CAPÍTULO I
Anne era muy feliz, hacía unas horas que se había casado con su gran amor pero mientras peinaba su cabello aquella noche, algo empezó a preocuparla, su noche de
Bodas. Hacía tanto que había asumido que en el caso de llegar a casarse ese tema sería muy secundario en su matrimonio, que ahora, a unos minutos del gran momento, estaba a punto de que le diera algo. Deseaba a su marido. Y eso era un problema.
Desde que el Capitán Wentworth la había tocado por primera vez, lo había sentido. Cada vez que la había ayudado a bajar del coche, o la había tocado suavemente la espalda al pasar por una puerta, su corazón se había acelerado. Y luego cuando más tarde se habían besado, no tenía palabras para expresarlo.
Sin embargo, ese beso no se había repetido, y eso le llevaba a sospechar que aunque su marido la amaba, no la deseaba. Sí, la quería como compañera, incluso como madre de sus futuros hijos, pero no como mujer.
Se decía que muchas mujeres aceptan la falta de interés se sus esposos, gracias a la suya, pero desafortunadamente para ella ese no era el caso. Ella se había casado profundamente enamorada. Nunca hasta ese preciso momento se la había ocurrido pensar que ese fuera un gran inconveniente. Ahora se preguntaba si sería capaz de soportarlo, que no se viera atraído por su cama o que se viera atraído por las camas de otras.
De todas maneras, ya no había remedio, ya estaba casada, y llevaba cerca de una hora cepillándose el pelo. Se miró al espejo por última vez y dejó preparados unos cuantos pañuelos que sabía que iba a necesitar más tarde. Sabía que no serían suficientes.
Con el poco valor del que pudo hacer acopio, se dirigió a la puerta que comunicaba los dos cuartos, no pudo dejar de ver ésta se cerraba con llave, sin embargo, se dio cuenta de que en la cerradura no había llave. Claro, debía estar por el otro lado. Llamó.
Frederick llevaba un buen rato preocupado. Sabía que la noche de bodas era difícil para las mujeres pero hacía más de una hora que esperaba y eso le hacía pensar que para ella era especialmente complicado. No tenía idea sobre el deseo en las mujeres, no se hablaba de ello pero se estaba temiendo que si no se hablaba de ello, era porque no había nada de que hablar.
Sabía, por supuesto que ella estaba obligada, que como esposa no podía negarse, pero aquella idea le hacía sentirse enfermo. Como a ella, por eso llevaba tanto tiempo sin dar señales. Quizás estaba en su cuarto, aterrorizada, rezando para que él no decidiera ir para allá.
Miró la puerta, la llave estaba en la cerradura, se dio cuenta del error, tendría que estar del otro lado, para protegerla de él.
Tomó una decisión llamaría a la puerta y cuando abriera, si abría, le desearía buenas noches y aprovecharía para poner la llave por el lado correcto.
Justo cuanto iba a llamar, oyó los golpes. Respiró profundo y abrió la puerta.
Por un instante se olvidó de todo, aquel camisón, era más, mucho más de lo que había esperado. Estaba tan bella, que quitaba la respiración. Se preguntó si quizás, tal vez, ella quisiera. Podría amarla, tal y como deseaba, pero no, su cara le devolvió a la realidad, estaba completamente descompuesta. Puede que hubiera comprado ese camisón, pero lo había hecho obligada por su sentido del deber como esposa. Tendría que volver a su plan original.
- Hola, Annie, yo venía a desearte las buenas noches. Espero que descanses bien.
Su peor temor, se había confirmado, él no tenía ninguna intención. Aguantándose las ganas de llorar le dijo.
-Gracias. Buenas noches.
Frederick respiró hondo, y se dio la vuelta, sabía que estaba haciendo lo correcto, y salio de la habitación, dejando la llave en el lado correcto.
En el momento que oyó la puerta cerrarse, Anne fue incapaz de contenerse más. Frederick la oyó y asumió que era por toda la tensión que tendría acumulada. Pero la idea de oírla llorar le superaba, le resultaba insoportable. Hablaría con ella, le dejaría claro que tendría que preocuparse nunca por eso.
Llamó, esperó, pero la puerta no se abrió. Aquello era tan malo como había imaginado.
- Annie, por favor ábreme.
Nada.
- Annie, quiero que sepas que no tienes que preocuparte porque vaya a abrir la puerta. Yo, no tengo esa intención.
