¿Nunca has sentido que no encajas en ningún sitio? ¿Qué falla algo que te hace sentir incómodo y extraño? Un objeto, o una persona que solo con su presencia te haga sentir que perteneces allí. Un piercing, un tatuaje que te señalicen como parte de algo, que de alguna forma te autorice a estar ahí. Tu pareja, tu mejor amigo, suelen se un pase que te hacen sentir seguro y perteneciente a un grupo. Kurt es huérfano, y por lo tanto nunca tuvo nada de eso. Criado en el orfanato desde su nacimiento, el resto de niños se alejaron de él debido a su palidez, sus gestos delicados y su permanente expresión de tristeza. Era popular entre las niñas debido a su cabello siempre impecable, sus ojos azules y su apariencia de muñeca. Kurt no soportaba a ninguno de los dos sexos. Los niños le parecían demasiado ruidosos y maleducados, las niñas demasiado molestas y tontas. No soportaba las constantes interrupciones en sus momentos de dibujo.

Desde que tuvo uso de razón, quiso dejar el orfanato. A los diez años, ya era uno de los niños más rechazados por los posibles padres. Construyó una muralla en torno a su corazón incompleto, encerrándose cada vez más en su propio mundo. A los doce años descubrió que era gay. Se enamoró de un chico que fue adoptado semanas después. La pieza que pareció encajar en su corazón se desvaneció tan rápido como había llegado. Asumió que nunca iba a ser adoptado. Un niño roto, introvertido, gay. ¿Quién adoptaría a un chico así? Se concentró en sus diseños, obcecado en ser diseñador de moda de mayor. Por su cumpleaños catorce, la directora del orfanato le obsequió con una computadora. Subió sus diseños a la red, orgulloso de poder mostrarlos.

Meses después, un elegante y caro coche aparcó frente a la casa. El ojiazul miraba por la ventana, cuando una mujer elegantemente ataviada bajó del coche, acompañada de un chico alto al que sujetaba de la mano. Los miró con curiosidad, ¿Acaso pretendía revocar una adopción? A veces sucedía que el niño no terminaba de encajar con la familia que lo había reclamado. Esos niños solían volver al orfanato. Kurt había esperado con ansias la revocación de la adopción de su amado, pero esta nunca llegó. Curioso, salió de su cuarto y se tumbó en el inicio superior de las escaleras, mirando hacia abajo para poder ver a a señora y a su hijo, que estaban hablando con la directora Krecther, esta parecía extasiada con lo que oía. El niño alzó sus ojos verdes, aburrido, y descubrió a Kurt mirando. Un sonrojo escarlata se extendió por sus mejillas mientras se alejaba de la vista, perdiéndose la sonrisa de felicidad del chico. Siguió en el suelo, sin atreverse a asomarse de nuevo, y comenzó a bosquejar un par de brillantes ojos verdes en su cuaderno de dibujo.

-Kurt, levanta del suelo y acompáñame a tu cuarto.-el susto le hizo fallar en el trazo, manchando el dibujo. Suspirando, obedeció a la directora.

-¿Hice algo mal?-murmuró cuando entró en la habitación, nervioso.

-Al contrario, cariño...Hay una señora abajo que quiere adoptarte.

-¿Sin conocerme?-ladeó la cabeza con sus grandes ojos azules mostrando toda la incredulidad de la que era capaz, mientras sacaba la maleta de debajo de su cama.

-Al parecer sí, la señora Smythe parecía muy interesada en ti.

Kurt se paralizó con la mitad de su ropa en los brazos y miró boquiabierto a la directora, que le observaba con una sonrisa dulce.

-¿Victoria Smythe?-susurró perplejo.

-¿Cómo lo sabes? ¿Estuviste espiando?-alzó una ceja lista para reprenderle.

-Es una de las diseñadoras de moda más importantes de Nueva York.-respondió totalmente histérico.-Es fabulosa y además tiene un hijo guapísimo que...-su boca cayó, mientras se ruborizaba violentamente.-Va a ser mi hermano...


-Te va a encantar tu nuevo hermano, Sebastian. Es inteligente, talentoso dibujando y diseñando, y es cantante.-acarició el pelo de su hijo, ganándose una mirada entre desinteresada y molesta.

-¡No quiero un hermano! ¡Quiero un perro!

-Kurt es mucho mejor que un perro, cariño...Estoy segura de que os llevaréis muy bien.

El castaño bajó por la escalinata sujetando su maltrecha maleta, interrumpiendo la conversación de su futura familia. Sebastian le miró, observando detenidamente cada parte de su anatomía. Cabello castaño, ojos azules verdosos, piel blanca como la porcelana, sonrojada levemente en las mejillas, caderas pequeñas, cuerpo esbelto y piernas que prometían ser largas. Kurt, su nuevo hermano. El anhelo floreció en su interior mientras este se acercaba. Intercambiaron una mirada que hizo sonrojar al ojiazul. Sebastian sonrió engreidamente.

-Sebastian, este es Kurt. Sé bueno con él.-instó su madre, mirando a ambos chicos.

-Hola, Kurt. Pareces una chica.-los ojos del otro se achicaron con furia, mientras enrojecía furiosamente.

-Para tu información...

-¡Sebastian!-fue interrumpido por su nueva madre.

-¿Qué? Estaba siendo bueno. Es interesante que también suene como una chica.

La señora Smythe alzó la voz, mirando furiosa a su hijo, mientras Kurt les observaba confundido, pero sin dejar de sonreír. La pieza que faltaba en su corazón acababa de entrar con un clic. Esperaba que se quedase mucho tiempo ahí.