¡Hola a todos mis adorados saltamontes! lol
Muchos de quiénes me leían en Amor Yaoi, saben que tenía ésta historia inclusa allá, pero desde hace como un año ya la acabé de escribir totalmente, pero por falta de tiempo y prioridades, no la terminé de publicar en dicha plataforma y, con lo que sucedió hace poco del hackeo, menos.
De hecho, estoy pasando todas mis historias aquí, jajaja. Por ende, hoy traigo ésta preciosidad ante ustedes.
Será un short-fic, no contendrá demasiados capítulos ni demasiado drama a cómo acostumbro. Asimismo, debo decir cómo advertencia, que habrá cierto grado de sadomasoquismo y palabras vulgarmente hermosas(?), también un grado de violencia específica, pero no demasiada.
/Tokyo, Japón. Viernes 11 de Octubre del 2013/
—Nos vemos mañana, viejo —se despidió Sanji de su jefe del trabajo que tiene en aquel restaurante muy conocido en la ciudad.
—Mañana es tu día de descanso, no tienes por qué venir, mocoso —repuso Zeff.
—Vengo porque puedo y me gusta estar aquí, nos vemos mañana —replicó Sanji, ahora llevándose un cigarro a sus labios, encendiéndolo.
Zeff simplemente puso los ojos en blanco, no importaba que dijera, ese muchacho al final siempre venía le tocara o no trabajar, pero debía admitir que eso era algo de admirar, ya que demostraba cuando amaba el trabajo.
—No te pagaré los días extras.
—Lo sé, viejo, lo sé, no espero que lo hagas —dijo Sanji, volviendo un poco el rostro para sonreírle y luego salió de aquel restaurante.
Ya era bastante tarde, su reloj marcaba las once y media de la noche, pese a eso, la ciudad seguía estando muy concurrida por automóviles y personas, aunque el rubio sabía que seguramente en poco tiempo empezarían a desaparecer la mayoría de gente para ir a sus casas o bien resguardarse, todo por esa maldita noticia.
Desde hace un mes, se habían estado reportando muchos casos de desaparecidos, así como de asesinatos. La policía estaba desconcertada, porque las víctimas eran simples personas que parecía fueron elegidas al azar, solo con el simple motivo de matarlas, porque no siempre tenían algo por lo que un "delincuente" iría tras ellos. Las cosas empeoraron cuando a alguien de los medios se le ocurrió decir que eso tenía que ver con los demonios bebedores de sangre y como en Japón la mayoría de la gente suele tener supersticiones con forme a demonios, aunque dicha teoría resultaba estúpida. Pero como el miedo era bastante, con más razón nadie se quedaba tan tarde en la noche.
Los asesinatos seguían, sin importar el cuidado de la gente y a Sanji le daba exactamente igual eso, él no creía eso, porque esto era la vida real, no existían ese tipo de seres de inframundo y aunque existieran, no era como si le diera miedo aquello. No le temía a la muerte si llegaba por él, es más, tal vez estaría agradecido.
El viento cubrió el rostro del rubio por completo, alborotándole sus cabellos largos. Suspiró y con el cigarro aun en los labios, pasó su diestra por su cabeza para acomodarlos. Alzó su mirada y en ese momento se dio cuenta que en el cielo no había luna, solo las estrellas que iluminaban el cielo oscuro con cierta debilidad; era extraño ver un cielo sin luna, pero de alguna manera eso le gustó.
Miró a su alrededor y se dio cuenta que había un parque dos esquinas más, por lo que decidió ir a este para sentarse un rato a fumar, no es sí no pudiera hacerlo en su casa, mas disfrutaba y prefería por mucho estar con su cigarro en la calle.
Cuando llegó al dichoso parque, vio como varias personas ahí cerraban sus puestos y otras se iban, mirándolo de manera extraña al darse cuenta como el rubio se sentó, como quien espera pasar un buen rato ahí.
—Oí, muchacho, deberías irte a casa, ahora la ciudad no es tan segura —le dijo un hombre de quizá cincuenta años.
—No le tengo miedo, pero gracias —respondió Sanji con seriedad, dando una calada a su cigarro.
—Deberías tener cuidado, aun así —esta vez, quien le habló fue mujer de ojos azules oscuros delineados con el cabello negro y corto, los labios rojos, era muy guapa.
—Oh, Mellorine, agradezco su preocupación, pero no es necesario —repitió Sanji con más respeto y cierta coquetería.
