EL CORAZÓN DE LA IDENTIDAD
Sólo se trataba de humillarlo. "Eso es", intentó recordarse, "de humillarlo". Pero estaba yéndosele de las manos y no estaba muy seguro de querer conocer el final. Su voz jadeante lo torturaba —¿por qué ese continuo y deformado tono de voz? ¿cómo era posible que algo humano hablara así?— y esto era necesario para hacerlo callar, entonces, ¿por qué no?
Porque además de Batman, él era Bruce Wayne. Y Bruce Wayne no podía hacer esto —¿o era Batman el que no podía?—. Lo soltó. Se sentó sobre él (el Joker ya no estaba en condiciones de responder) y le esposó las manos. Las enlazó, por encima de su cabeza grasienta, al caño de agua que identificó como más firme. Y sin embargo, no se retiró de aquel sótano oscuro. Se quedó allí, sentado sobre su cintura, observándolo respirar lenta y entrecortadamente, moribundo. Alguien se quedó allí, vigilando: si era Batman, o si era Bruce Wayne, esto era indistinto. Su cuerpo anónimo pendía sobre ese hilo de odio que es tan parecido a la locura. Lo tomó del cabello —un único párpado se alzó, viéndolo de soslayo por entre las venas irritadas del ojo magullado— y lo dobló, de modo de simular que se incorporaba a la consciencia.
—Aún estás escuchándome. Sé que aún estás escuchándome.
—Para nada, Bat-man. Todo esto es tu imaginación. Sonríe: no se halla todos los días en sueños a un tipo tan guapo como yo.
Tiró de la pelambre verde con la intención de borrar esa sonrisa instantánea, pero las cicatrices eran perpetuas y no había seriedad posible. Alguien allí, Batman, o Bruce Wayne, odiaba.
—Un sueño contigo sería más bien una pesadilla.
—Todos los sueños son pesadillas si hay que despertar de ellos. Me echarás de menos cuando despiertes y llorarás llamando a tu mami.
—Estás enfermo.
—Naturalmente. He ahí la libertad. Dicen que tú y yo somos monstruos, Bat-man, pero esta es la diferencia: tú lo eres por la anormalidad de tus cadenas. Yo lo soy por mi libertad.
—Tu libertad es inhumana.
—Error, Batsy: la libertad es inhumana. No hay otra libertad posible.
—Ya cállate.
Con un rápido movimiento le dio la nuca contra la piedra fría del suelo. Joker reía, como atacado de cosquillas. Lo golpeó una y otra vez, y aún cuando el verde artificial se mimetizó con el rojo sanguinolento, la risa no se detuvo.
—¿Lo estás disfrutando, Bat-man? ¿Esta es tu idea de la justicia y del honor: asesinar a golpes a un hombre maniatado? ¡Te felicito! ¡Ya casi te conviertes en mí!
—¡Cállate, cállate!
Pero, ¿por qué no? Rachel había muerto, ¿por qué habría de vivir alguien más? ¿Era necesario el honor ahora? ¿Para qué? La risa sonaba monótona en sus sienes, todavía más fuerte en cada silencio. Los gestos del Joker eran intermitentes; ninguno de sus párpados se alzaba. El color de sus labios no era sólo rouge.
—Por lo menos, B-batsy... —murmuraba, tartamudeando entre los golpes— ...así no me echarás tanto de... de menos, ¿uh?...
Y entonces se detuvo. La amoratada forma debajo de su cuerpo se desinflaba, vacía de voluntad. ¿Por lo menos así...? ¿Así cómo? Lo zamarreó. Lo tomó de ambas mejillas y lo zamarreó. ¿Así cómo? ¿¡Así cómo!? Lo zamarreó. Lo sacudió frenéticamente, hacia los lados, hacia arriba y hacia abajo, en diagonal. Miraba en su fijación la boca abierta como si los manchados dientes fueran a hablarle. Una boca que palidecía, oscureciendo coagulada. Los dientes no dijeron nada.
La retorcida voz no volvería, no. Alguien se irguió, despacio, sobre el cadáver. Alguien que no era Batman ni Bruce Wayne.
Sábado, 30 de agosto de 2008
Lila Negra.