El llanto que se oía desde el otro lado era desconsolado. Nunca, Frederick se había sentido tan mal. Ni la peor de las batallas, ni la peor de las tormentas podía comparársele.
De pronto, el llanto se paró, oyó unos pasos, se pararon justo al llegar a la puerta. Oyó el ruido de la llave en la cerradura. Qué sonido tan horrible.
Pero para su sorpresa la puerta se abrió. Allí estaba ella, mirando con extrañeza la llave.
- Has…
- ¿Cambiado la llave de lado? Sí
- ¿Por qué?
- ¿Cómo?
- ¿Por qué has cambiado la llave de lado?
- Pues para que pudieras cerrar por tu lado, para que supieras que yo, bueno ya sabes…No quería que estuvieras preocupada por eso.
- Pero así, yo podría entrar en tu cuarto sin tu quererlo.
- ¿Sin yo quererlo? -Aquello, le descolocó completamente, no se le ocurría nada que pudiera desear más. La imagen de ella, entrando en su cuarto, para estar con él, era simplemente un sueño. - ¿Cuándo habría yo…?
- Cuando vengan otras. Entiendo que tengas esas necesidades, yo, sólo te pido, que me dejes tomar otro cuarto en otro lugar de la casa. No creo que pudiera soportar estar aquí mientras que tú…
- Anne, ¿Cómo puedes pensar que yo pueda hacer semejante cosa?
- Claro, supongo que preferirás ir a otro lado, quizás no te guste la idea de tenerme tan cerca mientras que…
- Mientras que… - sabía como terminaba la frase, pero simplemente no era capaz de decirlo en voz alta. Estaba desolado.
- Annie, yo, no concibo, no se me ocurre nada peor que el que tú no estés mi cama. Durante estos ocho años que estuvimos separados, el dolor de tu ausencia, me destrozó como nada que pudiera imaginar. Ninguna mujer pudo aliviarlo entonces, ni ninguna podrá hacerlo jamás, sólo tú. Sólo tú puedes cerrar esa herida.
Anne, le miró por un instante fijamente, entonces muy despacio, se acercó hasta él, y suavemente, le besó, en el pecho, justo donde se abría la camisa de dormir.
Un segundo más tarde, Frederick la había tomado en sus brazos, llevándola hasta su cama, mientras que la besaba como nunca ninguno de los dos hubiera imaginado que fuera posible.
Pronto lo boca fue seguida por las manos, y las manos por la boca y la boca por todo lo demás.
Más tarde, Anne descansaba con su cabeza apoyada en el pecho de Frederick, cuando notó que esté se ponía repentinamente rígido. Se giró para poder verle la cara.
- ¿Ocurre algo?
- Es lo de antes, ¿cómo pudiste creer que no me gustabas?
- ¿Y tú como pudiste creer que tú no me gustabas?
- Siempre había entendido que las mujeres no se sentían inclinadas hacia , ya sabes.
- Tal vez eso sea porque muchas mujeres se ven obligadas a casarse con hombres a los que no aman y a los que no encuentran en absoluto atractivos. Pero ese no es mi caso.
- Umm. ¿Me encuentra usted atractivo, Mrs. Wentworth?- Dijo Frederick mientras recorría con su labios el cuello de Anne.
Anne iba a contestar justo cuando los labios de Frederick se lo impidieron, pero pronto el beso se paró.
- ¿Crees que me he visto obligado a casarme con una mujer que no amo? ¿O que no te encuentro atractiva?
- Bueno a estas alturas no dudo de que me amas. Es sólo que tal vez tu amor tenga que ver con otras de mis cualidades. Yo no he sido nunca una mujer atractiva, nunca he sido como Elizabeth. Es normal que tú, no me aprecies de esa manera, las cualidades que un hombre busca en una esposa, no tienen porqué relacionarse con eso.
- ¿Se puede saber de dónde has sacado semejante idea?
- No te va a gustar
- No desde luego que no-
-Mr. Elliot
Frederick tuvo que respirar profundo para poder contenerse, si había un hombre cuya mención le hacía ponerse rojo de ira, ese era sin duda Mr. Elliot.
-Continua- Dijo bruscamente.
- Bueno, verás, Mrs. Smith me contó que aunque Mr. Elliot tenía intención de casarse conmigo, ya que me apreciaba sinceramente, eso no le habría impedido tomar a Mrs. Clay como amante.