—Un niño como tú, no debería retar lo que no ve —la mujer le miró con seriedad.
—No reto nada, porque no existe, mi bella señorita —repuso Sanji con una sonrisa, dando dos caladas más a su cigarro.
—Recuerda, niño: lo que no ves, no significa que no exista. Cuídate del destino —la mujer le dirigió una mirada significativa y se dio la vuelta, yéndose más rápido de lo que debería.
Sanji se quedó atónito un momento, porque tras oír esas palabras, se estremeció fuertemente, mas luego negó. Seguramente la señorita esta confundida, pensó sin complicaciones.
—Bah, de todos modos, no es como sí le temiera a algo —se dijo a sí mismo, dedicándose a fumar dos cigarros más.
No se dio cuenta, que a lo lejos, exactamente arriba de un edificio de cinco pisos, un par de ojos negros con un iris borgoña, le miraban atento.
/Viernes 18 de Octubre del 2013/
Probablemente para cualquier humano, el tener la vida y juventud eterna sería algo de ensueño, con lo que se creería feliz, sintiéndose los dueños del mundo. Pero para Zoro, estar viviendo en esa noche eterna durante trescientos años, condenado a matar para saciar su sed, no le hacía sentir precisamente grato, aunque ya se había acostumbrado desde hace tiempo a su modo de vida, a ver a los humanos como simple alimento, ¿qué más daba?, si ya estaba maldito, ya era un demonio, ya no tenía alma, ¿por qué preocuparse por cosas tan simples como una vida humana?, aunque suponía que por pensar eso, lo volvía más maldito de lo que ya era. Mas no le importaba, realmente, porque incluso entre los humanos existían peores monstruos que los mismos vampiros. Y de esos seres viles, era de los que más le gustaba alimentarse, nada mejor que ejercerle sufrimiento a aquellos que lo provocaban. Ya no tenía nada más que perder.
Era un vampiro solitario, viajaba solo y solo de vez en cuando se encontraba con algún que otro compañero que le hacía compañía un día o hasta tres, no más. Realmente a Zoro no le importaba pasar su vida con nadie que no hubiera sido ella. Pero ella ya había muerto cuando ambos eran humanos y quizá él también hubiese muerto de no ser por aquel vampiro de ojos dorados que lo salvó.
Ya llevaba años viviendo y nunca supo exactamente porque él lo salvó.
Con que debemos cuidarnos del destino, pensó con el ceño fruncido. Nunca había pensado que Madam Shyarly se molestaría en aparecer frente aquel humano hace una semana y sobre todo que no lo hubiera matado para beber su sangre.
Pero ahora tenía un problema peor.
Desde que supo y vio a aquel muchacho de cabellos de oro llegaba a aquel maldito parque, de alguna manera, cada que terminaba o salía de caza, le era imposible no llegar a aquel lugar también, encontrándose con ese chico. Aunque claro, solo lo miraba de lejos y le despertaba cierta curiosidad, porque parecía no tener miedo, incluso cuando Madam Shyarly se le acercó, actuó incluso coqueto, ¿por qué no tenía miedo?, no era como el resto de los humanos que salían despavoridos apenas caía la noche.
Y sin darse cuenta, ya llevaba una semana así, viéndolo de lejos, por ese mismo motivo, es que se percató que alguien más lo había elegido como presa dos días antes. El saber que vampiro era el cazador, le hizo querer competir y algo de acción no le vendría nada mal a su vida, total, no tenía nada que perder.
Por ese mismo motivo, ahora ya no estaba en el habitual edificio desde donde siempre observaba al rubio, ahora estaba acostado en una banca del parque, con los brazos flexionados por detrás de su cabeza, como si fuera su almohada. Esta noche las nubes tapaban parte de la luna y estrellas, pero aun así podían seguir viéndose.
El viento le llegó hasta el rostro, moviéndole los tres pendientes de oro de su oreja izquierda, haciéndolos tintinear, pero mantenía sus ojos cerrados, aunque realmente no necesitaba dormir.
—Creo que hay mejores lugares para dormir, Marimo —dijo una suave voz masculina, que se oía seria y ¿divertida?
Esa voz tuvo un tono familiar para Zoro, quien abrió los ojos de golpe, encontrándose con unos iluminados ojos azules que lo veían.
— ¿A quién llamas "Marimo", Cejas de remolino? —gruñó, pese a tener una expresión indiferente y fijándose en la ceja con inicial en espiral del lado izquierdo del rostro ajeno, que tenía la otra mitad de su cara tapada por el cabello.
