Mi dulce Demonio
Puede que sea el hombre más temido de toda la ciudad o de todo Japón que tal vez de sus labios nunca haya salido un "te amo" o un simple "te quiero", quizás pasaba los días amenazando e intimidando a todo aquel que se cruzara en su camino, que fuera mal hablado, grosero, egocéntrico, vanidoso, egoísta, violente y otros mil defectos que resto de la gente le atribuía.
Decían que él no la amaba, que solo la utilizaba, también decían que la dejaría en cuanto ya no la necesitara, eran como el agua y el aceite... ella dulce y bondadosa, el malicioso y arrogante, jamás de los jamases un ángel y un demonio tendrían un "vivieron felices para siempre" pero... ¿qué sabrían ellos?
Su demonio, aunque era violento, no era tan malo, en realidad era bastante... ¿cómo decirlo?... Bueno era bastante dulce, tan dulce como un enorme pastel de crema azucarada y es que solo ella conocía la parte oculta de Hiruma, esa parte que no mostraba a nadie más que para ella su maldita y linda esposa, bueno debía admitirlo lo de "linda" lo agregaba ella a la frase.
Si bien Hiruma nunca le mostro afecto directo lo hacía de maneras en las que ella solo se daba cuenta, como aquellas ocasiones en las que salía y volvía a casa con cerveza y sus ricos pasteles de crema o como cuando la dejaba usarlo como osito de pepa al dormir o en aquellos fríos días de invierno en los que lo usaba sus brazos como cobijas o bufanda.
También podría enumerar todas aquellas oportunidades en las que pronunciaba su nombre con una mezcla de amor y orgullo, hablando de orgullo que más prueba de amor que hecho de que el demonio se tragara todo su orgullo al pedir matrimonio bajo un árbol de cerezos, claro "pedir" no fue exactamente lo que hizo, fue algo más como una exigencia o una orden, que una petición.
Todas aquellas ocasiones en las que estuvo a punto de alejarse y el con la mirada fija no la detenía, pero en sus ojos esmeralda podía ver la tristeza, la angustia y el dolor, con sus ojos le suplicaba que se quedara y ella no podía evitar abrazar a aquel niño indefenso y temeroso que muy en el fondo de él se encontraba
También podía hablar, con un sonrojo en el rostro, de todos aquellas ocasiones en las que la proclamaba suya al hacer el amor, como él lo llamaba "sexo", aunque estaba segura que en lo muy profundo de su ser para él, aquella danza tan primitiva no era simplemente sexo, después de todo en el sexo solo hay placer pero en el amor se puede tocar el cielo con ambas manos
Jamás escucharía de él, decirle que la ama, pero eso no importaba porque con el simple hecho de que el denominado "príncipe del averno" saliera a la calle sin ver a ninguna mujer q en su camino se cruzara, le demostraba que solo tenía ojos para ella.
En definitiva él era su dulce demonio, a quien jamás cambiaria, si debía ir al infierno con él, con gusto lo haría y más ahora que con gran alegría le diría que ya serán tres en esta alocada familia.