- Vaya, nunca pensé que me iba a gustar algo que hiciera esa rata rastrera.
-Ya entiendo, piensas igual que él…
- No Anne, creo que no lo entiendes. En el caso de que esa alimaña hubiera llegado a ser tu esposo, lo único que me hubiera podido consolar habría sido el saberlo lo más lejos posible de tu cama. La idea de que él…
- No, eso no habría pasado.
- Sería tu marido, no me digas que no…
- Sí, pero uno de esos maridos a los que no se ama y no se encuentra atractivo. Habría tenido que afrontar mis obligaciones como esposa, pero nunca hubiera sido como contigo.- Anne no pudo evitar pensar en lo que había sucedido en la habitación en la última hora. No, tenía muy claro que hubiera sido muy diferente.
- Anne, hasta yo me enteré de los rumores que calificaban a Mr. Elliot como un hombre muy atractivo.
- Mr. Elliot es un hombre atractivo, ciertamente…
La cara de Frederick indicaba muy claramente que aquello no le estaba gustando nada. Anne se apresuró a terminar la frase.
- …pero, nunca sentí con él, lo que siento cuando estás cerca, cada vez que tu me tocas siento que voy a estallar en llamas. No sé si será capaz de entenderlo, sé que para ti es diferente.
- ¿Cómo puedes pensar eso después de lo que acaba de pasar entre nosotros?
- Ya, lo sé. Pero ¿por qué desde que nos besamos al comprometernos, no me has vuelto a besar hasta ahora?
- Cuando nos besamos fue maravilloso, pero casi me vuelvo loco del deseo. Si te hubiera vuelto a besar, dudo mucho que hubiera sido capaz de preservar tu virtud. Ya sabía que iba a haber muchos comentarios sobre tu boda conmigo, no quería que se le añadiesen esos otros comentarios que hubieran dañado tu honor. Pero he de decirte que estas semanas han sido eternas.
- Creo que exageras.
- ¿Lo crees? Igual deberíamos preguntarle a tu camisón.
Anne, no pudo evitar sonrojarse ante la visión de la prenda, en el suelo, a los pies de la cama.
- Creo que ha quedado inutilizable. Una pena, era tan bonito.
- Sí, era muy bonito. Una pena.- dijo Frederick con un tono que indicaba que no sentía ninguna culpa.- Anne, yo te encontraría preciosa aunque fueras vestida con un saco, pero ese camisón es, bueno, era... Tengo curiosidad sobre dónde fuiste a comprarlo
- ¿Te preocupa la reputación de tu esposa?
- He visto el camisón, me preocupa mucho.
- Puedes estar tranquilo, eres la única persona a parte de mí, que lo ha visto. Lo hice yo.
- Estoy mucho más tranquilo. ¿Pero por qué? No me malinterpretes, no tengo ninguna queja, pero porqué no compraste algo más, bueno, algo menos…- En este momento fue Frederick el que no pudo evitar sonrojarse.
- Quería que me vieras atractiva.
- Pues vaya si funcionó, casi me olvido de todos mis buenos propósitos.
- ¿Qué son?
- Yo no quiero ser uno de esos esposos que obligan a su esposa a hacer cosas sin ella querer, amparándose en la superioridad que tienen como maridos.
- Frederick, ¿Crees que me hubiera puesto eso, si no hubiera querido hacer esas cosas?
- Supongo que no… Annie…
- Sí, Frederick
- ¿Tienes más camisones como ese?
- Bueno, si los tuviera, ¿los romperías también?
- Hasta el último de ellos.
- En ese caso, me alegro mucho de haber adquirido una buena colección de sacos.- Bromeó Anne
- Umm, y dime Annie, ¿esos sacos son muy resistentes?…
Ambos se rieron, pero pronto las risas fueron sustituidas por besos apasionados.
Cuando a la mañana siguiente el Capitán Wentworth se despertó, lo primero que hizo fue buscar los labios de su esposa. Para su contrariedad ni los labios de Mrs. Wentworth ni el resto de su cuerpo se encontraban junto a él. Extrañado se levantó y se dirigió hacia la puerta que comunicaba con la otra habitación. Definitivamente estaba empezando a odiar esa puerta con todas sus ganas. Llamó.
- ¿Annie? ¿Estás ahí?