A Sanji no le hizo gracia el sobrenombre y le fulminó con la mirada. No esperaba que siendo extraños se tratarían así. Además, todavía ni comprendía bien el hecho de porque carajo decidió hablarle a un tipo que expresaba peligro en todo su cuerpo, mas cuando llegó al parque, le fue imposible no verlo por ese tan inusual cabello verde y la cicatriz en su ojo izquierdo. Era un chico que tenía un extraño tinte moreno con palidez en la piel. Verlo sencillamente hizo a su espíritu impulsarse hacía él y hablarle, su interior estalló cuando ese ojo lo miró, provocándole estremecer de pies a cabeza, eran de un profundo color negro, con un iris borgoña.
—Tsk, estaba dispuesto a hacer mi buena obra del día, invitando a cenar a un vagabundo como tú, pero con esa actitud… —Sanji inhaló de su cigarro para después soltar el humo.
El peliverde se sentó en la banca y le miró escéptico, cruzándose de brazos.
—Es de noche, idiota, y no soy ningún vagabundo… —iba a decir algo más, pero en ese momento, el golpe del olor sanguíneo del rubio le llenó las fosas nasales. Oh, maldición, no me hubiera imaginado que olía tan jodidamente bien, pensó con cierta alarma, pero, ¿por qué estaba alarmado?
Ese olor era tan dulce y fresco, incluso podía sentir la calidez que emanaba del cuerpo ajeno y como su corazón bombardeaba todo el líquido carmesí en el interior de su cuerpo. Sintió su garganta arder de manera dolorosa y sus colmillos empezar a crecer, maldita sea, ¡contrólate!, se ordenó a sí mismo, porque sentía que en cualquier momento su instinto ganaría y terminaría abalanzándose al rubio frente a él.
Nunca en sus tres siglos de vida había olido una sangre así, de esa magnitud y en serio que tenía unas tremendas ganas de probarla, sin embargo, ¿por qué se estaba deteniendo?, ¿por qué no simplemente lo cazaba y ya?, no es como sí le importara que otro vampiro deseara matarlo también, porque sí Zoro quería, se lo llevaba él, pero pese al insano deseo que sentía por probar esa sangre caliente, algo en su interior se lo estaba impidiendo. ¡Contrólate, contrólate! Ya no eres un maldito neófito, volvió a regañarse mentalmente, mi voluntad es más grande que la maldita sed, mierda.
Mientras la lucha interna se desató, decidió dejar de respirar por un momento para facilitarse un poco las cosas, además, no necesitaba precisamente el oxígeno para vivir.
— ¿Ah, no lo eres? —Sanji le sonrió con cierta superioridad.
—No —Zoro se incorporó de un brinco, tan rápido, que el otro chico se sobresaltó un poco—. Un chico como tú, no debería estar tan solo a estas horas de la noche —añadió con un ligero tono sombrío.
El rubio frunció el ceño.
—Me lo dice alguien que está en las mismas condiciones —dio una calada a su cigarro y dejó salir el humo cerca del rostro ajeno, para molestarlo—. No te conozco, limítate a decirme que me cuide.
—No me conoces y aun así dices me ibas a invitar a cenar, ¿te contradices a ti mismo tan seguido? —Zoro enarcó ligeramente una ceja y sonrió.
El ojiazul entrecerró los ojos y se sonrojó un poco. Aunque ese gesto, hizo que la garganta del vampiro palpitara al ver la sangre colorear esas blancas mejillas. Oh, mierda, pensó y se cruzó de brazos.
—Cállate, imbécil, aunque seas un Marimo gruñón, no puedo dejar que las personas sufran de hambre o no podría llamarme a mí cocinero —¿qué hacía Sanji explicando algo como eso? No lo sabía, pero había tenido la necesidad de hacerlo.
— ¿Eres cocinero? —Zoro tenía la expresión neutra y la mirada seria, intentando distraer su mente de la sangre tan deliciosa que tenía frente a él, tal vez lo mejor es que se fuera, pero no quería irse, no todavía.
—He dicho que lo soy, ahora, déjame invitarte un poco…
—No es necesario, acabo de cenar.
¿Era imaginación de Sanji, o el tono de voz que empleo el peliverde tenía un mensaje oculto?, además la sonrisa que se le formó, le hizo estremecerse, porque parecía que se estaba divirtiendo de algo.
