posible que te portes así con ella, ¡es una niña! Y además es tu hija – Ante las duras palabras de su esposo, Snow se echó a llorar con fuerza. – Ella… ella…ella no es mi Emma – formuló la frase entre hipidos, liberando el dolor que tenía en su pecho y la furia emergía de ella – Tal parece que tú ya olvidaste a nuestra hijita-.
James miró con dolor a su esposa, no podría creer que siquiera pensara que él podría alguna vez olvidar a Emma, pero a él le daban fuerza Altair y la determinación de encontrar a su hija mayor pasará lo que pasará. Se acercó a la cuna y tomó a su princesita en brazos, quien estaba roja por tanto llorar y aún tenía lagrimitas en sus mejillas. La acercó a Snow y forzó a esta a levantar la vista.
-¡Miralá! – exigió con tal fuerza que Snow levantó la vista y se encontró con unos ojitos verdes que la miraban con curiosidad y unos bracitos que se extendían hacía ella. -¡NO ES EMMA! – confirmó con furia – Pero es tanto tu hija como ella, y ahora te necesita mucho-. Snow seguía llorando, pero aun así miraba a la niña sintiendo como el dolor se iba un poco al ver esos ojos, sus ojos, que le devolvían la mirada.
- No hay momento de mi vida en que no piense en Emma, Snow – dijo Charming, Snow miró a su esposo con tristeza, mordiéndose el labio como hacia cuando trataba de contener el llanto – Pero tengo fe, en que voy a encontrar a mi hija y además, las tengo a ustedes -.
Con esas palabras, Snow comprendió todos los errores que había cometido cegada por el dolor. ¡Qué diría su madre si la hubiera visto! Se levantó y le quito a Altair de los brazos a su esposo, llorando histéricamente.
¡Perdóname! – le suplicaba a la niña – Tú no tienes la culpa de nada, yo te cuidaré y juntos encontraremos a tu hermanita, como la familia que somos-.
Altair tenía tres años. Era bellísima, la viva imagen de su madre, con su precioso vestido blanco y los rizos negros cayendo en su cintura. Recordaba todo lo que vivió cuando nació su princesita y agradecía a los cielos que ella no recordará nada. Vio a Charming tomar a su hija entre los brazos y correr hacía ella, notaba la preocupación en su rostro.
¿Mami, que es esa nube morada? – Snow se volteó y con horror descubrió la nube que llegaba con espeluznante lentitud hacia ellos. Justo como hacía trece años, sabía que venía a continuación. Corrió al castillo con su familia intentando protegerse.