Un segundo después se abrió la puerta. Allí estaba su Annie sonriente.
- No estaba cerrada.
- Bueno, podría haberlo estado.
- Lo dudo, creo que la llave se ha perdido.
- Esa definitivamente es una gran noticia.- Y se apresuró para besarla.
- Iba a bajar a desayunar algo. No quería despertarte.
- Gracias, pero yo también tengo hambre, bajemos juntos.
- Creo sería un gran escándalo.
- ¿Que dos personas unidas en matrimonio compartan el desayuno? No veo porqué.
-Eso no, pero que una de esas personas vaya sin nada de ropa, creo que podría suscitar algún comentario.
- Ni la mitad que suscitaría si fueran dos.- Dijo Frederick mientras que exploraba la espalda del vestido en busca de la forma de desabrocharlo.
- Creo que deberíamos desayunar. Yo al menos, corro serio riesgo de desmayarme si no ingiero algún alimento.
- Está bien, señora. Vuelvo en un momento.
Unos minutos después Frederick estaba listo para bajar a desayunar. Aunque en un primer momento la idea había sido instalarse en Kellynch, al final Anne, se había decantado por una casita cercana, la misma que había sugerido para mudarse con su padre y su hermana en lugar de ir a Bath. Frederick sabía que lo hacía por él. De esa manera, el Admirante Croft y su hermana, seguirían viviendo en Kellynch, lo que le permitiría estar muy cerca de sus seres queridos. Más ahora, que empezaba a sospechar cuanto habían influido en su actual estado de felicidad.
Bajaron al saloncito del desayuno dónde esta todo ya dispuesto. Evidentemente Anne había mandado prepararlo mientras que el se vestía.
Mientras que desayunaban se acercó un criado con el correo.
- Carta para la señora.
- Gracias, Evans
- No será Mary… Frederick sabía muy bien de la tendencia de la hermana menor de Anne a encontrarse repentinamente indispuesta.
- No, es una nota de tu hermana.
- ¿De mi hermana?
- Es una invitación para tomar el té.
- Estupendo, tengo muchas ganas de verla.
- ¿Frederick? Tú no estás invitado.
- Tiene que ser un error, no puede ser que mi propia hermana…
- No, mira, lo pone bien claro aquí. Creo que es evidente cual va a ser nuestro tema de conversación.
- Oh, entiendo
Cuando el carruaje de Anne llegó a Kellynch, Mrs. Croft ya la estaba esperando en la puerta.
- Pasa, pasa querida, ya sabes que siempre es una gran ilusión tener aquí. Siento mucho haberte tenido que pedir que vinieras de esa manera. Está totalmente fuera de lugar, al fin y al cabo esta es tu casa, y puedes venir cuando aquí cuando quieras. Pero quería hablar contigo en privado. He mandado que nos sirvieran el té fuera, hace una tarde tan agradable. Me gusta estar fuera siempre que puedo. Supongo que es lo que tiene ser la mujer de un marino.
Anne, no pudo evitar comparar la calidez y la cercanía en el trato de aquella mujer, con las maneras de su propia familia.
- Te agradezco mucho que hayas venido. Como ya te dije, tenía interés en hablar contigo en privado. Aunque no sé como se lo habrá tomado Frederick.
- Bueno, he de decir que cuando he salido de casa, le he visto francamente preocupado.
- Frederick siempre ha sido muy reservado. Sin duda debe andar preguntándose qué podemos hablar de él.
- Lo cierto es que yo también me lo pregunto.
- Verás, Anne, te llamo Anne, porque no puedo sino considerarte una hermana, tengo que confesarte que nunca había visto a mi hermano tan feliz como en las últimas semanas. Nunca había visto brillar sus ojos de esa manera. Pero no por eso puedo dejar de recordar que durante mucho tiempo no fue así. Sí, lo intentaba disimular, bajo esa fachada de hombre de acción, pero los que lo conocemos sabíamos cuan desgraciado era en realidad.
- Por mi culpa.
- No, no me refiero a eso. Frederick ya me explicó todo lo sucedido. Verás, mi hermano te ama profundamente, con toda su alma. Sé que tú también le quieres y por eso estoy teniendo esta conversación contigo, pero mi temor es que tu amor no tenga la misma dimensión que suyo. Sé que eres una buena persona y que nunca querrías verlo sufrir, por eso quiero pedirte tu ayuda, para protegerlo de una posible decepción en ese sentido. Porque no creo que mi hermano pudiera superarlo.