—Hm, entonces, dejo de perder mi tiempo aquí —su voz se endureció y dio una calada más a su cigarro—. Deberías dejar de dormirte donde sea, sino quieres que te confundan con un vagabundo o algo similar.
—Dudo mucho que alguien sea tan idiota para confundirme, solo te ha pasado a ti, Cocinero —le espetó Zoro con una sonrisa burlona.
—Vete a la mierda, Marimo idiota —se defendió Sanji, fulminándolo con la mirada—. Como sea, no dejaré que me arruines la noche, me largo.
—Me iré primero, sino te importa, Cejillas —la actitud de Zoro había cambiado completamente y ahora estaba alerta; no había sido capaz de matar y beber la sangre del otro, por lo que era más que obvio aquel otro vampiro lo atacaría. De alguna manera, no podía dejar que eso pasara.
Sanji le miró extrañado, tenía una expresión mortal y daba algo de temor. Negó, no tenía por qué asustarse.
—Camina con cuidado, la cuidad es peligrosa —susurró Zoro, mirando por última vez al rubio.
— ¿Eh? —Sanji no tuvo tiempo de reaccionar y cuando se volvió para verlo irse, el peliverde ya no estaba.
¿Qué es este sentimiento de familiaridad?
—Me pregunto si lo volveré a ver… —masculló sin pensar, justo en el momento que una ráfaga de viento lo despeinó.
/Sábado 19 de Octubre del 2013/
¿Por qué otra vez regresó al parque? Ya ni siquiera había ido por simple placer personal para fumar con tranquilidad, no, ahora aunque lo negara, deseaba verlo. Desea ver aquel maldito cabello verde.
Pero cuando llegó, el lugar estaba vacío, solo las flores de sakura que comenzaban a caer de los árboles era lo que le acompañaba en la noche y uno que otro automóvil que pasaba a lo lejos. ¿Qué era la decepción que su pecho sentía?
—Ese idiota… —susurró Sanji con el cigarro en la boca y el ceño fruncido. Suspiró— Bueno, no es como sí quisiera verlo… —quiero volver a verlo, añadió en su fuero interno — Ah, maldición.
Molesto, se dio la vuelta para irse de ahí. Y tanto era lo que sentía, que se tropezó con una grada del piso rocoso del parque, pero antes de que su cuerpo golpeara el piso, un brazo se interpuso, sujetándolo de la cintura.
—En serio, comienzo a pensar que necesitar anteojos para mejorar tu visión, Cejas de remolino —dijo esa voz familiar que tenía un tono burlesco.
Sanji alzó la mirada, encontrándose con una sonrisa traviesa. Al fin te encontré, pensó una voz en su interior, haciendo que reaccionara. Rápidamente se separó del cuerpo ajeno, empujándolo, mas cuando sus manos golpearon el pecho ajeno, sintió la piel dura como una roca e incluso frialdad.
— ¿Qué…? —le miró confundido.
Zoro endureció la expresión al darse cuenta de su descuido y se alejó dos pasos hacia atrás.
—Yo simplemente pasaba por aquí, porque es bueno caminar cuando se acaba de cenar —explicó.
— ¿Cenar? —inquirió Sanji, aturdido con la mirada ajena en su ser, porque como le gustaba ese color tan oscuro del ojo ajeno.
El peliverde suspiró y se rascó la cabeza, ligeramente incómodo, aunque de igual forma le devolvió la mirada.
—Te había dicho que camines con más cuidado.
—Y yo no necesito que me estén cuidando, Marimo —replicó Sanji con molestia, ahora retándolo con la mirada.
—Ni quien quiera hacerlo —bufó Zoro, aguantando la respiración nuevamente, porque aunque una hora antes se alimentó de una sangre realmente deliciosa, el olor ajeno seguía siendo una tentación terrible y no quería matarlo, no sabía el motivo, pero no quería matarlo. Y tampoco quería que nadie más lo hiciera.
—Si dices que siempre sales a caminar por aquí… ¿por qué nunca te había visto? —preguntó Sanji, con el cigarro entre los labios, mirándolo con cierta astucia.
—Yo nunca dije que siempre suelo caminar en esta zona, Cejas de remolino —recordó Zoro con seriedad—. Ayer tenía sueño y decidí descansar un buen rato en este parque, porque me pareció tranquilo, pero dormí más de la cuenta —mintió con una increíble voz persuasiva.
Y vaya que funcionó, porque incluso aunque parte de Sanji no creyera eso, ese hecho sonó a completa verdad, pero hubo algo que le hizo no seguir preguntando.