- Mrs. Croft
- Sophia, por favor.
- Sophia, ojalá pudiera ahorrarle a Frederick cualquier sufrimiento. Nada me haría más feliz que eso. Desgraciadamente no tengo forma de comparar su amor con el mío, yo solamente puedo hablar por mi corazón. Y lo único que puedo decir que es entera y plenamente suyo y que lo amo de una manera que me cuesta imaginar que sea posible.
- No tienes que decir nada más, ahora sé que no tengo nada de qué preocuparme.
- Gracias.
- No deberías dármelas.
-No de verdad, gracias. Sé que es puro egoísmo pero oírte hablar de lo mucho que me quiere tu hermano, me hace muy feliz.
- Estoy segura de que eso te lo dice él, con mucha frecuencia.
- Sí, pero me cuesta mucho creerlo. Dicho por usted, me resulta mucho más creíble.
- Yo sólo digo lo que veo.
- ¿Puedo pedirte un favor?
- Por supuesto, ¿de que se trata?
- Podrías decirle a Frederick de vez en cuando lo mucho que yo también le quiero.
- Será, un placer y empezaré esta misma noche.
- ¿Esta noche?
- Justo antes de llegar tú, llegó una nota de Frederick diciendo que venía a cenar. Sospecho que intentará interrogarme a cerca de nuestra conversación.
- En ese caso, tendré cuidado de marcharme antes de que él llegue.
- Querida, eso es lo último que deseo que hagas.
- ¿Estás segura?
- Totalmente, no creo que Frederick pudiera perdonarme privarle de tu compañía por más tiempo.
Cuando Frederick llegó un poco más tarde, estaba terriblemente preocupado. Durante toda la tarde había estado dando vueltas a lo que podían haber estado hablando su mujer y su hermana. Y un breve intercambio de miradas entre éstas le hizo ver que no se lo iban a contar. Aunque tenía la esperanza de recibir un poco de ayuda del Admirante Croft.
- Frederick, acompáñame un momento.- dijo el Admirante
- Pero…- Frederick acababa de ver a Anne y sólo pensaba en estar con ella.
- Será solo un momento, en seguida llamarán para la cena.
- Está bien.
Se dirigieron a la sala de billar, donde las bolas sobre la mesa indicaban que el Admirante Croft había estado jugando.
- Muchacho, voy a darte un consejo: nunca hay que meterse en una conversación entre mujeres.
- ¿Señor?
- Simplemente te informo de que he decidido no seguir mi propio consejo.
- ¿Disculpe?
- Sophia estaba muy preocupada a cerca del amor que Anne pudiera sentir por ti.
- No es la única que tiene esa preocupación.- Contestó Frederick en un susurro.
- No deberías. Ella te quiere con locura. Me convencí de ello la primera vez que os vi juntos y cada vez que os veo juntos no hago sino reafirmarme en mis conclusiones.
- Sin embargo mi hermana duda.
- Ella no es tan imparcial.
- Aun así…
- Te diré algo que tal vez te convezca, lo que he observado en ella es idéntico a lo que he observado en ti. Oh vaya, ya es la hora de cenar. Vayamos.
Frederick lo agradeció, ya que las palabras del Admirante le habían dejado profundamente impresionado. No habría sabido que contestar.
Cuando los dos hombres llegaron al comedor, las miradas entre los Wentworth convencieron a los Croft, de que su plan había tenido éxito. Y las miradas entre los Croft convencieron a los Wentworth de la existencia de dicho plan.
La cena fue muy agradable como sólo puede serlo entre personas buenas, sensatas y que se quieren.
Tras la cena, Anne se ofreció a tocar un poco. Los demás aplaudieron la idea.
Apenas empezó a tocar, Frederick se sentó a su lado. Como hacía cada vez desde que se habían casado.
- Creo que hemos sido victimas de un complot.- Dijo Frederick, en voz baja
- Eso parece. Pero yo me siento muy agradecida.
- No creo que tanto como yo.
Tras mirarse un momento ninguno de los dos pudo evitar reírse.
Lo Croft, por supuesto supieron que era momento de que los Wentworth se marcharan, lo cual los Wentworth agradecieron ya que a penas pudieron esperar a estar en el coche para empezar a besarse apasionadamente.