—Y sí me disculpas, en casa me esperan —añadió Zoro, antes de que el rubio pudiera decir algo—. Así que, nos vemos —le miró tal manera que hizo que el otro muchacho sintiera su sangre bombear más rápido.
—Trata de no perderte, Marimo —por alguna razón, las palabras salieron por sí solas de la boca de Sanji, como si ya supiera ese hecho, aunque realmente no lo sabía. Pero aun así le sonrió burlón.
El peliverde le miró un poco sorprendido, ¿cómo sabía eso él? Y de pronto, en su mente apareció el recuerdo de ella, diciéndole la misma frase cada que se iba a trabajar. ¿Qué demonios es esto?
Pero su agudo oído fue capaz de escuchar el acercamiento de alguien más, por lo que dejó de pensar en ese tipo de cosas y dirigió su mirada a otro lado, frunciendo el ceño, alerta.
—Tsk, no me pierdo, Cocinero… —gruñó Zoro y antes de irse, volvió a verle— Cuídate al caminar… —repitió y sin más, comenzó a caminar con rapidez fuera del alcance ajeno.
Sanji le contempló irse, con el cigarro en sus labios todavía. Todavía no sé su nombre…
Pero cuando se decidió en preguntarle, el peliverde ya no estaba en su campo de visión.
—Espero verlo otra vez… —musitó, sin darse cuenta de la sonrisa que se extendió en su rostro.
Sin embargo, desde aquel día, no lo volvió a ver.
/Jueves 24 de Octubre del 2013/
El humor de Sanji estaba bastante amargo y la única manera que este se apaciguaba, era cuando en el restaurante llegaban muchas mujeres bonitas, pues su lado de caballero le hacía tratarlas con elegancia y más cariño del que debería.
Negativo para su orgullo, todos los días anteriores a este, no faltó ningún día al parque y aunque se decía mentalmente era para fumar como todos los días, en el fondo no podía engañarse a sí mismo, pues deseaba en verdad volver a ver a aquel muchacho de cabello verde. Si tan solo le hubiera dicho su nombre, sería más fácil encontrarlo, aunque tampoco es como si fuera a buscarlo, no…
Pero de verdad quería volver a verlo, ya que aunque bien parecía cada que se veían solo compartían frases sarcásticas, parecían perro y gato, le gustaba como se sentía cuando él estaba presente.
—Hm… —Sanji suspiró, mientras ahora caminaba regreso a su casa, porque ya como rutina, pasó antes al parque, pero nuevamente no estaba ese cabello verde que quería ver. Supongo que no era de la ciudad, pensó con cierta decepción y apagó su cigarro al tirarlo al piso, pisándolo con la suela de su zapato.
Esta noche hacía más frío de lo normal y pese a que estaba vestido con su habitual traje negro, el viento enfriaba parte de su cuerpo.
El rubio vivía solo en una casa de un piso que sus padres le dejaron antes de morir, el barrio era tranquilo, así que no se preocupaba por nada realmente.
Se detuvo a cinco cuadras antes, cuando sintió el peso de una mirada seguirle sus pasos. Giró un poco el rostro para ver hacía atrás, pero no había nada ni nadie, solo los postes de luz. Debe ser mi imaginación, pensó Sanji, negando con la cabeza, volviendo a caminar. Sin embargo, todavía era capaz de sentir esa penetrante mirada en su espalda.
La adrenalina comenzó a correr por sus venas cuando los focos de los postes comenzaron a quebrarse.
— ¿Qué mierda…? —giró su cuerpo para ver que había atrás, pero no había nada más que la oscuridad.
Mas al darse otra vez la vuelta, una silueta de dos metros con un sorprendente cabello rojo peinado en puntas, le sonrió.
El rubio no tuvo tiempo de reaccionar para darse una idea de qué demonios pasaba, ni de sentir miedo, cuando aquel sujeto le sujetó del cuello con tremenda fuerza sobre humana y lo lanzó hasta un par de botes de basura en un callejón oscuro.
Aquel mismo ser llegó hasta ahí en menos de un parpadeo, confundiendo a Sanji, que le miró con furia. Estaba dispuesto a dar pelea, así que se incorporó.
—Lo siento, pero no estoy acostumbrado a jugar con mis presas antes de matarlas —dijo aquel sujeto, que amplió su sonrisa, dejando ver unos tremendos colmillos, así como una mirada tan roja como su cabello.
Y aunque a Sanji se le heló la sangre por completo, no demostró miedo, dedicándose a pensar en una forma rápida para salvarse, porque la verdad no deseaba morir, no antes de volver a ver a aquel peliverde.
—No me intimidas, bastardo.
—Pocas veces me tocan presas interesantes, tal vez si me divierta más contigo —le respondió el vampiro—. Pero pensándolo mejor, tu olor me vuelve loco, así que dejaré los previos y te mataré —su expresión se tornó aterradora y abrió más la boca en una cruel sonrisa.
Alzó una de sus manos, que tenía uñas puntiagudas, dispuesto a atravesar el cuerpo del rubio con esas.
Sanji no demostró su miedo, pero aun así no era capaz de moverse, ¿por qué?
Mierda, mierda, ¡muévete, joder!
Sin embargo, no vio de donde, algo más lo empujó hacía a un lado, haciendo que Sanji se golpeara la cabeza con un poste de luz.
Lo último que vio, fue una silueta delante de él, agazapada y la consciencia lo abandonó.
—No dejaré que le pongas una mano encima, Kid.
—Oh, no sabía que ya lo habías apartado, Roronoa, yiahahaha, pero déjame decirte que él es mi presa. No te lo daré.
—No necesito tu permiso, imbécil —Zoro dejó salir sus colmillos y sus ojos optaron un rojo oscuro, que bueno que el rubio se desmayó con el golpe, porque explicar esto sería difícil.
—Robándole una presa a otro de tus compañeros, que mal estás —Kid le miró ferozmente, no dudaría en matarlo.
—Nunca te he considerado un compañero —replicó Zoro con agresividad.
El pelirrojo se lanzó contra el peliverde, con los colmillos expuestos y las garras, dispuesto a rasgar y degollar todo a su paso. Pero un cuerpo más apareció en medio de los dos vampiros, deteniéndolos con solo sus manos en cada pecho.
—Eustass-ya, Roronoa-ya, siempre tan violentos como siempre —musitó una voz con calma.
—Deja de meterte donde no te llaman, maldito Trafalgar.
—Lo siento, Eustass-ya, pero hoy venía de visita y no puedo dejar que mates a mi anfitrión de la noche —respondió el vampiro de tremendos ojos grises, con una cínica sonrisa y empujó más al pelirrojo.
—Tsk, par de malditos —gruñó Kid y les miró amenazante, sino fuera solo porque no había bebido sangre desde hace una semana y ahora se encontraba algo débil, sin temor se enfrenta a esos dos, pero no era tan imbécil. Además, simplemente no podría dañar al ojigris—. Me las cobraré, Roronoa —y sin más, se dio la vuelta, corriendo tan rápido como el viento.
—No te pedí ayuda, Law —replicó Zoro con el ceño fruncido, mirando con seriedad al otro.
—Vamos, Roronoa-ya, espero me compartas tu cena —Law ladeó la cabeza en dirección al rubio tirado en el piso.
Zoro le miró de tal manera que al ojigris casi se le descompone la expresión calmada, pero se controló.
—Él no está para cenar.
— ¿Y por qué no? —inquirió Law.
—Porque no y si quieres tragar, iremos a buscar de tu tipo, pero no se te ocurra ponerle una mano encima —advirtió Zoro.
El vampiro ojigris sonrió de manera socarrona.
—Que el gran Roronoa Zoro, un vampiro conocido y temido por su crueldad se preste a salvar a un simple humano, es digno de ver —se burló Law.
—Deja de joder —gruñó Zoro y desvió la mirada.
Detuvo su mirar en el rostro "dormido" del rubio y omitió un suspiro.
Simplemente no puedo permitir que te maten, pensó, ya idearía algo para mantener a Kid lejos de él.
Asdasdasdkjas, eso ha sido todo por hoy. He de decir que los capítulos me han quedado bastante largos, así que ojalá no sea una lectura muy pesada para ustedes.
Realmente amé demasiado el cómo me ha quedado esta historia, espero a ustedes igualmente les guste ;u; Los capítulos lo iré subiendo semanalmente, o eso intentaré. Como dije, ya tengo terminada la historia, solo es cuestión de editar los capítulos y ya.
Sé que es raro ver a Zoro de vampiro, yo siempre me lo he imaginado de licántropo, lol. Además, por su temperamento y esas cosas, asdljkasdl, pero bueno, era necesario para la historia, jaja.
¡Esperaré gustosa sus comentarios, mis pequeños y adorados lectores! ;w;
